Manifiesto del Hambre
Nacido en Oviedo el 20 de Abril de 1840.-
Manifiesto del hambre
Amante de mi país y amigo de la clase labradora, á cuya vista he crecido, no puedo mirar con indiferencia su suerte y dejar que pasen desapercibidos hechos que considero conveniente y aun necesario publicar. Imposibilitado de hacerlo en los periódicos de esta capital, no obstante haber encontrado inútilmente propicio El Industrial, al cual me dirigí, me veo en la necesidad de estampar en hoja suelta los siguientes renglones, donde me propongo decir la verdad desnuda y patentizar al mundo la horrorosa miseria que aflije a este suelo y al abandono total con que se le mira.
La cuestión que voy á tratar es de hambre exclusivamente, y si alguno hubiere que, dando tortura al pensamiento, la quisiere sacar de este terreno, lleva la intención dañada, quiere perjudicarnos.
Los repetidos años que llevamos de escasa cosecha son el origen del notable atraso en que hace tiempo están los labradores en lo general de la provincia. En la parte de Occidente se perdió por completo la correspondiente al año de 1852, y sus habitantes sufrieron las desgracias que nadie ignora, pasando por los trances más duros de la vida hasta que, en parte, fueron aliviados con algunos socorros de los muchos que se habían proporcionado á una provincia vecina, más 300.000 reales que se mandaron pagar mensualmente, por espacio de cuatro meses, facilitados por el gobierno de la Nación con aplicación á caminos, cantidad religiosamente invertida durante el año próximo pasado. En él, según los datos reunidos para la comparación con otros, solo se ha recogido una cuarta parte de los frutos en recolección ordinaria, insuficientes, con gran déficit, para rescatarse de los empeños y compromisos contraídos por la escasez de los anteriores. El porvenir no se ocultó a los ojos de aquellos hombres que, por bien acomodados que se consideren, saben tomar parte en las desgracias de sus semejantes: los propietarios temblaron, no por la pérdida de sus rentas, si al ver el horizonte amenazado infortunios para sus honrados colonos. Sin embargo, todos creíamos deber esperar algún amparo del gobierno de S. M. para una provincia tan leal, tan sumisa, cuna de la gloria é Independencia de España, de la religión y de la libertad, para una provincia que contribuye al sostén y seguridad del Estado con la sangre de 1145 de sus hijos y con 26 millones al Erario, la primera vez que se veía en la necesidad de pedirlo.
Los males no tardaron en dejarse sentir. En los meses de Noviembre y Diciembre empezó ya la mendicidad á esparcirse por todas partes y entonces algunos Ayuntamientos, y muchos diputados provinciales comisionaron y excitaron á varios señores senadores y diputados a Córtes y provincia residentes á la sazón en Madrid, para que hicieran presente al gobierno de S. M. el mal estado del país y el que consiguientemente se preparaba. Me cupo la honra de pertenecer á esta comisión, como miembro del Senado, y oír de los labios del Presidente del Consejo de Ministros palabras muy lisonjeras, porque al decirnos que ya tenía conocimiento de la aflicción de Asturias, nos ofreció hacer cuanto en su mano estuviese para mejorar nuestra suerte; y después de haber oído expresarse en igual sentido á los señores ministro de Fomento y de Marina, nos apresuramos á participar el éxito de nuestro cometido á las corporaciones que nos lo habían confiado, porque comprendíamos el ansia con que debían esperar el consuelo.
El hambre de día en día iba creciendo, y los casos que se referían a sus efectos eran de tal naturaleza, que algunos se creyeron exajerados; pero la evidencia llenó de amargura mi corazón. En Marzo del presente año recorrí una porción de concejos, no solo con el objeto de persuadirme de la verdad examinando personalmente la situación de los pueblos, sino con el de cazar, como tengo de costumbre. No es fácil que yo pueda describir aquí las impresiones que recibí en aquella excursión. Al ver á labradores medianamente acomodados, á mis compañeros de caza, en quienes constantemente hallé las mejores pruebas de amistad, cariño y honradez, tristes, abatidos, pidiendo trabajo para poder alimentar a su familia, sin recursos y en un estado aflictivo, sentí helarse mi sangre. Pero cuando llegó al colmo mi desconsuelo, y, sin avergonzarme lo digo, mis ojos se inundaron de lágrimas, fue al encontrarme en un monte del partido judicial de Laviana, parroquia de Villoria, á donde había ido á buscarme un hombre, en cuyo escuálido semblante se veían marcados los mayores sufrimientos, y que con voz desfallecida me dijo: me muero de necesidad, mi mujer y cinco hijos que tengo no comen más que yerbas. ¡A cuantas consideraciones no dan lugar semejantes palabras! Pero no es mi propósito entrar en ellas. Mi contestación fue mandarle bajar inmediatamente á Tolibia á tomar algún alimento mientras yo iba á unirme á él. Pocos instantes después estábamos hablando en una mala taberna. Preguntéle qué había comido, me contestó, y era cierto, dos cuartos de pan. Este era el uso que había hecho de mi ofrecimiento un infeliz á quien le faltaba el alimento estuvo á punto de privar de la vida. Obedeciendo á una insinuación mía marchó desde aquel sitio á ver al señor alcalde para que tomara una determinación, mientras un muchacho llevaba de mi orden algún socorro al resto de la familia. La autoridad, con la solicitud propia del deseo de evitar un mal grande, tomó inmediatamente sus disposiciones mandando un dependiente á cerciorarse del estado de aquellos infelices, el cual no tardó en volver con la respuesta que, de aquellos desventurados seres, acababan de espirar dos, un niño de ocho años y otro de once. Al oír semejante noticia, me horroricé. ¿A quién no extremecería el considerar que aquella realidad justificaba la relación de hechos semejantes y anteriores? Y por desgracia, casos tan ciertos como dolorosos, se repitieron en diversos puntos de la provincia.
A mi vuelta de aquella expedición, hallé instalada la Junta superior de Caridad en el palacio del excelentísimo é ilustrísimo señor obispo, presidente, de la cual me había cabido la honra de ser nombrado vocal. A nadie se le ha ocurrido siquiera poner en duda nada de cuanto llevo dicho. Convencidos estaban todos, como todo el país, de la verdad, y el señor gobernador civil de la provincia dirigió á la junta palabras consoladoras anunciándonos recursos del gobierno superior, á quien constaba ya la calamidad que sufríamos, por las repetidas comunicaciones que sobre el particular su señoría le había pasado. Le supliqué que mientras se recibían aquellos socorros, se suspendieran al menos los apremios que hubiera contra gente tan desdichada, y S.S. aseguró que ni los había á la sazón ni los habría después. Los pueblos saben muy bien si las palabras del jefe de la provincia fueron una verdad. Se dio nuevamente comisión á los señores senadores y diputados a Córtes residentes en Madrid para que se acercaran otras vez á los ministros de S. M., y al excelentísimo Sr. D. Pedro Salas Omaña fue el encargado de contestar, dándonos las más halagüeñas esperanzas. Todos manifestaron los mejores deseos, y tengo la íntima convicción de que han hecho y hacen los mayores esfuerzos para atenuar mal tan terrible, ya que remediarlo no está en la posibilidad.
Los ayuntamientos apuraron todos los recursos tomando dinero á interés para comprar granos, á fin de que las tierras no quedaran sin sembrarse; las clases todas de la sociedad medianamente acomodadas están dando una prueba de caridad cristiana ejemplar y los que reciben las limosnas los más raros ejemplos de virtud, dejándose morir de hambre antes que echar mano de cosa alguna que no les pertenezca; se da de comer á cualquiera de ellos, ya sean tiernos niños, ya personas mayores en cuyos mortales semblantes la necesidad ha impreso una huella desoladora, y á pesar del deseo que les acosa de alimento, al instante que reciben una limosna, que miran con avidez corren a buscar al padre querido, á la moribunda esposa, á los tiernos hijos, al resto de la familia, en fin, para partir con ellos. A la vista de estas escenas, ¿qué corazón puede hacer alarde de su dureza? El hombre más inmoral y corrompido del mundo que las presenciara, y con los ojos del espíritu examinase y estudiara tanta abnegación, tanta virtud, ¿no abandonaría su brutal vida? Pero por desgracia hechos tan dignos de admiración pasan desapercibidos para la mayor parte de la sociedad.
Contaba la Junta superior de Caridad para salir de situación tan angustiosa con la suma de 424.000 reales, cuya caridad se invirtió, la mitad aproximadamente, en granos para hacer la siembra, y el resto efectivo, distribuido á la mayor parte de los concejos de la provincia.
