Luanco-Bañugues- Cabo Peñas

Textos:
-Valle de Caranga a Teverga.
-Excursión por el Principado de Asturias.
-Soy de Verdiciu.




Luanco: Parroquia y capital del concejo de Gozón. La  iglesia parroquial de Santa María, es una obra barroca construida  entre los años 1728 y 1735 y costeada por el entonces poderoso Gremio de Mareantes, . El palacio de los Menéndez de la Pola, data de los siglos XVII y XVIII, es un hermoso ejemplar de arquitectura civil asturiana.  Todo el edificio está organizado en torno  a un patio central,  rodeado de corredores sostenidos  de columnas de piedra.  En la fachada principal ostenta dos escudos de armas, el de la derecha con las de la familia Menéndez de la Pola y el de la izquierda con las de los Pola, Valdés y Fernández Quevedo de Heres. A lo largo de los tiempos el edificio albergó varios usos: cárcel, torre-vigía, almacén y torre del reloj.  
Llumeres fue durante gran parte de sus casi cien años de actividad la explotación de hierro más productiva de Asturias, hasta su cierre definitivo en 1967.-La Consejería de Cultura y Turismo ha incluido el conjunto histórico de la mina de Llumeres, en Bañugues, en el inventario del Patrimonio cultural de Asturias.Hoy la mina y el puerto de Llumeres se encuentran en estado de ruina. 
El Cabo Peñas
Presentóse  por fin a nuestra vista la inmensa  mole del Cabo de las Peñas, cual un corpulento gigante que avanza con osadía en el mar Océano, desafiando  impávido  su terrible cólera. Este cabo era conocido en la antigüedad con el nombre de Promontorio Scítico, como nos dice Pomponio Mela, lo que también es un argumento para probar la antigua opinión de que este país fue poblado  en remotísimos tiempos por los escitas.  Es también muy nombrado   por ser el punto  más septentrional de España, y por donde se mide la longitud (desde aquí a la punta de Tarifa). Su aspecto es magnífico. A la derecha se ven en lontananza los altísimos Picos de Europa  que separan Asturias de Liébana. El Cabo Peñas, que tiene a su lado el islote de Gabiera, presenta al Norte un frontón de casi una milla, escarpado, blanquizco y de terreno horizontal. Hasta ahora, este  importantísimo  punto de la costa  cantábrica estaba de todo punto abandonado, sin un faro que sirviese de guía a los navegantes, siendo causa esta incuria  de numerosos naufragios. Francisco de Paula Mellado- Asturias (hacia 1848)- Asturias vista por viajeros. Tomo I.-  

El valle de Caranga a Teverga
El Hellenthal es el famoso valle del Infierno de la Selva negra y la principal vía  de comunicación  entre esta importante y, por mil títulos, curiosísima región  y el valle del Rhin.  Tiene siete leguas de largo, y la única singularidad que ofrece son dos peñas  perpendiculares,  y casi juntas, por medio de las cuales  pasa el arroyo y el camino, llamadas el  Salto del ciervo porque, según la tradición o leyenda, un ciervo perseguido saltó de una a otra peña, y de consiguiente de un lado a otro del valle. Tradición o leyenda que no me cuesta trabajo creer, porque he visto saltos de veinte pies, dados por un caballo inglés. ¿Qué no saltaría un ciervo perseguido? Por lo demás, fenómenos  como los de las peñas del Salto del ciervo son muy comunes en Asturias; más a mi juicio, que en ninguna otra región del mundo que yo haya visitado. El Hellenthal, por otra parte, despojado del prestigio que le da su nombre, no es más que una cañada muy regular y muy estrecha, sin mas sitio por el fondo que para un penosísimo camino y para el arroyo de aguas negras, como tinta,  como son todos los arroyos que nacen en la selva de este nombre, por lo cual sin duda ha merecido  tan singular denominación que conserva desde los romanos. La vegetación  es allí sumamente lozana,  y ni una sola pulgada de terreno hay desde el fondo del valle hasta la cima de las altas montañas que lo forman, que no esté cubierta de elevadísimos abetos y hayas,  únicos árboles que allí se crían. En los tiempos antiguos, y antes de estar hecha la carretera, habrá sido una empresa pavorosa  y temible,  tratar de meterse  en el valle; por eso cuentan el dicho de Catinat, general de Luis  XIV, cuando las guerras del Palatinado, que oyendo criticar una operación suya que hubiera podido  llevar fácilmente  a cabo operando por el Hellenthal, contestó: (No era bastante demonio para meterme allí). Posteriormente, y casi  en nuestros días,  cuando las guerras de la república francesa, adquirió una gloria inmortal por haber dado paso al ejército  francés  en la famosa retirada desde el Danubio al Rhin en 1797 al mando de Moreau,  y que fue  comparada  con razón en su época a la de los Diez mil. Hoy ha perdido completamente su prestigio antiguo, hoy queda reducido el Hellenthal al paso de las diligencias entre Friburgo, en Brisgau, célebre por la torre de su catedral, que no tiene rival en el mundo, y por ser la patria de Schwartz (Negro, aquí todo es negro,  hasta los hombres se llaman así) el famoso fraile, inventor de la pólvora.



