Manifiesto del Hambre




José María Bernaldo de Quirós y Llanes 
{Marqués de Camposagrado}
Nacido en Oviedo el 20 de Abril de 1840.-

           


El Manifiesto del Hambre
Amante de mi país y amigo de la clase labradora, a cuya vista he crecido, no puedo mirar con inferencia su suerte y dejar que pasen desapercibidos hechos que considero conveniente y aun necesario publicar. Imposibilitado de hacerlo en los periódicos de esta capital, no obstante haber encontrado inútilmente propicio El Industrial, al cual me dirigí, me veo en la necesidad de estampar en hoja suelta los siguientes renglones, donde me propongo decir la verdad desnuda y patentizar al mundo la horrorosa miseria que aflige a este suelo y el abandono total con que se le mira. La cuestión que voy a tratar es de hambre exclusivamente, y si alguno hubiere que, dando tortura al pensamiento, la quisiere sacar de este terreno, lleva intención dañada, quiere perjudicarnos.
Los repetidos años que llevamos de escasa cosecha son el origen de notable atraso en que hace tiempo están los labradores en lo general de la provincia. En la Parte de Occidente se perdió por completo la correspondiente al año de 1852, y sus habitantes sufrieron las desgracias que nadie ignora, pasando por los trances más duros de la vida hasta que, en parte, fueron aliviados con algunos socorros de los muchos que se habían proporcionado a una provincia vecina, más 300.000 rs. que se mandaron pagar mensualmente, por espacio de cuatro meses, facilitados por el gobierno de la Nación con aplicación a caminos, cantidad religiosamente invertida durante el año próximo pasado. En él, según los datos reunidos para la comparación con otros, sólo se ha recogido una cuarta parte de los frutos en recolección ordinaria, insuficientes, con gran déficit, para rescatarse de los empeños y compromisos contraídos por la escasez de los anteriores. El porvenir no se ocultó a los ojos de aquellos hombres que, por bien acomodados que se consideren, saben tomar parte en las desgracias de sus semejantes: los propietarios temblaron, no por la pérdida de sus rentas, sí al ver el horizonte amenazando infortunios para sus honrados colonos. Sin embargo, todos creíamos deber esperar algún amparo del gobierno de S. M. para una provincia tan leal, tan sumisa, cuna de la gloria e independencia de España, de la religión y de la libertad, para una provincia que contribuye al sostén y seguridad del Estado con la sangre de 1.145 de sus hijos y con 26 millones al Erario, la primera vez que se veía en la necesidad de pedirlo.




Los males no tardaron en dejarse sentir. En los meses de noviembre y diciembre empezó ya la mendicidad a esparcirse por todas partes y entonces algunos Ayuntamientos, y muchos diputados provinciales comisionaron y excitaron a varios señores senadores y diputados a Cortes y provincia, residentes a la sazón en Madrid, para que hicieran presente al gobierno de S. M. el mal estado de este país y el que consiguientemente se preparaba. Me cupo la honra de pertenecer a esta comisión, como miembro del Senado, y oír de los labios del Presidente del Consejo de Ministros palabras muy lisonjeras, porque al decirnos que ya tenía conocimiento de la aflicción de Asturias, nos ofreció hacer cuanto en su mano estuviera para mejorar nuestra suerte; y después de haber oído expresarse en igual sentido a los señores ministros de Fomento y de Marina, nos apresuramos a participar el éxito de nuestro cometido a las corporaciones que nos lo habían confiado, porque comprendíamos el ansia con que debían esperar el consuelo.El hambre de día en día iba creciendo, y los casos que se referían de sus efectos eran de tal naturaleza, que algunos se creyeron exagerados; pero la evidencia llenó de amargura mi corazón. En marzo del presente año recorrí una porción de concejos, no sólo con el objeto de persuadirme de la verdad examinando personalmente la situación de los pueblos, sino con el de cazar, como tengo costumbre. No es fácil que yo pueda describir aquí las impresiones que recibí en aquella excursión. Al ver a labradores medianamente acomodados, a mis compañeros de caza, en quienes constantemente hallé las mejores pruebas de amistad, cariño, honradez, tristes, abatidos, pidiendo trabajo para poder alimentar a su familia, sin recursos y en un estado aflictivo, sentí helarse mi sangre. Pero cuando llegó al colmo mi desconsuelo, y, sin avergonzarme lo digo, mis ojos se inundaron de lágrimas, fue al encontrarme en un monte del partido judicial de Laviana, parroquia de Villoria, a donde había ido a buscarme un hombre, en cuyo escuálido semblante se veían marcados los mayores sufrimientos, y que con voz desfallecida me dijo: me muero de necesidad, mi mujer y cinco hijos que tengo no comen más que yerbas. ¡A cuántas consideraciones no dan lugar semejantes palabras! Pero no es mi propósito entrar en ellas. Mi contestación fue mandarle bajar inmediatamente a Tolibia a tomar algún alimento mientras yo iba a unirme con él. Pocos instantes después estábamos hablando en una mala taberna. Preguntéle que había comido, me contestó, y era cierto, dos cuartos de pan. Este era el uso que había hecho de mi ofrecimiento un infeliz, quien la falta de alimento estuvo a punto de privar de la vida. Obedeciendo a una insinuación mía marchó desde aquel sitio a ver al señor alcalde para que tomara una determinación, mientras un muchacho llevaba de mi orden algún socorro al resto de la familia. La autoridad, con la solicitud propia del deseo de evitar un mal grande, tomó inmediatamente sus disposiciones mandando un dependiente a cerciorarse del estado de aquellos infelices, el cual no tardó en volver con la respuesta que, de aquellos desventurados seres, acababan de espirar dos, un niño de ocho años y otro de once. Al oír semejante noticia, me horroricé. ¿A quién no extremecería el considerar que aquella realidad justificaba la relación de hechos semejantes y anteriores? Y por desgracia, casos tan ciertos como dolorosos, se repitieron en diversos puntos de la provincia. A mi vuelta de aquella expedición, hallé instalada la Junta superior de Caridad en el palacio del excelentísimo e ilustrísimo señor obispo, presidente, de la cual me había cabido la honra de ser nombrado vocal. A nadie se le ha ocurrido siquiera poner en duda nada de cuanto llevo dicho. Convencidos estaban todos, como todo el país, de la verdad, y el señor gobernador civil de la provincia dirigió a la junta palabras consoladoras anunciándonos recursos del gobierno superior, a quien constaba ya la calamidad que sufríamos, por las repetidas comunicaciones que sobre el particular su señoría le había pasado. Le supliqué que mientras se recibían aquellos socorros, se suspendieran al menos los apremios que hubiera contra gente tan desdichada, y S. S. aseguró que ni los había a la sazón ni los habría después. Los pueblos saben muy bien si las palabras del jefe de la provincia fueron una verdad. Se dio nuevamente comisión a los señores senadores y diputados a Cortes residentes en Madrid para que se acercasen otra vez a los ministros de S. M., y el excelentísimo Sr. D. Pedro Salas Omaña fue el encargado de contestar, dándonos las más halagüeñas esperanzas. Todos manifestaron los mejores deseos, y tengo la íntima convicción de que han hecho y hacen los mayores esfuerzos para atenuar mal tan terrible, ya que remediado no está en la posibilidad.


Los ayuntamientos apuraron todos sus recursos 
tomando dinero a interés para comprar granos, a fin de que las tierras no quedaran sin sembrarse; las clases todas de la sociedad medianamente acomodadas están dando una prueba de caridad cristiana ejemplar, y los que reciben las limosnas los más raros ejemplos de virtud, dejándose morir de hambre antes que echar mano de cosa alguna que no les pertenezca; se da de comer a cualquiera de ellos, ya sean tiernos niños, ya personas mayores en cuyos mortales semblantes la necesidad ha impreso una huella desoladora, y a pesar del deseo que les acosa de alimento, al instante que reciben la limosna, que miran con avidez, corren a buscar al padre querido, a la moribunda esposa, a los tiernos hijos, al resto de la familia, en fin, para partir con ellos. A la vista de estas escenas, ¿qué corazón puede hacer alarde de su dureza? El hombre más inmoral y corrompido del mundo que las presenciara, y con los ojos del espíritu examinase y estudiara tanta abnegación, tanta virtud, ¿no abandonaría su brutal vida? Pero por desgracia, hechos tan dignos de admiración pasan desapercibidos para la mayor parte de la sociedad.
Contaba la Junta superior de Caridad para salir de situación tan angustiosa Con la suma de 424.000 reales, cuya cantidad se invirtió, la mitad próximamente, en granos para hacer la siembra, y el resto en efectivo, distribuido a la mayor parte de los concejos de la provincia. De los informes tomados por las corporaciones, encargadas de buscar e invertir los fondos, resulta existir entre los 500.000 habitantes de esta provincia, más de 300.000 que carecen del puramente necesario sustento. 
A la par que los pueblos sufrían tan cruel azote, veían acercarse el plazo para el pago del segundo trimestre de la contribución, y todos conocían la imposibilidad absoluta de realizarlo.¿Qué otro recurso queda a la indigencia que busca trabajo y no le encuentra, que prefiere la muerte al crimen, más que acudir a la capital a implorar la caridad púbica? Pues bien; a estos infelices, a estas virtuosas gentes que piden y no roban para comer, se les da la acogida más dura y cruel que los hombres han podido imaginar para sus semejantes. Recogidos por los dependientes de vigilancia civil, se les encierra en un inmundo patio contiguo a la cárcel fortaleza, donde permanecen hacinados, expuestos a la intemperie y sin alimento alguno todo un día, el que tiene la desgracia de ser encerrado antes de haber llegado a una puerta amiga o recibido limosna de una mano compasiva. Con asombro de los vecinos de aquel lugar se les ha visto disputarse los desperdicios arrojados de la cocina de la cárcel, moviendo la compasión de aquellos que apercibidos de su necesidad se apresuraron a llevarles algún socorro. Después de permanecer en tal estado, después de este inhumano tratamiento, digno antes de fieras que de hombres, se les despide al caer la noche por los mismos que los han recogido, conduciéndolos a las afueras de la ciudad en dirección a sus respectivos concejos. Esta es una crueldad de que no hay memoria ni ha podido haberla; pero que por desgracia está dejando una huella indestructible en la nuestra para poderla contar a nuestros sucesores, y perpetuar las causas de tan infausto recuerdo. Serían las once de la noche del día 22 del actual, cuando llegó a una casa distante legua y media de esta capital una mujer escuálida con dos tiernas criaturas, de tal manera desfallecidas que, a no haberlas socorrido, hubieran indudablemente perecido las tres. Hoy que los vecinos tienen conocimiento de estos hechos piden para socorrer a aquellos desgraciados; pero hasta el socorro se les ha privado mandando tapiar la gatera por donde les daban el alimento. Los mayores criminales no podrían ser tratados con mayor crueldad. ¿Y cuál sería el resultado de tanto rigor empleado por ellos? Que no los veremos recorrer las calles buscando una mano generosa que los libre de una muerte segura; pero en cambio morirán a centenares en los campos, en los caminos y sus cuerpos más de una vez llegarán a ser presa de las bestias carnívoras, y para colmo de desventura, como consecuencia precisa, el país infestado por una epidemia, que vendrá a aumentar nuestra consternación, si en ella cabe aumento.
Para evitar tamaños males estoy dispuesto a hacer cuanto mis humanitarios sentimientos me sugieran. Me envanezco con el nombre asturiano que llevo, y no perdonaré esfuerzo alguno en ningún sentido que me conduzca a aliviar la suerte de mis paisanos. Por eso y para dar lugar a cualquiera que desee demostrar una situación más halagüeña que la que dejo trazada, he llamado la atención del público. Rectas son las intenciones. ¡Ojalá que el resultado coronara nuestros sacrificios! Pero conociendo las obligaciones que la posición social respectiva impone a los hombres, no quiero dejar de cumplir la mía; aprecio en mucho la benevolencia y me horroriza la idea de ser objeto de execración y aborrecimiento de los mismos con quienes la suerte me ha unido con vínculos tales que lloraría toda mi vida si la inercia, el abandono e indiferencia, que detesto, hubieran llegado o pudieran llegar a romperlos algún día. 
Oviedo 22 de junio de 1854. El Marqués de Camposagrado. Colección de textos y documentos para la historia de Asturias (II). Javier Rodríguez Muñoz y Juaco López Álvarez. -

La riqueza y abundancia no fueron muchas en tiempos pasados: la vida  era humilde y modesta lo mismo en la ciudad que en las villas, aldeas y caseríos; la cultura nula ó escasa; el hábito todavía rudo; la limpieza y el aseo muy deficientes; la higiene aun en mantillas; la salud descansando, por lo general, en la fuerte y vigorosa naturaleza de la raza; mas ésta combatida, y á veces aniquilada, por la lepra, verdadera pandemia de la edad media, esta y más plagas, que mueven a la caridad para “malaterías” hospitales y albergues. La morada es pobre, y aun en la de los ricos y acomodados no había modo para mayores comodidades. La madera es todavía el predominante elemento de construcción de la casa y mobiliario; la traza de una y otra simplicísima, aunque fuerte y maciza; El hogar y llar ennegrecidos  por el humo, sin la salida propia de posterior chimenea, constituyen el principal departamento de la casa para comida, reunión, rezo doméstico y ciertos trabajos manuales; las otras habitaciones no pueden ser menos- pared por medio del establo- y en ellas el lecho paupérrimo sobre el suelo, yerba  y hojas; y siguen el arcón, los aperos de labranza. 