En medio de tan desconsoladora situación un periódico, por error sin duda, dijo que había 4.000.000 reales como recursos positivos, noticia que El Heraldo inmediatamente reprodujo en sus columnas. En vista de esto, sin duda, las personas caritativas y acaso el Gobierno, considerándonos con una cantidad, si no suficiente, respetable para atenuar el mal, nos abandonaron completamente, y averiguada la exactitud de aquellos anuncios, los recursos quedaron reducidos á la oferta por parte del Gobierno, de 1.200.000 reales, de cuya cantidad solo se han recibido 90.000, y á 444.600 que por diferentes donativos llegó á reunir la Junta de Caridad, que no ha podido distribuir por completo: total 534.000 reales. De los informes tomados por las corporaciones, encargadas de buscar é invertir los fondos, resulta existir entre los 500.000 habitantes de esta provincia, más de 300.000 que carecen del puramente necesario sustento. Ahora bien, ¿Se concibe que los insignificantes recursos que llevo mencionados hayan podido aliviar en lo más mínimo á tantos y á tan desgraciados seres? Para asegurarlo, para presumirlo, fuera preciso carecer de sentido común.
A la par de los pueblos sufrían tan cruel azote veían acercarse el plazo para el pago del segundo trimestre de la contribución, y todos conocían la imposibilidad absoluta de realizarlo, porque para el de las anteriores ya se habían visto precisados los alcaldes y recaudadores a tomar cantidades á préstamo; los más de estos se dan por satisfechos con perder los depósitos y conozco varios que han de sentir por espacio de algunos años los perjuicios que hayan sufrido con los repetidos y continuos apremios de que son objeto, en honor de la verdad y de la justicia, no por fondos que tengan recaudados, sino por las cuotas irrealizables correspondientes á un sinnúmero de infelices que absolutamente nada tienen de que echar mano.
En tal estado apareció en la Gaceta oficial de Madrid el Real decreto de 19 de Mayo último pidiendo a la nación un anticipo de 160 millones de reales. Inútil es decir que reunidos los ayuntamientos de esta provincia, y mayores contribuyentes, en sus respectivos concejos (á excepción de dos o tres de aquellos que, sin contar con sus contribuyentes, después de llorar su miseria ante la Junta de Caridad, y después de haber recibido una limosna, ofrecieron el anticipo), acordaron elevar exposiciones a S. M. suplicando se les relevase el pago ó aplazase al menos el trimestre hasta nuevos frutos, y el anticipo hasta cuando la provincia se repusiese de los golpes de tanta desventura. El de Oviedo, á quien tengo la honra de pertenecer en unión de los mayores contribuyentes, resolvió por unanimidad nombrar una comisión mixta, compuesta de dos de éstos, que lo fueron los señores D. Ramón Casaprín y D. Antonio Méndez de Vigo, y dos individuos de la corporación municipal, el sindico Sr. José Landeta y el que suscribe, para llevar la del concejo al señor gobernador de la provincia. Poniendo en sus manos dicho documento, le suplico el primero de aquéllos le presentara su apoyo al elevar á S. M. La contestación de aquella autoridad fue satisfactoria diciéndonos que así lo haría, convencido de la justicia con que pedíamos el amparo del gobierno, y aún pudiera decir que ha llevado sus promesas hasta el punto de asegurarnos que el pago del anticipo se aplazaría hasta Diciembre, según los pasos que se habían dado y noticias que tenía.
Nos apresuramos á hacer presente esta respuesta á la ilustre corporación que aguardaba con ansia el bien que iba buscando para sus administrados, y que con los mayores esfuerzos y sacrificio á la vista de todo el mundo. Con esperanzas tan fundadas, muy ajenos debían estar los pueblos que de sus clamores se desoyeran, y el Ayuntamiento de la capital de recibir un oficio del señor gobernador civil de la provincia, transcribiendo otro de la Dirección general de contribuciones, en que después de hacerles la ofensa de dudar de la verdad que consta, y por tantos hechos reconocieron los gobiernos de provincia y superior de la nación, deniega las peticiones, y supone que hay varias provincias en peor situación que la de Asturias. Del resultado de nuestras exposiciones y del escrito de la Dirección, se deduce que aquellas no han llegado á las augustas manos de nuestra Reina, que el señor gobernador no les prestó el apoyo que era de esperar y había ofrecido á una comisión respetable, y por último, que nuestros lamentos son infundados. Apelo al juicio de los que, como yo, han presenciado, escenas cuyo recuerdo solo me estremece, á los sentimientos de hidalguía y honradez que distinguen á los habitantes de esta provincia, y dudo haya uno solo por indiferente que aparezca, que no sienta en el fondo de su alma la voz de la indignación al saber el desprecio con que aquella oficina trata á una provincia por tantos títulos ilustre, y al ver la palpable contradicción en que se pone con el Gobierno de S.M. que por repetidas y varias comisiones y comunicaciones, tiene conocimiento, si no exacto, porque ni los rasgos de la pluma ni las articulaciones de la lengua, son bastantes á bosquejarlo, aproximado, aproximado, de nuestra triste y dolorosa situación.
Las vecinas provincias de Galicia, en la desgracia lamentable que el año próximo pasado las afligió, se vieron socorridas con abundantes recursos. A la de Lugo, según leemos en el número 1615 de La Época, se le concede una moratoria para el pago del anticipo, ya que no el perdón.
¿Qué delitos ha cometido la de Oviedo, modelo de lealtad y patriotismo, para verse abandonada de tal suerte y aún escarnecida en mitad de sus angustias? ¿Será tal vez porque se haya comparado la recaudación de los meses transcurridos desde 1854 con la delos mismos del anterior, y se vean recaudados cerca de dos millones más que el pasado y que se hayan remitido á la corte, con exceso acaso, las cantidades pedidas á la provincia? ¡Cuántas lágrimas habrán costado esos caudales! ¡Cuántos sudores! ¡Cuántas penas! En último resultado lo que vendrá á probarse de aquellas comparaciones será la innegable virtud y sumisión de sus honrados habitantes que consideran como la primera atención el contribuir con su sangre y sudor al sostén del Estado, y obedientes siempre á la voz de los gobiernos, cuando han apurado ya todos los recursos, entregan á los recaudadores las cosas más precisas para alimentarse y por último el ajuar de casa y los aperos. A los ayuntamientos apelo y á los venerables párrocos que no obstante su precaria y desatendida situación, llenan de maravilla al hombre pensador y humanitario, con los sacrificios que están haciendo en beneficio de sus feligreses, para que con entera libertad me desmientan. Pero la verdad es innegable, y á todos consta, la exactitud de mi relación. Ellos podrán, decirnos si por esfuerzos que hagan en unión de los pocos vecinos regularmente acomodados en sus feligresías ó concejos, podrán nada más que sostener la cuarta parte de los pobres de su vecindad. Seguro estoy de que repetirán conmigo ¡imposible!
En semejante caso ¿qué otro recurso queda á la indigencia que busca trabajo y no le encuentra, qué prefiere la muerte al crimen, más que acudir á la capital á implorar la caridad pública? Pues bien; á estos infelices, á estas virtuosas gentes que piden y no roban para comer, se les da la acogida más dura y cruel que los hombres han podido imaginar para sus semejantes. Recogidos por los dependientes de vigilancia civil, se les encierra en un inmundo patio contiguo á la cárcel Fortaleza, donde permanecen hacinados, expuestos á la intemperie y sin alimento alguno todo un día, el que tiene la desgracia de ser encerrado antes de haber llegado á una puerta amiga ó recibido limosna de una mano compasiva. Con asombro de los vecinos de aquel lugar se les ha visto disputarse los desperdicios arrojados de la cocina de la cárcel, moviendo la compasión de aquellos que apercibimos de su necesidad se apresuraron á llevarles algún socorro. Después de permanecer en tal estado, después de este inhumano tratamiento, digno antes de fieras que de hombres, se les despide al caer la noche por los mismos que los han recogido, conduciéndolos á las afueras de la ciudad en dirección á sus respectivos concejos. Esta es una crueldad de que no hay memoria ni ha podido haberla, pero que por desgracia está dejando una huella indestructible en la nuestra para poderla contar á nuestros sucesores, y perpetuar las causas de tan infausto recuerdo. Serían las once de la noche del día 22 del actual, cuando llegó a una casa distante legua y media de esta capital una mujer escuálida con dos tiernas criaturas, de tal manera desfallecidas que, á no haberlas socorrido como la religión manda, hubieran indudablemente perecido las tres.
Había entrado en el terrible lugar de que llevo hecho mérito á las nueve de la mañana, sin haber tenido la fortuna de encontrar un alma piadosa que la pudiera haber socorrido con cualquiera alimento desde el día anterior en que no había tenido que comer, ni que dar á sus hijos. Hoy que los vecinos tienen conocimiento de estos hechos piden para socorrer á aquellos desgraciados; pero hasta de este socorro se les ha privado mandando tapiar la gatera por donde les daban alimento. Los mayores criminales no podrían ser tratados con mayor crueldad. ¿Y cuál será el resultado de tanto rigor empleado con ellos? Que no los veremos recorrer las calles buscando una mano generosa que los libre de una muerte segura; pero en cambio morirán á centenares en los campos, en los caminos y sus cuerpos más de una vez llegarán á ser presea de las bestias carnívoras, y para colmo desventura, como consecuencia precisa, el país infestado por una epidemia, que vendrá á aumentar nuestra consternación, si en ella cabe aumento.