El valle de Caranga a Teverga 

Ya conocen los lectores de Las Dos Asturias por esta imperfecta descripción  lo que podrá ser el famoso Hellenthal de tanta celebridad. Pues bien;¿quieren conocer  otro que me atrevo a llamar con el mismo nombre,y que desde la creación del mundo estaba ignorado (porque estaba en España y en Asturias),  y que se acaba  de descubrir  hace dos años? Pues bien; hoy que las vías de comunicación van siendo fáciles y cómodas en España, hoy que en  treinta horas se sale de Madrid y se llega a Oviedo, diez y ocho en camino de hierro a León y doce a Oviedo, hagan por Dios este viaje en  lugar  de irse a Suiza o al Pirineo como van tantos españoles en verano,  no tendrán las comodidades que allí, no tendrán ni los hoteles, ni los caminos, ni nada de lo que la civilización moderna tiene dispuesto para la comodidad, recreo y diversión de los viajeros.  Es verdad,  nada de esto hallaran, en cambio mucha suciedad, mucha porquería  y  casi tanta miseria y tanto harapo como en Galicia. Pero hallarán un país tan fresco como Suiza o los Pirineos, tan primitivo  casi como en tiempo de los pastores de Arcadia, y costumbres parecidas; tan pintoresco o más que Escocia  y las famosas orillas del Rhin, y tan fértil en algunas partes como la Lombardía o el valle del Arno; tan agreste  o más que la Selva Negra, Suiza ó los Pirineos. La vida no es en Asturias tan cómoda y agradable como en estos sitios; pero en cambio es tan barata  como en Suiza y se gozan placeres  desconocidos  a la vida civilizada. Vengan, o mejor dicho vayan a Asturias; oigan los consejos  de un pobre hijo del país; que lo había dejado a los catorce años y vuelve a  los cuarenta cumplidos, después de haberse paseado y de conocer  a casi toda Europa en las circunstancias tan ventajosas como puede haberlo hecho otro alguno, y dice sin temor  de verse desmentido: Asturias es el país mas hermoso de la tierra. Vedlo, y os convenceréis.


