Láneo (Salas)

Textos:
-Dibujo de Alfonso Iglesias.
-Un día de fiesta en la aldea.
-Bruja.
-Hueste.
-La Güestia.
-Emilio Pendás Trelles. 

Dibujo de Alfonso Iglesias.



Meandro-cámara nocturna. 
Un día de fiesta en la aldea.
Nos hallamos  en un reducido y estrecho valle de Asturias, rodeado de montes por todas partes. El Narcea riega y fertiliza este valle, y a una de sus orillas  se levanta un pueblecito que se llama Láneo.  Apenas  contará esta pequeña aldea cuarenta casas, pero cada una de ellas está como si fuera  un nido. Metidas en follaje y a través de la madreselva y de la hiedra, de los naranjos y los nogales, de los castaños y de las higueras, se ven estas humildes casas de aldea, cuajadas de chiquillos y de gallinas, y viviendo una existencia fructuosa, útil y productiva. Aquí no se conoce a Súñer, ni a Salmerón; no saben quién es Voltaire, ni Rousseau; para ellos, la filosofía  es que llueva con oportunidad,  que grane bien el maíz,  que engorde bien el gocho para tener un buen San Martino, que pase el agua por el prado para que crezca la hierba con que alimentar las vacas y los jatinos;  que les patates sean gordes,  que les avellanes, les nueces y les manzanes cuajen bien para vendeyas a un precio regular.  Aquí está encerrada  su idea filosófica y política. Aquí se cree en Dios,  se trabaja, se oye misa en las fiestas y se respeta la autoridad. Cuando paso junto a cualquiera de estos aldeanos no queda uno que no me salude, levantándose su montera por el lado derecho.  El respeto forma la base de su educación y no carecen  de ese sentimiento de dignidad  que todo hombre debe tener. Puede ser que me equivoque, pero se me figura que si el resto de España fuese como este pequeño hormiguero, sería nuestro país muy feliz y le cantaría otro gallo.
En este pequeño mundo, suena una campana de estas que hay en un arco encima de casi todas las capillas; un segundo toque y otro tercero anuncian al vecindario que se va a celebrar la misa del alba, y el pueblo en  masa  acude a la misa y responde al llamamiento.  El vecindario ocupa el pavimento de la capilla, los que no caben  dentro, permanecen  en el patio de entrada de la casa, que es como si dijéramos el atrio de la iglesia. El sacerdote, revestido de sus vestiduras, inicia el In nomine Patris, etc,  y todos los de dentro y fuera de la capilla doblan la rodilla y consagran al recogimiento y la oración la celebración de aquel acto religioso que conmemora uno de los dramas más  trágicos de la antigüedad, y que es una amarga evidencia de la injusticia y la miseria humana.  Aqquí no hay  roquetes perfumados, ni albas coquetamente rizadas,  ni zapatos charolados de bailarín; aquí no hay más que decoro y limpieza. Las vacas mugen en el establo, las cañas de maíz chocan unas con otras a impulso de las primeras brisas matinales, y el sacerdote y el vecindario continúan, sin distraerse, la ceremonia, mientras la Naturaleza  realiza el fiat  lux de la Creación.
Las aldeanas llevan sobre la cabeza  el mandil en lugar de la mantilla, y sólo a un lado de la capilla se ve  en todas las fiestas ocupado un sitio por varias  señoras y señoritas  de otra de las familias notables de esta pequeña aldea, las cuales llevan velos o pañuelos de seda. Concluida la misa, marchan todas las mujeres y quedan los homes y los rapaces, los primeros departiendo en el patio  y puertas de casa sobre los acontecimientos  públicos de que tienen noticia los tres o cuatro señores que aquí viven, y el escribano y maestro de la escuela, y sobre la contribución, la cosecha, la quinta y los intereses de la aldea. 
Con la chaqueta al costín
y la montera entornada, 
el palu debaxu el brazu
y coriza repicada.
se van siguiendo alguna airosa rapaza, que, al verlos, remella el güeyu y se rellame como si toviera delantre una juente de cuallada, porque también aquí,  como en todas partes, hace  el amor sus estragos. Moza hay que daría una zanca porque algún  Pacho de Perico de Antoña le repitiese aquel verso:
¡Pachina de la mió alma,
val más el aire que tienes 
que la mia borrica blanca!
 Manuel Llorente Vázquez. (s. XIX)-Asturias vista por viajeros. Volumen segundo.-
Láneo. Lugar y parroquia del mismo nombre en el concejo de Salas, célebre por sus plantaciones  de tabaco y fabas. Tiene una extensión de 5,16 km cuadrados y lo integra el lugar de Láneo, que dista 17 km de la capital municipal. Tiene 152 habitantes. Entre los monumentos que se conservan figura la casa de Longoria, de originaria planta cuadrada a la que se han ido añadiendo múltiples construcciones. Tiene dos pisos y solana acristalada rompiendo el alero en el centro de la fachada principal. Destaca un escudo  de piedra con la inscripción: "Estas armas mandó hacer Don Lorenzo de Longoria en 1775". En el lugar también fueron descubiertos dos castros. Láneo  figura entre las donaciones del monasterio de San Salvador de Cornellana.  