Para evitar tamaños males estoy dispuesto á hacer cuanto mis humanitarios sentimientos me sugieran. Me envanezco con el nombre asturiano que llevo, y no perdonaré esfuerzo alguno en ningún sentido que me conduzca á aliviar la suerte de mis paisanos. Por eso y para dar lugar á cualquiera que desee demostrar una situación más halagüeña que la que dejo trazada, he llamado la atención del público. Rectas son las intenciones. ¡Ojalá que el resultado coronara nuestros sacrificios! Pero conociendo las obligaciones que la posición social respectiva impone á los hombres, no quiero dejar de cumplir la mía; aprecio en mucho la benevolencia y me horroriza la idea de ser objeto de execración y aborrecimiento de los mismos con quienes la suerte me ha unido con vínculos tales que lloraría toda mi vida si la inercia; el abandono é indiferencia, que detesto, hubieran llegado ó pudieran llegar á romperlos algún día.
Oviedo 22 de Junio de 1854.
El Marqués de Camposagrado.
La riqueza y abundancia no fueron muchas en tiempos pasados: la vida era humilde y modesta lo mismo en la ciudad que en las villas, aldeas y caseríos; la cultura nula ó escasa; el hábito todavía rudo; la limpieza y el aseo muy deficientes; la higiene aun en mantillas; la salud descansando, por lo general, en la fuerte y vigorosa naturaleza de la raza; mas ésta combatida, y á veces aniquilada, por la lepra, verdadera pandemia de la edad media, esta y más plagas, que mueven a la caridad para “malaterías” hospitales y albergues. La morada es pobre, y aun en la de los ricos y acomodados no había modo para mayores comodidades. La madera es todavía el predominante elemento de construcción de la casa y mobiliario; la traza de una y otra simplicísima, aunque fuerte y maciza; El hogar y llar ennegrecidos por el humo, sin la salida propia de posterior chimenea, constituyen el principal departamento de la casa para comida, reunión, rezo doméstico y ciertos trabajos manuales; las otras habitaciones no pueden ser menos- pared por medio del establo- y en ellas el lecho paupérrimo sobre el suelo, yerba y hojas; y siguen el arcón, los aperos de labranza.
Los labradores Podemos hoy lamentar la suerte de los hombres que para romper la tierra usan de los bueyes, que apenas gozan más que ellos de los frutos de la tierra que cultivan. Ellos siembran, ellos aran, ellos siegan, ellos trillan, y después de hechas todas las labores les viene otra fatiga nueva, y la más sensible de todas, que es conducir los frutos, o el valor de ellos, a las casas de los poderosos, dejando en las propias la consorte y los hijos llenos de tristeza y bañados de lágrimas. Pero yo me lamento de los pobres que trabajan y hambrean, debiendo con más razón lamentarme de los ricos que comen y engullen lo que aquéllos trabajan. ¿Qué nos dice el Salvador, en la pluma de San Lucas? Bienaventurados los pobres; Bienaventurados los hambrientos; Bienaventurados los que lloran: ¿Y qué queda para los poderosos, que abundan de los bienes del mundo? Nada, sino lamentos: ¡Ay de vosotros los ricos! ¡Ay de vosotros los que estáis hartos! ¡Ay de vosotros los que estáis risueños y festivos! ¿Por qué aquéllos bienaventurados, y éstos infelices? …………………… Considérese que un labrador, que no saca de su tarea lo preciso para su sustento y abrigo razonables, no trabaja ni aun la mitad que otro bien sustentado y cubierto. Esto por muchas razones. La primera, porque no tiene iguales, sino muy inferiores fuerzas. La segunda, porque lo poco útil que le rinde su fatiga le hace trabajar con tibieza y desaliento. La tercera, porque el desabrigo de la habitación, de la cama y el vestido le acarrea varias indisposiciones corporales que le quitan muchos días de trabajo: estamos hartos de ver y palpar esto en estos países. Los labradores míseros es gente más enfermiza que la ociosa, como estoy viendo cada día. La cuarta, porque su pobreza les prohíbe tener instrumentos oportunos para la labranza; porque en esta clase, como en todas las demás, lo mejor y más útil es mas costoso. ………. Yo quisiera que este escrito diese motivo para que la materia se tratase, aunque no fuese más que por modo de diversión, en varias conversaciones de personas hábiles y celosas, en las cuales se fuesen tratando las conveniencias o inconvenientes de la idea y los modos más oportunos de practicarla. Teatro crítico universal. Benito Jerónimo Feijóo.-
Las caserías, que caracterizan y distinguen más las viviendas de nuestros labradores están constituidas por casa rústica, baja ó de piso terreno, bastantes con piso y corredor ó solana sombreado por la parra; al lado la corte ó establo del ganado; encima de éste la tenada ó pajar para el invierno; cerca la “figal” ; adosadas á las paredes los caxellos ó colmenas; y próximo, el pequeño y apretado cubil para el gochu. Enfrente de la casa, muchas veces bendecida por la iglesia, hay una extensión de terreno mayor ó menor, según la importancia de la casería, á la que sirve a manera de desahogo, cerrado ó muriao sobre sí ya de pared ó de cárcoba, llamado cortada, corralada ó antoxana, para ejecutar diferentes faenas: las del acarreo y depósito de estiércol, cucho, en la cuchera, que más tarde se ha de llevar á las tierras de labranza cuando las sementeras; de leña para la cocina; el árgoma para el forno; y el rozo para estrar el ganado. Sirve también para espacio donde se sostienen y guarecen las aves de corral. La cocina es habitación principal de la casa. Amplia y espaciosa en cuanto sea posible, obscura y afumada por escasa luz y difícil salida de humos, en ella brillan y se destacan diferentes enseres metálicos, limpios y bruñidos. El llar es el fogón, bajo, a penas levantado del suelo; el sitio donde se tiza, el verdadero fundo de la casa y sobre él aparecen las cadenas, calamieres ó calamiyeres, de las que pende el pote ó vasija de hierro, con tres piés, donde se cuece y condimenta la frugal comida. En las trébedes puestas sobre los encendidos troncos. Al extremo superior de la chimenea se coloca el sardu, de varas ó fuertes mimbres, donde se ponen para secar y curar las castañas, nueces, avellanas,etc. La estancia se alumbra en la noche por el candil, antes abierto y ahora cerrado, alimentado sucesivamente por saín, aceite y petróleo; en la traviella, tabla ó borde de la chimenea, se colocan pucheros y cazuelas, tariegos, escudielles y zapicas, al alcance de la cocinera; la masera así es amasadera como despensa para alimentos más a mano; en un extremo del departamento están las ferrares, cubas abiertas para el transporte del agua, con anchos aros de hierro que semejan de plata á fuerza de exquisita limpieza, Tras el llar, en un ángulo de la cocina, está el forno tapado por la tabara, para cocer la boroña ó el pan; departamento cuya curva construcción bien se acusa en el exterior de las viviendas asturiana. En otros sitios de éstas, figuran pocos o ningún mueble de comodidad más que la humilde cama con colchón, “sergón” de fueyes ú hojas de maíz; Se ven el taburete y la tayuela de asiento; las cestas, paxu, goxa, macón, tejidas de mimbres ó de madera. Se desayuna en verano con leche de vaca, tal cual se acaba de ordeñar, en la que mojan pedazos de boroña, y en invierno con sopa de leche bien caliente, a las doce, hora señalada por el sol ó por la campana de la parroquia ó ermita próxima, se come el pote, llamado así por tropo la comida del mediodía. A las ocho ó nueve de la mañana se echan en la férrea vasija habas y agua, y una hora después tocino salado, algunas veces morcilla, verdura picada ó patatas, se hierven a fuego lento hasta que reunida la numerosa familia, alrededor del llar, cada individuo espera con su escudilla de barro y tosca cuchara de madera á que el ama de la casa proceda al reparto. Para cenar sirve el mismo pote de la mañana, que ya se tiene cuidado de hacerlo abundante. En ciertas épocas del año, los labradores comen también las farrapes ó fariñes, harina de maíz cocida en agua hasta tener espesa consistencia, que se sirve en platos y se acompaña con leche. Si algún día de la semana el ama de casa va al mercado del pueblo próximo á vender gallinas, huevos ó algún producto de la casería, entonces con el dinero del precio, antes de mercar una tercia de bayeta ó estameña para remendar las ropas, suele comprar un pan grande de trigo y dos ó tres docenas de sardinas arenques, que sirven de almuerzo al hombre de la casa. Por regla general, el aldeano mata un pequeño cerdo, que ha criado en casa y hace, por Diciembre ó Enero, un pequeño samartín de chorizos y morcillas, que cura ó ahuma bajo el sardo de la cocina, así como los restos de tocino, huesos pellejos (los jamones se venden) se salan en el duernu y se depositan después en el hórreo.