El valle de Caranga a Teverga 
Vuelvo a la descripción del Hellenthal asturiano,  o sea el valle de Caranga a Teverga, que a mi juicio ofrece la perspectiva mas agreste, mas salvaje, mas horriblemente hermosa que hay en e globo, al menos en lo que he visto de Europa. Quizá en los Andes haya habido algo igual, según nos cuentan los historiadores del descubrimiento y conquista del Perú en tiempo de los Incas; hoy de seguro no queda nada parecido a la senda de Teverga. Quisiera tener el  talento descriptivo  de Marmontel, el historiador de los Incas, el colorido de Claude de Lauraine o de Salvador Rosa; el pincel de Flaxman y de Gustavo Daré, que ilustraron el Dante, todo reunido para echarlo en la senda de Teverga, porque aun así sería imperfecta la descripción  que voy a hacer. Lo hago con el temor mas grande  que se puede tener en la vida, con el mismo que tuve cuando hablé por  primera vez en las Cortes. Esto lo comprenden los que son o hayan sido diputados y hayan hablado. Lo hago como un reo que llevan al patíbulo, porque tiene que ir; lo hago porque lo considero un deber sagrado que me he impuesto cuando atravesé la senda,  y desde  niño estoy acostumbrado a cumplir todos mis deberes  por desagradables y penosos que sean.
Voy, pues, a entrar en la descripción del famoso valle y senda de Teverga. Para hacerla un poco mas soportable, para dar alguna  amenidad al relato,  intercalaré  mis impresiones al pasarla y las extravagancias a que se ha entregado  mi imaginación, esta folie du logis, loca de la casa, como con razón llaman los psicólogos franceses.
Por una tarde entre el 10 y 15 de noviembre  de este año, llegué a Caranga, después de haber recorrido en coche casi todo el concejo de Quirós, uno de los mas montuosos e inaccesibles hasta hace pocos días, gracias al Sr. D. Gabriel Heim, que ha construido como por encanto, tal parece, el camino de primer orden de Trubia a Ventana.
El franqueo de esta peña será siempre una obra inmortal del señor Heim, y que merece por cierto que se haga un viaje desde Oviedo sin más objeto que verla, seguro el viajero de ser suficientemente recompensado del trabajo de ir, y del dinero que le cueste. Y a los pocos meses de abierto, porque los ingenieros del gobierno dijeron que le faltaban algunos perfiles, 