Los labradores
Podemos hoy lamentar la suerte de los hombres que para romper la tierra usan de los bueyes, que apenas gozan más que ellos de los frutos de la tierra que cultivan. Ellos siembran, ellos aran, ellos siegan, ellos trillan, y después de hechas todas las labores les viene otra fatiga nueva, y la más sensible de todas, que es conducir los frutos, o el valor de ellos, a las casas de los poderosos, dejando en las propias la consorte y los hijos llenos de tristeza y bañados de lágrimas. 
Pero yo me lamento de los pobres que trabajan y hambrean, debiendo con más razón lamentarme de los ricos que comen y engullen lo que aquéllos trabajan. ¿Qué nos dice el Salvador, en la pluma de San Lucas? Bienaventurados los pobres; Bienaventurados los hambrientos; Bienaventurados los que lloran: ¿Y qué queda para los poderosos, que abundan de los bienes del mundo? Nada, sino lamentos: ¡Ay de vosotros los ricos! ¡Ay de vosotros los que estáis hartos! ¡Ay de vosotros los que estáis risueños y festivos! ¿Por qué aquéllos bienaventurados, y éstos infelices? 
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Considérese que un labrador, que no saca de su tarea lo preciso para su sustento y abrigo razonables, no trabaja ni aun la mitad que otro bien sustentado y cubierto. Esto por muchas razones. La primera, porque no tiene iguales, sino muy inferiores fuerzas. La segunda, porque lo poco útil que le rinde su fatiga le hace trabajar con tibieza y desaliento. La tercera, porque el desabrigo de la habitación, de la cama y el vestido le acarrea varias indisposiciones corporales que le quitan muchos días de trabajo: estamos hartos de ver y palpar esto en estos países. Los labradores míseros es gente más enfermiza que la ociosa, como estoy viendo cada día. La cuarta, porque su pobreza les prohíbe tener instrumentos oportunos para la labranza; porque en esta clase, como en todas las demás, lo mejor y más útil es mas costoso.
……….
Yo quisiera que este escrito diese motivo para que la materia se tratase, aunque no fuese más que por modo de diversión, en varias conversaciones de personas hábiles y celosas, en las cuales se fuesen tratando las conveniencias o inconvenientes de la idea y los modos más oportunos de practicarla.
Teatro crítico universal. Benito Jerónimo Feijóo.-



Las caserías, que caracterizan y distinguen más las viviendas de nuestros labradores están constituidas por casa rústica, baja ó de piso terreno, bastantes con piso y corredor ó solana sombreado por la parra; al lado la corte ó establo del ganado; encima de éste la tenada ó pajar para el invierno; cerca la “figal” ; adosadas á las paredes los caxellos ó colmenas; y próximo, el pequeño y apretado cubil para el gochu. Enfrente de la casa, muchas veces bendecida por la iglesia, hay una extensión de terreno mayor ó menor, según la importancia de la casería, á la que sirve a manera de desahogo, cerrado ó muriao sobre sí ya de pared ó de cárcoba, llamado cortada, corralada ó antoxana, para ejecutar diferentes faenas: las del acarreo y depósito de estiércol, cucho, en la cuchera, que más tarde se ha de llevar á las tierras de labranza cuando las sementeras; de leña para la cocina; el árgoma para el forno; y el rozo para estrar el ganado. Sirve también para espacio donde se sostienen y guarecen las aves de corral. La cocina es habitación principal de la casa. Amplia y espaciosa en cuanto sea posible, obscura y afumada por escasa luz y difícil salida de humos, en ella brillan y se destacan diferentes  enseres metálicos, limpios y bruñidos. El llar es el fogón, bajo, a penas levantado del suelo; el sitio donde se tiza, el verdadero fundo de la casa y sobre él aparecen las cadenas, calamieres ó calamiyeres, de las que pende el pote ó vasija de hierro, con tres piés, donde se cuece y condimenta la frugal comida. En las trébedes puestas sobre los encendidos troncos. Al extremo superior de la chimenea  se coloca el sardu,  de varas ó fuertes mimbres, donde se ponen para secar y curar las castañas, nueces, avellanas,etc. La estancia se alumbra en la noche por el candil, antes abierto y ahora cerrado, alimentado sucesivamente por saín, aceite y petróleo; en la traviella, tabla ó borde de la chimenea, se colocan pucheros y cazuelas, tariegos, escudielles y zapicas, al alcance de la cocinera; la masera así es amasadera como despensa para alimentos más a mano; en un extremo del departamento están las ferrares, cubas abiertas para el transporte del agua, con anchos aros de hierro que semejan  de plata á fuerza de exquisita limpieza, Tras el llar, en un ángulo de la cocina, está el forno tapado por la tabara, para cocer la boroña ó el pan; departamento cuya  curva construcción bien se acusa  en el exterior de las viviendas asturiana.  En otros sitios de éstas, figuran pocos o ningún mueble de comodidad más que la humilde cama con colchón, “sergón”  de fueyes ú hojas de maíz; Se ven el taburete y la tayuela de asiento; las cestas, paxu, goxa, macón,  tejidas de mimbres ó de madera. Se desayuna  en verano  con leche de vaca, tal cual se acaba de ordeñar, en la que mojan pedazos de boroña, y  en invierno con sopa de leche bien caliente, a las doce, hora señalada por el sol ó por la campana de la parroquia  ó ermita próxima, se come el pote, llamado así por tropo la comida del mediodía. A las ocho ó nueve de la mañana se echan en la férrea vasija habas y agua, y una hora después tocino salado, algunas veces morcilla, verdura picada ó patatas, se hierven a fuego lento hasta que  reunida la numerosa familia, alrededor del llar, cada individuo espera con su escudilla de barro y tosca cuchara de madera á que el ama de la casa proceda al reparto.  Para cenar sirve el mismo pote de la mañana,  que ya se tiene cuidado de hacerlo abundante. En ciertas épocas del año, los labradores comen también las farrapes ó fariñes, harina de maíz cocida en agua  hasta tener espesa consistencia, que se sirve en platos y se acompaña con leche.  Si algún día de la semana  el ama de casa va al mercado del pueblo próximo á vender  gallinas, huevos ó algún producto de la casería, entonces con el dinero del precio, antes de mercar una tercia de bayeta ó estameña  para remendar las ropas, suele comprar un pan grande de trigo y dos ó tres docenas de sardinas arenques, que sirven de almuerzo al hombre de la casa.  Por regla general, el aldeano mata un pequeño cerdo, que ha criado en casa y hace, por Diciembre ó Enero, un pequeño samartín de chorizos y morcillas, que cura ó ahuma bajo el sardo de la cocina, así como los restos de tocino, huesos pellejos (los jamones se venden) se salan en el duernu y se depositan después en el hórreo. 
 Rodeando las viviendas están las principales tierras de labor de la casería, las de pasto y  arbolado, los montes no muy lejos, llamándose llosa, dedicada á labrantío , la finca  que está unida ó muy próxima a la morada. Varias  caserías colindantes ó vecinas forman la quintana. Los domingos  y días festivos los dedican relativamente al descanso. Muy de madrugada siegan la pación ó yerba verde de primavera y otoño, si es que no lo hicieron en el día anterior. Por la tarde no pocos frecuentan la taberna de que no está desprovisto ningún pueblo; pasan allí algunas horas bebiendo sidra ó vino; juegan á los bolos, á la llave ó chapa, con mugrientos  naipes á la brisca, al tute,  hasta que al oscurecer tornan á sus hogares. Las mujeres casadas se reúnen a la puerta de las casas ó bajo de una panera, mientras las solteras se agrupan y se divierten en el centro del pueblo ó  quintana,  bailando al compás de las panderetas, no estando muy lejos los galanes, que alguna parte toman en el regocijo, si bien para galantiar  tienen otros días y horas. Si, como se ve y es universal y corriente, con fiestas  se casan y vienen al mundo nuestras gentes del campo, también con fiestas  y con ritos singulares se entierran. 




 La generación de antaño alcanzaba con salud edad más provecta, aun llamando tardíamente al médico,  generalmente á un cirujano romancista, cuando no á un intruso curandero campestre ú hombre curioso, que con  remedios caseros ha causado y seguirá causando innumerables víctimas. La fila es la tertulia de la aldea. En una casa del lugar, prefiriendo las que tengan amplia sala ó cocina espaciosa, reúnense  generalmente  en jueves y sábados por la noche y en el invierno las  familias conocidas con objeto de dedicarse á hilar la mujeres, sosteniendo  el alumbrado y pocos más gastos, ya por  pequeña cuestación semanal ó hilando en determinado día en favor de los dueños de la casa. No siempre, pero si con frecuencia, la fila  es un pretexto de diversión y concurren los mozos de la redonda, que en animada conversación con las jóvenes hacen más agradable la velada.  Con las  pintadas ruecas y torneados “fusos” van convirtiendo en  hilo los manojos de estopa; alguna anciana recitaba antiguamente los hermosos y viejos romances, preciada joya literaria  de pasadas  épocas, y antes también se cantaban con aire y son cuya cadencia se ha perdido.  Los jóvenes refieren cuentos; algunos memorias del servicio militar; frecuentemente se entretienen más, ríen y gozan con agudas y preguntas  ingeniosas, casadielles,  acertijos, adivinanzas, etc.  Mas encanto tienen las esfoyazas, que participan de solaz nocturno en invernales noches. Esta operación, se hace por turno en casas de labranza, concurriendo los mozos de la redonda que, aquí como en todas partes, van siempre tras ellas. Las mujeres, sin distinción de edades, esfueyan ó desenvuelven las hojas, descubriendo el dorado grano de las panojas y las apilan, separando las riberas, pequeñas; los niños las entregan a los hombres estos tejen las hoja, formando ristras ó riestras de cuatro metros más o menos de largo, Semejantes tareas son de mucha alegría. Canta en opuestos bandos la gente moza; retozan  se obsequian unos á otros con disparos de panoyas; y para final de fiesta hay baile, gaxos de boroña y libaciones de sidra, Antón de Marirreguera describe esta escena de la esfoyaza: 
La postrer nuiche ya 
d´Octubre yera 
Y acabóse temprano
 la esfoyaza. La xente 
veladora y placentera
 De comer la garulla
 daba traza: Había 
de figos una goxa entera, 
Peres del forno, 
gaxos de fogaza, 
Y tizaben el fuevo con
 tarucos, Fartos de 
reblincar los rapazucos.
 Al par del llar so les calamieres, 
Porque ya facía friu,
 s´asentanon Entremezclados
 homes y muyeres:
Les moces á los mozos
 purrin peres, 
Y desque la 
barriga fartucanon,
 Trabaquiaben les 
vieyes á los vieyos, 
Y los mozos 
armaron sos trabeyos. 