Rodeando las viviendas están las principales tierras de labor de la casería, las de pasto y arbolado, los montes no muy lejos, llamándose llosa, dedicada á labrantío , la finca que está unida ó muy próxima a la morada. Varias caserías colindantes ó vecinas forman la quintana. Los domingos y días festivos los dedican relativamente al descanso. Muy de madrugada siegan la pación ó yerba verde de primavera y otoño, si es que no lo hicieron en el día anterior. Por la tarde no pocos frecuentan la taberna de que no está desprovisto ningún pueblo; pasan allí algunas horas bebiendo sidra ó vino; juegan á los bolos, á la llave ó chapa, con mugrientos naipes á la brisca, al tute, hasta que al oscurecer tornan á sus hogares. Las mujeres casadas se reúnen a la puerta de las casas ó bajo de una panera, mientras las solteras se agrupan y se divierten en el centro del pueblo ó quintana, bailando al compás de las panderetas, no estando muy lejos los galanes, que alguna parte toman en el regocijo, si bien para galantiar tienen otros días y horas. Si, como se ve y es universal y corriente, con fiestas se casan y vienen al mundo nuestras gentes del campo, también con fiestas y con ritos singulares se entierran. La generación de antaño alcanzaba con salud edad más provecta, aun llamando tardíamente al médico, generalmente á un cirujano romancista, cuando no á un intruso curandero campestre ú hombre curioso, que con remedios caseros ha causado y seguirá causando innumerables víctimas. La fila es la tertulia de la aldea. En una casa del lugar, prefiriendo las que tengan amplia sala ó cocina espaciosa, reúnense generalmente en jueves y sábados por la noche y en el invierno las familias conocidas con objeto de dedicarse á hilar la mujeres, sosteniendo el alumbrado y pocos más gastos, ya por pequeña cuestación semanal ó hilando en determinado día en favor de los dueños de la casa. No siempre, pero si con frecuencia, la fila es un pretexto de diversión y concurren los mozos de la redonda, que en animada conversación con las jóvenes hacen más agradable la velada. Con las pintadas ruecas y torneados “fusos” van convirtiendo en hilo los manojos de estopa; alguna anciana recitaba antiguamente los hermosos y viejos romances, preciada joya literaria de pasadas épocas, y antes también se cantaban con aire y son cuya cadencia se ha perdido. Los jóvenes refieren cuentos; algunos memorias del servicio militar; frecuentemente se entretienen más, ríen y gozan con agudas y preguntas ingeniosas, casadielles, acertijos, adivinanzas, etc. Mas encanto tienen las esfoyazas, que participan de solaz nocturno en invernales noches. Esta operación, se hace por turno en casas de labranza, concurriendo los mozos de la redonda que, aquí como en todas partes, van siempre tras ellas. Las mujeres, sin distinción de edades, esfueyan ó desenvuelven las hojas, descubriendo el dorado grano de las panojas y las apilan, separando las riberas, pequeñas; los niños las entregan a los hombres estos tejen las hoja, formando ristras ó riestras de cuatro metros más o menos de largo, Semejantes tareas son de mucha alegría. Canta en opuestos bandos la gente moza; retozan se obsequian unos á otros con disparos de panoyas; y para final de fiesta hay baile, gaxos de boroña y libaciones de sidra, Antón de Marirreguera describe esta escena de la esfoyaza:
La postrer nuiche ya
d´Octubre yera
Y acabóse temprano
la esfoyaza. La xente
veladora y placentera
De comer la garulla
daba traza: Había
de figos una goxa entera,
Peres del forno,
gaxos de fogaza,
Y tizaben el fuevo con
tarucos, Fartos de
reblincar los rapazucos.
Al par del llar so les calamieres,
Porque ya facía friu,
s´asentanon Entremezclados
homes y muyeres:
Les moces á los mozos
purrin peres,
Y desque la
barriga fartucanon,
Trabaquiaben les
vieyes á los vieyos,
Bien pasada media noche termina la esfoyaza y entonces los galanes acompañan á las mozas a sus casas, que suelen no estar cerca, seguidas de las viejas; pero al amanecer todos están en el trabajo. En la noche de San Juan tiene virtud privilegiada y presagio de felicidad duradera el acto de coger en las fuentes la “flor del agua” , ó la capa superficial de su remanso, sobre el que se depositó el bendito rocío; rocío en otras regiones de peregrinas cualidades y resortes. Así lo cantaba Caveda en Los enamorados de la aldea:
Verná de San Xuan
la noche templadina
y estrellada y el carbayu
non pondré arrimadu
a to ventana; ni á to
puerta cantaré con
el paxarín del alba:
¡ay! por el agua corría,
¡ay! por el agua manaba.
La paz dichosa mora en tales pueblos; nada turba su tranquilidad en lo ordinario; pero sí, a deshora, la presencia de infeliz y contrecha anciana, la bruxa, mensajera de enfermedades y desgracias, porque ella lleva consigo el mal de ojo, que describe Caveda en su inimitable y sentida poesía El Niño enfermo:
Si lu agüeyara la vieya
Rosenda del otro llugar?
Desque allá na cuerra lu
diera en besar, poqueñín a pocu mordiéndose vá. Dalgún maleficiu la maldita i fay; Que diz q´á Sevilla los sábados vá, y q´anda de noche por todu el llugar, chupando los ñeños que gordos están. ¿Si el miu la bruxa también chupará?
Témolo en concencia ,
témolo en verdá. Mañana sin falta, si he que llego allá, con agua bendita lu tengo
asperxar, y ponéi la cigua
antes de mamar, y dai pan bendito mezcla al papar, y de San Benito se i ha de colgar la regla que fora del Padre Bastián.
De tan laberíntica medicina popular son
interesantes ejemplares el ya indicado “mal de ojo”, el también referido “del filu” “la caída del cuayu”, la “paletilla en bajo” etc. que hacen el proceso de la ignorancia y credulidad de centenares de campesinos.
La operación de la siega, á la terminación del verano, es alegre, concurrida y provechosa. Asisten a los prados robustos y hábiles segadores, armados de cortantes guadañas, llevando a la cintura el zapicu o vasija de madera donde va la piedra de afilar. Buscase para ese trabajo los días mas calurosos, que hacen más penosa la fatiga, A la sombra de cercanos árboles consumen al mediodía frugal comida y aun duermen breve siesta; pero á la caída de la tarde amontonan el heno sobre carros, colocan los alegres rapas sobre la abultada carga y ésta la almacenan en la tenada.
El molino, fábrica y también tertulia de la aldea, se sitúa, en las laderas de terrenos próximos a los ríos; tómanse más altas y atrás las aguas desde la compuerta, para calcular la corriente, y siguen su curso por la presa o humilde canal a orillas del río a fin de llevar la fuerza a la pobre fábrica.
La profesión agrícola, aunque principal, no fue nunca exclusiva entre los habitantes del país, que con las labores del campo alternaron y alternan en otras de diferente industria. La alfarería fué una de ellas en manifestaciones de trabajo rudo y tosco. Vestigios quedan por comarcas de Avilés y Castrillón con sus cántaros y ánforas, pucheros, tazas, pucheros, tazas y demás vascas de barro grafítico negro, en Llamas del Mouro, de Cangas de Tineo, y en más localidades donde sigue la heredada profesión poco menos que estacionaria, á la manera de la del ladrillo y teja. En esta son notorios los tejeros ó tamargos de Llanes, que todos los años, después de terminada la sementera en Mayo, salen de costera, unos como amos ó empresarios, otros como criados ú oficiales, y se desparraman por Asturias o provincias limítrofes y se dedican a penosísimo trabajo de la manipulación de la arcilla en desmanteladas tejeras, hasta regresar a sus casas en los últimos días de Septiembre. Retornan con los ahorros de sus varias soldadas con las que atienden a múltiples necesidades. Los canteros ó erguinos de Rivadesella, hábiles labraste solicitados desde muy lejos. La producción de sal tiene igualmente vieja historia en el país con industria aquí floreciente en los primeros siglos de la Reconquista. De aquel trabajo quedan recuerdos en ambas orillas del Nalón, donde había gran número de hornos para la extracción de sal..La explotación aurífera principalmente en términos de Castropol, Cangas de Tineo, Tineo, Valdés. El ferreru asturiano es un tipo clásico en las aldeas, verdaderos artistas fabricando navayes, peslleres, calamieres, trébedes, otros objetos manuales, de cocina, y de múltiples usos. Los artesoneros trabajan muchas veces al aire libre en el mismo monte cuando no pueden transportar pesados troncos de los árboles, y allí se instalan con máquina simplicísima y tornean artesones, fuentes, cacerolas, tazas, cachos para el vino, etc.. que venden de casa en casa ó por ferias y mercados. Operación semejante es la de los madreñeros. Todos estos obreros de la madera no son fijos y sí ambulantes, peregrinando por distintos concejos. Artesoneros de fama son los de Degaña, y madreñeros notorios los de Aller, Somiedo y otras localidades. No sucede lo mismo con otros moradores de sitios apartados y los que trabajan en vida nómada y ejercicio ambulante en que se mantienen todavía no pocos zapateros y los andadores goxeros de Peñamellera baja. Estos hacen o componen las cestas, macones, maniegas y goxas, desparramándose por Asturias y otras provincias. Las mujeres se dedican en invierno a tejer cestas y cestos varios de mimbres, que en verano cuidan de recoger en las vegas. Pintorescos con los “viajes” temporales de los americanos “para echar un remiendo á la labranza, reforzar el ganado, poner corredor a la casa, correr las romerías con vistosas alhajas, obsequiar a las rapazas , apalabrar a alguna para más adelante retornar otra vez a la isla. Ciertamente que por ley de lucha la emigración americana consumió muchas vidas; mas también fue fomento principalísimo de la riqueza provincial. La vieja Asturias, hay que buscarla en apartados repliegues de las montañas, lejos de los centros y comunicaciones. Aun en estos escondidos sitios de una Arcadia que fué hay contados “ejemplares2 de ancianos de vida patriarcal, que no sabe del mundo más allá de sus montes, sinó rumores y relaciones de los que en el vivieron. Octavio Bellmunt y Traver . Revista Asturias. Tomo I.