El valle de Caranga a Teverga 

Dejé, como dicho, mi coche en Caranga, y tomando un caballo del país y otro para un amigo de la infancia, que me acompañaba, nos dirigimos hacia la famosa senda.  Yo conocía un poco el país; tenía de él la idea más horrible que se puede tener; había oído muchas historias de la senda; pero confieso  que todo es inferior a la realidad. Creo que la imaginación mas calenturienta y fantástica no ha podido inventar nada igual ni siquiera parecido.  Principiamos por atravesar el río de Quirós, sobre un puente de madera tan rústico, que ni barandillas tiene; entramos en un castañedo de muy bellos árboles, y a poco  rato llegamos a un molino que mueve el agua que baja de Teverga, y tan bonito que no he visto nada igual por lo rústico en ninguna decoración de la Sonámbula. Traía bastante agua el río,  de lo cual resultaba que venía al molino mucha mas que la que necesitaba.  Entraba en la canal, que era de madera y cerrada; la canal tenía un agujero hacia el medio, y salía el agua  con tanta fuerza, que formaba un chorro como el de la Puerta del Sol.  Al molino bajaba, sin embargo, bastante para hacerle andar. Pasado el molino se entra realmente o se sale de la senda, según se tome, y desde aquí se descubre  en toda su horrible majestad el valle que se va a pasar. Figúrense mis lectores un valle estrechísimo por cuyo fondo solo hay sitio para el río, que por el eterno y constante murmullo  se conoce la impaciencia y la estrechez  con que se desliza, y á los dos lados dos murallas naturales de peña llamada cuarcita, muy descompuesta y muy negra, a 400 pies por lo menos de la altura del río una sendita abierta en la peña del Morimiun, de tres pies de ancho, sin mas vegetación que algún roble, haya, castaño ó madroño de trecho en trecho,y entre el detritus de la cuarcita crecía el brezo gigante, en asturiano llamado uces, que para agregar al horror de la escena padecía de la misma enfermedad que he visto en Valencia y Murcia padecer a los naranjos y olivos, una especie de hollín, sarro o capa negra.  Nada hay en la naturaleza que iguale al horrible silencio que allí reina. Antes de abrir la senda era dominio exclusivo de osos, cuyos vestigios se encuentran a cada paso en los madroños desgajados que se en en sitios inaccesibles a persona humana,  y que ellos rompen  para comerse la fruta.  Siguiendo la senda hache en muchas partes con estacas clavadas en la peña, subiendo unas veces, bajando otras, pero siempre sobre el abismo, tanto que á cada momento veíamos las piedras que lanzaban nuestros caballos con las patas ir a caer  directamente al río, suerte que nos esperaba a nosotros si faltaba el terreno a nuestros caballos  o daban un paso en falso; de esta manera se andan sobre tres kilómetros, y es preciso entonces pasar el río para tomar la senda, a la orilla derecha del valle, pues ya el otro lado desde aquí es completamente inaccesible.  Como se va despacio y no hay nada que le distraiga a uno, la  imaginación se me echó a volar qué sé yo por dónde, por todas partes.  Yo no he visto nada igual ni que se le parezca, ni en los Pirineos, ni en los Alpes, y los he visto bien, pues casi los he andado todos a pie. Síguese  con el alma en un hilo hasta la salida del valle, que presenta una escena a mi entender sin rival en la naturaleza. La cuarcita se va volviendo mas compacta  y se sale por entre dos peñas, que el ánimo se sobrecoge al pasar, porque una, la más alta de la izquierda, tiene por lo menos 200 pies de altura, y está completamente inclinada sobre el río  y sobre la senda: se llama Peña Negra. ¡Poder omnipotente de Dios! no pude menos de exclamar: “si  a esta masa le a la gana de aplastarse, ¿qué fuerza animal se necesitaría para levantarla?” La contestación me la di bien pronto: “ninguna, solo el que la creó   podría volvelra  a poner como está.” Se pasa el río,  entre las dos peñas por un puente, que ni ideal se podría hacer como es.  En el medio del río hay una peña, por debajo de la cual sale el agua con la fuerza de una esclusa, que es lo que viene  á ser esta peña, pues el agua  tiene por lo menos cinco pies mas de altura de la parte de arriba del puente. El puente es de madera, está fundado sobre esta peña, que le sirve de tramo, y forma con las dos grandes peñas y el río un conjunto tan bello, que no es posible ni imaginarlo.  


El valle de Caranga a Teverga 
Antes de proseguir con esta descripción, debo hacer mención de una cosa notable en todo el país, y que llamará la de todo viajero; el famoso roble de Olid. Antes de llegar a la Peña Negra se ve salir del fondo del valle un magnífico roble que tendrá por lo menos 100 pies, y descuella entre los demás. Unos leñadores le incendiaron por la base, y se ve quemado parte del tronco. Sin embargo, todavía se puede sacar de él una viga de 80 pies de vara en cuadro.  Existe hoy, por la imposibilidad material de sacarlo de donde está. Salgo al fin de este valle de sublimes horrores, y salgo como pudo haber salido el Dante del infierno, después de haber presenciado las horribles escenas que nos describe, recitando los dos últimos versos del Canto V, y en la misma situación que él. 
Al fin, he salido sano y salvo de este maldito valle, que así puede llamarse sin hipérbole; pero aun me queda, antes de llegar a Teverga, que atravesar la capa caliza. Aquí “está lo bueno,” como se suele decir. Todo lo que he referido es nada, comparado  con lo que queda. Esta senda es la realización del sueño del inmortal poeta italiano.  En sueños debe haber tenido origen la Divine Comedia.  El plan es el mismo; no hay mas diferencia  que este es realidad. Se principia en un valle horrible, va encrescendo todo el tiempo, y se acaba como nadie puede imaginar siquiera.  Pero ya estoy en terreno mas apacible, voy a describir la capa intermedia entre la cuarcita y la caliza.  Aquí se acaban los precipicios; entra la senda de un pie de ancho,  a lo sumo,  en unos prados tan pendientes que creí oportuno apearme del caballo que me acababa de pasar por sitios tan malos, e hice bien, como he visto después, porque al pobre animal le costó trabajo pasar la senda y de seguro hubiéramos ido juntos al río; luego se baja a un castañedo, en el que vi con sorpresa  había dos tinglados o barracas como para construir casas. Mi primera impresión fue decir al compañero:¿Quién será el desgraciado que se venga a vivir aquí?
Desde allí percibimos del otro lado del río y a una altura inconmensurable, unas casitas arrimadas a un peñasco, como para poderse sostener en pie.  Es el pueblo de Bandujo del que es oriundo el señor Tames Hevia, senador del reino y consejero de Estado.  Por aquí ya se veía algún vestigio de la raza humana. 