Bruja 
Personaje horripilante, descendiente de los demonios, con el que se asustaba  a los niños para  que se durmiesen, porque, si no lo hacían, entraban en las casas y se los llevaban. Según el lugar, se la llamaba Bruxa, Bruja Piruja, la Bruja Rebruja, la Bruja Pirulí….. Posee poderes sobrenaturales para curar o hacer enfermar  a las personas  y fabrica pócimas mágicas, además de poder volar, por lo general sobre una escoba.
  
Bruja 
¿Por qué me creéis tan fea,
por qué me pintáis verrugas? 
¿Por qué sospecháis que somos 
tan extrañas y tozudas¿
¿Porque me gusta la noche
y me entiendo con la luna?
¿Porque cabalgo  en escoba 
y soy un poco gatuna?
Conozco todas las plantas,
anís, verbena, lechuga….
y sus poderes me sirven
para mis pócimas brujas.
Con ellas curo mal de ojo, 
encantos y chifladuras
o enveneno maldiciones 
o produzco quemaduras.
¡Jíjíjí!, lo reconozco,
tengo a veces mala uva.
Soy amiga de los cuervos,
de la urraca y las garduñas.
Una mitología - Seres y mitos del Norte.
Aurelio González Ovies.

Hueste 
También conocida como Güestia, Huestia y Estantigua, entre otros muchos nombres, es como la Santa Compaña en Galicia, un grupo de almas  en pena que vaga por las noches; van vestidas de blanco, con velas encendidas,  siempre en busca de un nuevo difunto y lo anuncian  rodeando su casa tres veces. En León la conocen como La Pantalla. También se la representa como una mujer-esqueleto,  cubierta con manto negro y portando una guadaña.

Hueste
Es un alma, es una huésped,
que vaga sola y perdida,
y repite: andad de día, 
que la noche es toda mía.
Unos dicen que son ánimas 
que salen en procesión,
con antorchas  y con túnicas,
en busca de algún  perdón.
Otros que es una señora,
vestida toda de negro,
con una guadaña al hombro,
con calavera y pañuelo.
Y también hay quien  prefiere 
llamarla Santa Compaña,
o Estadea o Estantigua,
en muchos sitios de España.
Son lo mismo, ¿qué más da?,
son fantasmas, son espectros, 
son espíritus que anuncian 
quién va a morir en el pueblo.
Una Mitología- Seres y Mitos del Norte.
Aurelio González Ovies.-




