Hayedo de Montegrande-Cascadas del Xiblu-Fociecha-Páramo.

Textos:
-El apodo y las palizas.
-Apodos.
-Pachín de Melás, detención y muerte.

El camino discurre entre hayas, árbol por excelencia de esta zona, además de otras especies propias de la zona como el serbal, la espinera, el roble o el acebo. Entre la fauna destacan los grandes mamíferos: ciervos, corzos, rebecos, jabalíes, osos y lobos entre muchos otros dejan sus huellas por estas tierras, mientras que buitres, águilas o azores surcan sus cielos. También hay que destacar la presencia del urogallo, especie en grave peligro de extinción.
El Hayedo de Montegrande, en plena Cordillera Cantábrica, al sur del concejo de Teverga, es la tercera mancha forestal de Asturias, tras Muniellos y Peloño. La zona donde se ubica es conocida como El Privilegio, concejo independiente del de Teverga hasta 1827 compuesto por los pueblos de Páramo, La Focella y Villa del Sub; Bermudo II concedió a esta zona un privilegio en el año 1033 que decía que toda persona nacida en ese territorio sería considerada libre y noble.
Casi en llano, la pista discurre por las laderas de Montegrande durante poco más de 3,5 kilómetros hasta encontrarse con el cauce del río Fundil o La Verde, en las inmediaciones de La Ferviencia; se cruza el arroyo por un puente de madera para, acto seguido continuar a la izquierda por un sendero que se introduce en el agreste Monte Braniecha. Este sendero discurre casi paralelo al río, sobre su orilla izquierda. Pronto comienza a oírse el agua de la cascada del Xiblu, en realidad tres sucesivas, siendo la más alta superior a los 30 metros de altura y el desarrollo total de más de 100m. Sin duda es en los meses del deshielo cuando más espectacular se dejan ver sus aguas.
Con unos  70 mts. de altura está ubicada en el recorrido del río de la Verde. Es una magnífica cascada con una gran abanico de rutas que transcurren a su alrededor que llevan al viajero, tarde o temprano, a visitarla.
Se puede acceder desde de La Focella por la Ruta de  de la Braña de Las Navariegas PR AS-156. Otra opción es acceder a través del Itinerario Didáctico de Montegrande PR AS-269.Tras pasar la antigua Venta de La Puerca, un aparcamiento con varios paneles explicativos nos dan la bienvenida. El camino es una ancha pista de fácil caminar y prácticamente llana en todo su recorrido. Además, sus primeros 300 metros están adaptados para ser transitados por personas con minusvalías a través de un Sendero Accesible. Teverga turismo. -




El apodo y las palizas
Los palos tenían   entonces una buena  condición: una correa lo bastante fuerte para que no soltasen la muñeca que los hacía restallar. Girando parecían rayos:  y el trueno sonaba  a poco sobre cualquier cabeza pararrayos que cogiesen por delante…!  “Porilos”, eso era un apodo antiquísimo: pero se preguntaba a los de Lavio que quería decir “porilos”,  y no tenían idea, sabía Dios…! 
Y claro es que los mozos de Malleza tenían menos idea todavía.
Los palos se recibían como si fueran  postre obligatorio y que supiera muy bien. Cuestión de cabezas duras: lo que pudiera ser trance de muerte en climas menos propicios, no era más en la Asturias de otros años  que trance  de gotas de árnica. Por lo demás, ya se  dijo, todo ello tentaciones del demonio, ayer se cantaba así:
-Non dances nin lleves palu,
ya que vas a la foguera, 
pos el demoniu ye malu, 
y pónsete ´na mollera…!
Y sí, palos en la danza, y en la foguera, y en la romería, y en los bandos, y en los piques, y en el campo, y en la calle…. En Llanes, cuando el bando de S. Roque estaba aliado al del Morro, el Morro cantaba así:
-Este Morro está fundado
sobre piedra y poca gente, 
y el que diga-Muera el Morro…..
llevará palos de muerte.
En realidad las palizas  tenían el valor de un rito. Los vecinos de Salcedo, para los de Berniego eran “cachapos”, mientras que los de Berniego  para los de Salcedo eran “xaruetos”. Se cruzaban los apodos, pero se los  cobraban mutuamente  siempre en el mismo  sitio de Tresierra y siempre en Carnaval. Hacían sonar los cencerros que les colgaban  del cinto y se hartaban  de dar vivas y mueras, -los mueras, los de un pueblo  para el otro, los vivas cada pueblo para sí. Después, se apaleaban guapamente, poniendo todas sus fuerzas  en cada garrotazo que asestaban  y se recreaban  luego en jugar a las chapas, tan felices. 
Diccionario Folklórico de Asturias.  Constantino Cabal.-