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El destino de los expósitos
Hasta principios del siglo XIX los niños expuestos en cualquier zona del Principado eran trasladados para su acogida al Real Hospicio de Oviedo. Este traslado se realizaba en condiciones tan precarias que gran parte de ellos morían por el camino o llegaban moribundos, sobreviviendo a los primeros días del abandono escasamente el 10 por ciento. Para remediar en lo posible esta situación se establecen, entre 1807 y 1808, cuatro cajas-cuna cuya finalidad es acoger a los expósitos de la zona y, en el menor tiempo posible, darlos en crianza a una nodriza. El expósito permanece en casa de la nodriza hasta los seis años, momento en que es entregado en la caja para su traslado a Oviedo.
La primera finalidad de los centros asistenciales es la de acoger, especialmente, a huérfanos desvalidos y a aquellos hijos cuyos padres, por su extrema pobreza, no pueden mantener. Subsidiariamente, se admiten también aquellos niños cuya presencia ocasione un daño al honor de la madre (hijos naturales de una soltera de buena posición social) o a la paz de un matrimonio (hijos adulterinos).
Párrocos, y alcaldes tienen el deber de vigilar estrechamente a aquellas de sus feligresas que se encuentren embarazadas fuera del matrimonio, a fin de que no puedan abandonar la criatura o, en última instancia, matarla.
En aquellas localidades donde no existe ningún asilo los niños son abandonados, generalmente, junto a la casa de alguna persona acomodada. Otro lugar escogido con cierta frecuencia para el abandono es la puerta de una ermita.
A partir de 1850 se entregan con frecuencia sobre todo en la caja de los Oscos, niños de 3 y 4 años, que más tarde son recogidos por sus padres. Todo parece indicar que las condiciones de vida de la población se van deteriorando seriamente en los años siguientes, impidiendo a muchas familias el poder mantener a sus hijos, por lo que optan por conducirlos a la inclusa, recogiéndolos más tarde si hay ocasión para ello.
A fin de limitar el número de abandonos motivados por la miseria, las cajas comienzan a pagar, a partir de 1871, pensiones de lactancia, tanto a las madres solteras como legítimas, por un plazo de dos años. Dentro de los elevados índices que presenta la mortalidad de los párvulos en el siglo XIX, el colectivo de expósitos, por su propia condición, es el que presenta un mayor riesgo de muerte en los primeros años de vida.
Para los niños asilados en grandes instituciones, las cifras son pavorosas, pasando del 90 por ciento los niños muertos antes de cumplir el año, muriendo la mayor parte de ellos en los primeros días de si ingreso.
El registro dice literalmente lo siguiente:
Petra, del 31.3.1830.
En la noche del 31.3.1830 a las onza della, se oyó una criatura, que llorando decía námen tío; mandé ver lo que era y hallaron una niña como de dos años en un poyo contiguo al torno de esta casa de mi cargo. Mande recogerla suponiéndola abandonada de sus padres y se le encontró una cédula que decía bautizada vengo y Petra me llamo, suponiendo fuese cierto porque en su edad no es presumible lo contrario y porq. contesta al nombre de su cédula y no a otro, no dispuse se le bautizara.
Señales: Sus ropas son una miserable camisa de lienzo y estopa, un apretador de mahón de medio uso de listas azules y blancas, unas sayas de lino y lana muy biejas.
El 26 de Junio de 1830 se me presentó Bernarda Iglesia, vecina de Force, en el concejo de Coaña, diciendo que obligada de la necesidad havia salido al Reyno de Galicia a buscar modo de subsistencia, dejando encargada una hija que tenia, llamada Petra, a su madre y hermano, vecinos de dho, Force y que establecida en Sn. Julian de Cavarcos y casa de Francisco Mauricio havia oido que su hermano tragera a esta inclusa a dha, niña qn. preguntado por ella se lo confirmo:que era la misma que habla este folio y me rogaba mandase entregarla por. no podia abandonarla y porque a la buelta de la siega en Castilla pensaba casarse con el Padre de dha. Petra, quien la prevenia que la recogiera; en cuia virtud estando presente Luisa Alvarez, nodriza de la Petra la previene que se la entregara y lo hizo a mi presencia dho. día 25.
Los asilados
Para los niños conducidos a Oviedo, las posibilidades de sobrevivir son escasas. Las posibilidades de ser prohijados son aun menores y las de ser reclamados por sus familiares, inexistentes. Boletín del Real Estudio de Estudios Asturianos. Nº 140. 1992.-
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“Por Dios, por el pan y la justicia”
Vedlos. Ellos componen el aguafuerte de casi todos los pueblos que el glorioso Ejército Español va liberando de las garras del marxismo; de esas garras que hace apretar con saña, el hambre y el odio. Vedlos. Son los niños que esperan la hora de entrar al Comedor de “Auxilio Social”. Es una cola una cola de niños rubios y de niñas modosas; es una infancia limpia y juguetona sobre la que ha extendido su mano bienhechor la Caridad cristiana y patriótica” Una cola de niños que ha sustituido a aquellas colas, que hemos conocido y en las que ese jinete apocalíptico del hambre y ese monstruo dantesco del odio feroz acuciaba al insulto y a la pelea…..
Ese mismo muchachito que charla a media lengua con su compañero es el hijo de aquella mujer de lengua viperina que condenaba a muerte por hambre a todos los fascistas”…
Y esos mismos “fascistas” son los que hoy han recogido al fruto de sus lúgubres amores, para alimentarlo o para educarlo, mientras el padre ha huido a Dios sabe que tierras, bajo el peso de no se sabe que crímenes de que su conciencia le remuerde……
El amplio comedor se encuentra decorado en uno de sus frentes por el símbolo augusto de la cruz; el símbolo del sufrimiento y del amor divino, que es la trayectoria de toda la vida humana.
Un Cristo preside las comidas, bajo el augusto pabellón de la bandera bicolor, enseña de todas nuestras y la bandera de la Falange Española Tradicionalista, el pendón de nuestra lucha contra el enemigo implacable de nuestras glorias. Un retrato del Caudillo y otro del Profeta: José Antonio.
Van entrando los niños al comedor, cuadrándose y saludando a la romana, a los pabellones. Las mesas están ya dispuestas y los servicios colocados; los niños se acomodan en sus respectivos lugares, y entonces, a unas palmadas del jefe de comedor, se ponen todos en pie y se reza una breve oración por el triunfo de nuestras victoriosas armas y por la paz eterna de los que “hacen guardia en los luceros…..”
J. M. El Oriente de Asturias. Llanes, 22 de Noviembre de 1937.-
La escanda:
Es un grano equivalente al trigo, cuya cosecha aunque corta, requiere iguales labores que la del maíz, y habas, y para limpiar y trillar el grano es necesario separar las espigas de la paja, llevarlas a un molino de agua, donde en una rueda hecha a propósito se separan los capullos, y después se calientan al fuego, y llevan a un molino de mano, que emplea tres o cuatro hombres que la muevan, y seis u ocho mujeres, que limpiando el grano en arneros cerrados, escasamente dejarán de doce a catorce fanegas al día.