La Güestia
La Güestia, según  la mitoloxía  d´Asturies, ye una  procesión d´ánimes en pena, que surdie  per la nuiche, con lluces,  marmullos  y ruxíos d´esquiles. Naide viera en xamás a la Güestia, peru tós cunten  lo que i asocedió a fulanu o menganu, que la afayó en metá ´l so camín.
A min dixéronme lo que i pasó a una neña de Libardón, ´n el partíu de Colunga.  Ye una más de les leyendes de la Güestia  entre munches de les que  cuerren per les aldegues y cúntase pe les nuiches d´envirnu, en tantu les castañes amagüesten  ´n el llar. Diz asina: 
Aquilla rapaza pasaba desde l´almanecerín los díes na villa, trabayando a xornal  en ca d´una modista.  Per les  atapecíes, al golver  pa la so casa dimpués de la xera, llevaba la compaña d´algún criau o vecín de l´aldega que diba pe ´l mesmu camín qu´illa, pos les caleyes taben medroses  y el carbayeu per unde unvía pasar yera muy ensomecíu y temerosu.
Una de les atapacides fíxosei muy tardi, y como dende  el coín de la caleya ya vía, per intre los salgueros,  la so casa, dixoi a la so compaña: 
-Agora ya puedo dir sola en sin mieu.  Usté  pué tornase ya,  que de qui a la mió casa  non ye más qu´ n blincu.Y gracies.
Asina ficieron. La compaña esmucióse nes somes de la nuiche  y la neña empecipió a andar.
Non había dao dos pasos en siquiera, cuando oyó el ruxir d´una esquila.  ´N un primer  estante creyó  que fora dalgún ganao que andoviere perdíu o que los oyíos taben dándoi un engañu.  Paróse  y miró a un llau y a utru.  Y quedóse como una estatua de xelu. Yera una brañada  de presones, con munches lluces, que diba allegándose a illa. ¿Será el viáticu?, pensó en pa sí, tramando como una fueya na caña.Y aunque isto dexóla un pocoñín más serena, pensó que si yera el viáticu, acompañaríalu hasta la casa del vecín que taba morriendo, ´n una llabor de bona cristiana.Y asina punxo un pañolín enriba la cabeza p´acompañar al Santísimu. En tantu,la procesión  de les lluces allegábase más y más  y foi crociando per delantre d´illa.  Y entós  la rapaza dióse cunta que non algamaba  a conocer  como vivu a naide de los que pasaben per frente a sí, nin se vía al siñor cura párracu co ´l  Sacramentu.
De sópitu… ¿non yera isi Xuan, el de la “Corralona”, que morriera l´añu  pasau? ¿Y aquilla, non yera  mesmamente Xuaca, la de “Piantón”, que dos años fai que taba muerta y baxu ´l tarrén  del  cimenteriu?¿Y aquilli otru….? 
La rapaza quedó como un finsu, llancada  metá el camín, en sin  sangue nes venes y en sin atrivise a mover un deu. ¿Qué yera aquel cruciar de lluces y lluces, de homes y muyeres morríos tiempu fixera?¿Yera  quiciavis un suañu?
-Yo soy el to padrín. ¿Alcuérdeste de min?
La probe rapaza non pudo más que murmullar muy sele,  en sin fuelgu: 
-Entós… ¿usté ye Marcelo, el mió padrín?
-El mesmu, neñina. Como sabes, morrí fai   pa cinco años y per los pecaos que fixe na mió vida toy  condergau a procesionar toes les nuiches ´n ista compaña, hasta que el Devinu quiera perdonáme y dexáme descanser en paz. Peru mira, per tar falando contigo fuxóseme la compaña  y agora tendré que dir solu pe los carreros. ¡Toma!
Y al dicir isto púnxoi a la rapaza la so vela na mano, fuxendo aína per intre los carbayos.
La neña  quiso llamálu, pero afogósei la voz y non pudo. Entós choi una güeyada a la vela que i había dao el padrín, sin saber  que diba facer con illa.  Del so entamu allancióse un glayíu de mieu, más que humanu. Lo que el padrín  i había puesto intre  les sos manos…. ¡yera un güesu de muertu, que afumeraba abondo y amburaba lo mesmo que fierru arroxau!
Al so glayíu, dos vecinos que algamaben la caleya, per una saltadera, charon a to correr hacia la rapaza. Afayándola ´n  el suelu, marmullando:
-¡La Güestia!…¡La Güestia!…
Dimpués  quedóse en sin aliendu.
Y cunten que la  probe rapacina morrió muy pocoñín más tardi. Y que naide foi capaz de ciarrai los güeyos azules, arremellaos y ya en sin lluz ´n illos. 
Lorenzo Novo Mier. Oviedo 1917. Antología del Bable. Tomo I.-
Emilio Pendás Trelles,
Nació en Priero (Salas), en 1877, que emigra a América a los quince años, se estableció como escogedor de tabacos en Tampa (EE.UU), enviudó tres veces, fue condenado a muerte al final de la Guerra Civil y encarcelado en el penal del Puerto de Santa María, donde permaneció cuatro largos años. Tras ser liberado regresó al pueblo de Linares (Salas) donde vivió distintos avatares hasta su muerte en 1966, a la edad de 89 años. 