El valle de Caranga a Teverga 
 Hay un puente de madera para el servicio del pueblo y de un molino harinero que está situado a la cabeza del puente y al lado de un peñasco formidable de caliza.  Aquí  principia una enorme capa de caliza compacta, que tantas maravillas nos va a ofrecer. Al pasar por delante del peñasco vi una hermosa flor azul celeste de un color muy vivo y muy común en Asturias, que siempre me ha llamado la atención, y  quería conservar esta como recuerdo de un viaje por la senda.  Seguimos andando por una calleja  entre dos prados, y era tal el barro que había que me atasqué, y con dificultad pude sacar los zapatos, a pesar de las tarabillas de las polainas. En los esfuerzos por salir de tan infernal calleja, perdí mi flor. A todo esto iba llegando a la parte sublime y horrorosa de la senda. Figúrese el lector una peña cuatro o seis veces más alta que la torre de Santa Cruz o de otra torre que conozcan,  partida por el medio, a la distancia de lo ancho de la calle del Príncipe y aun menos uno de otro pedazo  de peña, un río por el medio, siempre mugiendo por lo estrecho y apretado que va entre las dos peñas, tanto que algunas veces se esconde enteramente  debajo de lo que se camina, y a una distancia de 200 metros de altura o más, una cornisa de uno o dos pies, hacha con estacas clavadas en la peña y sin petril ninguno,  todo lo mas en los sitios mas pavorosos una pequeña barandilla y gente que se cree racional, pasando por esa cornisa.  Pues esta es la senda al llegar a Teverga.
Yo, metido ya en este terrible paso, fanático por las grandes y fuertes impresiones, admirador entusiasta del Dante y de su infierno,  a lo que tanto se parece, no podía quedar indiferente a tanto horror, a tanta maravilla como se desplegaba en tan corto espacio.  