Bien pasada media noche termina la esfoyaza y entonces los galanes acompañan á las mozas a sus casas, que suelen no estar cerca, seguidas de las viejas; pero al amanecer todos están en el trabajo. En la noche de San Juan tiene virtud privilegiada y presagio de felicidad duradera el acto de coger en las fuentes la “flor del agua” , ó la capa superficial de su remanso, sobre el que se depositó el bendito rocío; rocío en otras regiones de peregrinas cualidades y resortes. Así lo cantaba Caveda en Los enamorados de la aldea: 
Verná de San Xuan
 la noche templadina
 y estrellada y el carbayu
 non pondré arrimadu
 a to ventana; ni á to
 puerta cantaré con 
el paxarín del alba:
 ¡ay! por el agua corría, 
¡ay! por el agua manaba. 

La paz dichosa mora en tales pueblos; nada turba su tranquilidad en lo ordinario; pero sí, a deshora, la presencia de infeliz y contrecha anciana, la bruxa, mensajera de enfermedades y desgracias, porque ella lleva consigo el mal de ojo, que describe Caveda en su inimitable y sentida poesía El Niño enfermo: 
Si lu agüeyara la vieya 
Rosenda  del otro llugar? 
Desque allá na cuerra lu
 diera en besar, poqueñín 
a pocu  mordiéndose vá. 
 Dalgún maleficiu la 
maldita i fay; 
 Que diz q´á 
Sevilla los sábados vá, y 
q´anda de noche por
 todu el llugar, chupando 
los ñeños que gordos
 están.  ¿Si el miu la 
bruxa  también chupará? 
Témolo en concencia ,  
témolo en verdá. Mañana
 sin falta,  si he que llego
 allá, con agua bendita lu tengo 
asperxar, y ponéi la cigua 
 antes de mamar,  y dai 
pan bendito mezcla 
al papar, y de San Benito 
se i ha de colgar la regla
 que fora del Padre Bastián. 
De tan laberíntica medicina popular son 
 interesantes ejemplares el ya indicado “mal de ojo”, el también referido “del filu” “la caída del cuayu”, la “paletilla en bajo” etc. que hacen el proceso de la ignorancia y credulidad de centenares de campesinos. 
La operación de la siega, á la terminación del verano, es alegre, concurrida y provechosa. Asisten a los prados robustos y hábiles segadores, armados de cortantes guadañas, llevando a la cintura el zapicu o vasija de madera donde va la piedra de afilar. Buscase para ese trabajo los días mas calurosos, que hacen más penosa la fatiga, A la sombra de cercanos árboles consumen al mediodía frugal comida y aun duermen breve siesta; pero á la caída de la tarde amontonan el heno sobre carros, colocan los alegres rapas sobre la abultada carga y ésta la almacenan en la tenada. 




El molino, fábrica y también tertulia de la aldea, se sitúa, en las  laderas de terrenos próximos a los ríos; tómanse  más altas y atrás las aguas desde la compuerta, para calcular la corriente, y siguen su curso por la presa o humilde canal a orillas del río a fin de llevar la fuerza a la pobre fábrica. 
La profesión agrícola, aunque principal, no fue nunca exclusiva entre los habitantes del país, que con las labores del campo alternaron y alternan en otras de diferente industria. La alfarería fué una de ellas en manifestaciones de trabajo rudo y tosco. Vestigios quedan por comarcas de Avilés y Castrillón  con sus cántaros y ánforas, pucheros, tazas, pucheros, tazas y demás vascas de barro grafítico negro, en Llamas del Mouro, de Cangas de Tineo, y en más localidades donde sigue la heredada profesión poco menos que estacionaria, á la manera de la del ladrillo y teja. En esta son notorios los tejeros ó tamargos de Llanes, que todos los años, después de terminada la sementera en Mayo, salen de costera, unos como amos ó empresarios, otros como criados ú oficiales, y se desparraman por Asturias o provincias limítrofes y se dedican a penosísimo trabajo de la manipulación de la arcilla en desmanteladas tejeras, hasta regresar a sus casas en los últimos días de Septiembre. Retornan con los ahorros de sus varias soldadas con las que atienden a múltiples necesidades. Los canteros ó erguinos de Rivadesella, hábiles labraste solicitados desde muy lejos. La producción de sal tiene igualmente vieja historia en el país con industria aquí floreciente en los primeros siglos de la Reconquista. De aquel trabajo quedan recuerdos en ambas orillas del Nalón, donde había gran número de hornos para la extracción de sal..La explotación aurífera  principalmente en términos de Castropol, Cangas de Tineo,  Tineo, Valdés. El ferreru asturiano  es un tipo clásico en las aldeas, verdaderos artistas fabricando navayes, peslleres, calamieres, trébedes, otros objetos manuales, de cocina, y de múltiples usos.  Los artesoneros trabajan muchas veces al aire libre en el mismo monte cuando no pueden transportar pesados troncos de los árboles, y allí se instalan con máquina simplicísima  y tornean artesones, fuentes, cacerolas, tazas, cachos para el vino, etc.. que venden de casa en casa ó por ferias y mercados. Operación semejante es la de los madreñeros. Todos estos obreros de la madera no son fijos y sí ambulantes, peregrinando por distintos concejos. Artesoneros de fama son los de Degaña, y madreñeros notorios los de Aller, Somiedo y otras localidades. No sucede lo mismo con otros moradores de sitios apartados y los que trabajan en vida nómada y ejercicio ambulante en que se mantienen todavía no pocos zapateros y los andadores goxeros de Peñamellera baja.  Estos hacen o componen las cestas, macones, maniegas y goxas, desparramándose por Asturias y otras provincias. Las mujeres se dedican en invierno a tejer cestas y cestos varios de mimbres, que en verano cuidan de recoger en las vegas. Pintorescos con los “viajes” temporales de los americanos “para echar un remiendo á la labranza, reforzar el ganado, poner corredor a la casa, correr las romerías con vistosas alhajas, obsequiar a las rapazas , apalabrar a alguna para más adelante retornar  otra vez a la isla. Ciertamente que por ley de lucha la  emigración americana consumió muchas vidas; mas también fue fomento principalísimo de la riqueza provincial. La vieja Asturias, hay que buscarla en apartados repliegues de las montañas,  lejos de los centros y comunicaciones. Aun en estos escondidos sitios de una Arcadia que fué hay contados “ejemplares2 de ancianos de vida patriarcal, que no sabe del mundo más allá de sus montes, sinó rumores y relaciones de los que en el vivieron. Octavio Bellmunt y Traver . Revista Asturias. Tomo I. 


El destino de los expósitos
Hasta principios del siglo XIX los niños expuestos en cualquier zona del Principado eran trasladados para su acogida al Real Hospicio de Oviedo. Este traslado se realizaba en condiciones tan precarias que gran parte de ellos morían por el camino o llegaban moribundos, sobreviviendo a los primeros días del abandono escasamente el 10 por ciento. Para remediar en lo posible esta situación se establecen, entre 1807 y 1808, cuatro cajas-cuna  cuya finalidad es acoger  a los expósitos de la zona y, en el menor  tiempo posible, darlos en crianza a una nodriza.  El  expósito permanece en casa de la nodriza  hasta los seis años, momento en que es entregado en la caja para su traslado a Oviedo.
La primera finalidad de los centros asistenciales es la de acoger, especialmente, a huérfanos desvalidos y a aquellos hijos cuyos padres, por su extrema pobreza, no pueden mantener. Subsidiariamente, se admiten también aquellos niños cuya presencia ocasione un daño al honor de la madre (hijos naturales de una soltera de buena posición social) o a la paz de un matrimonio (hijos adulterinos).  
Párrocos, y alcaldes tienen el deber de vigilar estrechamente a aquellas de sus feligresas que se encuentren embarazadas fuera del matrimonio, a fin de que no puedan abandonar la criatura o, en última  instancia, matarla.
En aquellas localidades  donde no existe ningún asilo  los niños son abandonados, generalmente, junto a la casa de alguna persona acomodada.  Otro lugar escogido con cierta frecuencia  para el abandono es la puerta de una ermita.  
A partir de 1850 se entregan con frecuencia sobre todo en la caja de los Oscos, niños de 3 y 4 años, que más tarde son recogidos por sus padres. Todo parece indicar  que las condiciones de vida de la población se van deteriorando seriamente en los años siguientes,  impidiendo a muchas familias el poder mantener a sus hijos, por lo que optan por conducirlos a la inclusa, recogiéndolos más tarde si hay ocasión para ello.
A fin de limitar el número de abandonos motivados por la miseria, las cajas comienzan a pagar, a partir de 1871, pensiones de lactancia, tanto a las madres solteras como legítimas, por un plazo de dos años. Dentro de los elevados índices que presenta la mortalidad de los párvulos en el siglo XIX, el colectivo de expósitos, por su propia condición, es el que presenta un mayor riesgo de muerte en los primeros años de vida.  
Para los niños asilados en grandes instituciones, las cifras son pavorosas, pasando del 90 por ciento los niños muertos antes de cumplir el año, muriendo la mayor parte de ellos en los primeros días de si ingreso.
El registro dice literalmente lo siguiente:
Petra, del 31.3.1830.
En la noche del 31.3.1830 a las onza della, se oyó una criatura, que llorando decía námen tío; mandé ver lo que era y hallaron una niña como de dos años en un poyo contiguo al torno de esta casa de mi cargo. Mande recogerla suponiéndola abandonada de sus padres y se le encontró una cédula  que decía bautizada vengo y Petra me llamo, suponiendo fuese cierto porque en su edad no es presumible lo contrario y porq. contesta al nombre de su cédula y no a otro, no dispuse se le bautizara. 
Señales: Sus ropas son una miserable camisa de lienzo y estopa, un apretador de mahón de medio uso de listas azules y blancas, unas sayas de lino y lana muy biejas.
El 26 de Junio de 1830 se me presentó Bernarda Iglesia, vecina de Force, en el concejo de Coaña, diciendo que obligada de la necesidad havia salido  al Reyno de Galicia a buscar modo de subsistencia, dejando encargada una hija que tenia, llamada Petra, a su madre y hermano, vecinos de dho, Force  y que establecida en Sn. Julian de Cavarcos y casa de Francisco Mauricio havia oido que su hermano tragera a esta inclusa a dha, niña qn. preguntado por ella se lo confirmo:que era la misma que habla este folio y me rogaba  mandase entregarla por. no podia abandonarla y porque a la buelta de la siega en Castilla pensaba casarse con el Padre de dha. Petra, quien la prevenia que la recogiera; en cuia virtud estando presente Luisa Alvarez, nodriza de la Petra la previene que se la entregara y lo hizo  a mi presencia dho. día 25. 
Los asilados 
Para los niños conducidos a Oviedo, las posibilidades de sobrevivir son escasas. Las posibilidades de ser prohijados son aun menores y las de ser  reclamados por sus familiares, inexistentes. Boletín del Real Estudio de Estudios Asturianos. Nº 140.  1992.-


“Por Dios, por el pan y la justicia”

Vedlos. Ellos componen el aguafuerte de casi todos los pueblos que el glorioso Ejército Español va liberando de las garras del marxismo; de esas garras que hace apretar con saña, el hambre y el odio. Vedlos. Son los niños que esperan la hora de entrar al Comedor de “Auxilio Social”. Es una cola una cola de niños rubios y de niñas modosas; es una infancia limpia y juguetona sobre la que ha extendido su mano bienhechor la Caridad cristiana y patriótica” Una cola de niños que ha sustituido a aquellas colas, que hemos conocido y en las que ese jinete apocalíptico del hambre y ese monstruo dantesco del odio feroz acuciaba al insulto y a la pelea…..
Ese mismo muchachito que charla a media lengua con su compañero es el hijo de aquella mujer de lengua viperina que condenaba a muerte por hambre a todos los fascistas”…
Y esos mismos “fascistas” son los que hoy han recogido al fruto de sus lúgubres amores, para alimentarlo o para educarlo, mientras el padre ha huido a Dios sabe que tierras, bajo el peso de no se sabe que crímenes de que su conciencia le remuerde……
El amplio comedor se encuentra decorado en uno de sus frentes por el símbolo augusto de la cruz; el símbolo del sufrimiento y del amor divino, que es la trayectoria de toda la vida humana. 
Un Cristo preside las comidas, bajo el augusto pabellón de la bandera bicolor, enseña de todas nuestras y la bandera de la Falange Española Tradicionalista, el pendón de nuestra lucha contra el enemigo implacable de nuestras glorias. Un retrato del Caudillo y otro del Profeta: José Antonio. 
Van entrando los niños al comedor, cuadrándose y saludando a la romana, a los pabellones. Las mesas están ya dispuestas y los servicios colocados; los niños se acomodan en sus respectivos lugares, y entonces, a unas palmadas del jefe de comedor, se ponen todos en pie y se reza una breve oración por el triunfo de nuestras victoriosas armas y por la paz eterna de los que “hacen guardia en los luceros…..”
J. M. El Oriente de Asturias. Llanes, 22 de Noviembre de 1937.-









La escanda:

Es un grano equivalente al trigo, cuya cosecha aunque corta, requiere iguales labores que la del maíz, y habas, y para limpiar y trillar el grano es necesario separar las espigas de la paja, llevarlas a un molino de agua, donde en una rueda hecha a propósito se separan los capullos, y después se calientan al fuego, y llevan a un molino de mano, que emplea tres o cuatro hombres que la muevan, y seis u ocho mujeres, que limpiando el grano en arneros cerrados, escasamente dejarán de doce a catorce fanegas al día.  

