Folklore de Allande
Mal de la rana
Cuando un animal come un insecto venenoso empieza a hincharse hasta que revienta. Si se quiere evitar el fatal desenlace se puede hacer lo siguiente:
Se pasa la mano por la parte hinchada varias veces en forma de cruz mientras se dice:
”La Virgen María de Roma venía
tres libritos de oro en la mano traía.
Por uno leía, por el otro escribía,
por el otro el mal de la rana barría.
Vaca (nombre), campos verdes vas a pacer
agua fría vas a beber.
Del mal de la rana no has de morrer.
El argueiro
Es frecuente cuando se trabaja en el campo recibir un poco de tierra u otra substancia en el ojo. Es decir, que se meta un “argueiro” en un ojo. No es difícil de curar si no hemos tocado con la mano en el ojo para sacarlo. Basta decir:
“Argueirín, argueirín
Corre pal cabo del oyín
Como el agua n´un pocín,
Que ahí ven Santa María
Con sua mao lavadía,
Y dixo que xa mo sacaría”.
El pecerbú
El pecerbú es una especie de eczema. Si queremos vernos libres de este molesto mal lo conseguiremos de este modo:
Antes de llegar la curandera preparamos tres trocitos de ortiga, tres arenitas de sal, tres puntas de “arto”, mezclado todo, en un plato de madera.
Llega la curandera. Coge cada uno de los elementos que hay en el plato, y hace tres cruces con él sobre la parte enferma mientras dice:
Lázaro por el monte andaba
Voces daba con agonía
Que el corazón se le partía.
Lo oyera la Virgen María
-Lázaro, ¿tú qué tienes?
-Señora, me comen
Culebra y culebrón.
Ducerela y pecerbú,
-Vete a tu casa,
coge silvas de un silval,
ortigas de un ortigal
tres arenitas de sal,
agua de una fuente frial,
un plato de fresnal,
y lava tus llagas,
Que ya serán sanas y salvas
Por la gracia de Dios Padre. Amén.
Antes y después de cada “oración” se santigua.
Contra el lobo
El lobo es el eterno rival de los rebaños, ante el cual resultan impotentes muchas veces los esfuerzos conjuntos de pastores y mastines. Por eso el pastor busca en la Virgen lo que él solo no puede conseguir. Nuestra Señora de Marzo es la Celestial Patrona de los pastores en general, especialmente de los “vaqueiros”:
-Nuestra Señora de Marzo te enfrente y te encadene. Con freno de ferro. Non con sangre del meo recelo, -dicen cuando el lobo se aleja arrastrando alguna res.
Buena y mala suerte
Las mujeres.- Cuando se sale de casa y lo primero que se encuentra es una mujer, es señal de una próxima desgracia.
Las gallinas.- También es señal de que va a ocurrir una desgracia que las gallinas canten por la mañana como los gallos. Hay que exceptuar de esta regla las gallinas viejas.
Avisos
Incendios.- Cuando quemó la casa de Ventura de Coba, oyeron algunos, dos días antes, un ruido como de tropel de gente que viene con calderos a extinguir un incendio.
El ganado.- Una vez, estando con las vacas una señora llamada Modesta, oyó un ruido producido como por un animal que cae y se destroza contra las piedras del río; aquel día no pasó nada, pero poco después sucedió conforme a lo presentido.
Los sapos.- También los sapos nos traen sus avisos. Cuando andan hacia arriba señal de buen tiempo, si andan hacia abajo es indicio de malo.
-Los gallos.- Si un gallo canta dos o tres veces al subir al puleiro, es señal de cambio de tiempo.
Las ánimas
No hay que olvidar que las “ánimas” andaban por el mundo antes más que ahora. Entonces se rezaba muy poco por ellas y se veían obligadas a emprender largas peregrinaciones a la tierra en busca de una plegaria.
Ocurrió esto en San Martín del Valledor. Hace no muchos años tenía la costumbre un vecino de este pueblo de colgar las riestras de maíz en el cabildo de la iglesia. Sucedió, que al ir una noche a vigilar el maíz por si lo tratasen de robar, sintió un ruido como de murmullo orante a la puerta de la iglesia. Eran las ánimas en pena que rezaban en el umbral del templo.
El entierro
Cuenta un vecino de San Martín del Valledor un hecho en cuya descripción pone tanto entusiasmo, que parece haberlo realmente vivido.
Era al escurecer. Cuando caminaba meditabundo guiado por el resplandor de las piedras del camino, oyó un ruido como de tropel de gente que viniese acompañando un cadáver. El murmullo se acercaba cada vez más hacia él, resonando misterioso junto al canto del río.
Se retiró un poco del camino. El corazón parecía querer huirle del pecho. Un momento después veía pasar a su lado cuatro hombres llevando un ataúd, detrás iba la gente charlando como es costumbre en estos casos.
Nuestro hombre logró proseguir su camino hasta el pueblo próximo, llamado Aguanes. No dijo nada temeroso de ser tachado de cobarde. Además no parecía haber pasado nada. Dos días después se encontraba exánime, tendido en la sierra, el cuerpo de una joven de veinticinco años.
Boletín del Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo 1957. Nº 30.-
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