Jovellanos -Cartas







Historia de Jovino:
Mireo, pues te place  Que sepa el caro Delio Mi profesión, mi nombre, Mi patria y mis sucesos, Aplicate un instante Á ver este sideño De ingenio y arte escaso, Si de verdades lleno. Cifrada en  breves puntos Mi historia verá Delio; Verála sin asombro Pero también sin tedio, Dile que en la ancha orilla Del mar Cántabro un pueblo Sobre otros mil levanta Su erguida frente al cielo. Mil timbres le ennoblecen, Ganados en el tiempo Antiguo, cuando cuna Sus altos muros fueron  De claros capitanes Y heroicos semideos. De aquellos santos  reyes Que á España redimieron  Del yugo berberisco Fué corte y real asiento. En él nací, del sumo Rector del universo  Sin duda descendido; Que a tanto Dios debieron,  Si no mintió la fama, Su origen mis abuelos. Jovino me llamaron Desde los años tiernos  Las ninfas gijonenses;  Y allí do va el sereno Piles al mar de Asturias Sus aguas refluyendo, El nombre de Jovino Con resonantes ecos, Náyades y tritones Mil veces repitieron. No aun mi blanca barba Manchara el ardo vello, Y ya del nombre mío Volaba el dulce acento, Llevaba por las auras Al complutense suelo. Minerva despiadada  Firmó el cruel decreto Que me pasó á Compluto  Desde el hogar paterno, Mezclado  á los ilustres  Hijos del gran Cisneros; Alli me vió Dalmiro , Al margen por do el viejo Y sabio Henares fluye  Con pasos graves, quedo. Allí me vió Dalmiro;  Dalmiro cuyo ingenio, Ya entonces celebrado Daba con vario efecto  Cuidados á las ninfas, Y á los pastores celos. De allí quizá aguijado De tan ilustre ejemplo, Trepar osé al Parnaso Por cima de escarmientos. Imberbe aún y falto  De inspiración y fuego, Tenté del sabio Apolo Subir al trono  excelso. Luego al intenso num  Enderecé mis ruegos, Y aunque de tal descaro Mostrarse pudo ofendo, La juvenil audacia  Me perdonó,  y risueño Me dio de alumno suyo  El nombre y los derechos. Bajo de tal auspicio Viví mil días bellos. Gocé mil dulces dichas  Y obre mil altos hechos. Bebí de la armoniosa Corriente del Permeso, Después la de Hipocrene, Y en fin, á tragos luengos  En el raudal Castalio Sacié mi afán sediento. Montéme  en el Pegaso, Y en él volé ligero  Al elevado Pindo Y al muy más alto Pierio, Donde las nueve hermanas Favores mil me hicieron. De Erato, aunque voluble, Fuí fino chichisbeo; Que en mi favor  con ella Tal vez intercedieron Teócrito, Virgilio, Catulo y Anacreon. La corte hice a Talía También por algún tiempo,  Y entonces  la taimada,  Con aire zahareño  Enmascaró mi rostro, Y al pie, que del proscenio El polvo  nunca hollara, Calzo el humilde zueco. La grave Melpomene En tanto con severo Semblante me miraba; Quise obligarla atento; Rogue,  seguí sus pasos,  Y huyóme con desprecio.  Mas ¡oh natura extraña Del hombre en sus deseos, Que el fuego los entibia, Y los enciende el hielo!  La fuga de la ninfa Irrita mi deseo; La sigo á todas partes,  La busco entre los griegos, Y sólo hallé sus huellas, Que ya al latino pueblo Del ático pasara. Corrí al país que un tiempo Fue trono de las musas, Y ya sobre su suelo,  De sangre, de despojos Y ruinas mil cubierto, La ninfa no habitaba. Desde uno al otro extremo Cruce la sabia Europa,  Y al fin la hallé en los pueblos Á que uno y otro margen Del Sena dan asiento. Con culto majestuoso La ninfa vive entre ellos, Tenida  en grande estima. Allí escucho mi ruego. Y dio á mis inquietudes Y largo afán el premio, Subiéndome al heroico Coturno desde el zueco. ¡Oh cuántos ricos dones Á sus influjos  debo!  Dióme que en largos hilos De los humanos pechos Mil lágrimas  sacara, Mil quejas y lamentos, Dióme  que hacer pudiese Amables los senderos  De la virtud, por mas que El fraude, el odio negro Y la traición los pinten Penosos y molestos.  Dióme que al hombre hiciera, Con sabios documentos, de lealtad amigo Y a vil perfidia  adverso; Que á los potentes reyes Mostrarse  el fiero ceño  De la fortuna airada, Y á los sufridos pueblos El celo vigilante  Con que un poder supremo  Refrena los designios  De príncipes aviesos. Dióme … Pero no digas  Cuánto me dio, Mireo. Sus dones no divulgues; Que Astrea tendrá celos. Astrea , que hoy  me tiene A sus cadenas preso, Me trata con ley dura, Y con tirano imperio Pretende ser la sola  Señora  de mi ingenio. Mal de mi grado cede  Mi corazón  al peso De ley  tan inhumana, Y no sin gran tormento, A tan severo  numen Ofrece sus inciensos. ¡Ay, Dios, los bellos días Pasaron! Pasó el tiempo De holganza, de venturas Y de consentimientos! Pero, pues ya mis dichas  Y glorias perecieron, ¿Por qué no fué  mi nombre En hondo olvido envuelto? ¿Por qué me habéis dejado, Cruel diva, en el recuerdo  De tan sabrosos  gustos Tan amargo tormento? - Jovellanos Gijón 6 de agosto de 1891 {Esta composición , que parece ser la primera de Jovellanos, está escrita para el maestro González,  á quien se alude con el nombre de Delio. 




