Pravia-Escoreu-Villafría-Mirador de la Peñona
A Pepe Prida en su muerte
Lluna, llunina querida
¡ai! Lluna, llunina maxa
la qu´en mio tierra llucía
dengue y mandilín de plata,
con arracaes de lluceros
y d´estrelles la saya,
de céfiru la chambrina,
el pañuelu d´orbayada
y d´un xironín de cielu
el refaxu. ¡Dime hermana!
¿Por qué te vistes de llutu
el pasiellu d´asturiana?
¿Aú ta? ¿Qué fixisti d´el?
Temblu al vete acongoxada.
Yera una nueche d´ochobre
Yera una nueche villana
Tristemente óyese lloñe
Dar les tres de la mañana;
Na portona de San Marcos
Quéxense las sos bisagras;
Salen d´allí diez sayones
Cola visera calada
Y en mediu va un caballeru
De noble y dulce mirada.
Relluma lo mesmu qu´oru
So melena enguedellada,
Pisa reciu mira al cielu
Sospira ¡Madre del alma!
Poles breñes de Lleón
Cuerre la lluna asturiana
Y ente ganzus y espineres
Queda el mandilín de plata,
El dengue el refaxín
Mas nun arrepara en nada.
Ella sigue al caballeru
Con el espantu en la cara,
Con diez furacus na nueche,
Fizo fiera la descarga,
La vida del caballeru
Tapeció na madrugada.
La lluna lanzó un berríu
De pena ferida l´alma.
¡Baxai lluceros astures!
¡Baxai estrelles de plata!
Y apúrreme ´l mantu nueche
Que quieru tar enllutada.
Voi tapar la so carina
Col pañolín d´orbayada
Y sol so pechu ensangrentáu
Voy pone-y la mió tirana.
Cruciaron les sos manines
-arrancaes de filigrana-
y peneraron l´orbayu
seliquín comu una llágrima.
Al alborotar aquel día
Peles tierres castellanes,
Asturias fecha xirones
Al caballeru velaba.
Penes, montes de Teverga
Non lloréis de pena y rabia
Que l´alma astur tá en so sitiu,
Firme, pura, recia y santa
y -ai- de los qu´ aquella nueche
Ficieron tan vil fazaña.
Matar para seguir viviendo. La guerra civil en Teverga y en Quirós, Proaza, Somiedo, Tameza y Babia. Celso Peyroux.-
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La Ñuibera
A finales del s. XII o principios del XIII, en agosto, descargó una enorme tormenta que asoló los frutales y los sembrados de todas clases. Las gentes aseguraban que habían visto en el cielo una figura de mujer, y una mujer que venía como peregrina, que venía a San Salvador de Oviedo, confesó que esa mujer era ella misma. Era una endemoniada que venía a curarse a San Salvador, y su historia está escrita en manuscritos de Cambray y de Oxford.
El demonio la tuvo durante 16 años. Un día la dejó a la entrada de una abadía aragonesa, mientras él entraba a perturbar a los monjes. Entre tanto, llega Santiago y ve a la niña, y marca con la uña una pequeña cruz en el dedo medio de la mano izquierda de la niña. Esto quiere decir que ya está marcada para la salvación y desde ese momento empieza su lucha contra el demonio, que a su vuelta entra de nuevo en el cuerpo de la niña.
Antes la había criado con una vida fastuosa, de palacios, comodidades y servidumbres. La había llevado por los aires a todos los países y había aprendido muchas lenguas. Se alimentaba de hierbas crudas y era muy esbelta, pero fuerte.
El diablo grita dentro de ella que no se marchará de este cuerpo, que solamente Santiago o San Salvador podrían echarlo, y entonces ella marcha como peregrina a San Salvador de Oviedo.
En el camino encuentra a cinco caballeros de Jaca que le dan cinco panes. Ella los reparte como cinco limosnas en honor a las cinco llagas de Cristo. Pasó cinco puentes en el camino, y a cada uno de ellos el diablo la tienta para que se tire al agua; pero las limosnas la libran de aquel peligro. Se llamaba Oría. Llegó por fin al Salvador. Después de muchos males y lanzando un gran aullido, dejó el cuerpo de la muchacha, que quedó como muerta.
Después la peregrina esperó durante unas semanas en Oviedo la llegada del obispo que debía bautizarla. En el bautizo se le impuso el nombre de María, y enseguida, de ser una salvaje como lo había sido hasta entonces, pasó a ser una muchacha bellísima.
Contaba a las gentes que hablaban con ella todas las andanzas de su vida, y les confesó que ella misma, hacía unos pocos años, ella misma encima de una nube, había provocado la enorme tormenta de granizo que había descargado sobre Oviedo y su comarca.
Juan Uría. Vaqueiros.-
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