El valle de Caranga a Teverga 
Mi primer movimiento  fue pararme  recostado sobre la peña y exclamar: “Dios omnipotente que a un soplo de tu voluntad creaste tanta maravilla, haz que podamos ver pronto esta desde un carruaje; “ aquí, como se ve, me fui intelectualmente al fondo del abismo. Absorto ante la imponente majestad y grandeza de aquellas moles calizas, y aterrado por el abismo que tenía a mis pies, oigo la voz de mi compañero que me decía riéndose: “Mira como boga mi tapa-bocas.” En efecto, un golpe de viento se lo había quitado y había ido a parar al fondo, es decir, al río, y flotaba majestuosamente.  Esto me sirvió de aviso, y abotonándome el gabán para que el viento no hiciese fuerza y me echara a mi a bogar, me agarré a la peña y  agarrado seguí mas de un kilómetro que dura el abismo, no mirando sino fijamente al suelo  y poniendo en práctica  el precepto  del Dante de no mover un pie hasta que el otro está seguro.  Pero de cuando en cuando me recostaba sobre la peña y la fuerza  de la curiosidad se sobreponía al miedo, y como bestializado, yo estaba largo rato contemplando las maravillas de la peña de enfrente  y del abismo, hasta que  sentía que mi compañero me agarraba por el gabán y me sacaba de mi éxtasis, diciéndome:  “Anda, hombre, anda, que la noche se echa encima y el camino es largo y peligroso como esto.” 
Como hijo de este país, me han llamado mucho la atención estas angosturas , llamadas escobios, tan frecuentes en Asturias en todos los terrenos, y he procurado averiguar, si antes de los escobios, se encontraba algún fósil o vestigio palustre:  no he tenido noticia de ninguno y he llegado a la siguiente conclusión. Estos escobios han sido abiertos por las aguas inmediatamente después de la gran sublevación  interior de las capas que tan extraordinariamente ha trastornado el terreno de Asturias, y las capas cedieron fácilmente, porque fue durante el período incandescente.  No fue efecto del trabajo de los ríos durante el transcurso  de siglos.  De todos los escobios, este es el mas notable de Asturias por su extensión y aspereza. 
Nunca he sufrido de vértigos hasta en el escobio de Teverga. Así como aconsejo al curioso y al artista que hagan el viaje antes que concluyan el camino, pues se encontrarán suficientemente recompensados por las bellezas que verán, y no es la menor de ellas encontrarse, después de tanto horror, con un verdadero oasis, unos valles risueños con todas las producciones de los mejores de Asturias.
J. G. Miranda. Las dos Asturias. Almanaque de 1866.-

Excursión por el Principado de Asturias
Subí a los Picos de Europa, habitación del gamo corredor y del corpulento oso; y a cada cerro, a cada monte que iba ganando, asomábame  a un nuevo precipicio, a uno de esos sombríos y medrosos abismos donde el más leve rumor despierta los gigantes ecos que duermen en las concavidades de las rocas y huyen, al despertar de improviso, con estruendo  semejante al de un ejército en alarma;y ascendí  adonde los vértigos giran tenaces en derredor de uno hasta  que consiguen  rendirle en el mareo; donde el principio, siempre abierto, le fascina y atrae como la boa al colibrí pintado, y donde las ventiscas invisibles danzan sobre  la nieve cual  desordenadas bacantes, levantando revuelta polvareda.
Llegué a las más apartadas montañas del  occidente; y, entre largas y tajadas cordilleras de negras rocas en que las eternas nieblas rastrean, vi alzarse las adustas brañas del vaqueiro de alzada, ostentando en cada portal, como trofeo de todas sus empresas, el repuesto zurrón, el rústico colador de asta de buey y el amarillo odre puesto  al sereno para cuajar la leche. 
Atravesé el umbral de la mezquina puerta donde reposa tranquilo y despeluznado mastín que, armado el cuello con la carlanca erizada de férreas puntas, vela por el bien de las familias como el dios tutelar de aquellos lares; y hablé con el vaqueiro, tipo celta, de cabeza abultada, ancha frente, ojos azules y largos brazos; estudié sus costumbres singulares, sus raras tradiciones, y en la época para él de emigración  vile apresar los ganados introduciendo en sus orejas gotas de cera con la vela tenebraria para librarlos de los maleficios; y precedido de los perros, acompañado de las tribus, llevando el tierno hijo en las astas del manso buey, que con monótono balanceo le presta en ellas blanda cuna, contempléle dirigirse a sus caseríos, envuelto en la manta de tosca jerga, cabalgando sobre el pequeño y  andador caballo que recuerda al panchates, célebre entre los célebres asturcones, y distrayendo las horas del camino con agrestes cantares que acompaña al bronco esquilón de la res que guía la manada………..
Descansé al lado de la octogenaria anciana que, encorvada como una grulla, sombreada su arrugada faz por la blanca toca de lienzo y agitando en la descarnada mano un ramo de laurel para ahuyentar las moscas, iba deslizando en mi oído, con voz temblorosa y apagada, cuentos de las reinas moras y hadadas  infantinas; de nobles damas y  princesas que en las fuentes del bosque tocaban con peine de oro  sus cabellos o al dintel del palacio hilaban el albo copo de lino, torcían rica seda o labraban finos paños………
Aislada Asturias del resto de la Península por dilatadas cordilleras de montañas, guardo incólume su independencia en otros sitios, como hasta hoy  rasgos característicos de pasadas civilizaciones y usos de otras edades. 
El que visite una de nuestras aldeas más apartadas, creerá  hallarse aún en plena  Edad Media. Todavía verá la casa del fidalgo con sus blasonados escudos; mujeres que visten blanca toca, y ancianos que aun peinan coleta, protestando no haber sido no haber sido rasurados  en señal de servidumbre: oirá hablar la ruda e incipiente habla de Berceo y Lorenzo de Segura; verá los vecinos congregados a campana tañida  reunirse en concejo para tratar del procomún; y oirá resonar en las cañadas y en los valles canciones romancescas, al moverse la tradicional danza en redor de la bizantina iglesia el día del santo patrono. 
Juan Menéndez Pidal.  (1885-1915). Asturias vista por viajeros. Tomo II.- 