Nació en el seno de una familia noble de Gijón, aunque sin fortuna. Tras cursar sus primeros estudios en Gijón, en 1757 marchó a Oviedo para estudiar Filosofía en su universidad. En 1760, bajo la protección del obispo local, parte hacia Ávila para realizar estudios eclesiásticos.
 En 1761 se gradúa como bachiller en Cánones (Derecho canónico) en la Universidad de Osma (Soria), obteniendo la licenciatura en la Universidad de Ávila en 1763. En 1764 fue becado en el Colegio Mayor de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá, para seguir sus estudios eclesiásticos, graduándose de bachiller en Cánones. Allí conoció a Cadalso y a Campomanes.Enfermo de pulmonía murió en Puerto de Vega el 27 de noviembre de 1811
Después de licenciarse ocupó en 1767 la plaza de magistrado de la Real Audiencia de Sevilla. Allí fue alcalde del crimen y oidor en 1774. En 1775 fue uno de los promotores de la Sociedad Patriótica Sevillana, de la que fue secretario de artes y oficios.Wikipedia enciclopedia libre. Por lo común se mira a Asturias como una provincia pobre y miserable, y este error necesita un desengaño. Antes de bajar la cuesta , y desde lo más alto, se presenta una escena que empieza a recrear por su gran diferencia de las que dejamos a la espalda. Es inexplicable cuán grata sensación causa su amenidad en el ánimo de los que le ven viniendo desde los áridos campos de Castilla. Un estrecho y fresco valle que el río Bernesga atraviesa y fertiliza corriendo de Norte a Sur; un montezuelo que le ciñe y estrecha por el Poniete, cubierto de altos y frondosos árboles; los lugares de Llanos y Sorribas , situados en su falda a la otra parte del río; varias caserías salpicadas acá y allá , muy cuidadosamente cultivadas y divididas en prados llenos de muchedumbre de ganados, en sembrados de lino, de maíz y centeno, y en huertos de fruta y hortaliza; algunas fuentes y arroyuelos, cuyas cristalinas aguas corren y serpean por todos lados hasta perderse en el río; y sobre todo cierta frescura y fragancia, que de todos estos objetos participa el ambiente, hieran de tal manera los sentidos del caminante, que excitan en su alma agradables sensaciones, y la llenan sin arbitrio de paz y de alegría. Añaa usted a esto la ilusión con que debía recibir semejantes impresiones quien se acercaba a su patria, restituido a ella después de larga ausencia, y hallará que no en vano le recuerdo este instante como uno de los más dulces de mi vida. ¡ cuán al contrario al curioso contemplador de la naturaleza! Aquellas elevadísimas rocas, monumentos venerables del tiempo que recuerdan las primeras edades del mundo, al paso que ofrecen a la vista un espectáculo grande, raro y en cierto modo magnifico, llenan el espíritu de ideas sublimes y profundas, lo ensanchan, lo engrandecen y lo arrebatan a las maravillas de la creación.. Sin este antemural , decía yo alguna vez dentro de mí mismo, ¿qué sería de la libertad de España? Aun olvidando los inútiles esfuerzos que costó a Roma reducirle a su dominio, él solo detuvo el número y la fuerza de un enemigo poderoso a quien nada había resistido desde Tarifa; él solo sirvió de escudo a la santa religión de nuestros padres, y él solo ofreció un asilo a las reliquias del imperio godo, refugiadas a lo interior de Asturias; Casi enfrente de Arbás está el sitio llamado la Perruca , en lo más alto del puerto de Pajares, y en él se dividen los términos de León y el Principado de Asturias. Este puerto es el único de Asturias que queda transitable en el rigor del invierno, hallándose entonces todos los demás , como más altos y ásperos , cubiertos de nieve. Desde Pajares se pasa por el centro o por las cercanías de los siguientes lugares: Flordacebo, Llano de Somerón, Posadoiro, Romía , La Muela, La Veguelllina, Puente de los Fierros, La Frecha, Campomanes, Vega del Rey, Vega del Ciego, Pola de Lena , Villayana, Figaredo y Santllano. Ya me tiene usted en Oviedo, donde estoy descansando de las fatigas delviaje , y esperando que cedan un poco las aguas para pasar a Gijón. Desde allí escribiré a usted largo, informándole de lo que una y otra población , ofrezcan digno de la atención de un curioso. Colección de autores españoles del siglo XVIII. Obras completas de Jovellanos.
Memoria del Castillo de Bellver
A cosa de media legua, y al oeste sudoeste de la ciudad de Palma, se ve descollar el castillo de Bellver, al cual nuestras desgracias pudieron dar alguna triste celebridad. Situado á medio tiro de cañón del mar, al norte de su orilla, y á muchos pies de altura sobre su nivel, señorea y adorna todo el pais circunyacente. Su forma es circular, y su cortina ó muro  exterior la marca exactamente; solo es interrumpida por tres albacaras ó torreones, mochos y redondos, que desde  el sólido del muro se avanza, mirando al este, al sur y al oeste, y le sirven como traveses. Entre ellos hay cuatro gritones, circulares también, y arrojados del parapeto superior, los tres abiertos, y al raso de su altura otro cubierto y elevado sobre ella. Iguales en diámetro y altura hasta el nivel de la plataforma, empiezan allí á disminuir y formar un cono truncado y apoyado sobre cuatro columnas colosales, que resaltadas del muro, lo reciben en su collarín, y bajan después á sumirse en el ancho vientre  del talús. Escóndese  este en el foso, y sube á toda su altura, formando con el muro del castillo un ángulo de cuarenta y cinco grados, y girando en torno de él y de sus torres. El foso que lo abraza todo, es ancho y profundísimo, y sigue también la línea, circular, salvo donde los cubos ó albaracas le obligan á desviarse y tomar la de su proyectura. En lo alto, y por fuera del foso, corre la explanada , con débiles parapetos, ancha y espaciosa, pero sin declives, y siguiendo siempre la forma y lineas que el foso le prescribe. A la parte que mira al oeste, sale y se avanza del centro de la explanada un antiguo y débil baluarte, desde el cual hasta el puente levadizo se ve reforzado el muro exterior con una fuerte batería de nueve cañones, levantada en él en el siglo anterior, á la moderna, para oponer á los fuegos que pudieran colocarse en las alturas vecinas. En torno del mismo muro corre por defiera un estrecho contratos, de forma y fondo irregular, y al todo rodea una buena estacada, con su camino cubierto de glásis, añadidos tambien á la moderna. Entrase de la estacada al castillo por  una puerta que mira al norte. Pásase luego por el puente levadizo, echado sobre el contrafoso, á otra que mira al norte nordeste, y comunica con la explanada, desde la cual, por otro puente, antes levadizo y hoy firme, con sus ladroneras en lo alto y dobles puertas, á la antigua, abajo, se pasa sobre el foso por frente del oeste noroeste al interior de la fortaleza, única entrada, pues que otro puente que había á la parte del sur no existe ya. Mirando al norte y entre los dos puentes se levanta desde el fondo del foso, y aislada por él, la gran torre del homenaje, que venciendo la altura del castillo, descuella orgullosa mas de cuarenta y cinco piés sobre su plataforma. Es tambien circular, y su cima se ve ceñida en torno de treinta y ocho grandes modillones almohadillados, que naciendo del muro  con tres pies de alto y dos y medio de proyectar superior, se avanzan en forma de tornapuntas á recibir el antepecho, volado en la cumbre, y la coronan majestuosamente, mientras  que los claros entre unos y otros sirven de ladroneras, y dejan espacio suficiente para los usos de la defensa. Este edificio aislado comunicaba en lo antiguo  con la explanada por un puente levadizo, ya demolido; hoy solo comunica con la plataforma  por medio de otro puentecillo, firme ya,  pero que fué y puede volver á ser levadizo, echado desde ella sobre dos altísimos arcos punteados, que nacen y tienden su apoyo del uno al otro muro.  El interior de la fortaleza se compone de un muro medianero, y fuera de él una galería, circulares y concéntricos al muro exterior. Entre los dos muros están las habitaciones; entre el medianero y la arcada alta el corredor ó galería abierta, que da paso á ellas. En el centro, y rodeado por la arcada inferior, el patio, circular y espacioso. Este patio cubre el aljibe, y sirve á su uso por medio de un gran brocal cuadrado y bien labrado, que está cerca de su centro. La belleza del todo es grande y digna de ser mas conocida.  Lo primero que admira en su interior  es la osadía de las bóvedas que cubren las habitaciones. Volteadas en torno  entre muros circulares y concéntricos, y sostenidas en grandes, pero estrechas  y muy resaltaras fajas octágonas, que representan arcos encontrados  y cruzados en lo alto, es visto de cuan gracioso y extraño efecto serán. Lo mas notable de ella es el arte con que el arquitecto escondió su verdadera solidez, porque de una parte representó estas bóvedas solo apoyadas en débiles fajas, y por otra no dió más apoyo  á estas  que le de unas impostitas en forma de repisas ó peanas, voladas al aire de trecho en trecho como á un tercio de altura de la pared interior. A estas peanas viene á morir, y al mismo tiempo de ellas nace y arranca aquella muchedumbre de arcos, porque agrupados de tres en tres, y confundidos en uno, se van poco a poco  levantando  desde su raíz, y abriéndose y desplegándose de un lado al otro hasta cruzarse en el cenit de las bóvedas, para caer despues cerrando y reuniéndose hasta identificarlo sobre las repisas fronteras. Desde el patio á la galería alta se subía por tres cómodas escaleras que descansan en las puertas de la capilla, de la principal de las habitaciones y de la cocina, y esta última, condenadas las otras, sirve solamente en el día. De aquí se sube a la plataforma  por dos caracoles circulares y una escalera  en escuadra, que desembocan en ella. A la torre del homenaje se pasa desde la plataforma por el ya mencionado puentecillo, y ya dentro de ella, se sube y baja por otro caracol, que va dando entrada á sus cámaras. Son estas cinco, y todas circulares; dos sobre el plano del puentecillo, y tres que bajan hasta el del foso. Nada aparece en ellas que no indique haberse dispuesto mas bien para cárcel que para habitación. Muros robustísimos, puertas barreadas  con fuertes trancones y cerrojos, ventanas altas,  estrechas y guarnecidas de  gruesas rejas de hierro, y otras defensas, que la codicia arrancó ya, pero cuyas huellas no pudo borrar, acreditan aquel triste destino.  Pero descúbrese  aun mas de lleno en la cámara inferior, llamada la Hoya, y no sin mucha propiedad, pues  que mas propia parece  fuesa de muertos  que para custodia de vivos. Ocupa  en ancho el espacio interior de la torre, y en alto la parte mas honda de la carva, que está rodeada por el talús , sin otra luz que la que puede darle una estrechísima santera al través de aquellos hondos, dobles y espejismos muros. Tampoco tiene otra entrada que una tronera redonda, abierta en lo alto de la bóveda, y cubierta de una gruesa tapadora, que según indicios, era tambien de fierro, con sus barras u candados. Por esta negra boca  debía entrar , ó mas bien caer, desde la cámara superior , en tan horrenda mazmorra el infeliz destinado á respirar su fétido ambiente, si ya no es que le descolgaban pendiente de las mismas cadenas que empezaban á oprimir sus miembros.  El ánimo se horroriza al aspecto á que no pueda llegar en su heroismo la perversidad de algunos hombres, de otra no puede menos de admirar que sean muchos mas los que han aspirado á la excelencia en el arte horrible de atormentar á sus semejantes. Algo distrae de tan tristes reflexiones la idea de otros objetos que tuvo en algun tiempo este castillo, pues se dice haberse destinado para palacio de los reyes de Mallorca, y aun se añade que en él vivió y murió no sé qué persona real. Esto último parece una patraña, desmentida por la historia; pero la elegancia interior de la obra, y la distribución de sus magníficas habitaciones, que no desdicen de aquel noble destino, confirman lo primero. Puede probarlo también la grande y hermosa capilla dedicada á San Marcos, su patrono, y otras oficinas del interior, y en fin, el que entre tantas obras ganes como se emprendieron en Palma después de la conquista, no se hala otra que parezca destinada á la morada de sus reyes. ¿Quién, pues, se detendrá un poco a contemplarla en aquellos antiguos destinos, que transportado en espíritu á tan remota época, y recordando  el carácter y costumbres que la distinguían, no se halle sorprendido por las ideas y sentimientos que su misma forma presenta al hombre pensador?  Porque figúrese usted este castillo cercado de un ejército enemigo, embarazado con armas y máquinas, y lleno de caballeros, escuderos y peones ocupados en su defensa. ¿Qué, no tropezará usted con ellos en todas partes,subiendo, bajando, corriendo y haciendo resonar en torno de estas huevas bóvedas la estrepitosa vocería del combate?¿ Y no le parecerá que ve á unos jugando desde los muros y tres sus armas ó máquinas, ó asestando sus tiros al abrigo de las troneras y santeras, y otros en la barrera exterior, presentando  sus pechos al enemigo, mientras los mas distinguidos  defienden el pendon real que sobre el alto homenaje tremola al viento los blasones de Mallorca? Pues y los sitiadores, ¿cómo no figurárselos  arremolinados por la cima del cerro, lanzando desde sus tornos, agarradas y manganillas un diluvio de dardos y piedras sobre los sitiados, ó bien apiñados en derredor de los muros y barreras, lidiando y pugnando por vencerlos? Y con tal conflicto, ¿quién no se horrorizará al contemplar  la saña con que unos y otros harían subir hasta el cielo su rabioso alarido, y con que, llenos de sudor y fatiga y cubiertos de polvo y sangre, se obstinaban  todavía en el horrendo ministerio de recibir ó dar la muerte? ¡cuán diferentes escenas no presentarían estos salones, hoy desmantelados, solitarios y silenciosos! ¡Cuál sería de ver á los próceres mallorquines, cuando después de haber lidiado  en el campo  de  batalla ó en liza del torneo á los ojos del príncipe, venían á recibir de su boca y de sus brazos la recompensa de su valor! Y si la  presencia de las damas realzaba el precio de esta recompensa, ¡qué nuevo entusiasmo  no les inspiraría,  y cuánto al mismo tiempo no hincharía el corazón de los escuderos y donceles, preparándolos para estas nobles fatigas, bien premiadas entonces con solo una sonrisa de la belleza! Y ¡qué si los consideramos cuando en medio de sus príncipes y sus damas, cubiertos,  no ya del morion y coraza, sino de galas y plumas, se abandonaban enteramente al regocijo y al descanso, y pasaban en festines y banquetes, juegos y saraos las rápidas y ociosas horas! El espíritu no puede representarse  sin admiración aquellas asambleas menos brillantes, acaso, pero más interesantes, y nobles que la mayor alegría, reinaban el orden, la unión  y el honesto decoro; la discreta cortesía templaba siempre el orgullo de poder, y la fiereza del valor era amansada por la tierna y circunspecta galantería. Tales ideas, ó si usted quiere, ilusiones, se ofrecen frecuentemente á mi imaginación, y la hieran con tanta más viveza cuanto se refieren á objetos que no solo pudieron verse, sino que probablemente  se vieron en este castillo; porque ha de saber usted que á fines del siglo XIV  le habitaron don Juan I y doña Violante de Aragon, aquellos príncipes tan agriamente  censurados por su afición á la danza, la caza y la poesía, y por la brillante galantería que introdujeron en su corte. Y ¿podrémos atribuir algo de semejante á nuestras tertulias, á nuestras fiestas de sociedad, y (si queda alguna cosa a que cuadre este nombre) á nuestra moderna galantería? ¿Citarémos algun despechado y tenebroso desafío, alguna llorona elegía, alguna muelle y torpe cantinela? Respondan por mí los intrépidos militares y los insignes poetas, que por nuestra dicha no se acabaron, y digan si tienen que agradecer  alguna parte de su valor ó de su estro al trato público ó privado de nuestras damas. Pero el tiempo, que disipó aquellos objetos, va consumiendo ahora con diente roedor hasta las duras piedras de este edificio, cuya decadencia ofrece el observador otras reflexiones de muy diferente naturaleza. Una de ellas, poco atendida, por mas que otros edificios la presenten, es que mirado por la parte del norte, no solo aparece en su primera integridad, sino que sus muros, endurecidos por los vientos fríos y secos que soplan desde el nordeste al noroeste, se ven entapizados de una costra de musgo tenacísimo, cuyas escamas blanquecinas, jaldes, grises y negras, anuncian, como las hiedras en los viejos robles, su venerarle, pero fresca y robusta ancianidad. Por el contrario, á la parte opuesta de los vientos y lluvias australes, que frecuentemente le azotan, atacando el gluten y desuniendo el grano de la piedra, abren paso á los ardientes rayos del sol, que mientras corre de oriente á poniente, penetran hasta las entrañas de sus sillares, y los corroen y deshacen, y graban en ellos la marca de su flaca decrepitud. Pero ¿acaso la naturaleza   confiando al observador el secreto de sus operaciones, no le avisa también para que se instruya y oponga á sus estragos? Y por qué no se aprovechará de esta lección la arquitectura? No podría, ayudada de la mineralogía, hallar materias ó preparaciones que resistiesen al influjo de los fluidos devastadores que vienen de aquella plaga? Y si lograse vencerla,  ¿la duración de sus bellezas no iría á la par con el deseo de los artistas y de los poderosos, que trabajan para la eternidad? Con todo, la verdadera flaqueza de esta obra no se esconde á la observación de su interior.  Él dice que los muros van poco á poco perdiendo su aplomo, pues se los ve acá y allá desprendidos, y aun separados del labio de las bóvedas, sin duda, á lo que yo juzgo, á efecto del empuje de los garitones, que volados en lo mas alto del muro, luchan continuamente  contra su nivel, á pesar del robusto, pero mal entendido apoyo que les fué dado. Y si á esto se añade el lento estrago que van haciendo  en las bóvedas las aguas trascoladas desde la plataforma, que ya gotean en abundancia sobre las habitaciones y galerías, y las filtradas del aljibe, que atacan sus cimientos, fácil es de inferir que el hado de la ruina y mortalidad viene  con paso acelerado sobre esta fortaleza.  Por otros medios menos perceptibles concurre también la naturaleza al mismo fin. El gran número de gorriones, vencejos, pinzones, trigueros y otros pajarillos,  que antes subian del bosque á revolotear ó pasearse en las torres y antepechos, socavan contínuamente sus grietas, para abrir en ellas sus nidos y hacer sus crías. Hoy, á la verdad, van á menos por la causa que diré después; pero probablemente no le abandonarán las aves de rapiña y mal agüero, que también anidan y moran en los hondos mechinales y anchas aberturas de las torres, que cada dia ahondan y aumentan; entre ellas se distingue el buho y la lechuza, cuyos tristes ecos hacen en esta soledad mas medroso el silencio de la noche. Cría también aquí  una especie de pequeño amor, llamado  en el país churriguer, de tan extraña condición, que así persigue á las aves inocentes y pacíficas, como á las malignas y guerreras de su raza, y tan valiente, que ataca á vencer en la lucha  á los mas poderosos gavilanes. Pero el interior del castillo es todavía mas fecundo, especialmente en aquellos insectos y sabandijas á cuya multiplicación concurre la vejez de las obras, á una con su desaliño y abandono. Mientras que los ratones y las ratas de enorme tamaño y las comadrejas y garduñas, sus perseguidoras, que crían en los fosos y conductos, le minan continuamente por los cimientos, una especie de lagartija muy numerosa, que se abriga en sus muros, trepa por ellos á todas horas, deshace el mortero que fija los sillares, y se introduce por las habitaciones; es mas corta, mas ancha y menos vivaracha que las que conocemos por allá; pero no menos inocente, aunque distinguida en esta isla con el horrible nombre de dragó.  No sé si puedo aplicar este dictado al escorpión; pero sí que no es raro hallarle en el  interior de los cuartos más  aseados, sin que yo sepa que hasta ahora haya ofendido á ninguno de sus moradores.  Pero si usted cuenta que en esta fortaleza, fuera de algunas piezas, aseadas por los que hoy la ocupan, nada se repara, se cuida, se barre ni se limpia, no extrañará que se mucho mayor en  ella la abundancia de aquellos insectos que acompañan  la inmundicia y la castigan, sobre todo en las cuadras de la pobre tropa.  Por grande que sea la afición de usted á la historia natural, bien me disimulará que pase en silencio la larga nomenclatura de esta parte asquerosa del reino animal bellvérico; pero al mismo tiempo gustará de tener noticia de dos insectos que hay aquí, y que no he visto en otra parte: el uno es una especia de escarabajo, harto hermoso; tiene la forma y tamaño de un grillo, aunque un poquito mas largo, y es muy notable por el brillante color de sus alas, barnizadas de oro y carmín.  Críase, á lo que creo, en el foso; pero se ve alguna vez en las habitaciones altas, y aunque he procurado conservar dos, no lo pude lograr por ignorar el método. El otro es una mosca, ó mas bien mariposa fosfórica, que se ve por las noches de verano; tendrá como media pulgada de largo, sobre dos líneas de ancho, en la cabeza una escama ó concita blanca, que la cubre toda á manera  de toca; por bajo de ella salen dos alas tan largas, que plegadas  una sobre otra, cubren casi el resto del cuerpo, y son  espesas y de color pardo; de forma que cuando está en reposo, y mirada por las alas, presenta la forma de una monja. Bajo de estas tiene otras dos alitas blanquecinas, muy delgadas y transparentes,  que solo desenvuelve un rato antes de elevarse; su vuelo es corto, circular, siempre de abajo arriba, y volviendo casi al punto de donde partió.  El reino vegeta que produce el castillo, si no mas fecundo, es mas vario y notable, y concurre así á acelerar su decadencia como á hacer mas agradable y pintoresca su vista.  Sin contar las varias especies de liquen ó musgo que cubren sus paredes, ni las yerbas y plantas que nacen libremente  en su explanada y fosos, las torres, los muros, la plataforma y hasta las bóvedas interiores producen otras muchas. La bella y pomposa  alcaparra, llamada aquí tapara, con sus  grandes flores blancas y sus estambres violados; de entre las cuales se levanta erguido el verde pié de su fruto; la paretaria, el hinojo  marino, y los alhelíes, blanco y carmesí, son los mas comunes,  asoman en todas partes  por las hendiduras y los sillares del muro y le entapizan; pero además se ve gran número de otras plantas, ya coronando los antepechos, y ya brotando en la plataforma. En  solo el plano de esta he distinguido yo el llanero, la melera, la granza  ó rubia, una especie de gamón juncoso,  el enforbio, la pimpinela , el geranio, la verbena, el talasparviense,  el erisimon, la bursa pastores, la saxifraga y hasta el venenoso  hyoscíamo, sin otros, que no cuento por muy comunes ó por ignorar sus nombres. 
¿Y qué juzgará usted si le digo que fuera de las paritarias y cerrajas, que nacen por las paredes interiores de la galería alta, su bóveda misma presenta el rarísimo fenómeno  de dos higueras inversas, una pequeña y otra  grande, que escondiendo su raíz  entre las claves, crecen perpendicularmente hacia abajo? ¿No dirija usted que el supremo Autor de la naturaleza se complació en alterar aquí el influjo  de sus leyes ordinarias, para ofrecer en producción tan extraña, materia de curiosa y entretenida contemplación á los infelices que por sus altos decretos hubiesen de morar algún día  en esta triste soledad? El temor de que semejantes plantas dañasen á la bóveda ha hecho cortar más de una vez estas higueras; pero ellas renacen  luego, y de nuevo brotan con mayor fuerza; y tanto es el poder vegetal de su raíz,que viva siempre y firmemente agarrada al corazón de los sillares, parece que se obstina en acelerar su ruina para su libertad y sobrevivir á ella.  Pero ya es tiempo de salir de este castillo para recorrer sus contornos y dar á usted mas cabal idea de su situación, la cual es por todas partes áspera, fragosa y de difícil acceso, salvo hacia el oeste, donde presenta un poco de terreno algo llano y tratable.  Su altura es tal, que apenas hay punto ni rincón en  toda la escena que domina, por bajo y distante que sea, que no le descubra. Alguna vez, al volver de mis paseos solitarios, mirándole, á la dudosa luz del crepúsculo, cortar el altísimo horizonte, se me figura ver el castillo encantado, salido de repente de las entrañas de la tierra, tal como aquellos que la vehemente imaginación de Ariosto hacia salir de un soplo del seno de los montes para prisión de algún malhadado caballero. Lleno de esta ilusión, casi espero oir el son del cuerno tocado de lo alto de sus albaracaras, ó asomar algun gigante para guardar el puente, y aparecer algún otro caballero, que ayudado de su nigromante, venga á desencantar aquel desventurado. Lo mas singular es, que esta ilusión tiene aquí su poco de verosimilitud, pues sin contar otras aplicaciones, el castillo ha salido todo de las entrañas del cerro que ocupa.  A poca distancia de sus muros, y a la parte oeste, se ve la tenebrosa caverna de donde se sacaron todos sus sillares, y cuya negra boca, que respira al mediodía, pone grima á cualquiera que se le acerca. Yo he reconocido  gran parte de ella; está minada en diferentes galerías, más o menos espaciosas, y de mucha pero no conocida extensión, por mas que el vulgo crea que comunica de una parte al mar y de otra á la ciudad. Por estas galerías se puede dar la descripción de lo mas interior del cerro hasta cierta profundidad. La superficie del bosque ofrece observaciones menos aventuradas. Es de una tierra mista, cuya pequeña capa se compone de granos arenosos, con mezcla de marga y greda y de moléculas vegetales, resultantes aquellos del detrimento de la roca superior, y estas de la recomposición periódica de tantas plantas como ha producido. La extensión del término del castillo, regulada por el ruedo que ocupa, será como de tres cuartos de legua de circunferencia. Por el mediodía tocaba en otro tiempo en el mar; hoy, ocupa su orilla por el nuevo lazareto y  otros edificios mas modernos, linda en el camino que pasa ente ellos, y como este corre á este oeste desde la ciudad á Portopí, castillo de San Cárlos, Calamayor yn villa de Andraix, y  sirve además de paseo, se ve de continuo transitado. No há mucho tiempo que la adornaba un bosque espejismo de minaretes que en la mayor parte ha desaparecido á mi vista por las causas que apuntaré después. Pero las grandes causas de sus despoblación son de muy otra naturaleza. Desde luego, contándose los despojos de su poda entre los derechos del gobernador del castillo, mientras la moderación de alguno respetó los árboles como propiedad pública fiada á su cuidado, la codicia de otro solo trató de despojarlos, hasta reducir la copa de los pinares á un pequeño hopo en la cima. Con todo, su antigua espesura era tal, que daba, como suele decirse, para todo y para todos; esto es, para el uso legítimo y para el abuso. Para acabar con ella fué menester que este llegase á su término, y así sucedió. Dios ha querido reservarme para ser testigo de esta desolación. Abunda aquí sobremanera el gamon, que coronado al febrero de una hermosa piña de  blancas flores, cubre todo el bosque y le adorna, hasta que al otoño sus altos y erguidos vástagos, se cortan para hacer pajuelas, las únicas que se usan en el país con nombre de lluquets.  Abundan también varias plantas olorosas, como tomillo y romero, hacia las faldas del cerro, y cantueso por todas partes. El número y variedad de otras plantas parece increíble, si se atiende a la pobreza del suelo tan peñascoso. Crece con fuerza en las faldas del cerro y en los altos y orillas de ls sendas la sanguinaria  con sus hermosos copioso de terciopelo blanco. Hay tres ó cuatro variedades de centrada, otras tantas de geráneo, y entre ellas el moscatum; son comunes las anagalis, las dos achicorias, el espárrago espinoso y la digital purpúrea, la buglosa con su flor celeste, y la cinaglosa que la tiene rosada. Crece tambien por las cercas  la doradilla, en los huecos de las peñas la rara y saludable políglola,  y en la cañada del mediodía el mas raro aun hipericon, con sus flores jaldes y sus hojitas horadadas. En fin, tal es la muchedumbre y tantas las variedades de estas y otras plantas, que si algún sabio botánico se diese á describirlas, pudiera formar una flora bellvérica harto rica y digna de la atención de los amantes de esta ciencia encantadora.  Jovellanos. Antología. 