Representación del Teniente General Marqués de Campo Sagrado Al Tribunal Supremo de Justicia:
- Decretada la formacion de mi causa por las Córtes Generales y extraordinarias de la Nacion en 22 de marzo de este año quedé suspenso del encargo de Gefe Superior de Galicia por órden de la Regencia del Reyno, que, avisando mi cesacion, he comunicado á la Provincia. Pero despues de tanto tiempo que ha pasado, ninguna intimacion se me ha hecho por ningun Tribunal
ni Autoridad; y llegué á recalar, no sin fundamento, que se retardaria la ventilacion de una causa que por su naturaleza podia ser de muy corta duracion. En este estado, restablecido que comencé á hallarme de la grave y notoria enfermedad, que por tanto tiempo he sufrido, creí conveniente dirigir al Supremo Tribunal de Justicia la siguiente representación justificativa de mi conducta pública mientras fui Gefe Superior, fundada en documentos auténticos que demuestran hasta la evidencia la exactitud con que he procurado cumplir mis deberes. Entretanto esto no se verifice, presento al público mi representacion. El estilo sencillo de que uso, es el estilo de la verdad que me es familiar; y á la simple lectura de este papel creo que sucede el convencimiento del que con buena fe quisiera saber como se ha portado en el Gobierno Superior de Galicia el Marqués de Campo Sagrado.
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Desde luego observé, que por grandes que fuesen mis deseos, habría un atraso considerable en establecer el órden Constitucional. Por otra parte los artículos 317, 18 y 19 de la Constitucion previenen las precisas calidades que deben tener los que sean elegidos para los empleos de Alcalde y Regidores; y que ninguno pueda excusarse sin causa legal; los Soberanos decretos de 23 de mayo, 10 de julio y 21 de setiembre las formalidades indispensables con que deben executarse las elecciones. Baxo estos principios, aun cuando la experiencia no me hubiese hecho conocer el desórden y alteraciones con que se procedía en aquellas, ¿podría yo permitir que se posesionasen los electos, sin indagar antes si tenian las circunstancias que previene la ley, y sin instruirme de la legalidad y formalidades con que se habian celebrado las juntas electorales? ¿Y no era mas violento, mas perjudicial, mas contrario á las leyes y al mismo órden Social, que despues de posesionarse los individuos del Ayuntamiento se les separase del exercicio de sus funciones por los vicios de la eleccion? Y en fin ¿los actos de la Jurisdiccion que exerciesen no serian nulos, por serlo la eleccion, y ocasionaran perjuicios de dificil y costosa reparacion? Podrá ser, Serenísimo Señor que todas mis razones no sean aun suficientes para graduar por justa la citada circular; pero por lo menos la considerará V. A. nacida del constante deseo de cierto, y como un medio seguro de evitar la multiplicacion de recursos que produxo la derogacion, porque los posesionados mirando con desaire su cesacion apuraban todas las razones para sostener su nombramiento, y no pudiendo yo desentenderme de examinarlos era mayor el retardo que el de los pocos dias empleados en reconocer el testimonio de la eleccion. Cierto esto, como lo es, ¿de parte de quien está el entorpecimiento? V.A. Podía, sí, haber defecto en la inteligencia de los Soberanos decretos y resoluciones de la Regencia; pero no es suficiente para castigar de un modo tan sensible á la Autoridad Politica y Militar de una Provincia desairándole á la faz de toda la Nacion. Madrid 1820.-
La propiedad de la tierra y su explotación: A finales del siglo XVIII la propiedad de la tierra aparece casi con absoluta esclusividad en manos de la nobleza y el clero cuya propia existencia se apoya en las rentas que perciben de los campesinos bien a base de arriendos, foros, censos o diezmos. Mayorazgos, monasterio e iglesias son casi los únicos propietarios de Asturias decía Jovellanos en 1795. Las tierras disponibles eran pocas y alcanzaba precios altísimos, lo cual explica en el censo de 1797 tan solo se constata la existencia de 3.133 campesinos como propietarios en toda Asturias, una minoría si lo comparamos con una población de casi 355.000 mil personas de las cuales más de 250.000 mil viven sin duda del campo. La mayor parte de esos campesinos son arrendatarios o colonos que deben dedicar una parte importante de su cosecha a pagar la renta de su escasa tierra a los dueños de la propiedad- clero o nobleza- bien sea en especie o en dinero. En 1789 la Diputacion constataba ser pobres la mitad y aún más de los naturales del Principado. Flórez Estrada comenta ya en 1812 la imposibilidad de atender las exigencias de la Hacienda al hallarse los naturales moribundos por desprenderse de sus granos, ganados y dinero.- Dice Joaquín Ocampo que la nueva contribución de culto y clero que sustituye al diezmo no fue sino el primer paso hacia una progresiva monetización de las rentas y tributos agrarios que se consolida en la reforma de 1845 con la creación de la contribución de inmuebles y ganadería. Todo ello obligará, en el contexto de una creciente penetración de las relaciones mercantiles en las economías precapitalistas, a la comercialización de la producción en el seno de una agricultura de subsistencia incapaz de drenar las cantidades en metálico que se le exigían. {Ocampo, J. -Reformismo agrario ilustrado y reforma liberal en Asturias 1750-1850}
El pago de impuestos en metálico es sin duda otra de las causas principales que van hundiendo a los campesinos en la miseria tal como comenta el marqués de Camposagrado en su Manifiesto A la par que los pueblos sufrían tan cruel azote veían acercarse el plazo para el pago del segundo trimestre de la contribución y todos conocían la imposibilidad absoluta de realizarlo..... José María Moro en su libro Las epidemias de Cólera en la Asturias del siglo XIX.
- La pobreza que padece Asturias no es comparable a la de las otras provincias de España, pequeñas poblaciones , cortas aldeas y caseríos, aislados, esparcidos por toda la superficie de un terreno pobre, quebrado y montuoso, limitado movimiento en el comercio y casi sin industria. No hay aquí grandes capitales y, haciendo muy pocas excepciones, no puede haber tampoco grandes propietarios por estar la propiedad tan sumamente dividida y en porciones tales que, sin tener en cuenta lo costoso del cultivo, no bastan para mantener a las familias que las trabajan: los productos son comúnmente escasos y siempre insuficientes e inferiores al número de sus habitantes; por último no tienen abundancia, antes bien reina constantemente en ella la indigencia y por consiguiente no puede menos de carecer de toda clase de recursos. Y aún continúa: contrayéndonos a nuestro concejo, acaso su valle en situación peor todavía por ser más notable la escasez y la pobreza, a causa de ser infinitamente mayor la división de la propiedad. Al menos puede asegurarse que más de las dos terceras partes de los contribuyentes no tienen lo suficiente para los usos precisos de su vida y las de sus familias. Ya a finales del siglo XVIII Feijóo se lamentaba de la emigración que desangraba a esta tierra: ¿Qué se ve en toda esta Provincia , sino gente, que con lágrimas y gemidos busca pan para su sustento?¿Qué se ven por estas calles de Oviedo, sino denegridos y áridos esqueletos, que sólo en los suspiros, con que explican su necesidad dan señas de vivientes? Pero el Cielo que decretó el daño, dispuso por otra parte el consuelo. Poco ha temíamos ver desierto este País; porque ya muchos de sus habitadores se iban a buscar la conservación de la vida en otros",. B. Feijóo .- Cartas eruditas y curiosas.
Tomo I.- El campesino propietario siguió siendo una excepción en Asturias hasta bien entrado el siglo XX. En total se vendieron las propiedades de 27 monasterios asturianos, además de las del arzobispado de Oviedo y tras iglesias y capellanías, siendo las más substanciales las de los monasterios de Corias, Cornellana y Valdediós. La mayoría de estas propiedades procedían de concesiones territoriales de los reyes o donaciones. Muchas familias campesinas completaban su escasa economía doméstica trabajando como jornaleros para otros terratenientes bien en sus propios pueblos o en Castilla. Durante décadas, Castilla absorbió miles de jornaleros asturianos que trabajaban en la siega durante el verano. En su libro "Memoria sobre la decadencia de los labradores en Asturias" de 1804 Arango y Sierra menciona entre los males endémicos de Asturias la división de las caserías en unidades cada vez más pequeñas debido al incremento de la población, así como la transmigración de labradores asturianos a la siega en Castilla, ya que ambos no producen más que miserias y enfermedades "Al menos siete mil hombres transmigran, en lo mejor del verano, a título de siega, ciñéndome solo a los que pasaron por el puerto Pajares e inmediatos, desde que salen de sus casas hasta el regreso vemos que dexan contraído un empeño de cien reales, por lo menos, sin contar la guadaña, no toman mas casa que en soportales y y pajares y su alimento consiste en carnes de las más despreciables y vino que se les reserva por inútil. Omitamos las consecuencias de las tercianas y fiebres que son, por lo regular, el resultado de su trato personal con las enfermedades, traen sellado en su aspecto la indigencia , la miseria y muchos la muerte, si nuestros labradores en lugar de siega y tiempo que disipan en ella la empleasen en abrir terrenos hallaríamos que los siete mil hombres emigrantes podrán habilitar veinte y un mil días de bueyes de lo que resultarían como cien mil anegas de trigo.
