Castañeu de Tuña en otoño
Cuentu
y fumái el cigarrín
que con anxélica gracia
vos regaló sor Teresa,
lluz y amparu d´esta sala,
mientres yo sigo cuntando
del cuentu lo que me falta.
Y como too tien so fin
á la corta ó á la llarga,
la infelíz ya non tá sola,
ya topó dulce compaña;
una modesta monxina,
una encantadora xana
que baxó de les altures pa
bien de la vida humana,
á los ¡ayes! llastimeros que
aquella probe llanzaba;
com´una blanca palomba
bate les ales y esnala
buscando afanosa el sitiu
en ond´el dolor estaba,
y cuando vió á la probina
á so llau pliegó las alas.
¡Con cuántu cariñu tienru
llávai los piés y la cálcia
y mitiga sos dolencies
¡Con cuántu gozu y cudiau
de la piedra la llevanta
llimpiándoi con so pañuelu
los güeyinos y la cara y
ve que de los pesares
desapaéz la borrasca!
¿Quin yes? dixoi espacín
aquella bendita xana.
Y llorando agradecía
contestó: Soy la Disgracia
Y yo soy la Caridá
Vamos xuntines pa casa.
Y aquí, con vuestru premisu,
isti cuentiquín acaba.
Veyures y caxigalines. Perfecto Fernández Usatorre.- Oviedo 1906.-
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La misión fallida de José Sampil y Laviades
El presbítero José Antonio Sampil y Laviades, buena persona y leal hasta el extremo, fue un amigo incondicional de Jovellanos, hasta el punto de que cuando éste cayó en desgracia y se le desterró a Mallorca primero al monasterio de la Real Cartuja y más tarde a la prisión del Castillo de Bellver, lo dejó todo para ponerse a su total disposición como intermediario ante el rey para lograr su libertad. La historia de esta misión la escribió él mismo en una extensa Relación, cuyo resumen pudo publicar un siglo el erudito gibones Fermín Canella. Todo comenzó cuando el religioso, preocupado por la penosa situación que estaba viviendo el ilustrado gijonés, quien había pasado de ser ministro de Gracia y Justicia a estar encarcelado por orden del caprichoso Godoy, se dirigió a uno de sus amigos íntimos, Juan Arias de Saavedra, entonces consejero de Hacienda, para interesarse por él y ofrecerse como mediador para llevar sus peticiones a la Corte. Jovellanos gozaba en aquel momento de un gran prestigio entre los españoles de progreso que estaban obligados a ocultar su simpatía por el prócer, y por eso, cualquier plan en su favor debía hacerse en la mayor discreción. Con esta premisa, Juan Arias, después de consultar con Pedro de Valdés Llanos, otro de los fieles al gibones, tomó en consideración la propuesta de Sampil y le ordenó que partiese en secreto hacia Madrid para esperar instrucciones. El fiel amigo de Jovellanos, fue, como buen ilustrado, hombre de muchos saberes y ocupó sus últimos años distrayéndose con actividades tan distintas como la relojería, la carpintería o la escritura. Publicó dos curiosos libros, ambos dedicados a su mentor: “ El jardinero instruido” y el “Nuevo plan de colmenas” Como todos los liberales, volvió a sufrir persecución con la llegada al trono del infame Fernando VII y concluyó su vida a la edad de 72 años, en septiembre de 1829, llevándose al otro mundo el equipaje que acompaña en ese tránsito a los grandes hombres: el bolsillo vacío y la conciencia tranquila. Ine. es . 9 de septiembre de 2011.
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