A D. Francisco de Paula y Caveda: 1804.- Hablaré del orrio ,-{hórreo} edificio que no conozco sino en Asturias. Su nombre es sin duda, de origen latino y de la raíz horreum y lo son también los de muchas de sus partes. Pegollos, se llaman las columnas o pies derechos sobre que se levanta este edificio. Las grandes vigas que se apoyan sobre estos pies se llaman trabes, como en latín, y las viguetas que cubren sus paredes de tabla, niños, de lignum. Lo mismo se puede decir de los tatos, aguileras y otros nombres del mismo origen. No me atrevo a referir a el el de las colondras o tablas que forman sus paredes, Pero veamos si todo esto basta para atribuirle a origen romano. Lo más singular es que la forma de este edificio supone grandes progresos en las artes, ya sea en los que le inventaron o en los que le perfeccionaron. Diremos algo acerca de él, para que se conozca que no adivinamos. Los pegollos son de forma piramidal, esto es, cada uno es una pirámide de cuatro frentes, cortada en su cúspide, de gran diámetro en su base. que disminuye rápidamente. Estas pirámides son,  por lo común de piedra labrada a picón de escuadra, de un sola pieza, y alguna vez de madera, pero su forma , siempre la misma, y es precisamente, la que puede dar más solidez al edifico, pues que, supuesto su bien nivel, lejos de ceder a peso alguno, su firmeza contra el impulso horizontal de los vientos aumenta en razón de él. Sobre cada uno de estos pies se coloca una losa cuadrada y de más diámetro que la base del pegollo, sin duda para preservarle de toda humedad, pues le sirve como de tejado contra las aguas que pudiese arrojar transversalmente el viento. Sobre cada una de estas presas se colocan unos trozos cuadrados de piedra o de madera, de tres a cuatro pulgadas de grueso, y un.... (a que creo llaman toca) , cuyo uso es recibir las trabes , puesto que acabando aquéllas en punta, no podrían descansar bien en ellas. Sobre estas tocas se colocan las cuatro trabes, cuyas cabezas se empalman una con otra por medio de dos grandes muescas abiertas hasta su mitad , de forma que quedan todas a un mismo nivel. A lo largo de esta cuatro trabes se levantan perpendicularmente las colondras. Llámanse así unas fuertes tablas de castaño, bien labradas, las cuales tienen arriba y abajo un grande espigón para introducirse en las trabes y en los liños, y al lado, alternativamente, su canal o muesca, y su espiga corrida para ensamblarse una a otra y formar las paredes del orrio. Los gatos se traban y enlazan entre sí empalmándose sus cabezas en la cumbre , y sus colas en los ángulos exteriores de los liños, y las aguileras se aseguran por medio de pinas o tornos de palo, sin que entre nada de hierro en toda la obra, si ya no es la llave o cerradura , que yo creo de reciente introducción. La razón que para ello tengo es que hay todavía muchas casas de nuestros labradores sin llave alguna en sus puertas, y sin otra cerradura que una tortuga o (tarabica) , o bien un pasador de madera , y aún me acuerdo de haber visto algunas casas humildes sin otra defensa. A este edificio aislado y en el aire se sube por medio de una escalera también aislada, colocada bajo la techumbre hasta la altura suficiente para tomar con algún trabajo a la talanquera, y también para que ninguna especie de animal pueda subir a ella. No hay en torno a él ventana alguna, ni otra abertura que la puerta y tres o cuatro respiraderos en una de las colondras que miran al Norte, abiertas perpendicularmente a una y media pulgada uno de otro,  y cada uno de los cuales tendrá otro tanto de luz sobre un pie de altura. Otra de las singularidades de este edificio es su movilidad. Los hórreos no sólo se venden y cambian y mudan de dueño, sino que se transportan de una parte a otra y mudan también de lugar. Como en ellos no entra hierro, mortero ni otra especie alguna de ligazón, se desarman con la mayor presteza y facilidad. He aquí, pues, uno que sería difícil a su jurisconsulto atinar si pertenece a los muebles o inmuebles y si es parte del feudo o de sus instrumentos. El orrio no sólo sirve al labrador para conservar sus frutos y semillas, sino también de despensa para sus comestibles, de guardarropa para sus vestidos de fiesta y aun de dormitorio, que reúne las dos excelentes cualidades de seco y abrigado. Sirve además el orrio de colmenar, colocándose los caxellos o cubos de las colmenas a lo largo de la tenovia, donde están perfectamente defendidos del frío, de la humedad y de toda especie de animales. En muchas partes he visto también en los hórreos muy buenos palomares. Dígame V. ahora si conoce sobre la tierra un edificio tan sencillo, tan barato y tan bien ideado; un edificio que sirva a un mismo tiempo de granero, despensa, dormitorio, colmenar y palomar, un edificio en que la forma, la materia, la composición y descomposición, la firmeza, la movilidad sena tan admirables como sus usos, y entonces me disculpará de que haya empleado en un objeto tan sencillo tantas reflexiones.- La necesidad, madre de todas las artes,  debió mover estos pueblos a buscar algún modo de preservar la materia de su subsistencia, cualquiera que ella fuese, y la experiencia les haría conocer que sólo lo podrían conservar en un edificio suspenso en el aire. ¿Qué importa que hoy los hallemos tan perfeccionados y pulidos? La primera ruda cabaña ¿no contiene ya los tipos primitivos de la maravilla del Escorial? 

Cimadevilla 10. Año 1893

La Victoria - Uría 10. Oviedo 1893


La Gran Vía - Asturias 1 .- Año 1893


Jovellanos: Fué desterrado simuladamente de la corte ---{1790} por amparar a Cabarrús, faltándole entonces á Jovellanos hasta el apoyo de Campomanes; y en siete años dió cima, con el acierto y desinterés de siempre, á utilísimas comisiones. Elevado al ministerio en {1797} fué víctima de su credulidad y honradez, y tras sufrir asechanzas sobre su vida, se conjuraron para perderle y deshonrarle la nulidad del Rey, el destierro de la Reina, la traición del valido, intrigas de los aduladores palaciegos y resentimiento de los inquisidores. Vuelto á su casa, nuevamente le azotó la desgracia con que en vano pretendieron hundirle los gobernantes de Madrid, que semejaban á enemigos de la patria. Envidiosos de las virtudes y grandeza de Jovellanos,  hasta en Gijón y en Oviedo tuvieron espías,  denunciadores y esbirros, cuando, por soñadas causas, el sapientísimo asturiano, tratado como un criminal,  fué preso,  ignominiosamente y encerrado en prisiones de Mallorca. La suspirada libertad,  otorgada mezquinamente siete años después , fué consagrada por el eximio patricio á la santa causa de España, desdeñando halagos de Napoleón y rechazando ofrecimientos de los doctos afrancesados, * que cesaron de ser sus amigos, cuando dejaron de serlo de la patria* Aceptó, sí, con sus trabajos y peligros la representación de Asturias en la Junta General, huyendo con ésta y volviendo á Sevilla, teatro un día de su amor y de amistades entrañables. Allí tornó á brillar con singulares dotes de gobierno, y al terminar la gloriosa tarea,  si cosechó aplausos de los buenos, otra vez más le acibararon la calumnia y la envidia que persiguieron á los Centrales; la tempestad le arrojó a las playas de Galicia, para ser blanco de nuevos insultos; mas tranquilo en su conciencia,  fuerte ante el dolor en la piadosa Muros {1810} escribió la Defensa de la Junta, * oración elocuentísima,  la más patética,  tierna y vigorosa del idioma español. ¿Y le reservó todavía su infeliz estrella el consuelo de morir entre los suyos, dedicando sus últimos alientos á la prosperidad de su Gijón idolatrada y de la juventud asturiana, para la que abrió nuevos derroteros? Nó. Los franceses habían saqueado repetidas veces la provincia; dudaba Jovino si le quedaba *dónde reclinar la cabeza, é iba a buscar en su casa desolada un pucheru de fabes*; no cobraba sueldo y había agotado el generoso préstamo que para salir de Cádiz había recibido de García de la Fuente, el más fiel de sus servidores. Exhausto de recursos Jovellanos arribó ó de Agosto al llugarín del alma y otra vez abrió las puertas del Instituto; mas tornaron los franceses, que le arrojaron de sus benditos lares; huyó en frágil nave,  juguete de las olas y la tempestad, que parecían concitadas con los enemigos; después de mil angustias,  se salvó con amigos y servidores del naufragio, y en la hospitalaria casa de Trelles Osorio {Puerto de Vega}, en las primeras horas de la noche del 27 de Noviembre de 1811, entregó al Creador su alma, tesoro de virtudes acrisoladas valerosamente en el martirio. De Asturias {Tomo I} O. Bellmunt y F. Canella.