Representación del Teniente General  Marqués de Campo Sagrado Al Tribunal Supremo de Justicia: 

Resumen: 
- Decretada la formacion de mi causa por las Córtes Generales y extraordinarias de la Nacion en 22 de marzo de este año quedé suspenso  del encargo  de Gefe Superior de Galicia por órden de la Regencia del Reyno, que, avisando mi cesacion, he comunicado á la Provincia. Pero despues de tanto tiempo que ha pasado, ninguna  intimacion se me ha hecho por ningun Tribunal
ni Autoridad; y llegué á recalar, no sin fundamento, que se retardaria la ventilacion de una causa que por su naturaleza podia ser de muy corta duracion. En este estado, restablecido que comencé á hallarme de la grave y notoria enfermedad, que  por tanto tiempo he sufrido, creí conveniente dirigir al Supremo Tribunal de Justicia la siguiente representación  justificativa de mi conducta pública mientras fui Gefe Superior, fundada en documentos auténticos que demuestran hasta la evidencia  la exactitud con que he procurado cumplir mis deberes. Entretanto esto no se verifice, presento al público mi representacion. El estilo sencillo de que uso, es el estilo de la verdad que me es familiar; y á la simple lectura de este papel creo que sucede  el convencimiento del que con buena fe quisiera saber como se ha portado en el Gobierno Superior de Galicia el Marqués de Campo Sagrado.


Desde luego observé, que por grandes que fuesen mis deseos, habría un atraso considerable en establecer el órden Constitucional. Por otra parte los artículos 317, 18 y 19 de la Constitucion previenen las precisas calidades que deben tener los que sean elegidos para los empleos de Alcalde y Regidores; y que ninguno  pueda excusarse sin causa legal; los Soberanos decretos de 23 de mayo, 10 de julio y 21 de setiembre las formalidades indispensables con que deben executarse las elecciones. Baxo estos principios, aun cuando la experiencia no me hubiese hecho conocer el desórden y alteraciones con que se procedía en aquellas, ¿podría yo permitir que se posesionasen los electos, sin indagar antes si tenian las circunstancias que previene la ley, y sin instruirme de la legalidad y formalidades con que se habian celebrado las juntas electorales? ¿Y no era mas violento, mas perjudicial, mas contrario á las leyes y al mismo órden Social, que despues de posesionarse los individuos del Ayuntamiento se les separase del exercicio de sus funciones por los vicios de la eleccion? Y en fin ¿los actos de la Jurisdiccion que exerciesen no serian nulos, por serlo la eleccion, y ocasionaran perjuicios de dificil y costosa reparacion? Podrá ser, Serenísimo Señor que todas mis razones no sean aun suficientes para graduar por justa la citada circular; pero por lo menos la considerará V. A. nacida del constante deseo de cierto, y como un medio seguro de evitar la multiplicacion de recursos que produxo la derogacion, porque los posesionados mirando con desaire su cesacion apuraban todas las razones para sostener su nombramiento, y no pudiendo yo desentenderme de examinarlos era mayor el retardo que el de los pocos dias empleados en reconocer el testimonio de la eleccion. Cierto esto, como lo es, ¿de parte de quien está el entorpecimiento? V.A. Podía, sí, haber defecto en la inteligencia de los Soberanos decretos y resoluciones de la Regencia; pero no es suficiente para castigar de un modo tan sensible á la Autoridad Politica y Militar de una Provincia desairándole á la faz de toda la Nacion. Madrid 1820.-



La propiedad de la tierra y su explotación: A finales del siglo XVIII la propiedad de la tierra aparece casi con absoluta esclusividad en manos de la nobleza y el clero cuya propia existencia se apoya en las rentas que perciben de los campesinos bien a base de arriendos, foros, censos o diezmos. Mayorazgos, monasterio e iglesias son casi los únicos propietarios de Asturias decía Jovellanos en 1795. Las tierras disponibles eran pocas y alcanzaba precios altísimos, lo cual explica en el censo de 1797 tan solo se constata la existencia de 3.133 campesinos como propietarios en toda Asturias, una minoría si lo comparamos con una población de casi 355.000 mil personas de las cuales más de 250.000 mil viven sin duda del campo. La mayor parte de esos campesinos son arrendatarios o colonos que deben dedicar una parte importante de su cosecha a pagar la renta  de su escasa tierra a los dueños de la propiedad- clero o nobleza- bien sea en especie o en dinero. En 1789 la Diputacion constataba ser pobres la mitad y aún más de los naturales del Principado. Flórez Estrada comenta ya en 1812  la imposibilidad de atender las exigencias de la Hacienda al hallarse los naturales moribundos por desprenderse de sus granos, ganados y dinero.- Dice Joaquín Ocampo  que la nueva contribución de culto y clero que sustituye al diezmo no fue sino el primer paso hacia una progresiva monetización de las rentas y tributos agrarios  que se consolida en la reforma de 1845 con la creación de la contribución de inmuebles y ganadería. Todo ello obligará, en el contexto de una creciente penetración de las relaciones mercantiles en las economías precapitalistas, a la comercialización de la producción  en el seno de una agricultura de subsistencia incapaz de drenar las cantidades en metálico que se le exigían. {Ocampo, J. -Reformismo agrario ilustrado y reforma liberal en Asturias 1750-1850}




El pago de impuestos en metálico es sin duda otra de las causas principales que van hundiendo a los campesinos en la miseria tal como comenta el marqués de Camposagrado en su Manifiesto A la par que los pueblos sufrían tan cruel azote veían acercarse el plazo para el pago del segundo trimestre de la contribución y todos conocían la imposibilidad absoluta de realizarlo..... José María Moro en su libro Las epidemias de Cólera en la Asturias del siglo XIX. 

         - La pobreza que padece Asturias no es comparable a la de las otras provincias de España, pequeñas poblaciones , cortas aldeas y caseríos, aislados, esparcidos por toda la superficie de un terreno pobre, quebrado y montuoso, limitado movimiento en el comercio y casi sin industria. No hay aquí grandes capitales y, haciendo muy pocas excepciones, no puede haber tampoco grandes propietarios por estar la propiedad tan sumamente dividida  y en porciones tales que, sin tener en cuenta lo costoso del cultivo, no bastan para mantener a las familias que las trabajan: los productos son comúnmente escasos y siempre insuficientes e inferiores al número de sus habitantes; por último no tienen abundancia, antes bien reina constantemente en ella la indigencia y por consiguiente no puede menos de carecer de toda clase de recursos. Y aún continúa: contrayéndonos a nuestro concejo, acaso su valle en situación peor todavía por ser más notable la escasez y la pobreza, a causa de ser infinitamente mayor la división de la propiedad. Al menos puede asegurarse que más de las dos terceras partes de los contribuyentes no tienen lo suficiente para los usos precisos de su vida y las de sus familias. Ya a finales del siglo XVIII Feijóo se lamentaba de la emigración que desangraba a esta tierra: ¿Qué se ve en toda esta Provincia , sino gente, que con lágrimas y gemidos busca pan para su sustento?¿Qué se ven por estas calles de Oviedo, sino denegridos y áridos esqueletos, que sólo en los suspiros, con que explican su necesidad dan señas de vivientes? Pero el Cielo que decretó el daño, dispuso por otra parte el consuelo. Poco ha temíamos ver desierto este País; porque ya muchos de sus habitadores se iban a buscar la conservación de la vida en otros",. B. Feijóo .- Cartas eruditas y curiosas.


 Tomo I.- El campesino propietario  siguió siendo  una excepción en Asturias hasta bien entrado el siglo XX. En total se vendieron las propiedades de 27 monasterios asturianos, además de las del arzobispado de Oviedo y tras iglesias y capellanías, siendo las más substanciales las de los monasterios de Corias, Cornellana y Valdediós. La mayoría de estas propiedades procedían de concesiones territoriales  de los reyes o donaciones. Muchas familias campesinas completaban su escasa economía  doméstica trabajando  como jornaleros  para otros terratenientes bien en sus propios pueblos o en Castilla. Durante décadas, Castilla absorbió miles de jornaleros asturianos que trabajaban en la siega durante el verano. En su libro "Memoria sobre la decadencia de los labradores en Asturias" de 1804 Arango y Sierra menciona entre los males endémicos  de Asturias la división de las caserías en unidades cada vez más pequeñas debido al incremento de la población, así como la transmigración de labradores asturianos a la siega en Castilla, ya que ambos no producen más que miserias y enfermedades "Al menos siete mil hombres transmigran, en lo mejor del verano, a título de siega, ciñéndome solo a los que pasaron por el puerto Pajares e inmediatos, desde que salen de sus casas hasta el regreso vemos que dexan contraído un empeño de cien reales, por lo menos, sin contar la guadaña, no toman mas casa que en soportales y y pajares y su alimento consiste en carnes de las más despreciables y vino que se les reserva por inútil. Omitamos las consecuencias de las tercianas y fiebres que son, por lo regular, el resultado de su trato personal con las enfermedades, traen sellado en su aspecto  la indigencia , la miseria y muchos la muerte, si nuestros labradores en lugar de siega y tiempo que disipan en ella la empleasen en abrir terrenos hallaríamos que los siete mil hombres emigrantes podrán habilitar veinte y un mil días de bueyes de lo que resultarían como cien mil anegas de trigo.
!Qué contraste tan singular entre la ley de Moyses i la nuestra de 19 de febrero de 1836, por la que se previene la venta de los bienes nacionales! Aquélla declaró invendibles los dones de la naturaleza á fin de que todos los asociados reportaran de ellos por medio del trabajo los artículos de subsistencia; esta ordena su venta con objeto disolvente de hacerlos propiedad exclusiva de la clase ociosa. Aquella hace imposible la mendicidad; esta la hace inevitable. - Los resultados de esta han sido cuales debían ser: dilapidación extremada; desmoralización suma; destrucción de las bases sociales;  desencanto general; indiferencia absoluta; cuando no repugnancia decidida á las reformas políticas en la masa nacional.- La cuestión social o sea origen, latitud y efectos del derecho de propiedad.- De Alvaro Flórez Estrada.- 1766-1853.-




En 1848 un estudio de varios médicos titulado De la pelagra al mal de la rosa nos deja una imagen muy clara de la alimentación de los asturianos. La alimentación de los habitantes jornaleros y labradores de Asturias es muy sencilla, en si misma, con muy ligeras e insignificantes modificaciones, en toda la provincia, en todos los concejos, en todas las parroquias, en los barrios de éstas y hasta en las más apartadas  y humildes cabañas. Pan de maíz, llamado vulgarmente boroña, fermentado y no fermentado; abichuelas, legumbres, patadas de algunos años hasta el presente, pues hace cuarenta años se conocían poco  en la mayor parte del principado; nabos y calabazas, condimentado todo ello con más o menos grasa o tocino, según las facultades de cadda uno, y aún a veces con solo la sal entre los más indigentes. Puches de harina de maíz, solos o mezclados con leche, suero, manteca de vaca o de cerdo, con miel entre los que tienen más medios de subsistencia y hacia la costa algunos pueblos del interior con pequeñas porciones de arenque; la leche y sus diversos preparados; los huevos, las castañas, las manzanas, avellanas, peras y alguna otra fruta, según las diversas estaciones y localidades; poco pan aún de centeno, no siendo en los concejos de occidente y la montaña; bastante cocina de vaca y alguna de carnero en los concejos de occidente y algunos colindantes con Castilla, especialmente en la estación de los fríos y las nieves... , todos estos son, pues, los alimentos que únicamente usan. {" De la pelagra el mal de la rosa en Asturias .-1848.- 



Ante las continuas peticiones  de las parroquias, las Ordenanzas  Generales del Principado de 1781  concedieron  absolutas facultades a los vecinos del Principado para que en los términos de sus respectivas parroquias puedan cerrar y laborar por si todos los terrenos comunes  que las Juntas parroquiales señalen. Según Gonzalo Anes, el abuso que se hizo de estas ordenanzas fue notorio. Al controlar las familias más poderosas los concejos mediante  intervención en los nombramientos  de los oficios en ellos,  habrían podido apoderarse de tierras comunales  y fundar  caserías y establecer colonos en ellas". { Anes, Gonzalo. " Economía y sociedad en la Asturias del Antiguo Régimen". Baste un ejemplo del Archivo municipal de Gijón, citado por J. Ocampo en su artículo Reformismo agrario ilustrado en Asturias: los que cierran terrenos en los comunes no son por punto general los más necesitados sino más bien los que gozan  del concepto de ricos. 