!Qué contraste tan singular entre la ley de Moyses i la nuestra de 19 de febrero de 1836, por la que se previene la venta de los bienes nacionales! Aquélla declaró invendibles los dones de la naturaleza á fin de que todos los asociados reportaran de ellos por medio del trabajo los artículos de subsistencia; esta ordena su venta con objeto disolvente de hacerlos propiedad exclusiva de la clase ociosa. Aquella hace imposible la mendicidad; esta la hace inevitable. - Los resultados de esta han sido cuales debían ser: dilapidación extremada; desmoralización suma; destrucción de las bases sociales; desencanto general; indiferencia absoluta; cuando no repugnancia decidida á las reformas políticas en la masa nacional.- La cuestión social o sea origen, latitud y efectos del derecho de propiedad.- De Alvaro Flórez Estrada.- 1766-1853.-
En 1848 un estudio de varios médicos titulado De la pelagra al mal de la rosa nos deja una imagen muy clara de la alimentación de los asturianos. La alimentación de los habitantes jornaleros y labradores de Asturias es muy sencilla, en si misma, con muy ligeras e insignificantes modificaciones, en toda la provincia, en todos los concejos, en todas las parroquias, en los barrios de éstas y hasta en las más apartadas y humildes cabañas. Pan de maíz, llamado vulgarmente boroña, fermentado y no fermentado; abichuelas, legumbres, patadas de algunos años hasta el presente, pues hace cuarenta años se conocían poco en la mayor parte del principado; nabos y calabazas, condimentado todo ello con más o menos grasa o tocino, según las facultades de cadda uno, y aún a veces con solo la sal entre los más indigentes. Puches de harina de maíz, solos o mezclados con leche, suero, manteca de vaca o de cerdo, con miel entre los que tienen más medios de subsistencia y hacia la costa algunos pueblos del interior con pequeñas porciones de arenque; la leche y sus diversos preparados; los huevos, las castañas, las manzanas, avellanas, peras y alguna otra fruta, según las diversas estaciones y localidades; poco pan aún de centeno, no siendo en los concejos de occidente y la montaña; bastante cocina de vaca y alguna de carnero en los concejos de occidente y algunos colindantes con Castilla, especialmente en la estación de los fríos y las nieves... , todos estos son, pues, los alimentos que únicamente usan. {" De la pelagra el mal de la rosa en Asturias .-1848.-
Ante las continuas peticiones de las parroquias, las Ordenanzas Generales del Principado de 1781 concedieron absolutas facultades a los vecinos del Principado para que en los términos de sus respectivas parroquias puedan cerrar y laborar por si todos los terrenos comunes que las Juntas parroquiales señalen. Según Gonzalo Anes, el abuso que se hizo de estas ordenanzas fue notorio. Al controlar las familias más poderosas los concejos mediante intervención en los nombramientos de los oficios en ellos, habrían podido apoderarse de tierras comunales y fundar caserías y establecer colonos en ellas". { Anes, Gonzalo. " Economía y sociedad en la Asturias del Antiguo Régimen". Baste un ejemplo del Archivo municipal de Gijón, citado por J. Ocampo en su artículo Reformismo agrario ilustrado en Asturias: los que cierran terrenos en los comunes no son por punto general los más necesitados sino más bien los que gozan del concepto de ricos.
La situación sanitaria y las epidemias.
Tal como dije al principio, la situación sanitaria y las epidemias, sobre todo el cólera, contribuye, junto con el hambre y la miseria, a que 1854 sea uno de los años más aciagos en la historia de esta región, con cientos, tal vez miles de muertos en casi todos los concejos de la provincia.
Son numerosas las alusiones a la falta absoluta de industria en nuestra región. Jovellanos la calificaba como rústica. Gonzalo Anes menciona que en lo que se refiera a la industria transformadora de productos agrícolas, salvo en lo referente a la producción de sidra, ésta era totalmente inexistente. Por su parte Ocampo en su artículo sobre la reforma agraria liberal, acaso la diferencia de nuestra región fuese la ausencia de industrias que ofreciese una alternativa laboral, lo que empujó a la emigración, estacional o permanente, y al subempleo rural. No ayudaron tampoco a solucionar esta situación el pensamiento antiindustrialista de algunos de los ilustrados asturianos como Campoamor o conde de Toreno que idealizando la vida campesina y popular pero no las grandes que " distraen brazos del campo". Años mas tarde Pidal para ilustrar este tipo de pensamiento: Hermosos valles de Mieres y Langreo que han perdido su virginal tranquilidad. Todo por culpa del carbón que arrancan del seno de vuestros montes por la insaciable codicia de los extranjeros".... nos complacen más los pintados mármoles de nuestras montañas que los negros pedruscos de carbón de nuestras minas; preferimos el blanco crespón de nuestras blanquecinas nieblas al fúnebre penacho que corona las chimeneas de nuestras fábricas".... los mineros salen como fieras de sus guaridas para consumir el precio de su salud y de su trabajo en el innoble seno de algún chigre, donde la blasfemia toma carta de naturaleza...
Las enfermedades contagiosas:
Fueron una constante en Europa durante cientos de años pero a inicios del siglo XIX , desaparecida la peste y contenida la viruela mediante vacunaciones, las fiebres tercianas y sobre todo el cólera morbo se convirtieron en el principal azote de la población, sobre todo de la población campesina y pobre. El cólera, proveniente de Asia, se extiende durante este siglo por toda Europa, a menudo en oleadas, provocando numerosos muertos y en algunos países auténticas hecatombe demográfica. En Asturias el cólera irrumpe por primera vez en 1834 atacando a una pequeña localidad cercana a Noreña extendiéndose con prontitud a Oviedo y Siero. Desde entonces fue propagándose por todo el campo asturiano y 20 años más tarde, coincidiendo con las malas cosechas de maíz, entre el 52 y el 56, irrumpe de forma trágica y devastadora sumándose a la hambruna generalizada. Dice el historiador Jose María Moro que la proliferación de la miseria y de la malnutrición, el creciente número de vagabundos y pordioseros, junto a la vulnerabilidad de la mayor parte de la población por el deficiente aporte alimentario, facilitaron la propagación de la epidemia. Junto a ello, la ausencia de higiene y la insalubridad generalizada, que no había sido erradicada por las medidas sanitarias de la primera acometida, provocaron una altísima mortandad, generando el terror en todos los sectores sociales. Moro. Jose M. Las epidemias del cólera en la Asturias del siglo XIX,.
Sobre la higiene,
Son numerosos los informes médicos y ayuntamientos que constatan su total ausencia en la forma de vida del campesinado. La mayoría vive en chozas o cabañas miserables de un solo piso siempre en contacto con el ganado y los animales domésticos. Duermen en jergones de paja, o de hojas de maíz, en cuartos sin ninguna ventilación o luz. La mayor parte de la población convive con el abono, el cual hacen dentro de sus propias casas o a las puertas. Casi nunca se lavan pues la mayor parte les cubre una capa crustacia de materia transpirable coagulada en la mayor parte del cuerpo impidiéndoles en muchos casos la transpiración cutánea. Moro, Jose M. Las epidemias de cólera en la Asturias del siglo XIX. Tampoco son mejores las condiciones de los artesanos y jornaleros que viven en las villas y ciudades, hacinados en bodegas semisubterráneas sin ventilación alguna y en contactos permanente con los animales domésticos que crían dentro de ellas. En cuanto a la sanidad e higiene pública también las condiciones son bastante penosas. La falta de higiene y limpieza en calles, mercados, mataderos, cárceles y cementerios es generalizada. Los focos de insalubridad son tan numerosos que no hay medios suficientes ni interés en tratar de mejorarlos: montones de inmundicia en las calles, lodazales y estercoleros al lado de paseos y viviendas, pozos llenos de aguas fecales, despojos corrompidos de vegetales y pescados en los mercados, vecinos que dentro de sus casas tienen pocilgas, gallineros y todo tipo de animales domésticos y vierten sus basuras a la calle misma, etc,... son algunas de las descripciones más comunes de la vida en las ciudades.