Cantina Estación Norte de Oviedo. Año 1893

Personal de talleres. Año 1893
A su hermano Francisco de Paula: Madrid, 19 de mayo de 1784- Mi amado Frasquito: Va esta a buscarte en Gijón, donde tendrá su lugar en medio de los abrazos y bienvenidas de parientes, amigos y compatriotas. Yo quisiera a cualquier precio ser interlocutor en tan dulces escenas, pero no quiere la fortuna que disfrute con repetición este placer. Cuando hayas descansado de cumplidos, es preciso que vuelvas una parte de tu atención hacia el bien de esa villa, y procures animar a sus capitulares a la ejecución de las ideas que les dejé propuestas, estímulo que será tanto más necesario, cuanto son más escasos los medios para completarlas. De todos modos quiero que veas despacio los trabajos de la carretera, los plantíos, La Puerta y demás ejecutado después de nuestra separación, y que me informes de todo con sencilla ingenuidad para mi gobierno. También quisiera que, examinando cuidadosamente el estado del muelle, preguntando a los prácticos del país y a los pilotos forasteros y tomando las demás noticias que juzgues necesarias, me expliques las ventajas de nuestro puerto sobre los demás de Asturias, así como sus verdaderos defectos, y los mejores medios de removerlos, si fuesen tales que admitan mejoramiento y remedio. Últimamente, quisiera que fueras un día al Musel, que con la sonda en la mano exminases el fondeadero en diferentes puntos, y sobre el mismo sitio formaras un plan de la obra que pudiera hacerse allí , para proporcionar un abrigo contra los nortes a las embarcaciones provinciales y extrañas en tiempos tormentosos; y si pudieras levantar un mapita de esta parte de la costa con sus fondos, peñas, blancos etc.., indicando en ella la obra, aunque no fuese precisamente sujeto a un exacto pitipié, tanto y tantísimo mejor. Las noticias que yo he podido juntar acerca de todos estos puertos, aunque son muchas y buenas, todavía no me aseguran, porque no son de facultativo, y acaso por lo mismo no serán exactas. Pido mucho, es verdad, pero tú harás lo que puedas. Hemos examinado cincuenta y cinco dramas concurrentes al premio, y hallado ser los mejores dos comedias, una pastoral, intitulada Las bodas de Camacho, y otra civil, Los menestrales. La primera es de nuestro Batilo y la segunda de don Cándido María Trigueros; pero debes reservar esta especie, porque aún no hemos firmado nuestro dictamen ni publicádole aquí. Abrazos y memorias a montones. Cuida, como hacen todos, de mi pobre Anica, y cuídate a ti también, mandando cuanto quieras a tu afectísimo hermano. - Gaspar Melchor. 
Capilla de la Casa Natal de Jovellanos 


A Lord Holland. -Muros de Noya sobre Finisterre 8 de marzo de 1810- Como yo supongo, muy amado milord, que usted y nuestra amable milady estarán con alguna inquietud acerca de mi suerte, no quiero perder la ocasión de enterarlos de ella; y menos ahora, que parece haber tocado al extremo de la adversidad. Sin duda que yo había nacido para pasar en ella el último trozo de mi vida; pues tal se han combinado y sucedido los acaecimientos que no han podido ser para mí ni más repetidos ni más desgraciados que en esta época. Supongo a usted enterado de los que se refieren a la disolución de nuestra Junta, por mi última carta escrita en la Isla de León, y dirigida por medio del señor Duff. A pocos días nos embarcamos el amable Pachín y yo con nuestras familias en la fragata de S. M. Cornelia, que debía traer los pliegos del señor obispo de Orense y llevarle a su destino. Entretanto que se le daban estos pliegos, pasamos allí tres semanas de grande amargura, no sólo por la impaciencia de llegar a nuestro amado país, sino también porque sabíamos de una parte que en Cádiz corrían impunemente las groseras calumnias que los enemigos de la Junta Central difundían indistintamente contra sus individuos; y de otra, que la nueva Regencia, o por debilidad , o por temporizar con la nueva Junta de Cádiz, o si no por ingratitud a lo menos por una estúpida indiferencia sobre nuestra suerte, nada hacía ni decía en favor de los que tan acreedores eran al desagravio. Faltaba en esto no sólo a su deber, sino también a sus promesas, como usted verá por las copias adjuntas. Cansados, pues, de tanto sufrir, determinamos Pachín y yo dar la cara y defender nuestra opinión, y dirigimos al diarista de Cádiz el cartel de desafío de que también envío copia, y de la respuesta que se nos dio, respuesta tan justa y decorosa de parte del gobernador como injusta y grosera de la de la Junta. Hubiéramos replicado a ésta si cansados de la tardanza y sabiendo que iba a dar la vela para el puerto de Gijón el bergantín Covadonga, no hubiésemos resuelto trasbordarnos a él y recibido las contestaciones al punto mismo de zarpar. Era esto el 26 del pasado, al ponerse el sol. Navegamos con viento favorable y calmas alternadas hasta montar al cabo de San Vicente; pero allí, entrada ya la luna equinocial y soplando con furor los vientos del tercer cuadrante, hicieron nuestra navegación no sólo molesta, sino en extremo peligros para un buque de 150 toneladas, con sólo ocho hombres de tripulación. Fueron , sobre todo, terribles las noches del 3, 4 y 5 del corriente; pero en ésta última, después de no poder aguantar ningún trapo, y cuando por nuestro rumbo nos creíamos a diez leguas a la mar de Finisterre, oímos la terrible voz: " Tierra, tierra; nos perdemos; estamos sobre las islas de Ons". Todos nos creíamos náufragos, y esta desgracia era inevitable, si ya entonces, rayando el día, no nos hubiese advertido del pleligro. Duró, sin embargo, mucho tiempo la zozobra, antes que pudiésemos desembarazarnos de él, porque el viento, que soplaba con furor, debaja poco lugar a la floja maniobra de un buque pesado y pequeño. Pero al fin pudimos orzar, librarnos y tomar felizmente la segura vía de este pequeño puerto, donde anclamos a cosa de las ocho de la mañana del día 6. Mas no crea usted que acabaron aquí nuestras desgracias. Mal apenas habíamos llegado, cuando, conocido el buque por unos amigos del capitán, vinieron a bordo, y la primera noticia que nos dieron fue la de estar Asturias ocupada por los franceses. Un rayo del cielo no hubiera herido más fuertemente mi corazón. No ciertamente por el entero naufragio de mi pobre fortuna, sino porque siempre me había consolado en tantas desgracias como llovían sobre mí, la idea de que si España perecía, Asturias sería la última a recibir el yugo. Todo, pues, pereció para mí; ya no tengo ni bienes, ni libros, ni hogar, y ni siquiera tengo patria, que tal nombre no quiero dar a una pequeña porción de país donde ni se defiende con rabia y furor la libertad, ni con justicia y gratitud el honor y el decoro de los que tanto han trabajado por ella. ¡Ojalá pudiera yo abandonarla en el día ! Mas ni para esto tengo medio, ni los podré tener sino volviendo al lado de un gobierno a quien no quisiera servir, ni serviré por mucho tiempo, pues que tan poco se cura del buen nombre de los que tan bien y desinteresadamente sirvieron a la patria....

Dice Jovellanos:La perfección del hombre, así en moral como en política, es progresiva, y suele adelantar poco cuando quiere andar demasiado. Nada es tan difícil como probar de un golpe los errores autorizados y protegidos, y para destruir las opiniones agradables es tal vez más seguro debilitar poco a poco su raíz que atacar el tronco o cortar atrevidamente sus ramas. Jovellanos su vida y pensamiento.- Manuel Alvárez Valdés y Valdés. 


A su hermano Francisco de Paula: Madrid, 31 de enero de 1787. Mi amado Frasquito: Estoy loco de contento, porque van ya caminado los árboles de Aranjuez, chopos de Lombardía y Carolina, plátanos de Luisiana y Oriente, sauces de Babilonia, y mundos o bolas de nieve. De cada cosa van docena y media, y dice Llaguno que uno solo que prenda de cada cosa basta para llenar todo Asturias, porque son árboles que vienen de vara, y se multiplican maravillosamente. Como Delgado marchó anticipadamente sin esperarlos, se le ha escrito avisándole del método con que los debía tratar en el camino,  al cual sólo hay que añadir que, en llegando, el que los haya de plantar deshaga los haces, ponga en agua las raíces y aun todos ellos, y también las estacas, por espacio de medio día o una noche, y así los planten,  previniendo que para criar bien todos piden bastante humedad. Ahora quisiera que, pues van en bastante número, dieses un par de plantas de cada cosa a mi tío el abad de mi parte, para que tenga el gusto de ponerlos en su tusculano. Creo que los sauces de Babilonia se deben poner en sitios escogidos para aprovechar su forma graciosa y pintoresca. Los primeros, a mi entender, se podrán poner a la parte de la tapia de la huerta, para que, levantando sobre ella, pendan sus ramas a la parte de afuera vistiendo sus paredes agradablemente ; y por cuanto las caídas de las ramas son tales que suelen arrastrar por el suelo, bueno será que se les haga tomar mucha mayor elevación que las paredes, para lo cual es menester arrimarles un rodrigón cuando son tiernos, porque si no, se abate y dobla fácilmente el tronco, bien que después de robustecido se sostiene y guarda su forma sin arrimo alguno. Cuando ya se hayan logrado y crecido, es preciso ir multiplicando estos árboles , y sobre todo poner los sauces a orilla de las zanjas del Humedad, donde harán un bellísimo efecto, alternando su forma abatida y lagrimante con la inhiesta y pomposa de los otros árboles. Entonces es preciso ir repartiendo de unos y otros a todos los amigos para que los propaguen , y hacer que se extiendan y domicilien primero en el concejo de Gijón, y después en todo Asturias. Vuelvo a mis sauces, que son mis delicias. Si nuestros muchachos lo permitieran, ve aquí una bellísima idea;coronar todo el nuevo paredón , desde la huesera por detrás y por el costado de la iglesia siguiendo su línea, ángulo y vuelta, hasta donde acaba el de San Lorenzo. LLevándolos a una regular altura, y haciendo pender sus ramas a la parte del mar, ¿qué espectáculo tan caprichoso y agradable no formarían a los que viesen el pueblo de la parte de Somió o el cabo de San Lorenzo, y sobre todo desde el mar? La misma operación pudiera repetirse , coronando el monte de Santa Catalina desde la casa de las piezas hasta la iglesia, y todo el paredón de la Trinidad hasta Natahoyo. Y como al cabo ha de venir un día en que una cerca corra desde nuestra famosa Puerta a buscar el extremo de entrambos paredones, coronada esta cerca de nuestros sauces, vendrían a ser el adorno de nuestra villa. Yo no puedo negar que estas imaginaciones me arrebatan ; pero ellas son posibles, y acaso bastaría calentar la fantasía de dos docenas de patricios, para que concurriendo a una al logro de esta idea, se verificase en todo o en parte.Entonces bien mereceríamos que este árbol perpetuase nuestra memoria y nuestro nombre, haciéndole conocer por el sauce de Jovellanos.  Recibí tus dos cartas de Gijón, y te confieso que no pude leer la primera sin lágrimas de ternura. Créemelo, Pachín mío, la beneficiencia cautivará a los hombres hasta los últimos términos del mundo, y la benevolencia plública será el dulce fruto que recojan de su ejercicio las almas nobles en que resida esta encantadora virtud. Lucho mucho tiempo ha con los directores generales sobre el punto de encabezamiento sin poderlos reducir, y los hallo terriblemente decididos por la administración. Ese tenaz empeño, que dicen en nada cederá, a lo menos respecto de los puertos de mar, me ha sugerido la idea de un nuevo recurso a ellos, o al Rey, insistiendo en el encabezamiento, a cuyo fin le he dicho a Pepín que escriba a nuestro Menéndez para que ponga un apunte con todas las razones que contribuyan a persuadir la conveniencia de este sistema para el Rey y el público: la compra de las alcabalas y cientos,  de antigüedad de este método, el modo de recaudar los reales derechos,  tan beneficioso al fomento del comercio e industria nacional, cómo se verifica la igualdad de la contribución, y sobre todo cómo se les ha de desimpresionar de que los ricos y propietarios nada pagan, y,  de que todo el gravamen recae sobre las familias industriosas. Que todo venga con testimonios y con amplio y especial poder a Argüelles para representar, y dejadme a mí, que yo me lo guisaré. Querido mío, me llaman a la ópera, de que te hablaré otro día; pero tal vez no iré. Voy a escribir a Pepa y a otros mil. Cuídate y manda a tu afectísimo y tierno hermano. G. M. 



A su hermano Francisco de Paula- Madrid, 3 de julio de 1788- Mi amado Frasquito: Devuélvote la sátira de Juventud perifraseada, que tiene lindas cosas, y me ha parecido muy bien. Es lástima que no la hayas puesto en terceros, ya que no se te resiste la rima, pues es innegable que añade gran belleza a la poesía, y por más que sea el primer partidario del verso suelto, no puedo negar que escribiría en consonante si no hallase una resistencia invencible en acomodar a él mis ideas. El papel del Censor, si tuviese esta gracia más , sería de un mérito muy sobresaliente, y aun sin ella ha merecido una aceptación universal. ¡ Qué sería si no hubiesen capado en la impresión unos diez o doce versos , que irán algún día, sin los cuales no queda bien cerrado el poema , ni llena la doctrina del moralista! Hay la gran novedad de haber empezado el príncipe a entrar en todos los despachos, y fue el primero el de Marina del sábado anterior. Una gran congoja que dio al Rey en la caza en los últimos {días} de Aranjuez, se creía que haya sugerido esta idea. El Rey tiene ya setenta y dos años; está , sin embargo, obstinado en seguir sus distracciones venatorias y hacer la misma vida que a los treinta. El despacho de los negocios empieza a fatigarle y naturalmente desea que le alivien. Nada más justo que el que empiece a servirle de apoyo el que está destinado por la Providencia a reemplazarle. La nación lo celebra porque halla igualmente su interés en que el padre descanse y el hijo se instruya, en prolongar la vida del primero y la madurez del segundo, en acallar los ímpetus de la ambición y oponer un dique el más fuerte y seguro a esta impaciencia de mandar; que nunca será tan inquieta como cuando esté más distante de su objeto. Esta novedad ofrece un nuevo orden de cosas, y aunque los políticos lleven sus esperanzas mucho más allá de donde pudieran, no hay duda en que los ministros serán menos absolutos, su influjo más débil y su existencia menos segura y más precaria. Todo esto no vale un cuerno en comparación de los objetos que nos interesan.  Nuestros chopos, nuestros sauces de Babilonia, nuestro pinar, nuestro paseo, nuestro camino y nuestras obras de puertos son objetos harto más dignos de ocupar nuestro espíritu , porque en ellos está cifrado el bien del país en que nacimos, y la utilidad que produzcan será mucho más durable que este esplendor que desaparece como un relámpago que rompe por un instante la bóveda del cielo. Saluda cariñosamente a madre y Gertrudis y manda a tu fino y afectísimo hermano. G. M. 