La situación sanitaria y las epidemias. 

Tal como dije al principio, la situación sanitaria y las epidemias, sobre todo el cólera, contribuye, junto con el hambre  y la miseria, a que 1854 sea uno de los años más aciagos en la historia de esta región, con cientos, tal vez miles de muertos en casi todos los concejos de la provincia. 
Son numerosas las alusiones a la falta absoluta de industria en nuestra región. Jovellanos la calificaba como rústica. Gonzalo Anes menciona que en lo que se refiera a la industria transformadora  de productos agrícolas, salvo en lo referente a la producción de sidra, ésta era totalmente inexistente. Por su parte Ocampo en su artículo sobre la reforma agraria liberal, acaso la diferencia de nuestra región fuese la ausencia de industrias que ofreciese una alternativa laboral, lo que empujó a la emigración, estacional o permanente, y al subempleo rural. No ayudaron tampoco a solucionar  esta situación  el pensamiento antiindustrialista de algunos de los ilustrados asturianos como Campoamor o conde de Toreno que idealizando la vida campesina y popular pero no las grandes que " distraen brazos del campo".  Años mas tarde Pidal para ilustrar este tipo de pensamiento: Hermosos valles de Mieres y Langreo que han perdido su virginal tranquilidad. Todo por culpa del carbón que arrancan del seno de vuestros montes por la insaciable codicia de los extranjeros".... nos complacen más los pintados mármoles de nuestras montañas que los negros pedruscos de carbón de nuestras minas; preferimos el blanco crespón de nuestras blanquecinas nieblas al fúnebre penacho que corona las chimeneas de nuestras fábricas".... los mineros salen como fieras de sus guaridas para consumir el precio de su salud y de su trabajo en el innoble seno de algún chigre,  donde la blasfemia toma carta de naturaleza... 



Las enfermedades contagiosas:


Fueron una constante en Europa durante cientos de años pero a inicios del siglo XIX , desaparecida la peste y contenida la viruela mediante vacunaciones, las fiebres tercianas y sobre todo el cólera morbo se convirtieron en el principal azote de la  población, sobre todo de la población campesina y pobre. El cólera, proveniente de Asia, se extiende durante este siglo por toda Europa, a menudo en oleadas, provocando numerosos muertos y en algunos países auténticas hecatombe demográfica.  En Asturias el cólera irrumpe por primera vez en 1834 atacando a una pequeña localidad cercana a Noreña extendiéndose con prontitud a Oviedo y Siero. Desde entonces fue propagándose por todo el campo asturiano  y 20 años más tarde, coincidiendo  con las malas cosechas de maíz, entre el 52 y el 56, irrumpe de forma trágica y devastadora  sumándose a la hambruna  generalizada. Dice el historiador Jose María Moro que la proliferación de la miseria y de la malnutrición, el creciente número de vagabundos y pordioseros, junto a la vulnerabilidad de la mayor parte de la población por el deficiente aporte alimentario, facilitaron la propagación de la epidemia. Junto a ello, la ausencia de higiene y la insalubridad generalizada, que no había sido erradicada  por las medidas sanitarias de la primera acometida, provocaron una altísima mortandad, generando el terror en todos los sectores sociales. Moro. Jose M. Las epidemias del cólera en la Asturias del siglo XIX,. 

Sobre la higiene, 
Son numerosos los informes médicos  y ayuntamientos que constatan su total ausencia en la forma de vida del campesinado. La mayoría vive en chozas o cabañas miserables de un solo  piso siempre en contacto  con el ganado  y los animales domésticos.  Duermen en jergones de paja, o de hojas de maíz, en cuartos sin ninguna ventilación o luz. La mayor parte de la población convive con el abono, el cual hacen dentro de sus propias casas o a las puertas. Casi nunca se lavan pues la mayor parte les cubre una capa crustacia de materia  transpirable coagulada en la mayor parte del cuerpo impidiéndoles  en muchos casos la transpiración cutánea. Moro, Jose M. Las epidemias de cólera en la Asturias del siglo XIX. Tampoco son mejores las condiciones de los artesanos y jornaleros que viven en las villas y ciudades, hacinados en bodegas semisubterráneas sin ventilación alguna y en contactos permanente con los animales domésticos que crían dentro de ellas. En cuanto a la sanidad e higiene pública también las condiciones son bastante penosas. La falta de higiene y limpieza en calles, mercados, mataderos, cárceles y cementerios es generalizada. Los focos de insalubridad son tan numerosos que no hay medios suficientes ni interés en tratar de mejorarlos: montones de inmundicia  en las calles, lodazales y estercoleros al lado de paseos y viviendas, pozos llenos de aguas fecales, despojos corrompidos de vegetales y pescados en los mercados, vecinos que dentro de sus casas tienen pocilgas, gallineros y todo tipo de animales domésticos  y vierten sus basuras a la calle misma, etc,... son algunas de las descripciones más comunes de la vida en las ciudades. 
Todos estos hechos contribuyeron a la rápida extensión de las sucesivas epidemias de cólera a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, siendo sin duda la más dañina la de 1854. Se calcula que aproximadamente un 16 de la  población asturiana pudo morir de cólera  y otras enfermedades en ese año y el siguiente.  No hay datos globales para la provincia, pero si datos de varios ayuntamientos que dejan una idea clara del número de muertos así como de su profesión y lugar aproximado de residencia.Tan sólo en el municipio de Oviedo murieron de cólera en ese año, 572 personas, en su mayoría campesinos, artesanos, pobres de solemnidad, pordioseros y mendigos. Desde el inicio de las  epidemias, las autoridades trataron de tomar medidas preventivas y paliativas. En esa época se desconocía  aún la vía de transmisión { Hasta finales del siglo no se probó que el principal medio de transmisión era el  agua. En 1885 Eugenio Piñerúa Álvarez  establece que los gérmenes coléricos no se propagan por la atmósfera " las vírgulas se conservan y multiplican en la superficie de los suelos húmedos y en el agua rica en materias orgánicas" y se creía que el contagio se producía no solo por el contacto con los enfermos sino también por las miasmas que se propagaban por el aire, las emanaciones deletéreas que desprendían los enfermos y los muertos por el cólera así como todas las sustancias orgánicas en descomposición. El gobernador de la provincia y los alcaldes de los diferentes concejos sacaron numerosos bandos ordenando limpiar  los comunes, principalmente letrinas , conductos de aguas fecales, estercoleros, desechos de mataderos y mercados e incluso cementerios  con el fin de combatir las emanaciones fétidas de las materias orgánicas que producían la contaminación  del aire por el cual, creían, se trasmitía el cólera. En muy pocos casos se fue a la raíz del problema  que era la contaminación de las fuentes  y acueductos que suministraban agua potable a la población, así como a la debilitación  de los organismos  por una baja alimentación.
 Las Juntas de sanidad  que se crearon en cada concejo con el fin de implementar estas medidas y asistir a los enfermos  y moribundos  contemplaron impotentes como eran incapaces de detener el avance de la epidemia, hasta el  punto de que muchos médicos se sintieron confusos y desconcertados. Según comenta Jose Mª Moro, algunos médicos  se dieron cuenta de que ni las cuarentenas , ni las fumigaciones, ventilaciones y expurgos, ni la desinfección con agua clorurada, ni el uso del abrigo, ni la moderación en la alimentación o bebida, etc., en nada aprovecharon . Solo quedó en pié la evidencia el verdadero medio de preservarse del cólera y atenuar sus efectos consiste en acudir con prontitud a la clase menesterosa, proporcionándoles buenos alimentos, abrigo, aseo, tranquilidad de ánimo, confianza y valor.


El hambre: 
En cuanto  al verdadero problema  que estaba afectando a la mayoría de la población que era el hambre  y que inundaba las calles y caminos de pordioseros y vagabundos, en realidad los campesinos que habían consumido ya todas sus cosechas, las únicas medidas que se tomaron fueron recurrir a las Juntas de Caridad, a la apertura  de comedores de "sopa boba"  y repartos de "sopa económica" Hay que tener en cuenta que la beneficencia a cargo de la iglesia ha sufrido un duro golpe con las desamortizaciones y muchos hospitales y hospicios  han quedado sin recursos  o se han vendido. Queda ahora esta atención en manos de las autoridades civiles o de los particulares que en muchos casos carecen de los recursos necesarios. La Junta de Caridad y Beneficencia cuyos medios económicos provenían de las corporaciones municipales  siempre actuaron con una enorme escasez de recursos  y las apelaciones  a la caridad privada son continuas por parte de las Juntas e incluso del Gobernador Civil de la provincia. José Mª Moro}


Esta situación fue poco a poco atenuándose a partir de 1856, en parte debido a la compra de grano en otras provincias, a la mejora de las comunicaciones  con la meseta que permitió un mayor intercambio de alimentos.- Hubo más epidemias de cólera en los años 65 y 85  aunque nunca alcanzaron la mortandad ni la extensión de la de 1854. 


La mendicidad en Asturias

Por pragmatica Sanción  de 19 de Septiembre de 1783 se hacen nuevas declaraciones y  establecimientos para contener  y castigar la vagancia  de los que hasta aqui se han conocido con el nombre de Gitanos ó castellanos nuevos, mandando sean admitidos a cualquiera oficios ó destinos a que se aplicaren y en todos los gremios ó comunidades, y se han renovado las leyes del reino, para que no se permita anden vagando los caldereros y buhoneros, mandando  sean admitidos a cualquiera oficios, o destinos que se aplicaren. En todos los Estados es preciso que haya ricos y pobres.  Esta desigualdad es muy conveniente para el cumplimiento de los altos fines de la divina providencia, y para el bien público.”Si todos tuvieran unas mismas riquezas, dice un pío y sabio moralista, ó una misma necesidad de pobreza, ni hubiera amistad entre ellos, ni hubiera sociedad: ninguno necesitará del auxilio del otro, ni el uno al otro se sujetará: ninguno fuera siervo: ninguno fuera señor: faltará la ocasión de ejercitar la caridad y  misericordia, y no hubiera la tolerancia de la necesidad y pobreza. Por lo cual es conveniente que unos sean ricos, y otros sean pobres, para que vivan todos unidos con poderoso y perpetuo lazo de amor”.
Por eso deben despreciarse como impertinentes y como impracticables los planes y proyectos de ciertos políticos, que han querido introducir en la sociedad un quimérico equilibrio entre las condiciones y los bienes de los hombres.
Los enfermos y estropeados están impedidos de ejercitar muchos oficios; pero aun   gran parte de estos no deben tenerse por imposibilitados. Los ciegos manifiestan muy bien el uso que se puede hacer en un estado aun de las gentes que suelen tenerse por las más inútiles.  En la Corte y en los pueblos grandes se emplea gran parte de ellos  a vender la gaceta, y otras piezas de muy corto volumen: otros tañen instrumentos, y concurren con su habilidad, poca o mucha, á hacer mas alegres las diversiones populares. Todavía podría mejorarse la suerte de estos infelices, y hacerlo al mismo tiempo más útiles al Estado. Entre ellos hay muchos de un talento sobresaliente. 
A este modo muchos estropeados pudieran emplearse en otros ejercicios fáciles.   El mover un torno, la venta de muchos géneros que no piden peso ni medida para su despacho y otros semejantes, no necesitan fuerza ni traza.  Tantos puestos  como se ven ocupados  en las plazas y  en otros lugares públicos de mujeres robustas y por hombres bien fornidos, para la venta de quincallería y de otras cosillas menudas, pudieran llenarse por coxos y mancos, y darles a aquellos otros destinos y oficios. ¿Podrtá nunca la autoridad del vulgo prevalecer contra la del Espíritu Santo? Pues dice en el capítulo del Eclesástico ya citado: Si haces bien, mira á quien lo haces, que es directamente lo contrario de lo que dice  el adagio castellano. Así  se ve que los mismos pobres cuando se acercan a una persona á pedir por amor de Dios, se entiende que no piden otra cosa que dinero.  Es cierto que también se tienen por tal  los mendrugos y los sobrantes de la mesa, que se reparten á la puerta de los pueblos cortos. 
Colección de las Memorias Premiadas, y  de las que se acordó se imprimiesen SOBRE LOS CUATRO ASUNTOS. Que por encargo particular publicó la Real Sociedad Económica de amigos del país de esta Corte en el suplemento  de la gazeta de 14 de Agosto de 1781.-