Apodos

El cuento de los “Rabudos”
  El apodo más atroz. Uno de trae  y lleva y toma y daca, que se arrojan  los unos a los otros los vaqueiros, los marnuetos, los xaldos y “los demás”
-Marmuetu rabudu
repegu de tsana 
quien te mandou
repicar la campana?
-Mandoumelu you,  
que soy rexidor, 
de les llaves del cura mayor…!
Poniendo sólo “vaqueiru” donde este decia “marnuetu” y si no “marnuetu”, “xaldu” y si no “xaldu” “aldeanu”- con esta coplilla  misma que el “marnuetu” canturriara ya echaba el dardo de sí. Por si acaso, no obstante, tenía esta otra.
-Vaqueiru, rabudu,
con tsana ´no culu,
aprieta a correr, 
que te quiero you ver…!
Cuando  la ciudad de Oviedo contaba entonces con población muy escasa, tenía un buen número de hornos. En Ordenanzas remotas, habíase prohibido tener hornos dentro en la “cerca”-que era la muralla- por miedo a la “ocasión” de algún incendio que pudiera suceder. Esto hizo prohibir  que se “roxase” el horno de Gascona, en Ordenanzas siguientes: Pero so olvidó al cabo esta medida de precaución  obligada, y llegó al fin  la “ocasión”… En Cimadevilla, un horno… Y en la Navidad terrible de 1521, este horno sumió a Oviedo en la tragedia de un incendio colosal. En varios días de terror de llamas, la ciudad fue toda infierno, y detrás del infierno  encontró sólo una inmensidad  de ruinas y un número infinito de dolores… Esto arrojó los hornos a extramuros y hubo uno en Santa Clara,  y un horno en la Puerta Nueva: y junto a la Noceda hubo otro horno, y otro en la calle del Sol… Los hornos de la Tahona tenían un privilegio  extraordinario, no estaban fuera del muro, pero aún el horno mismo de la Plaza, el concejo propuso trasladarlo muy más allá de la “cerca” por miedo a incendios posibles. Este horno era muy antiguo: ya se le construyera con capilla en la que había una campana. 
Y he aquí que los rapaces, los mendigos y los transeuntes pobres, convertían  estos hornos  en guaridas  donde poderse albergar.  En ellos topaban techo, frecuentemente rapiñaban bollos y siempre hallaban calor… La ciudad no tenía asilos en que la caridad los recogiera, y eran sus hospitales muy pequeños, y se hallaban muy  faltos de recursos frente a esta necesidad.  Y también, tras los mendigos, se fueron los enfermos a los hornos, y en ellos se encontraban con frecuencia sin asistencia ninguna, mientras  que también, con ellos, se hallaba la ciudad expuesta a males de incalculable amplitud. De esto se ocupó el Concejo; para esto pidió el Concejo una “resolución caritativa” en ocasiones diversas. Los hornos que decían públicos,  de este concejo eran propios  y él debió de lograr con sacrificios que esta situación le  impuso, el que disminuyeran las personas que los  habían menester. 
La caridad,  si no entonces,  logró al fin que acabara este problema. Pero los hornos  continuaron siendo, aún por gran número de años, propiedad de la  ciudad.  Ella arrendaba  los hornos a quien pujara más en las posturas para adquirir tal servicio  y acaso el arrendatario  pudiera defenderlos contra el mundo, pero no cabe duda, esto  es patente,  contra los pilluelos no.  El horno,  para el pilluelo ya era tierra conquistada, y cuando lo expulsaban por la puerta, entraba por el ventano. He aquí los “gatos del forno” … Quizás primero este nombre fue el de la gente toda que buscaba  para su triste miseria, esta hospitalidad  del horno público,  en pueblo  que tenía tantos. 
Los pueblos de los contornos  daban a los de Oviedo cualquier nombre que les saltaba al magín. Así, los de las Regueras-estos de las Regueras, verbigracia, que veían en Oviedo a las mujeres explotar los arenales que hay en los alrededores, a los ovetenses  todos los llamaban “areneros”… Los “areneros” en cambio, que veían que en las Regueras mandaban a las mujeres a colocar escobas en la urbe, llamaban a sus veces “escoberos” a todos los del lugar… De esto hablaba un cantar que decía así:
-Al pasar por la Bolguina
me llamaron  “escobera..”
Más vale  vender escobas 
que andar corriendo la arena…!
Y a poco de esto  se olvidó  el apodo de los hornos y los gatos, y todos los ovetenses, con verdadero orgullo de su parte, por el  amor y el recuerdo  fueron ya para siempre “carbayones”.-
Diccionario Folklórico de Asturias.  Constantino Cabal. 