A su hermano Francisco de Paula: Madrid 10 de noviembre de 1784.- - Amado Pachín mío: Nada bueno ha podido brujulear en el Sitio nuestro Gil. Habló al ministro de tu solicitud y mis instancias; significóle aquel poco gusto en que tú te retirases, y aun pudo comprender que el memorial había pasado a Gastón. Acaso esto será dar largas ; pero al cabo se habrá de conformar, porque si no despachan este asunto de San Lorenzo, a su vuelta a Madrid no le dejaré resollar, puesto que declarado ya este ánimo, sólo en recompensa de grandes partidos se podría retroceder de él. Descuida , pues, y déjalo todo a mi cuidado, que no perderé de vista el asunto, ni le promoveré con tibieza. .Está mejorcito el infante don Carlos, y actualmente se atribuye este alivio a una novedad bien rara. Habíanse enviado a sus casas dos amas que había de repuesto, una por indispuesta y otra por disgustos palaciegos. Enfermó de repente la que quedaba en uso, y se halló el infante sin leche. En este conflicto se envió posta a buscar una de las despedidas, y como la cosa urgiese, se tomó el arbitrio de que el ama del infante don Felipe socorriese de pronto a don Carlos; pero ocurrió después que esta providencia podría ser insuficiente y aun perjudicial a entrambos, y se echó todo el mundo a buscar una teta por el Sitio. Las primeras que parecieron fueron las de una lavandera, mujer de un peón de albañil, que desde un arroyo donde estaba lavando los palominos de los frailes fue trasladada a los íntimos retretes del real palacio donde ofreció los pezones al real pimpollo, que empezó a tirar de ellos como un desaforado.  ¡Qué maravilla! Todos aseguran que no tuvo la menor repugnancia ni manifestó asco alguno; antes por el contrario, mamó de uno y del otro, y se refrescó una y muchas veces muy a su sabor, y parece que le hizo muy buen provecho. Los cortesanos están llenos de asombro con semejante prodigio.Ve aquí lo que ocupa a nuestros frívolos palaciegos. No hay más novedad. Se habla de hacer puerto franco a Mahón, y aun dicen que de poner allí departamento de marina. ¡ Qué buena ocasión para ir de capitán de la compañía de Guardias marinos, y llevar a Gertrudis a tomar los aires allende el mar! Díselo así a la mayorazga , verás que semblante pone. Saluda a todo el mundo, y manda a tu afectísimo corazón. Gaspar Melchor. 


A Carlos González de Posada: Salamanca , 22 de octubre de 1791- Mi amado magistral: ¡ Qué tentaciones tan fuertes pone usted a mi musa, si ella estuviera en situación de caer! Jamás he hecho un verso que no fuese movido del corazón, y ahora quisiera el mío explicar su ternura en ellos; sed multa nos premunt. Estoy trabajado a la vez en dos Visitas, y a decir verdad , en cuatro, pues en cada Colegio se hacen dos, una pública y temporal, y otra personal y secreta. Tengo además que despachar varios informes del Consejo; que hacer los cuatro de las Visitas, los planes de dotación el acomodamiento del Reglamento, trabajado ya, a las dos casas, y en medio de esto tengo el invierno a la vista y a Asturias en el alma. Pero a bien que iré allá, y tendré más vagar y mejor humor, y entonces nos veremos las caras, aunque ya me costará más trabajo. La epístola que recibí anoche es de lo mejor que usted ha hecho, y comparada con ella, la Canción del Sella y la de la Sirena del Nalón son niñas de teta. Hay en ésta cosas nuevas, sublimes, y fuertemente expresadas; hay más poesía que en muchos largos poemas de los que se llaman buenos. Tiene un defecto, que me alaba mucho; pero me gusta por eso, no en cuanto lisonjea mi amor propio , sino en cuanto halaga mi ternura. En otro hubiera mirado los elogios como una fría adulación; en usted los miro como un delirio de la amistad, y yo he nacido para tener y apreciar estos delirios. ¡Oh, mi magistral! ¡Si pudiéramos tener juntos otro invierno en Asturias!  ¡Cuán dulcemente correrían nuestras horas! ¡Cuánto hablaríamos, escribiríamos,  proyectaríamos! Lo siento por usted. De mí sé que me esperan dulcísimos instantes, si la Providencia me da el gozarlos; pero los tiempos mudarán, y nosotros no andaremos tan separados. Entretanto no hay que afligirse. ¿ Se perdió lo de Tarragona? Pues a otra cosa: no todo se perderá . Las esperanzas crecen, los amigos se empeñan y acaloran, la reputación se extiende, la frialdad misma suelta sus grillos. ¡Ah, que yo no ande por ahí! No puedo escribir más dan las nueve, voy al Colegio del Rey hasta las doce ; ocuparé el resto hasta las dos en liquidar cuentas en Alcántara; por la noche declaraciones ; y ésta es la primera carta del correo. Escriba usted, y quiera mucho a su tierno. -Jove.

Agricultura y propiedades de Asturias: Amigo y señor: Habrá oído usted muchas veces alabar el floreciente estado de la agricultura de Asturias, la buena distribución de sus tierras, la aplicación y laboriosidad de sus colonos, la benignidad del clima y la espontaneidad del suelo para toda especie de producciones. No hay, ciertamente, mucha ponderación en estas alabanzas; pero hay no poca equivocación en el juicio de las ventajas que suponen. Para que el de usted no caiga en ella, le hablaré en esta carta del estado de nuestra agricultura, considerada solamente bajo de sus relaciones políticas, pues en lo demás estoy persuadido de que, poco más o menos, en todas partes se cultiva tan bien como se puede cultivar, atendidas las luces y conocimientos de cada provincia. Con esta idea trataré ante todas cosas del principal obstáculo que se opone en este país, no tanto a los progresos de la agricultura cuanto al bien de los que la profesan, obstáculo que se extiende también a otras provincias, que produce en todas dañosas consecuencias y cuya remoción es digna sin duda de desvelos del gobierno. Hablo de las vinculaciones a que por la mayor parte están sujetas las tierras del Principado . Los mayorazgos y los monasterios e iglesias son casi los únicos propietarios de Asturias. El primer inconveniente que resulta de aquí es la falta de circulación en las tierras, sin la cual no florecerá jamás su cultivo en ninguna provincia. Es observación muy obvia que el que vende un predio aspira a sacar mayor utilidad del uso del dinero que recibe que del predio mismo, y que al contrario, el comprador espera más utilidad del predio que de la cantidad que da en pago; y esta observación es tan exacta, que se verificará siempre, aún sin exceptuar aquellas ventas que se hagan para acudir a alguna fuerte necesidad porque supuesto el estado de urgencia en el vendedor, es claro que la finca pasará siempre a manos de un poseedor más acomodado y aún más inclinado a hacerla producir, siendo constante que todo el mundo compra con ánimo de sacar de su posesión la mayor utilidad posible. Otro inconveniente de esta general vinculación de las propiedades es el desproporcionado valor que da a las pocas tierras que quedan libres y comerciables, porque siendo muchos los que quieren comprar en proporción del corto número que puede vender, la concurrencia produce infaliblemente la carestía. Crece este mal en Asturias por otra razón particular, derivada de su actual constitución, esto es, de que casi todo el dinero efectivo sobrante de la ordinaria circulación se destina a la compra de tierras. Son muy frecuentes en este país las trasmigraciones a América,, y aunque no lo son tanto las fortunas hechas allá , no es raro que entre un centenar de hombres que perecen de miseria en aquel continente, vuelvan de tiempo en tiempo dos o tres indianos cargados de oro a perpetuar el mal con el funesto ejemplo de su fortuna. Todo el mundo los observa y los admira. Su vajilla, sus alhajas su dádivas a los templos, sus socorros y regalos a la parentela, su ostentación y el crédito de su opulencia ,siempre aumentado y difundido por la opinión hasta los últimos rincones, ofrecen en este país laborioso y sencillo un espectáculo que deslumbra, y cuya triste influencia no puede esconderse a la reflexión del patriotismo. El primer objeto de estos indianos es arraigarse comprando tierras, labrando casas, fundando patrimonio y ligando a una vinculación perpetua los frutos y su trabajo. Si alguna otra profesión conduce en este país a la riqueza {lo que rara vez sucede}, como por ejemplo , el comercio y las granjerías, los comerciantes y gentes, de caudal no conocen mejor empleo de su fortuna que los indianos. Como hay falta de luces para erigir y promover con utilidad establecimientos industriales, todo el mundo se mete a terrazguero; profesión, si no la más útil, por lo menos la más análoga a nuestra pereza y natural amor al regalo. Vea usted, pues , por qué camino, al mismo tiempo que mengua la cantidad de tierras circulables, crece la estimación y el precio de las que por alguna casualidad quedan aún en la circulación. Pues acabemos, dirá usted, acabemos de un vez con los mayorazgos, y libremos para siempre a nuestras provincias de un mal tan general y tan funesto. ¡ Bella idea si se pudiera realizar, si no la resistiera nuestra respetable constitución, si una libertad ilimitada y repentina no estuviese sujeta a iguales inconvenientes , si en los mayorazgos no se cifrase un sólido apoyo de la nobleza monárquica , un saludable estímulo al afán y a la industria de los que aspiran a ella, y un irrefragable testimonio de la protección que han concedido las leyes a la libertad del aplicado e industrioso ciudadano! Dios le libre a usted de los extremos en materia de reformas. El objeto la merece sin duda, y si usted quiere, la exige y necesita. Pocas leyes, hechas despacio, ejecutadas deprisa y sostenidas con un vigor inflexible, podrían prescribir a la libertad de vincular un límite saludable y hacer que tuviéramos mayorazgos , y que los mayorazgos fuesen tan provechosos al pueblo, como son necesarios a la nobleza. En Asturias sucedió precisamente lo contrario, si no en cuanto a la propiedad, por lo menos en cuanto al cultivo. Lejos de haberse incorporado , se aumentó cada día la división de las suertes y éstas se fueron subdividiendo y multiplicando. Yo he visto dividida en cinco una casería que no muchos años antes estuviera destinada a un solo labrador. Esto ha hecho muy miserable la suerte de no pocos colonos , porque todo el afán de un año no basta para dar a una familia subsistencia cómoda ni segura. Cualquiera de los comunes accidentes que causan esterilidad o disminuyen las cosechas, cualquiera contratiempo, cualquiera atraso conduce al pobre agricultor a la miseria y la ruina. De aquí las emigraciones a otras provincias; de aquí el abandono de las suertes; de aquí el desamparo de las familias y otros males sobre que no puede dejar del llorar la humanidad. - Alguno creerá que la ilimitada multiplicación de los labradores es siempre conveniente; pero se engaña. No basta que una provincia aumente el número de sus cultivadores; es menester que estos cultivadores tengan una subsistencia cómoda y sobre todo segura. De otro modo, la menor desgracia les hará abandonar sus suertes, y este abandono será siempre perjudicial, no sólo a la familia que le hace , sino también al propietario que sufre sus consecuencias. Aun sin desgracia alguna faltará muchas veces la constancia para continuar en el cultivo, porque trabajar mucho, comer poco y vestir mal, es un estado de violencia que no puede durar. --Yo veo , amigo mío, que se trata mucho de la felicidad pública y poco la de los particulares; que se quiere que haya muchos labradores, y no que los labradores coman y vistan; que haya muchas manos dedicadas a las artes y oficios, y que los artesanos se contenten con un miserable jornal. Estas ideas me parecen un poco chinescas; ponen al pueblo , esto es, a la clase más necesaria y digna de atención, en una condición miserable; establecen la opulencia de los ricos en la miseria de los pobres, y levantan la felicidad del Estado sobre la opresión de los miembros del Estado mismo. Acaso usted no quedará contento con mis reflexiones, y me dirá que debiera ocuparme más en referir, y menos en declamar. Pero yo trato de ser útil a mis paisanos, y no quiero callar nada de lo que pueda contribuir a su felicidad. Esta palabra , que se ha hecho tan de moda, no siempre explica la verdadera idea que debe definir. Déjeme usted repetirlo, y valga lo que valiere. 

Discurso sobre el estudio de la Geografía Histórica: ¡Oh Asturias , porción preciosa de España! ¿Cuándo llegará el día que, poniendo a logro las luces que vamos difundiendo en su seno, emplees en tan noble objeto estos jóvenes, que serán sus depositarios, y que ahora te presentamos como primicias de nuestro celo y prenda y anuncio de tu futura prosperidad? ¡ Oh amados jóvenes! ¿Cuándo os verán mis ojos, precedidos de vuestros maestros, trepar por estas cumbres que nos rodean, con el teodolito al ojo y el compás en la mano, medir en vastos triángulos el territorio de Asturias, y preguntar al cielo cuál es el espacio que ocupa vuestra patria en el globo, cúales lo límites que la dividen,  las fuentes de sus rápidos ríos,  las concas de sus hondos valles, el rumbo y la altura de los montes y la extensión de estas tierras y playas, donde vuestros hermanos buscan con diario sudor el alimento y la dicha de tantas familias? ¿Cúando os veré yo reducir este trabajo a una breve y exactísima carta topográfica, que multiplicada por el buril, difunda por todas partes, con la imagen de vuestra patria, el más ilustre testimonio del amor que la profesáis? ¡Oh Gijón, amada cuna mía y objeto de mis continuos desvelos! No, no será ilusorio el dulce presentimiento de que el cielo tiene reservada esta gloria, que llegará el día venturoso en que verás a tus hijos, llevando en la mano esta carta, fruto de su celo y sus luces, correr todos los ángulos de Asturias, indagar las varias clases de vivientes que los pueblan, los vegetales que los adornan, los minerales que los enriquecen, y observar y ordenar y describir cuantos dones derramó sobre ellos la Providencia. Tú los verás ilustrar la topografía, la geografía física y la historia natural de este precioso suelo, en que vieron la luz, en que recibieron la educación y a cuyo bien están consagrados estos estudios. 