                      La mendicidad en Asturias

Era Fray Juan   de Medina quien, en su Discurso sobre la mendicidad, escrito por encargo de Felipe II, declaraba lo siguiente:
-“No hay tierra tan pobre  que no baste a mantener  sus menesterosos, como la experiencia demuestra; porque todos sabemos que las más pobres provincias de España son Galicia, Vizcaya y Asturias, y con toda su pobreza, no hay  un pobre que públicamente mendigue y, si alguno hay,  es forastero, porque lo tienen por punto de honra que hombre natural de su tierra no tenga necesidad de mendigar” 
A renglón seguido, añade el Sr. Aramburu, como comprobación relevante y meritoria, que el doctor salmantino, Pérez Herrera ( y aunque no cita la obra, sabido que es la titulada “Discurso del amparo de los legítimos pobres… año 1598) calculaba en 150.000 los mendigos existentes en su tiempo. ¿No fuera entonces cosa natural prorratear esos mendigos entre las cuarenta y nueve provincias españolas, dando de mano los restantes factores de extensión, correspondían  a Asturias tres mil; siendo de las más pobres de España. Entonces el P Medina que, por lo visto, andaba rodando por la Seo de Urgel, Ayamonte o los cerros de Úbeda, cuando tales despropósitos vertía ¿qué hubiera dicho de haberse encontrado con los diez mil harapientos dispuestos a dejarle por…. novelador insigne?  ¡Punto de honra el no mendigar! ¿Qué concepto tendría  de la necesidad  extrema el bueno del fraile? Gente tan apegada al terruño como la asturiana, ¿quién la haría emigrar de la tierra? Y esas exquisiteces de la honra, el decoro, la dignidad, la delicadeza,  ¿qué valen?  Tampoco valen  ni nada significan para gente ruda, tosca, violenta, grosera, famélica y  desmandada.
¿No iban todos los años bandadas  inmensas de segadores a Castilla, Extremadura y Andalucía, cuando aún no había vibrado en el aire el mágico nombre de América? ¿No estuvieron yendo hasta ayer? ¿No emigraban  todos los que sentían vocación de literatos, artistas, navegantes, militares o togados, a quienes aquí se les hacía irrespirable el ambiente?
¿No escapaban, no huían hasta los segundones de las familias de más timbrada alcurnia, porque  el menguado mayorazgo no alcanzaba  para su sustento? ¿No era tanta la necesidad que, los propios sacerdotes y monjes, recibían como estipendio  por su ministerio, sebo y pan de centeno?
Y esos tristes despojos del pauperismo asturiano,  ¿no eran  los más pegajosos, los más clamorosos y derrotados que, en toda boda, entierro, fiesta, funeral, romería o rebudu, acudían  en  legiones inmensas como moscas? Imaginó, por lo visto  el P. Medina que en  todo era Oviedo (“Tambor y gaita”) y olvidó el popularísimo refrán de:
  -Pobre porfiau, saca gayatu”
y el cantar grotesco de los corraxos:
“Toca, zamploña,
vamos a Roma, 
tú por pan, 
yo por boroña”. 
Monumenta historica astiriensia VII
Julio Somoza - El caracter Asturiano.- 



Carta de Eugenio Salazar, escritor y magistrado, nacido en Madrid, el año     1530.
De cerro en cerro, de puerto en puerto y de peña en peña vine a estas cumbrosas Asturias, donde algunas veces me hallo tan vecino de las nubes, que me regalo con ellas, y pongo mi cabeza en sus regazos. Después que he visto esta tierra, no me maravillo de haber oído decir que los asturianos tiraban lanzas al cielo; porque le tienen tan cerca de sus casas cuanto lejos de sus corazones. Yo estoy en la insigne ciudad de Tormaleo, que quiere decir tormento malo, donde al presente resido; cuyo sitio y disposición y moradores  querría describir, si acertase mi desatino a desatinar como conviene para significar tan desatinada ciudad y  gente. Es la populosa ciudad hasta diez casas todas redondas; está ceñida de bravas peñas, adornada de viejos castaños;  riéganla claras y frescas fuentes y arroyos.  Está asentada en un repecho  contra el Septentrión, y mirada desde cualquiera de los cerros que la rodean, parece  colmenar de pocas  y mal reparadas  colmenas; pero la miel de ellas  no la obran las abejas, sino ovejas y cabras, y puercos y vacas viejas.
Las casas, como he dicho son redondas, porque para que quepa  la ruindad de los moradores, la figura redonde es la más capaz. Dos puertas tiene cada casa,  una al Oriente y otra al Occidente; y ni por la una se ve el sol, ni por la otra se descrubre el cielo. Vese a ratos por entrambas la nieve de vara de alto, y un fidalgo de solar conocido con una espada al lado y un broquel al rabo, un puñal pendiente, lanza y azcona al hombro, y una ballesta  en la mano con cinco o seis saetas espetadas entre el collar y el sayo y gorjal de la camisa; y con este rosario  de cuentas va a rezar a la Iglesia, donde a la puerta deja arrimada la azcona y lanza; y si el clérigo le va a echar agua bendita, se empuña en la espada, pensando que le va a dar con el hisopo; si oye mentar un santo, ase del puñal, diciendo que aquella es gente  que él no conoce. Y cuando al presbítero se vuelve al pueblo  a decir: Dominus vobiscum, sospechando que vuelve a mirarla la mujer, pone una  saeta en la boca y  echa la gafa a la ballesta,  y saliendo de allí, sí ve una  bola enconada, le rinde las armas y cruza las manos.
En las dichas casas  no hay sala  ni cuadra ni retrete; toda  la casa es un solo aposento redondo como ojo de compromiso; y  en él están hombres, los puercos y los bueyes, todos pro indiviso, así porque  todos son herederos  de la tierra, como porque ni aún en las costumbres  se diferencian.  A un mismo tiempo habla el hombre  y gruñe un puerco y brama un buey;  y  tengo los oídos tan confusos con la diversidad  de zumbidos, que al hombre tengo muchas veces por la bestia, y al animal por el hombre;  y cuando en esto estoy  más engañado, creo me engaño menos. El hogar está en medio de esta apacible morada, porque  de allí  salga luz y calor para todo el circular aposento, igualmente, aunque  a veces comprende más un  traque de la huéspeda que cuanto calor sale del copioso hogar.  Las dichas casas circulares son cubiertas de unos cimborios de fina paja,  y éstos rodeados desde el extremo  hasta el coronamiento de unos rollos de mimbres, hechos por tal orden y manera, que cuando los vi,  pensé que eran los verdugados que salieron desterrados de Castilla: y por otra parte, bien considerados, parecen a los pabellones que suelen tener por defensivos  las ollas  del mal cocinado  de esta corte. Y, en fin,  las casas con ellos son  como bellotas  con capirotes; porque la gente  regalada de estas partes es tan amiga  de la bellota (que ellos llaman llande),  que no se satisfacen con  metela en sus buches, sino  que ella los tenga metidos en sus entrañas.  Todas las casas son insulanas, ninguna se pega con la otra: así son las voluntades de los vecinos.
Estas casas tienen llenas de tantas baratijas,  armadijos, trastos, pertrechos, bastimentos, instrumentos y municiones, que no tenía tanta la madre Celestina para fabricar hechizos  y reformar virgos. Las castañas tienen  en alto sobre unas  bimbres tejidas pendientes de unas sogas,  en las cuales  miran y contemplan como los moros en el  zancarron de Mahoma;  porque no hay sustento que les dé más gusto ni que ellos tanto amen,  excepto el vino, al cual tienen tanto amor, que siempre lo tienen metido en lo íntimo de sus entrañas.
Habitan esta lustrosa  ciudad ilustres  hidalgos de lanza  mohosa, cuchillo cachi-cuerno, abarca peluda,  pierna desnuda,  capotín de dos faldas, caperuceta antigua sobre largas coletas.  Es gente de tanta punta, que comen y  beben en platos y escudillas de palo por no comer ni beber  en platos de Talavera ni vidrio  de Venecia, que dicen que es sucio y que se hace de barro. Pan de trigo no lo pueden ver, ni carne fresca; la que se muere de landre,  modorra o sanguiñuelo, ésa  les es saludable  y gustosa.  La cama en que me acuesto es un escaño de palo que parece andas de defunto, tan angosto, que he menester estar como cuerpo muerto, sin merodear para no rodar por casa.  Echame mi huéspeda  un cabezal debajo,  que sospecho  que está lleno de pluma  de puerco espín; una sábana en que me envuelvo, parece de buena cañamaza  tramada con cerdas de rocín prieto; la manta es parda, creo que es de lana de burras y esparto;  es nueva corriendo sangre, tanto  que me dice la huéspeda  que yo la he llevado la virginidad; y yo digo a la buena vieja que miente, porque juro a Dios es tan áspera y esquiva  la dicha señora manta,  que en toda la noche no  quiere llegarse a mí. Háceme mucho donaire ver  a la aseada de mi huéspeda arremangar sobre el escaño los cabos de la colcha rica, porque no se ensucie con el polvo del suelo; aunque a la verdad no le falta razón,  porque en esta región no se hace el polvo de la tierra, sino de panales de buey y freza de lechones.
El mayor pueblo  de este horizonte  no pasa de diez ú once vecinos; empero, aunque  no son muchos, son muy mal avenidos; y ellos dicen que no han  menester ser muchos, pues no nacieron para henchir las sillas que dejaron vacías los ángeles que cayeron del cielo.
Y pues he dicho que los galanes de esta ciudad, no será justo dejar de pintar las damas de ella. Y no trato de pintar viudas  ni casadas; porque a éstas tratáronlas  y trátanlas sus maridos, y  buena pro les haga la ganancia del sucio trato. Ni llego  a  las muchachas de diez años  abajo, porque éstas  allá se andan  por los montes tras sus cabrillas, donde no sé quién se les llega, que alguna vez, supliendo la malicia a la edad, vuelven con chibatillos en los vientres. Tocará, pues, mi pincel a las damas que no traen toca, ni cofia, ni garbín, ni aún albanega; antes andan con su cabello suelto hasta los hombros, que parecen figuras de tapiz antiguo y ahumado, las cuales son las doncellas en cabello.  Son, pues, estas damas mal sacadas de cuerpo, levantadas de hombros, cortas de cuello,  grandes de cabeza, angostas de frente, ceñudas de cejas, hendidas de ojos, anchas de narices, largas de boca, copiosísimas  de tetas, abundantísimas de nalgas, levantadas de barriga,  espaciosas de  cintura, gruesas de pelo, toscas de manos y abiertas de pata. El color de las caras es muy gracioso y de buen lustre, entre verde y morenico, y un poquito de amarillo que se mete a perfilar; la tez muy linda y asentada como de rocín sarnoso. Usan un cierto género de  basquiñas, no de mezclas de Inglaterra, no de las granas de polvo ni de cofolla, no rasos de Valencia ni terciopelos de Génova, sino de una cierta  tela delgada, bien pareciente  y muy semejante a esta de que hacen las albarcas. Hacen las basquiñas angostas, por que se señale la copia nalgar, y no pasan de  media pierna, porque descubran las pantorrillazas, que son como timones de ruedas de haceñas.  Calzan unos botinicos  abrochados, altos de cuello, no  de cordoban muy suelto, sino de vaca mal curtida, que también sirven  de zuecos; porque el más mal cimentado de ellos está fundado sobre una docena de suelas; y cuando es menester  para dar una coz, suplen por herraduras, porque son herrados  por bajo, de tal manera, que cuando alguna de las damas anda más menudico, parece frisón recién herrado que corre por calle empedrada.
He deseado mucho ver danzar a estas damas con estos botinicos una pavanilla italiana, o una gallarda o un saltarelo,  o una alemana, o un pie de jibao; mas como en esta tierra no hay tañedor sino de corneta, no me han podido cumplir este deseo.  Son muy medidas y cautas en el hablar; por maravilla  hablan con los hombres, aunque algunas veces obran con ellos; hablan más con  las bestias; a los puercos dicen cache, cache; mal fogo  vos abrase; a las cabras y  ovejas chava xeu,  riegeu, riegeu; y a los bueyes hei, aho, aho, xato, aberroi.  Es gloria ver las perlas  que despiden por aquellas bocas cuando no  regüeldan.
En el comer son muy  templadas; no comen caldo ni sopas sino dos veces al día, en levantándose  de la cama y cuando se van a acostar por no hacer barriga; y cada vez poquillo y bueno; una escudillica  de palo que allá serviría  de artesuela para jabonar, llena de caldo y de agua, y nabos, y hojas de nabos,  y poco de manteca, espetadas en ella un ciento de sopas de pan de centeno, cada una tan grande como losa de sepultura; y con una sereniad lo embusan, que no parece  que abren las bocas; y a  vuelta de cabeza veréis  el dornillo más  barrido por dentro que fregado por de fuera; y estando comiendo se les ve visiblemente  ir hinchando las panzas  y  renes poco a poco,  como cuando el botero hincha  el lodre con el soplo. Yo las digo  que ¿cómo pueden comer  tanta sopa y nabo, que es ventoso? Y respondenme  que en comenzando  a hervir  las ollas del mal cocinado de sus estómagos, pa su respirar de tal manera,  que si tuviera cualquiera de ellas mil troneras, por todas tronara, y para ninguna  faltaran municiones  ni balas que soltar.
Estas doncellas en  cabello hacen las haciendas de casa con gran liberalidad  y limpieza;  ponen la olla sin fregar,  espúmanla con una teja; muelen  la sal en el servidor  cuando no hallan limpio el mortero; limpian los platos con la falda de la camisa; ciernen la harina con  harneros; masan el pan  con las nalgas; cuecenlo con leña de boñigas, y barren la casa a soplos.
Usan en esta tierra las damas los nombres muy  galanos y bien sonantes; porque se llaman Marucas, Juanucas, Treijas, Freicas, Aldaras, Blasquidas, Golzalvas y Alvarucas, y de otros nombres  al oído tan suaves como éstos:  Cantan cantares muy amorosos  y  suaves, como son:
Deita palla al boy  Gonzalvo,
Deita palla á boy.
Treija  Fernandez  fiandera honrada,
Puja cada fío, va pucherada.
Los tonos, las sonadas y voces,  si vmd. las oyese diría que Rincón puede  arrinconar a Talamántes  dejar de presumir,  y aún que si Ulises pasara por el mar de estas sirenas, le prestarán  poco sus ardides,  porque no hay bordón de gaita que les llegue, ni cuerno que les iguale, ni aún sapo en charco que  así haga de garganta.
  Y por cerrar con las abiertas en cabello, digo que son hermosas como el Huerco, dispuestas como el puerco,  sacadas como  el erizo, derechas como la cepa, ceñidas como la cuba, airosas como el asno, graciosas como el buey, avisadas como la mosca, limpias como la araña, olorosas como el regüeldo, fieles como el gato,  desenvueltas como el galápago, delicadas como el roble, blandas como  la carrasca, apacibles como el cierzo, y agradables a los ojos como el humo de la cebolla.
Ya considerará vmd. la vida que tendré  en esta Trapisonda; y no tengo pena de mí, sino gran dolor  y lástima de mi criado el corcovado, regibado, malhadado,  que pensó que venía a las Asturias a hartarse de truchas a  bragas enjutas, y se ve las bragas mojadas y nevadas, y aún despedazadas, y la primera tiene por que saque los pensamientos de truchas, perdices y cabritos que traía en el papo, y se cebe con ellos,  y todavía tiene por mejor así da en la hogaza de centeno en la cabraza vieja con harto menos escrúpulo  que el amo del Lazarillo de Tormes.  Porque aquél todavía preguntaba  si habían masado manos limpias los mendrugos de pan que comía; empero a mi buen sirviente no le pesa sino de lo que no ve pegado al centeno que come y tasajos que engulle;  tanto que cada vez que le veo comer reniego del gusto que tan presto se le hizo a los manjares de esta tierra.  Y sobre todos nuestros  trabajos tratan  las partes de concertásemos, cosa  que en oyéndola el alguacil desmaya, y el escribano se muere,  y yo no sé si he espirado.  Temo que si  el concierto se efectúa, cada cual de nos se ha de echar por un cerro abajo a probar cuál  rueda mejor.  El alguacil jura que ha de hacer de la vara  un dardo para atravesar al  inventor del concierto; el escribano  protesta de hacer una hoguera del proceso para quemar a la parte querellante con las informaciones de sus heridas;  y yo voto  de trocar dos maletas de libros que traje por dos tercios de cecinas que lleve.  Y para atajar tantos inconvenientes  hágalo Dios  como los tres deseamos, que antes se cuajará el mar de Oriente que las paces de Tormaleo. 
Monumenta histórica asturiensia.
El carácter asturiano. Julio Somoza.