Todos estos hechos contribuyeron a la rápida extensión de las sucesivas epidemias de cólera a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, siendo sin duda la más dañina la de 1854. Se calcula que aproximadamente un 16 de la población asturiana pudo morir de cólera y otras enfermedades en ese año y el siguiente. No hay datos globales para la provincia, pero si datos de varios ayuntamientos que dejan una idea clara del número de muertos así como de su profesión y lugar aproximado de residencia.Tan sólo en el municipio de Oviedo murieron de cólera en ese año, 572 personas, en su mayoría campesinos, artesanos, pobres de solemnidad, pordioseros y mendigos. Desde el inicio de las epidemias, las autoridades trataron de tomar medidas preventivas y paliativas. En esa época se desconocía aún la vía de transmisión { Hasta finales del siglo no se probó que el principal medio de transmisión era el agua. En 1885 Eugenio Piñerúa Álvarez establece que los gérmenes coléricos no se propagan por la atmósfera " las vírgulas se conservan y multiplican en la superficie de los suelos húmedos y en el agua rica en materias orgánicas" y se creía que el contagio se producía no solo por el contacto con los enfermos sino también por las miasmas que se propagaban por el aire, las emanaciones deletéreas que desprendían los enfermos y los muertos por el cólera así como todas las sustancias orgánicas en descomposición. El gobernador de la provincia y los alcaldes de los diferentes concejos sacaron numerosos bandos ordenando limpiar los comunes, principalmente letrinas , conductos de aguas fecales, estercoleros, desechos de mataderos y mercados e incluso cementerios con el fin de combatir las emanaciones fétidas de las materias orgánicas que producían la contaminación del aire por el cual, creían, se trasmitía el cólera. En muy pocos casos se fue a la raíz del problema que era la contaminación de las fuentes y acueductos que suministraban agua potable a la población, así como a la debilitación de los organismos por una baja alimentación.
Las Juntas de sanidad que se crearon en cada concejo con el fin de implementar estas medidas y asistir a los enfermos y moribundos contemplaron impotentes como eran incapaces de detener el avance de la epidemia, hasta el punto de que muchos médicos se sintieron confusos y desconcertados. Según comenta Jose Mª Moro, algunos médicos se dieron cuenta de que ni las cuarentenas , ni las fumigaciones, ventilaciones y expurgos, ni la desinfección con agua clorurada, ni el uso del abrigo, ni la moderación en la alimentación o bebida, etc., en nada aprovecharon . Solo quedó en pié la evidencia el verdadero medio de preservarse del cólera y atenuar sus efectos consiste en acudir con prontitud a la clase menesterosa, proporcionándoles buenos alimentos, abrigo, aseo, tranquilidad de ánimo, confianza y valor.
En cuanto al verdadero problema que estaba afectando a la mayoría de la población que era el hambre y que inundaba las calles y caminos de pordioseros y vagabundos, en realidad los campesinos que habían consumido ya todas sus cosechas, las únicas medidas que se tomaron fueron recurrir a las Juntas de Caridad, a la apertura de comedores de "sopa boba" y repartos de "sopa económica" Hay que tener en cuenta que la beneficencia a cargo de la iglesia ha sufrido un duro golpe con las desamortizaciones y muchos hospitales y hospicios han quedado sin recursos o se han vendido. Queda ahora esta atención en manos de las autoridades civiles o de los particulares que en muchos casos carecen de los recursos necesarios. La Junta de Caridad y Beneficencia cuyos medios económicos provenían de las corporaciones municipales siempre actuaron con una enorme escasez de recursos y las apelaciones a la caridad privada son continuas por parte de las Juntas e incluso del Gobernador Civil de la provincia. José Mª Moro}
Esta situación fue poco a poco atenuándose a partir de 1856, en parte debido a la compra de grano en otras provincias, a la mejora de las comunicaciones con la meseta que permitió un mayor intercambio de alimentos.- Hubo más epidemias de cólera en los años 65 y 85 aunque nunca alcanzaron la mortandad ni la extensión de la de 1854.
En 1803 y 1804,
Que ocasionó una hambruna y una devastadora epidemia de fiebres pútridas, inaugura el siglo. En cuanto a Asturias, la miseria afecta particularmente a los concejos de Castropol, Grandas de Salime, Tineo y Luarca. En este último, “no solamente muchos padres de familia se habían visto en la posición de abandonar sus tiernos hijos a merced de la caridad, sino que además había habido muchos muertos ocasionados sin más causa que el hambre”.
“Pueblos enteros abandonan sus hogares y demandan de la caridad pública en los caminos y poblaciones el preciso alimento para sí y sus necesitadas familias; y aún los labradores mejor acomodados, consumidas las existencias que conservaban, dejan sin cultivo los campos por no tener siquiera las semillas de maíz, patata y habas para poder hacer la siembra que tan próxima se halla”. Pero aun más: el cierre del puerto de Pajares viene a agravarse con la prohibición de atracar en los puertos del litoral a los buques procedentes de Galicia, con objeto de impedir la entrada del cólera que ya ha invadido algunos pueblos de dicha región.
“En semejante caso ¿qué otro recurso queda a la indigencia que busca trabajo y no lo encuentra mas que acudir a la capital a implorar caridad pública? Pues bien; a estos infelices, a estas virtuosas gentes que piden y no roban para comer, se les da la acogida más dura y cruel que los hombres han podido imaginar para sus semejantes. Recogidos por los dependientes de vigilancia civil, se les encierra en un inmundo patio contiguo a la cárcel Fortaleza, donde permanecen hacinados, expuestos a la intemperie y sin alimento alguno todo un día…. Después de permanecer en tal estado se les despide al caer la noche por los mismos que los han recogido, conduciéndolos a las afueras de la ciudad en dirección a sus respectivos concejos”
En el año 1856, desaparecido el brutal ataque del cólera que había asolado la provincia, vuelve el espectro del hambre a ocupar el primer plano de las preocupaciones de las autoridades municipales, las cuales de nuevo van a intentar atajar la penuria de productos mediante acopio y suministro de cereales (especialmente de maíz) a los mercados para prevenir el alza de los precios, tomando otra vez medidas contra los acaparadores y revendedores.
El Siglo Médico, correspondiente al 15 de enero, confirma la existencia del cólera en Galicia,
“cuyos síntomas eran vómitos, cursos, calambres y desfiguración de la persona en términos que no se conocía al que poco antes se había visto robusto, y de la cual muchos morían a las 24 horas, otros a las 48 o antes”.
Las medidas contra el cólera
Recomendaba, además, que, aparte de la limpieza de la vía pública, de la que debían desaparecer las inmundicias de toda clase que pudiesen amontonarse en ella, sería conveniente dirigir principalmente la atención a esas habitaciones malsanas en que se aglomeraban las familias, “ a esas bodegas vivideras sin ventilación, sin más luz que la que reciben de la calle, en las que los padres y las hijas, el cerdo y la gallina, duermen en funesta mancomunidad, viviendas húmedas sin tillado, sin vertedero, en las que asfixia el humo” “Muchos artesanos viven en inmundas cloacas; la luz apenas penetra en tales viviendas; los muebles se reducen a tal cual andrajo suspendido de un clavo y la cama es un mal montón de hedionda paja, con un cobertor desgarrado para todo abrigo”.-
Pobreza y miseria formaban parte del campesino asturiano del siglo XVIII
Feijóo advirtió en su tiempo cuando escribía: ¿Pero hay hoy gente mas infeliz que los pobres labradores?¿Que especie de calamidad hay que aquellos no padezcan? De las inclemencias del Cielo sólo toca a los demás hombres una pequeña parte; pues exceptuando los labradores, todos, por míseros que sean, se defienden de ellas con algún humilde techo; so si algunos sufren a cielo descubierto, no es por mucho tiempo. Mas los labradores todo el año, y toda la vida están al ímpetu de los vientos, al golpe de las aguas, a la molestia de los calores y al rigor de los hielos. Ya veo que este trabajo es inseparable del oficio; tolerable,empero, cuando la fatiga del cultivo les rinde frutos con que alimentarse, vestido con que cubrirse, habitación donde se abriguen, lecho en que descanse. Yo, a la verdad, Asturias y montañas de León. En estas tierras no hay antes más hambrienta, ni mas desabrigada que los labradores. Cuatro trapos cubren sus carnes, o mejor diré que por las muchas roturas que tiene, la descubren. La habitación está igualmente rota que el vestido, de modo que el viento y la lluvia entran por ella como por su casa. Su alimento es un poco de pan negro, acompañado o de algún lacticineo o alguna legumbre vil, pero todo en tan escasa cantidad que hay quienes apenas una vez en la vida se levantan saciados de la mesa. Agregado a estas miserias un continuo trabajo corporal rudísimo, desde que raya el alba hasta que viene la noche; contemple cualquiera si no es vida mas penosa la de los mineros labradores que la de los delincuentes que la justicia pone en galeras. Así, en 1713, según datos del censo, Asturias no tendría más de 20.524 vecinos. A finales de los años 30, una nueva epidemia de hambre asolará el campo asturiano, prolongándose hasta 1742, agudizada por las epidemias de “fiebres ardientes” y viruelas. Ellos siembran, ellos aran, ellos siegan trillan, y después de hechas todas las labores les viene otra fatiga nueva y la mas sensible de todas, que es conducir los frutos, o el valor de ellos a las casas de los poderosos, dejando en las propias la consorte y los hijos llenos de tristeza y bañados en lágrimas.
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