A Horacio Sebastiani: Sevilla , 24 de abril de 1806.- Señor general: Yo no sigo un partido, sigo la santa y justa causa que sostiene mi patria, que unánimemente adoptamos los que recibimos de su mano el augusto encargo de defenderla y regirla, y que todos habemos jurado seguir y sostener a costa de nuestras vidas. No lidiamos, como pretendéis, por la inquisición, no por soñadas preocupaciones, ni por el interés de los grandes de España; lidiamos por los preciosos derechos de nuestro rey, nuestra religión nuestra constitución y nuestra independencia. No creáis que el deseo de conservarlos esté distante del de destruir cuantos obstáculos puedan oponerse a este fin; antes por el contrario, y para usar de vuestra frase, el deseo y el propósito de regenerar la España y levantarla al grado de esplendor que ha tenido algún día, y que en adelante tendrá, es mirado por nosotros como una de nuestras principales obligaciones. Acaso no pasará mucho tiempo sin que la Francia y la Europa entera reconozcan que la misma nación que sabe sostener con tanto valor y constancia la causa de su rey y de su libertad contra una agresión tanto más injusta cuanto menos debía esperarla de los que se decían sus primeros amigos, tiene también bastante celo, firmeza y sabiduría para corregir los abusos que la condujeron insensiblemente a la horrible suerte que le preparaban. No hay alma sensible que no llore los atroces males que esta agresión ha derramado sobre unos pueblos inocentes, a quienes después de pretender denigrarlos con el infame título de rebeldes, se niega aun aquella humanidad que le derecho de la guerra exige y encuentra en los más bárbaros enemigos. Pero ¿ a quién serán imputados estos males? ¿ A los que los causan, violando todos los principios de la naturaleza y la justicia,l o a los que lidian generosamente para defenderse de ellos y alejarlos de una vez y para siempre de esta grande y noble nación ? Porque, señor general no os dejéis alucinar: estos sentimientos que tengo el honor de expresaros son los de la nación entera, sin que haya en ella un solo hombre bueno, aun entre los que vuestras armas oprimen, que no sienta en el pecho la noble llama que arde en el de sus defensores. Hablar de nuestros aliados fuera impertinente, si vuestra carta no me obligase a decir en honor suyo que los propósitos que les atribuís son tan injuriosos como ajenos de la generosidad con que la nación inglesa ofreció su amistad y sus auxilios a nuestras provincias, cuando desarmadas y empobrecidas los imploraron desde los primeros pasos de la opresión con que la amenazaban sus amigos. En fin, señor general, yo estaré muy dispuesto a respetar los humanos y filosóficos principios que, según nos decía, profesa vuestro rey José, cuando vez que, ausentándose de nuestro territorio, reconozca que una nación , cuya desolación se hace actualmente a su nombre por vuestros soldados, no es el teatro más propio para desplegarlos. Este sería ciertamente un triunfo digno de su filosofía; y vos, señor general, si estáis penetrado de los sentimientos que ella inspira, deberéis gloriaros también de concurrir a este triunfo, para que os toque alguna parte de nuestra admiración y nuestro reconocimiento. Solo en este caso me permitirán mi honor y mis sentimientos entrar con vos en la comunicación que proponéis, si la Suprema Junta Central lo aprobare. Entretanto , recibid, señor general, la expresión de mi sincera gratitud por el honor con que personalmente me tratáis, seguro de la consideración que os profeso. Gaspar de Jovellanos. 

Epístola elegiaca de Jovino a Anfriso, escrita desde el Paular. 1779-.- Conozco bien que fuera de este asilo sólo me guarda el hado sinrazones, crudos desdenes, fieros desengaños, susto y dolor; empero todavía a estar en él no puedo resolverme. No puedo resolverme, y despachado, sigo el impulso del fatal destino, que a tanta ruina y tanto mal arrastra. - Sigo su fiero impulso, y llevo siempre por todas partes fija en mi memoria la imagen enemiga , y en mi pecho del crudo amor la flecha atravesada. De amor y angustia el alma malherida, pido a la muda soledad consuelo y con dolientes quejas la importuno. Salgo al ameno valle, subo al monte, sigo del claro río las corrientes, busco la fresca y deleitosa sombra, corro por todas partes, y no encuentro en parte alguna la quietud perdida. Aquí , pues, escondido, lloro a solas de la inconstante Enarda los desdenes y al acerbo dolor de mi destino. Aquí solo, a mis penas entregado y sumergido en tristes pensamientos, las pasadas venturas y el presente funesto mal remuevo en mi memoria. ¡Ay, Dios! ¡ Qué diferencia tan notable va del presente tiempo al ya pasado! ¡ De aquel tiempo en que Enarda la inconstante, sólo por su Jovino suspiraba! - Tales cosas repaso en mi memoria, en esta triste soledad sumido. - Llega en tanto la noche, y con su manto cobija el ancho mundo. Entonces vuelvo a los medrosos claustros. De una escasa luz el distante y pálido reflejo guía por ellos mis inciertos pasos. ¡Oh, fuerza del ejemplo milagrosa!, en medio del horror y del silencio mi corazón palpita , en mi cabeza se erizan los cabellos, se estremecen mis carnes, y discurre por los miembros un súbito temor que los embarga. Parece que oigo que del centro oscuro sale una voz medrosa, y que rompiendo el eterno silencio , así me dice: :" Huye de aquí, profano, tú que llevas "de ideas mundanales lleno el pecho, "huye de esta mansión, santo refugio " do la virtud contrita y penitente vive escondida; huye , y no profanes " con tu planta sacrílega este asilo" . De aviso tal a golpe confundido, con paso vacilante voy cruzando los silenciosos tránsitos, y llego por fin a mi morada, donde ni hallo el ansiado reposo, ni recobran la suspirada calma mis sentidos. Lleno de congojosos pensamientos paso la triste y perezosa noche en molesta vigilia, sin que cierre mis párpados el sueño, ni mitiguen sus regalados bálsamos mi pena. Vuelve por fin con la risueña aurora la luz aborrecida, y en pos de ella , el claro día a publicar mi llanto y dar nueva materia al dolor mío. 

Epístola VIII - de Jovino a Posidonio {1802}Lloro , es verdad, negártelo no debo, lloro la ausencia de mi amada patria, de mis caros penates, de mis pocos fieles amigos, y de todo cuanto mi corazón amaba, y reunido como era de mi gloria y mi ventura..... Entre tantos, un alto, un digno objeto ¡ay! , cada instante su llorosa imagen a mis ojos presente, las paredes de esta medrosa soledad conturba. - Ya adivinas cuál es. Tú mismo viste el generoso afán con que mi mano, allá donde el paterno Piles corre a morir entre arenas , una hermosa viña plantó, que con ardientes votos consagraba a Sofía, a cuyo amparo, por siete abriles de abundancia llena, mostró su esquilmo y ya de la comarca era delicia y gloria... y lo era mía.... ¡Ay, que no verán ya mis tristes ojos tan preciada heredad ni ella su influjo recibirá ya más!.... Tal vez los tuyos, Posidonio, sobre ella detenidos, su antigua gloria buscarán en vano, y con piadosas lágrimas un día honrarán mi memoria. Tal vez un día a vernos volverá , gozosa entonces, la triste Gigia, unidos y felices. Las verdes copas de los tiernos chopos, con que la ornó mi mano, y que ya el tiempo alzó a las nubes, cubrirán a entrambos con su filial y reverente sombra. En grata unión las playas resonantes tornaremos a ver; aquellas playas tantas veces pisadas de consuno, mientras el sol buscaba otro hemisferio, y el mar cantabro con alternas olas besar solía las amigas huellas. ¡Oh, si nos diese el cielo tal ventura, cuánto dulces serán nuestros abrazos!¡ Oh, cuánto nuestras pláticas sabrosas! Y contaremos, de zozobra exentos, de la pasada tempestad la furia y el horrendo peligro , mientras alegres y asegurados en el puerto, damos al ocio blando las fugaces horas. ¡ Cúmplase , oh Dios, tan plácida esperanza! Empero, si este bien apetecido tus decretos me niegan; si más alta retribución a mi inocencia guardas, brame la envidia, y sobre mí desplome fiero el poder las bóvedas celestes, que el alto estruendo de la horrenda ruina escuchará impertérrita mi alma. 

Romerías de Asturias: Dejemos , pues, a los pueblos frugales y laboriosos sus costumbres, por rudas que nos parezcan, y creamos que la nobleza del carácter en que tienen su origen por lo menos esta justa condescendencia. Pero las danzas de las asturianas ofrecen ciertamente un objeto, si no más raro, a lo menos más agradable menos fiero que las que acabamos de describir. Su poesía se reduce a un solo cuarteto o copla de ocho sílabas,  alternado con un largo estrambote, o sea estribillo,  en el mismo género de verso, que se repite a ciertas y determinadas pausas. Del primer verso de este estrambote que empieza Hay un galán de esta villa, vino el nombre con que se distinguen estas danzas. El objeto de esta poesía es ordinariamente el amor, o cosa que diga relación a él. Tal vez se mezclan algunas sátiras o invectivas, pero casi siempre alusivas a la misma pasión, pues ya la presunción de alguna doncella, ya el lujo de uno, ya la nimia confianza de otros, y cosas semejantes... En una de estas romerías a que concurrió cierto amigo mío, se había presentado una fea que , entre otros adornos, llevaba una redecilla muy galana y de color muy sobresaliente. Al instante fue notada de las mozas, que le pegaron esta banderilla. Quítate la rede negra y ponte la colorada, para que llucia la rede lo que non llú la to cara. En otra romería corrían muchos rumores acerca del susto que daba a un recién casado el galanteo que con su mujer traía cierto caballerete de la quintana. El novio, que por la cuenta era espantadizo, andaba no poco cabizbajo con esta sospecha. Se hizo público su cuidado, y al punto mis trovadoras soltaron su vena, y le consolaron con esta copla: El que tien la muyer guapa - cabo cas de los señores, mas trabayo tien con ella que en cabar y fer borrones. Era yo bien niño cuando el ilustrísimo señor don Julio Manrique de Lara, obispo entonces de Oviedo se hallaba en su deliciosa quinta de Contrueces, inmediata a Gijón, el día de San Miguel. Celebrándose allí aquél día una famosa romería, y las mozas, como para festejar a su ilustrísima, formaron su danza debajo de los mismos balcones de palacio. El buen prelado que estaba en conversación con sus amigos, cansado del guirigay y la bulla de las cantiñas, dio orden para que hicieran retirar de allí las danzas: sus capellanes fueron ejecutores del decreto, que se obedeció al punto; pero las mozas, mudando de sitio, bien que no tanto que no pudiesen ser oídas, armaron de nuevo su danza, cantando y recantando esta nueva letra, que su ilustrísima celebró y oyó con gusto desde su balcón gran parte de la tarde: El señor obispo manda- que s´acaben los cantares; primero s´n d´acabar obispos y capellanes. 


La ultima carta desde Galicia el 23 de julio de 1811, de camino para Gijón,  separado de Pachín, embarcado para Cádiz. Yo, viejo y estropeado, sólo debo pensar en esconderme de los hombres que tan mal me han tratado; y pues que, en nada puedo servir a la patria, menguaré el número de los que embarazando al gobierno, la dañan. Tomé esta resolución con mejores apariencias de seguridad; hoy ya no son tan ciertas. Asturias quedó evacuada, pero sin defensa. Los enemigos la dejaron,  pero se están a la falda de los montes. Tendré, pues, que estar con un pie en la tierra y otro en el mar.

Carta a Felipe , obispo. Gijón , 16 de diciembre 1799- Ilustrísimo señor: Por más que yo aprecie al Instituto Asturiano, nunca pudiera extrañar que usted se negase primera y segunda vez a socorrerle, porque estoy harto de ver olvidada la caridad pública de los más obligados a ejercerla. Mas que usted se negase a contestar a sus reverentes oficios, y sobre todo que diese a mis amigos carta tan despegada respuesta, ni lo esperaba ni lo puedo pasar en silencio. Aquella cara prueba que yo no ignoraba las obligaciones de usted como obispo, cuando le recordaba las que tiene como miembro de la sociedad que le mantiene, y es bien extraño que usted sólo recuerde las primeras para desentenderse de las últimas. Sin duda que un obispo debe instruir al clero que le ayuda en su ministerio pastoral pero debe también promover la instrucción del pueblo, para quien fue instituido el clero y el episcopado. Debe mejorar los estudios eclesiásticos ; pero debe también promover las mejoras d los demás estudios que usted llama profanos y que yo llamo útiles, porque en ellos se cifra, la abundancia la seguridad y la prosperidad pública; porque con la ignorancia ellos destierran la miseria, la ociosidad y la corrupción pública; y , en fin porque ellos mejoran la agricultura, las artes y las profesiones útiles, sin las cuales no se puede sostener el Estado, ni mantenerse los ministros de la Iglesia. Y de aquí es que si los obispos deben aversión a los filósofos que deslumbran y a las malas costumbres que corrompen los pueblos, deben también aprecio a los sabios modestos y protección a la enseñanza provechosa que los ilustra. Lo que ciertamente no cabe en las obligaciones ni en los derechos de un obispo, es injuriar a sus prójimos con injusticia y sin necesidad. E director Cienfuegos ha merecido por su talento, su buena conducta y distinguidas prendas, el aprecio del Cuerpo en que sirvió a S. M.: por estas prendas merece aquí el aprecio de cuantos le tratan, y particularmente el mío, que estoy muy satisfecho del celo con que desempeña el cargo que el rey le ha conferido. Si tanto no ha bastado para merecer el aprecio de usted pudo a lo menos esconder en su carta esta flaqueza,  y eso tuviera de menos desatenta. Me aconseja usted que cuide de gobernar mi casa y tomar estado. El primer consejo viene a tiempo, porque no vivo de diezmos y cobro mi sueldo en vales; el segundo, tarde, pues quien de mozo no se atrevió a tomar una novia por su mano, no la recibirá de viejo de la de tal amigo. Concluye usted exhortándome a que aprovecha los desengaños. No puede tener muchos quien no buscó la fortuna, ni deseó conservarla. Con todo, estimo y tomo el que usted me da, y le pago con otro consejo, que probablemente será el último, porque de ésta no quedará usted con gana de darlos ni recibirlos. Sea usted, si quiere, ingrato con su patria y desconocido con sus asmigos; pero no caiga otra vez en la tentación de ser desatento con quien pueda tachárselo tan franca y justamente como Jovellanos.