Emilio Pendás, viejo y enfermo, sobrevive gracias a la generosidad de Lico y del joven Ramón, que se ocupan de traerle el escaso rancho del mediodía y comparten con él los escasos productos que consiguen por su cuenta. De su estancia e en el Penal de Santa María conservamos algunas cuartetas que expresan el padecimiento y los sentimientos de nuestro hombre en tan difícil situación: incertidumbre, nostalgia, hambre, frío, desengaño…. 
¿Como yo voy a llamarte
Noche-Buena, noche buena,
cuando tengo que acostarme
con tanto frío y sin cena?
De los que oigo en el penal
sólo me agradan tres toques
“Panaderos” y “Fajina”
y el “Silencio” por las noches.
...........
En el penal del Puerto de Santa María
Llamad al imaginaria,
si duerme que se despierte,
y que me dé un poco de agua,
que me acomete la muerte.
Mi vida se va a acabar
sin que me quepa el consuelo
de saber quien va a llorar
al saber que yo me muero.
Palomita del penal,
ven pronto y dile a mi madre
que aquí me tratan muy mal
y a ver si viene a sacarme.
.........
A pesar de su avanzada edad-tenía 63 años cuando fue encarcelado-, nuestro hombre soporta con estoicismo las duras condiciones de la vida en el penal y conserva ante todo la dignidad, la conciencia tranquila e, incluso, un ápice de esperanza: 
Porque yo esté en el penal,
hijo mío, no te asombres,
que no estoy por criminal
y estoy donde están los hombres.
¿Qué le importa al presidiario
quedar sin nombre de pila
si queda por el contrario
con la conciencia tranquila?
Si me encuentro en la prisión
pagando lo que no debo,
tengo la satisfacción
que pronto vendrá el relevo.
Puerto de Santa María,
con tu funesto penal,
¡ay, qué feliz seré el día
que yo te pueda dejar!
Liberado finalmente en 1944, Emilio Pendás regresa a Linares. En el macuto, un puñado de cuadernos raídos y amarillentos que milagrosamente pudo salvar del registro. Y en su memoria, la huella indeleble de una dantesca visión que habría de acompañarle el resto de su vida y que relató muchas veces a sus hijos. Había visto morir de hambre a 
varios compañeros en el penal, lo cual no era un suceso extraordinario en sí mismo; lo extraordinario era que estaban agonizando y se reían, se reían continuamente con una especie de risa nerviosa, sin parar. 
Entre tanto, su añorada casa, que había servido de cuartel a la guardia civil y la falange, había quedado prácticamente destruida. El negocio saqueado, los muebles y enseres de la casa quemados, los libros reducidos a ceniza. 
Al marchar, los falangistas se habían llevado los xatos, los cerdos y las gallinas. De un próspero negocio y casa de labranza no quedaba más que el suelo, las paredes y los quicios de las puertas. María, su mujer, no había tenido otra opción de coger un saco y echarse a pedir por los caminos para mantener a sus ocho hijos, de los que cuatro habían quedado baldados, con los huesos “retorcidos” a consecuencia de la desnutrición, la humedad, y las insalubres 
condiciones en las que vivieron cuando fueron expulsados de su casa y tuvieron que refugiarse en el molino. Aunque María era una mujer joven y fuerte, acostumbrada a las faenas de la casa y a la dura vida del campo, aguantó poco tiempo más y murió al año siguiente del regreso de su marido. 
Al fin de mi juventud
han sido mis penas tales,
que he perdido la salud
para colmo de mis males.
Y tal fue la adversidad
que conmigo se ha ensañado,
que diez hijos que he logrado,
inútiles la mitad.
Vencido por el peso de los años, la atroz experiencia de la cárcel y la amarga constatación de la mezquindad humana, nuestro hombre se retira de la vida pública y se dedica a las faenas menores de la casa, como llindiar el ganado y esbardar calmosamente prados y caminos. 
En su larga vejez fue perdiendo la vista hasta quedar ciego. A consecuencia de la ceguera sufrió una grave caída por la escalera de su casa, quedando postrado en la cama hasta su muerte, en 1966, a la edad de 89 año. Hoy descansa en el cementerio de Linares, en su anónima sepultura de cemento. 
Emilio Pendás Trelles. Cuentos Populares recogidos en el penal del Puerto de Santa María (1939).-
























































































































































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