Cabo Peñas 
Presentóse  por fin a nuestra vista la inmensa mole del Cabo de Peñas, cual un corpulento gigante que avanza  con osadía en el mar Océano, desafiando impávido su terrible cólera. Este cabo era conocido en la antigüedad con el nombre de Promontorio Scítico, como nos dice Pomponio Mela, lo que también  es un argumento para probar la antigua opinión  de que este país fue poblado en remotísimos tiempos  por los escitas, como dijimos en otro lugar.  Es también muy nombrado el cabo del que hablamos por ser el punto más septentrional  de España, y por donde se mide  la longitud (desde aquí a la punta de Tarifa). Su aspecto es magnífico. A la derecha se ven lontananza  los altísimos y siempre nevados Picos de Europa, que separan a Asturias de la Liébana. Por la izquierda se descubren  las riberas de Galicia,  y el cabo Ortegal, y al frente el inmenso piélago en que marchando en línea recta no se encuentra tierra hasta Inglaterra.  El Cabo Peñas,  que tiene a su lado  el islote de Gabiera, presenta al Norte un  frontón de casi una milla, escarpado, blanquizco y de terreno horizontal.  Su altura sobre el nivel del mar es  de trescientos treinta pies. Hasta ahora con mengua de la civilización del siglo, este importantísimo punto de la costa  cantábrica estaba de todo punto abandonado, sin un faro que sirviese de guía  a los nevagantes, siendo causa esta incuria de numerosos neufragios; por fin el Gobierno decretó  la construcción de una torre que sustente un fanal, y en el momento  que trazamos estas líneas están llevándose a cabo las obras necesarias  con recomendable actividad. 
Francisco de Paula Mellado. Asturias (hacia 1848). Asturias vista por viajeros.  Tomo I.-

Soy de Verdiciu

Soy de Verdiciu,
nací a la vera 
del Cabu Peñes,
xunta la mar;
nun hai tocinos
na mio panera,
pero hai gabitos
aú los colgar.
Dispierto al riscar el alba, 
tiro un blinco del xergón
y voi a coyer les berces
pa echar con fabes 
y con llacón.
Si una vez, o dos o tres
baxo a la villa al mercáu,
todos me miren de lláu
y dicen:”Neña qué guapa yes!”
Tengo un mozacu
que me cortexa,
y que me plizca,
faime rabiar,
y al veme berra 
como una oveya,
porque comigu
se quier casar.
El diz que ye molineru
y gana to cuanto quier,
y si no ye primero
que pa febrero
ya quier que sea 
la so muyer.
Una vez, dos y tres,
baxo a la villa al mercau
todos me miren de llau
y dicen neña 
que guapa yes.-























































































































































































































































































































































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