Pachín de Melás: detención y muerte.
Detención y muerte. En enero de 1938 recibe una carta, muy significativa, de Buenos Aires, fechada en la capital el 29 de diciembre de 1937 y con las firmas de Ricardo Casielles y Alfredo Malleza en donde se solicitan colaboración para la efemérides del XXV aniversario de la revista Asturias, uno de los párrafos refleja la dura realidad por la que está pasando la sociedad actual:
  En consideración a los dolorosos momentos por los que está pasando España, y a la circunstancia de la posición especial en que se encuentran las Sociedades españolas de América que, como el Centro Asturiano, no tiene carácter político, vería con agrado que en la colaboración que usted se digne enviar, se prescinda de toda alusión  a la actual contienda que sufre nuestra patria.
En febrero del 38 van por él al trabajo y lo llevan a la Cárcel de El Coto. Desde allí envía una carta a Agapita, la última carta, fechada el 4 de marzo en la que todavía no sabe de qué lo acusan; ni lo sabrá nunca pues muere a los dos días dice así:
Querida esposa:  Este corazón va muy mal. Os ponéis en situación de recibir un susto cualquier día. Cambio de alimentación, a las tortillas, chocolate, chocolate que debo varias onzas, a los churros, galletas, dulces, suspiros blandinos para el café, algo de azúcar y si puede ser manteca. Fiambre, carne empanada, algo de jamón, frutas, manzanas, plátanos, todo ello en variedad adecuada, para que no sobre mucho  es fácil echar la cuenta pues no ceno y sólo es un taquín al mediodía. De la ropa no te digo nada, tú verás lo que mandas, pañuelos ya me encajaste ocho. Hasta que no me tomen declaración no me procesan y entonces sé del delito del que soy acusado. Entre tanto llegue eso no podéis hacer nada de nada pues nada sabemos.
Mándame todas las inyecciones de calcium que encuentres por casa, está en los cajones de mi mesa. Las gotas me las van a cambiar ya  que éstas terminarían conmigo en ocho días dado el estado de nerviosismo de mi corazón.
El día 9  tienes visita. Pides segunda galería baja, enfermería.
No me dejes sin fumar, ya sabes que lo queremos más que comer. Otra vez seré más largo. No tengo gracia, pasé muy mala noche. 
Quetina, me convenzo que no veo ese hermoso chavalín que esperamos y da guerra antes de nacer. Pilina, sé formalina como siempre.  Cherines muy animosa. Tú, viejecita de lucha, un beso de Pachín. 
Cuando Agapita llega a la cárcel el día 6 ya no lo pudo ver vivo. Sobre esto contaría su mujer:
El cadáver estaba en el depósito. Bajé a la funeraria y compré la única caja que existía, un féretro sin pintar, casi labrado en bruto. Del Ayuntamiento conseguí un carro para llevarla. Él murió  de sábado y se enterró de lunes. A las 12 en punto. Recuerdo que sonaban los pitos y las sirenas de la fábrica de loza. 
Marcelino me dijo que había fallecido de noche, que a la mañana le llamó y no le respondía. El vigilante vio que estaba muerto, encogido, agarrotadas las manos y un pie. Como si le hubiera dado un ataque cardiáco. 
En un listado  encontrado en la cárcel figura lo siguiente: Emilio Robles Muñiz, natural y vecino de Gijón, casado, con cinco hijos, maestro nacional (Aunque nunca llegó a ejercer), falleció en la cárcel el 6 de marzo de 1938.-
















































































































































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