La Limosna 

¡Ave María Purísima! ¿ay María…..!
Un garitín por Dios, qu´en tou ´l día 
non aprobé bocau, y ni un consuelu
desde ayeri coló pel mió gargüelu.
Sordos  ena ciodá,  los miós quexidos
por cristianu  dalgún fueron oídos,
y ena aldea ¡ay de mí! non topo abierta
anque acoto con Dios ninguna puerta.
¿Non ye la caridá don estimáu
y tesoru pa Cristo ´l más preciáu?
¿Non sabrán qu´el Señor nel cielu escribe
la limosna qu´el probe aquí recibe?
Biblioteca de autores asturianos. nº 6 - Poesías Asturianas. Teodoro Cuesta.-

En el 1724, de la gente de Asturias se consigna que “era gente tan errante”, que los echaba del terrazgo propio cualquiera dificultad. Una, la falta de medios para poder pagar en tiempo justo la renta de la “llevanza” y otra la falta de medios para satisfacer a tiempo justo cualquiera contribución… Dejaban, pues, su terrazgo e iban pidiendo limosna por todos los lugares del camino  a tierras de ambas Castillas, donde se les hallaba a cada instante ejerciendo unas veces un oficio y otras la medicidad.
Un éxodo interminable, continuado, copiosísimo de hombres de músculo firme y de honradez asombrosa, que debían ser riqueza en su terruño,  y a quienes se empujaba a la aventura de la busca de trabajo o de la impetración de caridad. Iban por cualquier camino, fuera camino de las dos Castillas, camino de otras regiones, o camino de los mares. E iban a segar hierba, a cargar agua, a conducir un coche, a ser criados….. a todo lo que hallaran por delante su músculo y su honradez ……E iban para que pudieran, las gentes de su familia que aún quedaran  pegadas al terruño, seguir en él pobremente, pero seguros ya, ya sin atrasos de renta y contribución. Instituto de Estudios Asturianos. Diccionario Folklórico de Asturias. Constantino Cabal.-


La mió esperiencia de la guerra
Yo tenía pocos años yera mui neña, alcuérdome cuando se pasaben los aviones penriba mió casa, yo tenía mieu polo que dicíen, ensin saber de que venía. Tamién cuando pasaron los moros pel pueblu, lleváronmos a una cuadra d´un vecín  pa tar mas seguros porque taba baxa. Pasaben los aviones y los moros taben per fuera, sintieron falar y amenazábenmos pa que saliéremos.  Una vieya contestó por favor somos vieyos y ñeños nun mos fagan nada, y unu que taba fuera dixo soi el moro Juan. Yo como  ñeña  inocente oyía dicir que cuando tiraben bombes yera bueno meter  daqué na boca. Entoncies yo garraba un taracu de maíz y mandábalos que lu mordieren cuando  salimos d´ellí, acuérdome  que mio padre tenía un barril  de sidra en casa, espicháronlu pa beber y dexáronlu saliendo tou. A mi paecíame raro aquello ensin saber lo que pasaba.
En posguerra la xente pasólo mal, nun había pa comer, nun teníamos pan, pero si torta de maíz que semaben na tierra, tenín patates, fabes, hostaliza, fruta, lleche, huevos. Na Villa  yera peor, nun tenín que comprar, munchos diben a les aldees colos familiares. Depués yá se compraben sacos de fariña, mio madre facía pan.
Tamién sé qu´un tíu míu con 18 años y un vecín  de la mesma edá fueron al frente  y morrieron allá. Yo oyílo dicir y siempre lo tuvi  presente. Y esto ye lo que m´acuerdo de la guerra.
Carmen Fresno Ordieres. La mio esperiencia  de la guerra y la posguerra (Aportaciones  para la Paz). 



En 1803 y 1804, 
Que ocasionó una hambruna y una devastadora epidemia de fiebres pútridas, inaugura el siglo. En cuanto a Asturias, la miseria afecta particularmente a los concejos de Castropol, Grandas de Salime, Tineo y Luarca.  En este último, “no solamente muchos padres de familia se habían visto  en la posición de abandonar sus tiernos hijos a merced de la caridad, sino que  además había habido muchos muertos ocasionados sin más causa que el hambre”. 
“Pueblos enteros abandonan sus hogares y demandan de la caridad pública en los caminos y poblaciones el preciso alimento para sí y sus necesitadas familias; y aún los labradores mejor acomodados, consumidas las existencias que conservaban, dejan sin cultivo los campos por no tener siquiera las semillas de maíz, patata y habas para poder hacer la siembra que tan próxima se halla”. Pero aun más: el cierre del puerto de  Pajares viene a agravarse con la prohibición de atracar en los puertos del litoral a los buques procedentes de Galicia, con objeto de impedir la entrada del cólera que ya ha invadido algunos pueblos de dicha región. 
“En semejante caso ¿qué otro recurso queda a la indigencia que busca trabajo y no lo encuentra mas que acudir a la capital a implorar caridad pública? Pues bien; a estos infelices, a estas virtuosas gentes que piden y no roban para comer, se les da la acogida más dura y cruel  que los hombres han podido imaginar para sus semejantes. Recogidos por los dependientes de vigilancia civil, se les encierra   en un inmundo patio contiguo a la cárcel Fortaleza, donde permanecen hacinados, expuestos a la intemperie  y sin alimento alguno  todo un día…. Después de permanecer en tal estado se les despide  al caer la noche por los mismos que los han recogido, conduciéndolos a las afueras de la ciudad en dirección a sus respectivos concejos”
En el año 1856, desaparecido el brutal ataque del cólera que había asolado la provincia, vuelve el espectro del hambre a ocupar el primer plano de las preocupaciones de las autoridades municipales, las cuales de nuevo van a intentar atajar la penuria de productos mediante acopio  y suministro de cereales (especialmente de maíz) a los mercados para prevenir el alza de los precios, tomando otra vez medidas contra los acaparadores y revendedores.  
  El Siglo Médico, correspondiente al 15 de enero, confirma la existencia del cólera en Galicia,
“cuyos síntomas eran vómitos, cursos, calambres y desfiguración de la persona en términos que no se conocía al que poco antes se había visto robusto, y de la cual muchos morían a las 24 horas, otros a las 48 o antes”.
 Las medidas contra el cólera
Recomendaba, además, que,  aparte de la limpieza de la vía pública, de la que debían desaparecer las inmundicias de toda clase que pudiesen amontonarse en ella, sería conveniente dirigir principalmente la atención a esas habitaciones malsanas en que se aglomeraban las familias, “ a esas bodegas vivideras sin ventilación, sin más luz  que la que reciben de la calle, en las que los padres y las hijas, el cerdo y la gallina, duermen en funesta mancomunidad, viviendas húmedas sin tillado, sin vertedero, en las que asfixia el humo” “Muchos artesanos viven en inmundas cloacas; la luz apenas penetra en tales viviendas; los muebles se reducen a tal cual andrajo suspendido de un clavo y la cama  es un mal montón  de hedionda paja, con un cobertor  desgarrado para todo abrigo”.-

