Perlunes (Somiedo)
San Xuan
Cuandu ´l sol ya va ´scondese
i los picos ya trespasa,
la víspera de San Xuan
van los mozus pa la plaza.
Ya dos meses que los guajes
non asosieguen migaya
acarriandu raizones
de los que la llena baxa.
Busquen un montón de rozu,
axunten un carru d´árgoma,
i na más escurecer
ya se ´mpieza a ver la llama.
Al reor de la foguera
comienza a tocar la gaita;
moces y mozus reblinquen
i algún ¡Ixuxú! se llancia.
Empieza la xiraldilla
i tóa la xente canta
de que va coyer el trébole
de San Xuan pe la mañana.
A ´lacercase les doce
ya dalgún mozu s´escapa
po les ajueres del pueblu
en busca d´alguna xana;
pos a media nochi salen
a tender la tela blanca,
que co´los cadexos d´oru
texieron ´n aquella ´stancia,
i ye fatible ver una
i llograr desencantala,
enrodiandu ´l filu d´oru
que se ve ´n fondu de ´l agua.
No hai qu´olvidar qu´esta nochi
un güevu frescu se casca;
´n un vasu d´agua se mete
a ´l allegar la mañana
hai un barcu co´les veles
i paez que ´nel mar anda.
La xente de la foguera
a les doce se prepara,
pa beber la flor de ´l agua;
pos ya saben que San Xuan
lo bendiz, i el que lo traga,
recibe dicha pa ´l añu
i dengún mal lu amenaza.
Dimpués se sigue co ´l baile
lluego entámase la danza,
tóa la xente ´stá contenta
hasta que ya ´llumbra ´l alba
i se fai el chocolate
´na foguera de la plaza.
Sentáus al piél del rescoldu
tóus allí tomen la parva,
non siendu d´algunos mozus
que callanduco s´escapan
a cortá ´l ramu que ponen
plantáu delantre la casa
de la moza que galantien;
d´aquella qu´a so quintana
van los sábados de nochi
a dicei que i roba ´l alma,
que non lu dexa durmir,
que no asosiega ´na cama,
que i fraya so corazón,
que non debe ser engrata,
que ya sabe que la quier,
i al plantái allí la caña
ye de siguru la preba
que confirma so palabra.
Pos la mayor allegría
que recibe una rapaza,
ye ver el día San Xuan
el ramu a la so ventana.
Versos Antón el Chova.-
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Palabras de Pérez Galdós
“Llaman a esto gargantas: debiera llamársele “esófago de la Hermida”, porque al pasarlo se siente uno tragado por la tierra. Es un paso estrecho y tortuoso entre dos paredes, cuya alta cima no alcanza a percibir la vista. El camino, como el río, va por una gigantesca hendidura de los montes resquebrajados. Parece que ayer mismo ha ocurrido el gran cataclismo que agrieta la roca, y que de ayer a hoy no han hallado las dos empinadas márgenes su posición definitiva. Todo se mueve allí como si tuviera base. La vista no puede convencerse de que aquellas ingentes baldosas que se han puesto de pie, puedan permanecer así mucho tiempo. Allí, el pánico que precede a los grandes desplomes es permanente, y el viajero anda en perpetuo susto, viendo una cordillera suspendida sobre su cráneo.
En algunos sitios, la enorme muralla deja de ser vertical y se inclina hacia fuera; amenazando, en otros, se tiende hacia atrás como para abrir paso; toda la roca es blanca y en sus agujeros crecen árboles negros. Allí no hay tierra sino en mezquinos huecos y grietas, y a ella se agarra la vegetación hambrienta y desesperada. Hasta en lo más alto se ven árboles entecos que parecen trepar, asidos unos a otros, poniendo un pie o una mano, y en algunos sitios todo se derrumba, plantas y piedras, en espantosa caída.
El rumor del río, lento, igual siempre, monótono, acompaña el tránsito, y se le oye como la respiración de aquel abismo, cuyos pulmones mueven una y otra corriente de aire en las cañadas, angostas cual las sendas de la virtud. También allí tiene afluentes el Deva. Mira uno a derecha o izquierda y ve bajar, despeñado, insensato, furioso, un arroyo, mejor dicho, un chorro que rompe su cristal espumoso contra mil peñas que a cada paso quieren detenerle. Por otros lados, los arroyos son quietos y mudos, porque son de piedras diversas y cantos rodados que en tropel descienden de las alturas. Les vemos inmóviles, como catarata petrificada; pero cuando llueve, ruedan con estrépito confundidos con el agua.
Los recodos y ángulos de esta horrible grieta suspenden y embargan el ánimo. Dijérase que acaba el camino y que hemos llegado al último punto de tan angustiado viaje; pero la angostura sin fin da una vuelta, y nos muestra unas varas más de terreno llano y nuevas murallas, nuevas amenazas de peñones gigantescos colgados del cielo. Allá arriba, en lo más remoto, cuando las montañas no pueden subir más, alargan desnudos picos manos convulsas que increpan al cielo con gesto terrible, pero no es fácil precisar la forma de tan extraña crestería, porque ni siquiera parece fija, sino movible como un erizamiento de cabellos desgreñados que el viento agita, o la hinchazón irregular y caprichosa de gigantescas espumas.
Si en algunos lugares de paso no se ve más que un muro vertical, en otros, las atrevidas torres, los minaretes, los chapiteles y agujas de mil facetas, dejan atrás la arquitectura más variada y rica.
