Bargaéu (Piloña) y Peñella (Cabranes)
Textos.
-A los que quieren venir (1).
-A los que quieren venir (2).
-A los que quieren venir (3).
Bargaéu: Aldea de la parroquia de Coya (Piloña). Dista 5,60 km de la capital municipal L´Infiestu. Entre Bargaéu y Peñella se encuentra la cascada de Trambarría.
Peñella: Localidad del concejo de Cabranes. Cuenta con una población aproximada de 29 personas y 19 viviendas.
A los que quieren venir
A los que quieren venir
Trascurrido este primer período que pudiéramos llamar de gestación, empieza á rodar y pasa hambres, miseria y tedio y ¡cuántos han muerto asesinados!
Y los años trascurren y el hijo de vuestras entrañas no vuelve á consolar vuestra vejez, porque vive aquí, luchando con la voluble fortuna, siempre adversa, sin haber ganado nada y haber perdido mucho. Y entended que hablo en este sentido, porque esto es lo general, pudiendo considerarse como excepciones no muy frecuentes los pocos que hacen fortuna.
Ahora decidme: ¿no sería mejor dejar que vuestros hijos vayan al servicio, que no consentir que vengan á América?
Padre que esto lees y que acaso lloras por la suerte de los pedazos de tu corazón, cuyo paradero ignoras ¿no opinais como yo, que vale más ser soldado en su patria y labrar la heredad paterna en su pueblo, que no cruzar el mar en busca de aventuras sin ventura, donde se pierde la salud del cuerpo y se está en peligro de perder la tranquilidad del alma?
Y no nos culpeis de este abandono: vivimos entre el hielo y estamos ateridos porque nos falta el calor de vuestras alas. Por esto no debíais nunca consentir que os abandonáramos.
Considerad siquiera que tendreis que dar cuenta un día de vuestra negligencia á Aquél á quien nada puede ocultársele.
Vuestros hijos abandonados en el borrascoso mar del mundo, donde reinan siempre insanos y tempestuosos vientos, corren peligro de perderse y á vosotros cumple evitar su naufragio. Vuestro paisano. El Oriente de Asturias. Sábado 26 de Diciembre de 1885. Nº 39.-
A los que quieren venir
Nos alejamos del suelo que nos vió nacer, ansiosos de conocer otros pueblos que nos parece serán mil veces mejores y más bellos que el lugar pequeño en que nacimos, y nuestro desengaño no tiene ejemplo cuando vemos que nada puede ser comparado con el rinconcito de tierra que sostiene la casa de nuestros padres, y encierra la tumba de nuestros abuelos. Que no hay flores que huelan como las flores del huerto á la casa contiguo, ni pájaros que canten como aquellos cuyos nidos conocíamos, ni palacio que iguale en belleza á la casita blanca donde dimos los primeros pasos, ni catedral por grande y suntuosa, que tenga la poesía de la iglesita humilde donde fuimos bautizados, ni campanas tan sonoras y expresivas como las que por primera vez oimos; nada, en fin, que siquiera iguale á lo que vimos y conocimos en nuestros primeros años. Por eso la desgracia de los que abandonamos la patria, casi para siempre, es mayor que que todas las desgracias.
¡Dichoso el que no conoce
más río que el de su patria,
y duerme anciano á la sombra
do pequeñuelo jugaba!
El entrañable amor que profeso á todo lo de mi tierra y en particular á vosotros, pedazos integrantes de ella, es el móvil único que me anima á dirigiros mis letras, procurando desvanecer con ellas esos vanos ensueños que hoy os arrullan, semejantes á los que contribuyeron á labrar nuestra desgracia, que inconsolables lloramos, los que no tuvimos quien nos dijera la profundidad del abismo antes de atravesarlo. Si la sinceridad en la palabra y el desinterés material en el consejo pueden servir de recomendación á mi escrito, no dudo acogereis este mío con amor y benevolencia, pues que, á falta de otros, esos serán sus únicos timbres, sus recomendaciones únicas.