Pobreza y miseria formaban parte del campesino asturiano del siglo XVIII

Feijóo advirtió en su tiempo cuando  escribía:  ¿Pero hay hoy gente mas infeliz que los pobres labradores?¿Que especie de calamidad hay que aquellos no padezcan? De las inclemencias del Cielo sólo toca a los demás hombres una pequeña parte;  pues exceptuando  los labradores, todos, por míseros que sean, se defienden  de ellas con algún humilde techo; so si algunos sufren a cielo descubierto, no es por mucho tiempo. Mas los labradores todo el año, y toda la vida están al ímpetu  de los vientos, al golpe de las aguas, a la molestia de los calores y al rigor de los hielos. Ya veo que este trabajo es inseparable del oficio; tolerable,empero, cuando la fatiga del cultivo les rinde frutos con que alimentarse, vestido con que cubrirse, habitación donde se abriguen, lecho en que descanse. Yo, a la verdad, Asturias y montañas de León. En estas tierras no hay antes más hambrienta, ni mas desabrigada que los labradores. Cuatro trapos cubren sus carnes, o mejor diré que por las muchas roturas que tiene, la descubren. La habitación está igualmente rota que el vestido, de modo que el viento y la lluvia  entran por ella como por su casa. Su alimento es un poco de pan negro, acompañado o de algún lacticineo o alguna legumbre vil, pero todo en tan escasa  cantidad que hay quienes apenas una vez en la vida se levantan saciados de la mesa. Agregado  a estas miserias un continuo trabajo corporal rudísimo, desde que raya el alba hasta que viene la noche; contemple cualquiera si no es vida mas penosa la de los mineros labradores que la de los delincuentes que la justicia pone en galeras.  Así, en 1713, según datos del censo, Asturias no tendría más de 20.524 vecinos.  A finales de los años 30, una nueva epidemia de hambre asolará el campo asturiano, prolongándose hasta 1742, agudizada por las epidemias de “fiebres ardientes” y viruelas.  Ellos siembran, ellos aran, ellos siegan trillan, y después de hechas todas las labores les viene otra fatiga nueva y la mas sensible de todas, que es conducir los frutos, o el valor de ellos a las casas de los poderosos, dejando en las propias la consorte y los hijos llenos de tristeza y bañados en lágrimas.  


Reflexiones sobre la cuestión de subsistencias en Asturias
Cada día se hace más crítica la situación de nuestros labradores.
Después de ocho meses de lluvias copiosas y continuas, que ha impedido terminar las labores de recolección en el último otoño y emprender las operaciones de siembra, sólo posible en una escala muy reducida, los ganados  han permanecido en sus establos sin poder utilizar los pastos naturales. Este conjunto  de circunstancias ha ocasionado, primero: que faltando al labrador uno de los medios mas necesarios a la alimentación de sus reses, se ha visto precisado a alimentarlas, en gran parte, con los cereales  destinados a la subsistencia de su familia; segundo: que no pudiendo  dedicar sus ganados a las faenas industriales,  con cuyos productos atendían a gran número de las necesidades  que diariamente demanda la vida, ha obligado a nuestros labradores a desprenderse de sus ahorros, el que los hubiese, y el que no, a vender parte de sus ganados o de su cosecha. Examinados estos antecedentes, fácil  es comprender que su situación ha de ser antes de breves días asaz precaria.
Además de las causas expuestas, bastantes para llevar la miseria y el desconsuelo  a cualquiera comarca, hay otras que han de agravar más y más tan crítico estado.  Estamos a primeros de Mayo y apenas  la lluvia cesa. Los terrenos laborables están aun de rastrojo sin haberlos podido arar. Las plantas leguminosas, que constituyen una gran industria y son un excelente medio para atender en gran parte a las necesidades que demanda la subsistencia social, no ha sufrido su trasplanto. La patata y otras cuantas  familias tuberculosas que tan grandes recursos ofrecen a la alimentación del obrero, también están sin sembrar. Es segurísimo que en Asturias no se recolectará en el presente año, ni la décima parte de cereales que se obtenían en años de una regular cosecha. ¡Triste, tristísimo, es pues, el porvenir que se vislumbra para nuestros afanosos labriegos!
Desgraciadamente, no solo el mal se hará sentir en estos, sino que su perniciosa influencia ha de llegar muy directamente a las demás  clases sociales.  La clase obrera la vemos sin ocupación, y sus hijos  van implorando la pública caridad. Entre tanto el pan sube cerca de dos cuartos en libra; el maíz  la clase especial para la siembra, a 8 reales copin; la harina encareciendo de una manera imponente, y en muchos mercados no hay existencias; la carne, la clase más ínfima, cuesta á 28 cuartos libra y muestra tendencias al alza; las legumbres están a precios desconocidos y muchos días no se ven en el mercado.
¿No merece tan aflictiva situación llamar la atención de los municipios, de la Diputación provincial, de los propietarios y hasta del mismo gobierno? De no remediar estos males, habremos todos de sentir  sus funestas consecuencias. 
W. Guisasola y la Rosa. 
Revista de Asturias. Oviedo 5 de Mayo de 1879.-






Pobreza de los concejos montañosos asturianos.
Señor 
D. Antonio Joseph de Cepeda de Conss, de V. M.  y su oidor  en la chancillería de Valld: Digo que de orden  de V. M., me he hallado en el Principado de Asturias, entendiendo en lo enajenado y usurpado al R. Vínculo del Principe Nr. Sr:  y asimismo por V. M. se me mandó entendiese  en los agravios molestias y vejaciones que por algunos particulares poderosos  se hacen a los naturales y vecinos de todo el Principado, de que han dado  repetidas quejas a V. M.  que en vista de ellas fui servido mandarme que por mi persona visitase los concejos y lugares de que se compone y me interesa de los agravios y molestias que padecían y padecen y en ex.cn y cumplimiento de las Reales órdenes de V. M.  va para dos años  y medio que me hallo en dicho Principado y para nueve meses que ando visitando concejos del, y en el referido tiempo e procurado  aunque no a poca costa de mi salud y vida transitar lo mas áspero de su Provincia cuyo terreno por el paraje que llaman de las Montañas  es tan inaccesible que cada paso es un precipicio; Los que las habitan cultivan y en ellas crian,  es gran número de familias, ta pobres  que en los años más fértiles casi no prueban el pan, carne, ni vino, y se alimentan con leche, mijo,  fabas, castaña, y otros frutos silvestres; La desnudez en ellos sus hijos, y mujeres, llega a ser notoria deshonestidad, y lo mismo sucede  en sus lechos  y habitaciones porque al abrigo de pajas y debajo de una misma manta, suelen dormir padres hijos  y hijas  de que estoy informado resultan no pocas ofensas contra Dios entre personas de tan estrecho vínculo y parentesco.
Las Iglesias Parroquiales en que Jesucristo sacramentado reside parecen indecentes establos, y los adornos mas inmediatos al divino culto tan asquerosos que compadece ver el sacro Cuerpo  santo de Jesucristo, y a sus Ministros en tan despreciables paños y vestiduras y lo referido nace no de  esterilidad de la tierra ni de grabados que se hallan sus naturales contributos, ni rentas, de V. M. (Que realmente no lo están) pero si muy faltos de justicia y por esta causa  muy oprimidos tiranizados y avasallados de comunidades eclesiásticas y otros particulares poderosos. 
Antonio José de Cepeda. (s. XVII-XVIII). Asturias vista por viajeros. Volumen primero. -

  

De obreros asturianos
Aunque (puede ser) tolerable (la vida del obrero), si la fatiga viene recompensada por frutos correspondientes para su alimentación y para poder vestirse, una choza para refugio y una cama para el descanso; pero esto rara vez sucede, especialmente en las provincias menos fértiles de Galicia, Asturias y León, donde los trabajadores tienen solo dos o tres  harapos para cubrir su desnudez, con una habitación igualmente destrozada, de modo que el agua y el viento penetran  libremente; su alimento es un poco de pan negro, con algo de legumbres y esto, tan escaso,  que puede asegurarse que ninguno de ellos se ha levantado satisfecho en toda su vida de su comida habitual. 
Beawes. (s. XVIII)- Asturias vista por viajeros. (s. XV al XX). Volumen primero. -


Caridad para todos
Contrista el ánimo la lectura de los periódicos de la provincia y las cartas que de diferentes comarcas hemos visto,  relatando los desastres causados  por las pertinaces y nunca vistas nevadas que cubrieron  de espesísima alfombra  blanca el suelo de Asturias.
Desde el Deva hasta el Eo, desde la Cordillera Cantábrica hasta el Cabo de Peñas fueron tantos y de tal entidad los daños sufridos por la riqueza urbana y pecuaria, tal el número  de víctimas humanas que cayeron bajo el influjo de los horrorosos temporales  que se dejaron sentir entre los días 16 y  26 del mes de Febrero último. Hombres vigorosos y llenos de vida,  que eran el sostén y apoyo de sus familias, quedaron sepultados de improviso, y sin que mano deuda ó amiga pudiera prestarles auxilio. Mujeres, niños,  ancianos, a todas edades alcanzó la hecatombe. Casas de vivir con sus moradores, cuadras conteniendo ganados, única riqueza de sus dueños,  casas de invernar con el forraje de ellas  recogido, rebaños de cabras y ovejas,  manadas de yeguas, de todo quedó enterrado bajo la nieve, y sus dueños privados por tan inopinada manera del pequeño caudal que poseían, que, aunque exiguo, era el único al que convertían sus miradas y el único  también que alimentaba sus esperanzas. 
La generalidad de las miradas convergen al centro, casi todos los que imploran lo hacen con la vista fija en los desgraciados pueblos que tienen su asiento en las escabrosidades del Puerto de Pajares. Pocos  son las que se acuerdan de Sotres, Tielve, Bulnes y Camarmeña,  en el concejo de Cabrales; de Odeño, Cuñaba y otros de Peñamellera; de las parroquias de Ardisena y Caldueño correspondientes al de Llanes; de los desventturados  que habitan las alturas de Onís, Cangas, Ponga y Amieva. 
El Oriente de Asturias. Sábado 10 de Marzo de 1888. Nº 154.
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Pronto va á hacer dos meses que empezó el horrible temporal en esta comarca. Desde la punta  de la roca que en el mar penetra y resiste el empuje  de la ola  espumosa hasta los picos de Grajal y el Hierro que se elevan en la meseta de Andar, todo estuvo muchos días cubierto por la fría nieve y aun ocupa y ocupará más tiempo la ancha sábana de cuatro quintas partes de la superficie  que comprende este partido judicial  La fuerte presión del aire sobre nubes constantemente  á la temperatura de O. sobreponiendo la fuerza de cohesión  á la de expansión del vapor de agua, arrojó copos en forma estrellada  y de agujas, en tal cantidad y por tanto tiempo que nuestros ancianos no guardan memoria  de un fenómenos semejante, y    de tal modo sorprende su continuidad en la estación presente que los hombres de ciencia no aciertan a explicarlo, especialmente por la circunstancia de que los mismos vientos S. y O. que  de ordinario atraen las nubes y dominan la intensidad del frío, han producido en este tiempo.
Pueblos incomunicados, sin leña en el hogar y sin pan con que satisfacer el hambre  de la mayor parte de los pobres habitantes; rebaños enteros de ganado lanar y cabrío que constituían no escasa parte de su hacienda, sostenidos durante largos días con poco alimento para llegar al fin a morir   a la vista de las pobres familias a quienes antes sustentaban; el ganado mayor, más resistente, pero también muerto al rigor del hambre  o extenuado en términos que no podrá resistir el nuevo pasto de la primavera  y la nueva sangre que en ella cambia; campos sin preparar ni poder abrir el surco en la tierra para que reciba y vivifique la semilla; perdido en fin el ahorro del labrador.
El Oriente de Asturias. Sábado 14 de Abril de 1888. Nº 159.-












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