Historias de la guerra civil
Lo de mi hermano Cosme fue muy duro para mi madre, una prima mía el pueblo muy facciosa ella, recibió una carta de una enfermera de un hospital de La Felguera, en ñas señas, solamente ponía Matarranz La Franca. Dentro decía: No sé si llegará sus manos esta carta, pero de quién he oído esta dirección, es de un herido que se encuentra en este hospital, en su deliro, sólo pronuncia este hombre y La Franca. Es joven y está muy grave. Le comunico esto por si es algún familiar suyo.
Todos, pensamos que era mi hermano Cosme. Yo entonces estaba emboscado no podía salir, por si caía en manos de los fascistas, ya sabía lo que me esperaba, la muerta como la de varios de mis camaradas, unos jubilados, otros a garrota vil y otros desaparecidos.
Mi madre ¡la gran madre! para aquella viejina heroica, no existía barreras ni peligros, tratándose de sus hijos. Saltó andando una mañana fría de invierno, sin comida ni dinero, por un camino que hacía poco tiempo había sido frente de combate. De allí hasta la Felguera hay más de cien kilómetros, mi madre no miró la distancia, no los inconvenientes del camino. ¿Que corazón llevaría mi querida madre?
Siento mucho no haber tenido un magnetófono para grabar lo que pasó en el doloroso viaje hasta llegar al lado de su hijo, se lo oí contar muchas veces, con esa duda que la acompañó en el viaje, de si sería su hijo o no, aunque a ella, como dijo muchas veces el corazón le decía que sí.
Siempre y en todas partes hay gente con buenos sentimientos. Unas mujeres cuando la vieron caminar en aquellas condiciones, le preguntaron que a donde iba, y cuando dijo el destino, la llevaron a su casa y le dieron de cenar, fue lo poco que comió durante el viaje. Cuando llegó a la Felguera, la angustia se le hacía más intensa, mi madre iba dudando: ¿Será él? ¿No será él?¿Estará? ¿No estará?............
Cuando llegó al hospital preguntó por la enfermera que había escrito la carta, no estaba, entonces dijo que venía a ver a un hijo que le habían comunicado que se encontraba en aquel hospital, le preguntaron si era prisionero o nacional, aquella viejina contestó:
-Prisionero- Le indicaron la sala de los prisioneros heridos. ¿Cómo latiría el corazón de aquella pobre mártir cuando entró en aquella sala?, miró todas las camas, pero no le localizó, las fuerzs la abandonaban, pero el ansia de encontrar a su hijo la mantenía en pie, convencida de que allí no estaba su hijo, salía mi madre desconsolada, y en la puerta se volvió por última vez: con dolor y lástima siguió mirándolos, y de repente se fijó en uno como un esqueleto que intentaba tirarse de la cama y que la miraba con ojos desorbitados, se le paralizó el corazón a mi heroica madre.
Era su hijo Cosme, corrió como loca a su lado y se abrazó a él, al menos le pudo decir, ¡hijo de mi alma! Y lo abrazó en silencio, a mi pobre viejina lo ahogaba la emoción y las lágrimas, mi hermano Cosme no podía hablar, estaba deshecho, ya no era el niño de diecisiete años, fuerte y sano, era una piltrafa humana, tenía las piernas destrozadas por una bomba y además el tifus. ¿Qué pensaría mi pobre madre? Cosme comido por la fiebre, estaba a punto de dar su último tributo a la causa, en brazos de su madre.
No supo cuánto tiempo estuvo abrazada a su hijo se dio cuenta cuando los guardias la sacaron a la calle. No la dejaron entrar más y volvió a recorrer nuevamente el camino para regresar a casa, pensando si cuando llegara a casa se encontraría con la noticia de que su hija había sido fusilada. ¿Qué corazón tan angustiado y lleno de pena traería mi madre?
La memoria del Grajero. -
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