Yo os protesto que la propiedad del suelo donde nací, que no quisiera llegar á ver yermo y deshabitado, á cuyo desastroso fin camina, llevado por nuestra inmigración inusitada, y la felicidad de mis paisanos á quienes no quisiera ver por aquí hambrientos y desarrapados los unos, viéndose precisados á trabajar en los más abyectos trabajos para ganarse el sustento preciso, y tristes y desconsolados los otros, ante le imposibilidad de poder volver á la patria, son los alicientes que mueven mi pluma y hurga mi escasa inteligencia vacía de erudición.
Asombra el considerar los muchos que venimos y los pocos que vuelven.
No os alucinen los que veais volver, que son bien pocos, sinó restad estos con los que vienen, para saber los que se quedan que son muchos.
Podria asegurarse que hace 50 años, de ciento que venían, harían fortuna, más ó menos grande, unos 50 y de estos volverian 40 por vía de paseo, regresando á dejar sus huesos donde habían adquirido el capital; 5 se irían definitivamente á vivir y morir aquí sin haber vuelto á la patria. Hace 10 años todavía es creible que de ciento hiciesen fortuna 10, y de estos, 8 irían para volver, uno para quedarse ahí, y el otro permanecería aquí para siempre.
De los que vienen hoy es muy difícil asegurar nada, pero todas las probabilidades son de que no vuelva ninguno. Y no creais que no vuelven por falta de voluntad, que esta sobra á todos, pero los desdeñados de la fortuna, que son muchos, no pueden volver, porque sin dinero, conociendo la preocupación que ahí reina, pareceríales bochornoso vivir en el pueblo donde nacieron, después de haber estado en América, viéndose por lo tanto condenados el eterno ostracismo, y los que se hacen ricos, que son pocos, se crean familia é intereses que los ligan para siempre al suelo en que pasaron su juventud.
Fijaos bien en el cuadro que acabamos de hacer para que podais apreciar las grandes desventajas que nos reporta la venida á América, con poquísimas probabilidades de ventaja.
Y los que vuelven ¿cómo vuelven?
No os fijeis en el falso brillo que ahí los acompaña. Fijaos en su demacrado rostro que conserva indelebles las huellas de los padecimientos; en su sonrisa amargada por importunos recuerdos, que brota de sus labios en fuerza de la felicidad de encontrarse en el pueblo natal tras largos y penosos años de ausencia, y, que sin embargo, lleva impreso el sello de melancolía incurable.
Y sobre todo: ¿veis ese oro, veis esa aparatosa opulencia que caracteriza al indiano? pues la adquiere á trueque, casi siempre, de las valiosas perlas del corazón que en él depositaran sus padres en la lenta y trabajosa edad del desarrollo. ¡Y lo más espantoso de tan desigual contienda, es que son muy pocos los que adquieren riquezas y casi todos los que perdemos el caudal precioso de inapreciables sentimientos!
Por eso lo vereis que no acude á la amorosa cita, para vosotros tan poética, ni cree en las sinceras y efusivas palabras de enamorada doncella, con el candor con que las creeis vosotros, porque su corazón vive, si vivir es, aterido por el frio de la indiferencia; porque mientras vosotros vivis arrullados por sedientas ilusiones, él vive asido á la materia y sujeto á la desconfianza adquirida en rudas decepciones cosechadas en el mundo, enemigo del alma, en que ha habitado. Ni acaso se postrará tampoco ante el altar donde tántas veces elevara á Dios sus sencillas y fervorosas oraciones de niño, ó balbutir la plegaria del hombre, porque carece de la fé primitiva que cual rico tesoro llevaba en su corazón al partir, y que ha vendido ¡insensato! á cambio del falso oropel de su posición.
El Oriente de Asturias. Sábado 2 de Enero de 1886. Nº 40.-
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