Bóbedas y grutas se encuentran a cada paso, y monolitos inmensos que semejan hombres gravemente sentados, o dioses reunidos en corrillo. Gran parte de lo que por muchos siglos estuvo en lo alto, se ha despeñado y ha caído al suelo; aquí y allá yacen enormes pedazos, a semejanza de ídolos rotos, que obstruyen el paso del río…
La imaginación se excita, y el sublime espectáculo que ven los ojos se aposenta dentro del cerebro con tanta fijeza que al fin parece que todo es obra del espectador mismo, una grande y tormentosa fantasmagoría de masas en lucha, como las que se revuelven en las angustiosas cavernas de una pesadilla.
De su seno pedregoso nace ante nuestra vista un pueblo con media docena de casas y un establecimiento de baños. Aquí el agua no podrá ser fría, ni aun tibia como en otras partes, y mana hirviendo y humeando. Estamos en la Hermida.
Cuarenta leguas por Cantabria y otras páginas. Benito Perez Galdós.- |
I
Mañana temprano
la niña se casa.
Su madre la llora,
que siente dejarla:
por no darle penas
oculta sus lágrimas….
Las dos están solas
en aquella estancia
que un velón alumbra
con luz muy escasa.
¡Vísperas de boda
quién duerme con calma!
Por eso la niña,
que está desvelada,
sobre dos arcones
previene las galas:
el zapato nuevo,
las medias caladas,
las ligas de seda,
camisa de Holanda,
faldas con encajes,
y veluda saya;
jubón floreado,
pañuelo de grana,
corales y anillos,
cintas y arracadas…
Lloraba la madre;
la niña cantaba.
Una mariposa,
batiendo las alas,
en torno voltea
de la luz menguada.
Al verla, quedóse
la niña muy pálida;
frunció el entrecejo
la mísera anciana,
y ambas se miraron
sin decir palabra;
que malos anuncios
son ver en la casa
mariposas negras
rondando una llama.
Recobró la niña
su perdida calma,
y tornóse, al punto,
risueña y galana.
Con voz temblorosa,
la madre exclamaba:
-¡Es negra, hija mía!….
-No, madre; que es blanca.
Lloraba la madre;
la niña cantaba.
II
Lloraba la niña:
-¡Mal haya la guerra;
que á recién casadas
sin amor las deja!
Lloraba la niña
tiranas ausencias:
¡En día de bodas
á su amor le llevan!
Por esa montaña
se alejó su prenda,
al hombro el mosquete,
y el alma en tinieblas…..
Con luto en el alma
quedó también ella:
la rinden el sueño
cuidados y penas
y amor y cuidados
también la despiertan.
De la guerra armada
corren malas nuevas….
¿Si en ella habrá muerto
quien la niña espera?
En vano su madre,
con pláticas tiernas,
desechar pretende
su amarga tristeza.
Las dos están solas
en la estancia aquella
que un velón alumbra
con luz soñolienta.
¿Quién duerme con duelos?—
¡Cuidados desvelan!
La niña lloraba,
é hilaba la vieja.
En torno á la llama
del velón, siniestra
leve mariposa
girando aletea.
De pronto la niña
se puso bermeja;
y luego, más pálida
quedó que una muerta.
Su madre, temblando,
le dijo risueña:
-Es blanca, hija mía…..
-¡No, madre, que es negra!
La niña lloraba
é hilaba la vieja,
cuando recios golpes
batieron la puerta.
Un soldado llama;
tristes son las nuevas:
¡no volverá nunca
quien la niña espera!
III
Tal es nuestra vida:
sonrisas y lágrimas,
alegría y luto,
dudas y esperanzas:
¡mariposas negras,
mariposas blancas!
Lena. 1885. J. Menéndez Pidal. Poesías de Juan Menéndez Pidal.
El aguardiente ye un choyu porque escalez y mata el pioyu.
Pa dai al cuerpu reposu vete a escorrer al raposu.
Cuando la gallina pica al gallu ye señal de bon añu.
A confesión de caxa, absolución de tambor.
Dichos de vieyes rinquen les piedres.
Añu de flor de cotoya añu de mucha boroña.
Mélicu el que menos pincha y pollín el que más rincha.
Con estes cenes y estos almuerzos, flaques barrigues y largos piscuezos.
Cuando toma cuerpu el Pecau, vístese de abogau.
De dineros y bondá quita siempre la metá.
El que se enfota en sueles de defuntu nunca se verá calzáu.
Metí el gallu en mió cilleru, féxose mio fíu y mió herederu.
Ye aldeana la gallina y yántala el de Sevilla.
Casa al mozu cuando quieras y a la moza cuando puedas.
Burra con pollín non va derecha al molín.
Tan continta va una gallina con un pollu como otra con ochu.
Piensen los enamoraos que todos tienen los güeyos tapaos.
Del que mira p´haza abaxu has de guardar el refaxu.
A cuenta de pariente ricu, trabaya, borricu.
El que en Mayo come sardina en Agosto picai la espina.
Por el alabáu dexé al conocíu y vine arrepentíu.
Algo ye el quesu, cuando se da al pesu.
Bien saben les chuletes si non costaren pesetes.
Da más el añu atemperau que el campu bien llabrau.
Ca pelu fai so nombre en suelu.
Allábate, verdura. que hay ñabos en el pote.
Home patón y de oreya, tien el collar de la oveya.
Bona ye la gallina si otra la cría.
Lo que de neñu se pega con el pelleyu se entrega.
Con el fíu de gatu non se moflen los ratones.
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