La desorientación de Jovellanos, que acaba marchando de Cádiz. - Todo lo hemos perdido mi muy querido lord Holland: Estado, patria, existencia; todo lo hemos perdido. Yo no temo por la mía ; pero veo una triste perspectiva delante de mis ojos, y el partido mismo que he tomado lo hace más triste. Pudiera muy bien quedarme al lado del nuevo gobierno, como consejero de Estado que soy; acaso lo hará algún otro; pero en la desgracia de mis hermanos no se acomoda mi corazón a tomar el partido de la conveniencia. He pedido a la Regencia mi jubilación de la plaza de Estado, o por lo menos una licencia para volver a Asturias, y voy a embarcarme para allí con mi amado y digno Pachín, y su esposa, que está aquí, y esto será de un día a otro y tal vez mañana. Pero la confianza de la amistad no debe ser a medias, y yo debo abrir a usted el estado de mi triste situación. Es , pues, que temer que al llegar a Asturias no halle donde poner el pie, y entonces heme aquí reducido a una absoluta mendiguez, porque toda mi fortuna no llega a 100 doblones. Si este caso llegase, la amistad me dará asilo. No le pido; le buscaré seguro de encontrarle. Iré a Londres, si algún buque inglés me lleva por caridad; volaré a Holland- House, y todo mi cuidado será no hacerme gravoso a mis caros patronos. Mi deseo es morir en tierra de España; les pediré que me lleven a Canarias o algún otro lugar de América, donde pueda depositar mis huesos, pues que de vivir ya no se debe tratar. Y, ¿lo creerá usted? nada de cuanto veo delante de mis ojos me aflige; aflígeme esta patria ingrata, que a la edad de 67 años, después de 43 buenos servicios y de haber trabajado por su libertad con tanto celo y desinterés me confunde en su proscripción y su desprecio, sin consideración, sin miramiento alguno, con los que no le han hecho tanto bien. Pero me aflige, sobre todo, que cuando iba congregarse la nación y coronarse la grande obra en que tanto he sudado, tantas contradicciones he vencido y tantos {falta el final} Jovellanos.

Miguel José de Azanza:
Día 12 de junio de 1808.- Mi muy estimado amigo: No puede usted figurarse la situación en que llegué a esta villa. Lejos de hallar en ella alivio, mi mal se agrava más y más cada día, ya con las noticias que llegan de los violentos partidos que van tomando todas nuestras provincias, ya con el repetido empeño , ya con el repetido empeño de arrancarme al descanso que mi curación requiere. Así es que mi espíritu se halla tan doliente como mi cuerpo, y que mi cabeza está tan débil y mi pecho tan oprimido , que ni puedo leer una página , ni escribir una carta. Nada , nada sé de la conmoción de Asturias, porque,o no dejan salir de allí los correos, o los interceptan en el interior; y desde que partí de Mallorca no he visto carta alguna de mi casa . Oigo solamente contar al principado entre las provincias disidentes ; pero conozco bien a mis paisanos para esperar que pueda algo sobre ellos la persuasión. - Aquel pueblo está disperso en los campos, y es demasiado numeroso y feroz para ser amansado con palabras. Agrégase a esto que yo, como a otros sucede, no soy profeta en mi patria, y que aunque le hice mucho bien, cuento en ella con no pocos desafectos y alguno que se unió a mis enemigos para perseguirme. Con todo, si me dejaran reparar mi salud, nada me detendrá en ir allá con mi persuasión y mis concejos; aunque estoy tal, que cuando los remedios alcancen a mi restablecimiento,  tal vez no será a tiempo de que pueda cooperar a tan difícil empresa. De Ministerio o otras esperanzas no hablemos, porque si vivo, ninguna consideración podrá empeñarme jamás en los negocios públicos a los sesenta y cinco años de mi edad, y después de tan largos y amargos escarmientos. Yo conservaré siempre en mi corazón la alta confianza con que me honra el grande emperador a quien espero que usted elevará este puro sentimiento de mi gratitud, así como el dolor de no hallarme en situación de obrar conforme a él en beneficio de mi Patria. Y usted, viviendo muy seguro de mi antigua y fina amistad, mande cuando quiera su afectísimo . Gaspar de Jovellanos. 

En su Discurso de recepción en la Real Academia de la Historia sobre la necesidad de unir al estudio de la legislación el de nuestra historia :Entré a la jurisprudencia sin mas preparación que una lógica bárbara y una metafísica estéril y confusa, en las cuales creía entonces tener una llave maestra para penetrar al santuario de las ciencias. Después de haber estudiado el Derecho civil de Roma, me apliqué a la lectura de las leyes de España; de unas leyes que habría de ejecutar algún día. Pero en este estado me vi repentinamente elevado a la magistratura y envuelto en las funciones de la judicatura criminal. Joven, inexperto y mal instruido,  apenas podía conocer toda la extensión de las nuevas obligaciones que contraía. Desde aquel punto yo no vi delante de mí más que las leyes que debía ejecutar, el riesgo inmenso de ejecutarlas mal, y la absoluta necesidad de penetrar su espíritu para ejecutarlas bien. Entonces fue cuando empezó a triunfar la verdad de las preocupación; entonces conocí que los códigos legales estaban escritos en un idioma enigmático,  cuyos misterios no podían desatarse sin la ciencia de la historia; provechoso, pero tardío desengaño, que sirvió más para hacerme conocer los riesgos que para librarme de ellos.

La justificación de la propiedad: Este principio está primeramente consignado en las leyes eternas de la naturaleza, y señaladamente en la primera que dictó al hombre su omnipotente y misericordioso Creador cuando, por decirlo así, le entregó el dominio de la tierra. Colocándole en ella y condenándole a vivir del producto de su trabajo, al mismo tiempo que le dio el derecho a enseñorearla, le impuso la pensión de cultivarla. -Él solo limpió y rompió los campos, descuajó los montes, secó los lagos, sujetó los ríos, mitigó los climas, domesticó los brutos, escogió y perfeccionó las semillas y aseguró en su cultivo y reproducción una portentosa multiplicación a la especie humana. El mismo principio se halla consignado en las leyes primitivas del derecho social; porque cuando aquella multiplicación forzó a los hombres a unirse en sociedad y a dividir entre sí el dominio de la tierra, legitimó y perfeccionó necesariamente su interés, señalando una esfera determinada al de cada individuo y llamando hacia ella toda su actividad.





A su hermano D. Gregorio-
Madrid, 29 de abril de 1779- Amado Gregorio mío: Voy a responder a tu última carta sin pérdida de tiempo, no sólo porque así me lo encargas, sino también porque los asuntos a que debo contestar lo merecen. Diréte francamente en ellos mi dictamen y tú no podrás negarte racionalmente a seguirle,  pues por una parte las experiencias que me han dado mis años y mi empleo, y por otra el cariño que siempre te he profesado y el interés que yo mismo, como todos los de la familia, tenemos en tu bien, son sobrados apoyos en que debe descansar tu corazón, creyendo que yo ni puedo, ni quiero, ni debo engañarte, sino dirigirte en una situación crítica para que te manejes en ella con tino y con prudencia. A lo hecho ya no hay remedio ¡Pueda el arrepentimiento borrar del todo la memoria de cuanto ha pasado! Tú conoces muy bien lo que esto importaría.  Pero al fin, si no se puede lograr este deseo, logremos lo que no está negado a la prudencia y a la buena conducta. Si a lo hecho no hay remedio, lo puede haber para que sus consecuencias no sean perjudiciales en lo futuro. Estos descuidos dejan una cierta impresión que se debilita con el tiempo y que al fin se borra con otras contrarias. Tú más que otro alguno debes esperar así, porque antes de ahora habías tenido una conducta irreprensible y por medio de ella te habías hecho estimar en el Cuerpo.  Si en adelante vuelves a tu sistema antiguo, si continúas aplicado al desempeño de tu obligación y de todas las distracciones que puedan desviarte de este sendero y servirte de estorbo en el camino de la virtud y del honor verás cómo se borran del todo, cualesquiera ideas que hayan podido formarse en consecuencia de los pasados descuidos. Me estremezco cuando te oigo hablar de retiro.  ¿Y por qué has de tomar un partido tan miserable? Dejo aparte la triste situación en que te verías, separado de un Cuerpo ilustre, en que has hecho tu carrera con pasos de gigante, y privado de las brillantes esperanzas que puedes prometerte. Dejo aparte el agudísimo dolor que causarías con esta desestimada resolución a tus padres y hermanos, cuyos corazones acaso no podrían resistir tan fuerte golpe. Dejo aparte también la pérdida absoluta de tu reputación, pues nadie diría que habías dejado el Cuerpo sino por ser incapaz de llenar sus obligaciones; pero cuando todo cesara,  ¿no debiera obligarte tu mismo pundonor, no sólo a continuar el servicio, sino también a continuarle con una exactitud ejemplar y capaz de borrar las impresiones que tus pasados descuidos hayan dado a tus jefes y compañeros? Yo estoy seguro de que tu conducta ulterior puede remediarlo todo; pero esta conducta es preciso que sea de las más juiciosas y atinadas. También puedes ganar la confianza de tu mismo comandante procurando convencerle de que tus faltas han nacido de una fragilidad disculpable en tus años, que estás arrepentido de ellas y dispuesto a refomar para lo sucesivo tu conducta. En fin, tú puedes remediar las consecuencias del mal si quieres,. Si no lo haces, la pérdida será sólo para ti, aunque el dolor y el sentimiento nos alcanzará a cuantos te queremos bien.  Si,  Gregorio mío, sí. En tu mano está tu remedio. La noticia de estos pasajes no ha llegado por acá.  El jefe principal nada sabe, y si por desgracia llegase, que no lo temo,  a mi cargo estaría el dorar este hierro para que fuese menos mal visto. En tu mano está,  lo repito una y mil veces; en tu mano está todo el remedio ¿Quién te disculpará si no le abrazas? Para conseguirle necesitas de recursos extraordinarios. Una asistencia continua a tus obligaciones,  una subordinación ciega a tus jefes, una afabilidad una franqueza continua con tus compañeros y una aplicación constante a los libros, te repondrán en la antigua integridad de tu reputación y acaso la aumentarán conociendo todos que, si como muchacho has podido tener un descuido, como hombre de nacimiento y pundonor has sabido remediarlo. Pero ahora permíteme que te diga alguna cosa sobre el origen de estos males, siquiera para que te precavas en adelante y no te expongas a semejantes sinsabores; porque has de saber que cuando estos descuidos son muy repetidos y en ellos hay reincidencia, arruinan del todo la reputación de un oficial y no dejan puerta alguna abierta al remedio. Este ejemplar te hace conocer que Dios te ha dotado de un corazón demasiado sensible, que se pega con demasiada afición a los objetos que le agradan. Si no fuera así ¿cómo pudiera una amistad,  sea la que fuere, haberte separado del cumplimiento de tus obligaciones? Otros muchos se divierten y pasan alegremente el tiempo; pero nunca desconocen que para divertirse con libertad y con gusto es indispensable haber hecho antes su deber. ¡Con cuánto gozo salta en tierra un oficial que, después de haber cumplido con su oficio y su pundonor,  sabe que le quedan algunos momentos libres para pasarlos en el descanso y en las diversiones inocentes! Huye pues, amado Gregorio mío, huye por Dios, de toda distracción. Diviértete en la comedia, en el paseo, en las conversaciones de los buenos amigos y en cualquier honesta recreación , pues como lo sea , ninguna desdice de tus años, de tu nacimiento ni de tu profesión. Pero nunca faltes a tu deber por divertirte, pues sobre ser difícil que lo logres con ánimo tranquilo, la experiencia te habrá enseñado que las inquietudes que acarrean las faltas del servicio importan mucho más que el vano gusto de divertirse, algunos momentos. Sobre todo, escríbeme a menudo y con la confianza de hermano, y cuenta con que te quiere con la mayor ternura de corazón quien lo es tuyo y muy amante. Gaspar Melchor. 

A Jovellanos: Cuando la luz del esperado día rasgaba ya la sombra y el misterio; cuando su vergonzoso cautiverio con noble audacia la razón rompía; Cuando la libertad que renacía empezaba á dorar nuestro hemisferio; cuando el caduco y gangrenado imperio del error se agitaba en la agonía. Tú sacudiste al pueblo castellano que reposaba en su al yeccion hundido, casi olvidado de la humana Historia. Aun yaciera sin tí lejos la mano de la opresión, y como Job , tendido en los harapos de su muerta gloria.  Gaspar Nuñez de Arce.- 
Desafío a los calumniadores.
Señor redactor.- Entre tanto  que la falta de viento favorable nos detiene  en esta bahía, los rumores que corren en esa ciudad contra los individuos  que compusieron la pasada suprema Junta Central llegan aquí para hacernos  mas penosa nuestra situación.  Pudiéramos despreciar las imputaciones que difunden, o por vagas, pues que no determinan cargos ni señalan  delincuentes, o por inverosímiles porque son indignas  de toda creencia o asenso racional; pero nuestra delicadeza no nos permite callar en medio de tantas y tan indiscretas hablillas. Si las calumnias de los enemigos de la Junta  han podido excitarlas, y las últimas desgracias del ejército hacerlas admitir, estamos bien ciertos de que pasada la primera sorpresa, la verdad ocupará su lugar en la opinión pública, la cual investigando tranquilamente las causas y los instrumentos de aquellas desgracias, hará la justicia que es debida a un gobierno compuesto de honrados y celosos patriotas, a quienes pudieron faltar luces,  medios y fortuna, para hacer  que los ejércitos de la patria triunfasen siempre de los enemigos; pero nunca faltó ni el deseo mas vivo, ni la aplicación más constante, ni la firmeza más enérgica  para proporcionarles esta ventaja. Llegará  sin duda un día,  en que, sin necesidad de apologías  ni manifiestos,  la nación reconozca los servicios que han hecho estos dignos patriotas; pero entretanto nuestro pundonor y nuestra conciencia  no nos permiten esperar un juicio tan tardío. Por lo mismo, con la confianza que ellos nos inspiran, apelamos al juicio de nuestros contemporáneos, y si entre los ruines calumniadores, o detractores alucinados de la Junta Central, hay alguno que se atreva a censurar la conducta pública de los individuos que hemos venido a ella por representación  del principado de Asturias, desde luego le desafiamos y  provocamos por medio de este escrito  a que declare los cargos que pretendiere hacernos, bien sea ante el supremo consejo de regencia, o ante el tribunal que S. M.  se dignase a nombrar,  o bien por medio  del diario de V., o de cualquiera otro escrito público, pues en cualquiera forma que sea,  estamos prontos a desmentirle y confundirle demostrando  que en nuestros  escritos y nuestras opiniones, y todo el curso de nuestra conducta pública, no solo hemos acreditado constantemente la mas asidua aplicación, el mas heroico desinterés, y el mas sincero patriotismo; sino  que por ellos nos hemos hecho tan superiores a toda censura, como acreedores  al aprecio y gratitud de la nación. 
Tenga V. pues la bondad de insertar esta carta por suplemento a su diario, y seguro de nuestro reconocimiento, sírvase de mandarnos a sus mas atentos servidores. Q. B. S. M. Bahía de Cádiz a bordo de la fragata Cornelia 20 de febrero de 1810, -Gaspar de Jovellanos.-El Marqués de Campo-Sagrado. 
Obras de Don Gaspar Melchor de Jovellanos. Tomo VIII.


Queja a la Regencia 
Señor- Llenos de aflicción  por el atentado cometido contra nuestro estado y personas, y temerosos de otros mas graves,  aunque la urgencia del tiempo no nos permita dar de ellos á V. M. una razón más cumplida, aprovechamos  la ocasión  de un buque  que va á partir  á Cádiz  para elevar á sus reales manos la adjunta copia del oficio que con fecha de ayer hemos dirigido al capitán general de este reino.
El comisionado de la junta de Santiago, oídas nuestras protestas, ha suspendido sus procedimientos, sin duda para consultar á las autoridades  de que dimana su comisión; pues que aun permanece en este pueblo, con no poco escándalo  de él y el peligro nuestro.
Nada hay que no podamos  temer de la junta superior de este reino, no solo por la tropelía que intentó hacer con nosotros, y la que sufrieron nuestros compañeros en el Ferrol, sino porque,  so pretexto de consultar el dictamen  de otras juntas, ha suspendido el reconocimiento de la autoridad suprema de V. M., y publicado por impreso de acta de esta suspensión: lo cual supone  algún impulso, contra el cual debe V. M. guardarse.
Señor, aunque reducidos al mayor desamparo, pobres, desairados, y rodeados de amargura y peligros, nada es superior  á la tranquilidad de nuestra conciencia  y á la firmeza de nuestro carácter,  sino la idea de que los atentados cometidos contra nosotros  puedan poner en duda aquella buena fama, que con mucho afán y largos servicios habíamos conseguido hasta ahora. A V. M. sola toca protegerla, y en ninguna otra autoridad podremos buscar nuestro desagravio. A ella imploramos, y de ella la esperamos, porque si V. M.  calla ¿qué otra voz  hablará en nuestro favor? Su silencio no solo sería ofensivo á nuestro honor y nuestra justicia, sino también  á la suprema autoridad de V. M.;  porque ningún  gobierno  en que no hallen protección las leyes, y amparo la inocencia, puede ser respetado ni conservado.
Pedimos asimismo á V. M.  que, si por desgracia no se verificase la evacuación de Asturias por el enemigo,  de que corren ya algunas voces, se sirva V. M.  mandar que volvamos á su lado, como tiene ya acordado respecto de unos de nosotros, para que podamos continuar nuestros servicios al público con el decoro y seguridad  á que juzgamos ser acreedores. Nuestro señor conserve en prosperidad á V. M. Muros 27 de marzo de 1810. Sr. -Gaspar de Jovellanos.-Marqués de Campo-Sagrado.
Obras de Don Gaspar Melchor de Jovellanos. Tomo VIII.


Despedida del autor.
Señor: Después de siete años de horrible persecución, y cuando al salir de ella, mal restablecido de una grave dolencia,  que me puso a las puertas de la muerte, solo trataba de buscar algún reposo en el retiro de mi casa, me hallé nombrado por el principado de Asturias para que le representase en la suprema Junta Central con mi digno compañero el marqués de Campo-Sagrado. Entonces, renunciando al descanso a que mis años y trabajos me habían hecho acreedor, acepté un cargo que la voz de la patria, a cuyo servicio estaba consagrado, o me permitía rehusar, por  mas que fuese tan superior a mi cansada y débil constitución. Como haya procurado desempeñarle, no será ignorado de V. M.;  pero libre ya de él, y restituido a mi antiguo estado, puedo presentarme a los pies de V. M. e implorar lleno de confianza y justicia su real piedad en mi favor. Cuarenta y tres años de buenos y fieles servicios  hechos a mi patria; un extraordinaria debilidad de cabeza, y la consiguiente degradación de todo el sistema de mis nervios, sobre sesenta y siete años de edad; me hacen ya inhábil para toda especie de trabajo que pida asiduidad, e intensión; y aunque no hay  sacrificio que no esté resignado a hacer en bien y servicio de mi patria, y en obedecimiento de las órdenes de V. M., no puedo dejar de suplicarle  humildemente que se digne concederme el retiro  de mi empleo de consejero de Estado, para que fui nombrado desde 1798, con el sueldo a que mis servicios me pudieron hacer acreedor; y cuando esto no fuere del agrado de V. M., se digne a lo menos concederme  una licencia temporal, para que pueda buscar en mi casa de Gijón algún reparo para mi salud, y algún descanso de trabajos y fatigas.
En Asturias, Señor, como en todas partes, mi vida será constantemente consagrada hasta el último aliento al servicio de mi patria; y tal vez  le podré ser útil, si V. M. renovando los encargos que desempeñaba  de orden del gobierno cuando fui arrebatado a Mallorca, y constan en vuestra secretaría del despacho de Marina: á saber, de promover y la explotación y el comercio del carbón de piedra, que yo establecí, y de perfeccionar el real Instituto asturiano, que yo fundé, me autorizase para continuarlos, señaladamente para restablecer á su estado primitivo aquel importantísimo establecimiento, que el rencor de mis ruines enemigos persiguió y casi destruyó en mi ausencia. 
Por tanto, suplico a V. M. que si tuviere  a bien concederme el retiro de mi empleo, se digne señalar el sueldo que debo gozar en él; si solo condescendiese V.M. a darme la licencia que solicito, dígnese de aceptar la renuncia de la mitad de mi sueldo que cedo en beneficio  del erario durante la presente guerra, expidiendo las órdenes correspondientes, así para que el sueldo que me quedare me pague en la tesorería de rentas de Gijón, como para que se me reintegre en mis primeros encargos, si tal fuere el agrado de V. M. y en fin  sino lo fuere el condescender a una ni a otra súplica dígnese V.M: declarar su real voluntad, así sobe el lugar en que debo fijar mi residencia, como sobre las reales órdenes que debo ejecutar. Real isla de Leon, 1º de febrero de 1810.

No hay todavía  en ninguna de ls naciones sabias cosa comparable a Homero o Píndaro, ni a Horacio y el Mantuano; nada que iguale a Xenofonte y Tito Livio, ni a Demóstenes y Cicerón. Pero ¿de dónde viene  esta vergonzosa diferencia? Por qué en las obras  de las modernos, con mas sabiduría, se halla menos genio que en las de los antiguos? Y por qué brillan mas los que supieron menos? La razón es clara, dice un moderno: porque los antiguos crearon, y nosotros imitamos; porque los antiguos estudiaron en la naturaleza, y nosotros en ellos. ¿Por qué, pues,  no seguiremos sus huellas? Y si queremos igualarlos, ¿por qué, no estudiaremos como ellos? He aquí en lo que debemos imitarlos:
Y he aquí también a donde deseamos guiaros por medio de esta nueva enseñanza.  Su fin es sembrar en vuestros ánimos  las semillas de buen gusto en todos los géneros de decir. Para formarle, para hacerles germinar, hartos modelos  escogidos se os pondrán a la vista, de los antiguos en sus versiones, y de los modernos en sus originales.  Estudiad lenguas vivas; estudiad sobre todo la vuestra; cultivadla; dad más a la observación y a la meditación, que a una infructuosa lectura; y sacudiendo de una vez las cadenas de la imitación, separaos del rebaño de los metodistas y copiadores, y atreveos a subir a la contemplación de la naturaleza. En ella estudiaron los hombres célebres de la antigüedad, y en ella se formaron y descollaron aquellos grandes talentos  en que tanto como su excelencia, admiramos su extensión y generalidad. Juzgadlos, no ya por lo que supieron y dijeron, sino  por lo que hicieron; y veréis de cuanto aprecio no son dignos unos hombres que parecían  nacidos para todas las profesiones y todos los empleos,  y que como los soldados de Cadmo brotaban del seno de la tierra armados  y preparados a pelear, así salían ellos de las manos de sus pedagogos a brillar sucesivamente en todos los destinos y cargos públicos. Ved a Pericles, apoyo y delicia de Atenas, por su profunda política y por su victoriosa elocuencia, al mismo tiempo que era por su sabiduría  el ornamento del Liceo, así como  por su sensibilidad y buen gusto el amigo de Sófocles, de Fidias y de Aspasia. Ved a Cicerón mandando los ejércitos, gobernando provincias,  aterrando a los facciosos,  y salvando  la patria mientras  que desenvolvía en sus oficios y en sus academias  los sublimes  preceptos de la moral pública y privada:  a Xenofonte dirigiendo la gloriosa retirada de los diez mil, e inmortalizándola después con su pluma: a César lidiando, orando y escribiendo con la misma sublimidad, y a Plinio, asombro de la sabiduría, escudriñando entre los afanes de la magistratura y de la milicia los arcanos de la naturaleza, y describiendo con el pincel mas atrevido sus riquezas inimitables. 
Estudiad vosotros como ellos el universo natural y racional, y contemplad como ellos este gran modelo, este sublime tipo de cuanto hay  de bello y perfecto, de majestuoso y grande en el orden físico y moral, que así podréis igualar a aquellas ilustres lumbreras del genio. ¿Queréis ser grandes poetas? Observad a Homero a los hombres en los importantes trances de la vida pública y privada, o estudiad como Eurípides el corazón humano   en el tumulto  y fluctuación de las pasiones,  o contemplad como Teócrito y Virgilio, las deliciosas  situaciones de la vida rústica.  Estudiad, indagad como Hortensio y Tulio, como Salustio y Tácito,  aquellas secretas relaciones, aquellos grandes y repentinos movimientos con que una mano invisible, encadenando los humanos sucesos, compone los  destinos de los hombres,, y fuerza y arrastra  todas las vicisitudes políticas. Ved aquí las huellas que  debéis seguir; ved aquí el gran modelo que debéis imitar.  Nacidos en un clima dulce y templado, y en un suelo en que la naturaleza reunió  a las escenas mas augustas  y sublimes, las mas bellas y graciosas; dotados de un genio firme y penetrante, y ayudados  de una lengua llena de majestad y de armonía, si la cultivareis, cantaréis como Píndaro, narraréis como Tucídides,  persuadiréis como Sócrates, argüiréis como Platón y Aristóteles, y aun demostraréis con la victoriosa precisión de Euclides.  
¡Dichoso aquel que aspirando a igualar  a estos hombres célebres,  luchare por alcanzar tan preciosos talentos! Cuánta gloria, cuánto placer  no recompensará sus fatigas! Pero si una falsa modestia entibiare en alguno de vosotros el inocente deseo de fama literaria; si la pereza  le hiciere preferir mas humildes y fáciles placeres,  no por eso crea que el estudio que le propongo es para él menos necesario. Creedme: la  exactitud del juicio, el fino y delicado discernimiento; en una palabra,  el buen gusto que inspira este estudio, es el talento mas necesario en el uso de la vida. Lo es  no solo para hablar y escribir,  sino también para oír y leer; y aun me atrevo a decir, que para sentir y pensar. 

A Carlos González Posada
Mi amado magistral:  ¡Qué tentaciones tan fuertes pone usted a mi musa, si ella estuviera en situación de caer! Jamás he hecho  un verso que no fuese movido del corazón, y ahora quisiera el mío  explicar su ternura en ellos; sed multa nos premunt. Estoy trabajando  a la vez en dos Visitas, y a decir verdad, en cuatro, pues en cada Colegio se hacen dos, una pública  y temporal, y otra personal y secreta. Tengo  además de despachar varios informes  del Consejo; que hacer los cuatro de las Visitas, los planes de dotación el acomodamiento del Reglamento, trabajado ya,  a las dos casas, y en medio de esto tengo el invierno  a la vista y a Asturias en el alma. Pero a  buen que iré allá,  tendré más vagar y mejor humor, y entonces nos veremos las caras, aunque  ya me costará más trabajo. La epístola que recibí anoche es de lo mejor que usted ha hecho, y comparada con ella, la Canción del Sella y la de la Sirena del Nalón, son niñas de teta. Hay en ésta cosas nuevas, sublimes,  y fuertemente expresadas; hay  más poesía  que en muchos largos poemas de los que llaman buenos. Tienen un defecto, que me alaba mucho; pero me gusta por eso, no en cuanto lisonjea mi amor propio, sino en cuanto halaga mi ternura.  En otro hubiera mirado  los elogios como una fría adulación; en  usted  los miro como un delirio de la amistad, y yo he nacido  para tener y apreciar estos delirios. ¡Oh, mi magistral! ¡Cuán dulcemente correrían nuestras horas!  Lo siento por usted. De mí sé que  me esperan dulcísimos instantes, si la Providencia  me da el gozarlos; pero los tiempos mudarán, y nosotros no andaremos tan separados. Entretanto no hay que afligirse. ¿Se perdió lo de Tarragona? Pues a otra cosa: no todo se perderá. Las esperanzas crecen, los amigos se empeñan y acaloran, la reputación  se extiende, la frialdad misma suelta sus grillos. ¡Ah, que yo no ande por ahí! No puedo escribir más: dan las nueve, voy al Colegio del Rey hasta las doce; ocuparé el resto hasta las dos en liquidar cuentas en Alcántara; por la noche declaraciones; y ésta es la primera carta del correo. Escriba usted, y quiera mucho a su tierno. Jovino.  Antología de Jovellanos. Edición Teresa Caso. 

















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