Collada Ceberón, Las Murias- El Mayaín (Aller)

     Textos:
-Las Atalayas.
-Carta de Jovellanos a Gertrudis.
-Carta de Jovellanos a un amigo.
-El caballo.
-Les foces de Aller.


Las Atalayas
La pálida luna preside la fiesta; esa luz de las sombras amiga,  de estúpido rostro, de faz  macilenta. 
Esa luna que ostenta en su disco  de luz medio muerta, negras manchas, que en ella parecen  los runas que  artera  descifraba Wola, la decrépita saga del Edda. Esta luna que el druida invocaba, extendiendo la mano  hacia ella,  murmurando  del rito sagrado  palabras secretas.
Esa luna que orlaba de fuego, las nubes aquellas en que Ossian el Eskalda miraba pasar con pereza  de Fingel y Malvina  las sombras errando del éter  en la calma eterna. Esa luna de faz arrugada cual vieja hechicera,  dormitando del cielo en la altura, preside la fiesta. 
Ella tiñe de luz melancólica el valle y la selva,  y al bañarlos su luz moribunda  ideales contornos les presta. A su fulgor, crecen gigantes las tierras, se retuercen  las  hayas del monte, y seres medrosos sus troncos semejan.  Los negros pantanos, las fuentes serenas del bosque escondido, que mohosos  peñones sombrean, fosforecen  con liviana llama de lumbre siniestra: los ríos  son fuego, cristales las peñas, é invisibles fantasmas cabalgan en fugaces  girones de niebla.  Cuando el gallo negro  que habita en la selva
canta a media noche, los genios despiertan: asoma algun duende  su enorme cabeza, de la gruta en que yace escondido , por la rota quiebra;  y al ver el silencio reinar por doquiera con sonora  y fugaz carcajada dá la voz de alerta. Los demás espíritus a lo lejos repiten la seña, 

Las Atalayas 
y en sus formas sutiles envueltos  recorren la tierra.
El soto pelado  que zarzas rodean y alumbra la luna, con luz soñolienta, cual la agonizante de una candileja; al sonar de aquel gallo  los cantos, de brujas se puebla, que á caballo  de súcias escobas del aire descienden con sombras envueltas;  y allí el aquelarre, retozando  en fantástica rueda, ahúlla y se inclina, con extrañas  ridículas muecas, en redor de aquel Macho cabrío que rumia impasible mirando la escena. De las claras fuentes que bajo las peñas, y entre plantas y sombras  ocultas, con monótono  son gorgolean, surgiendo las xanas, allí prisioneras de algún moro al poder  misterioso,  se ponen en vela a la margen del agua lavando del oro más puro  brillantes madejas; y entre tanto, con voz melodiosa 
y en dulces cantares, relatan su pena. Las errantes almas de los muertos,  llegan  al calor del rescoldo humeante  que aún dan las hogueras.
Danzando los duendes en las rocas torcidas y escuetas,  del monte las cumbres  ú su rudo compás bambolean. 
Y las Atalayas, gentiles doncellas  que encantadas mansiones habitan ocultas en cuevas, arden hoy como  llamas azules entre la maleza, y violetas de fuego  parecen  que al paso del aura  se agitan y tiemblan.
Así como el sueño que embarga la idea, produce en el alma visiones etéreas, seres intangibles, de ignota existencia, que son realidades y puras quimeras;  así, cuando duerme la Naturaleza, en la noche aun serena y tranquila, las sombras engendran esos vanos terribles fantasmas de luz y tinieblas, que se agitan cual sueños del mundo; terrores que pasan si el mundo despierta.  
Diciembre de 1883. Juan Menéndez Pidal. 

Abril 30 de 1799- Mi señora Gertrudis del Busto. Mi querida Gertrudis:  Respondiendo a tu carta del 21, me es muy sensible tener que contestar a quien te la dictó mas bien que a ti. Puedes decir que tu sabes muy bien a tu costa y aun á la mía  en qué parte se halló mas frustrada la confianza en que falleció mi buen hermano. Que no lo fué en lo respectivo a tu viudedad, pues que desde Trillo y aquí, antes y ahora, siempre estuve pronto á concurrir con la que señaló aunque convencido de que era mas que doble de lo que pudo y debió señalar. Que en pago de esta conducta te hicieron pretender esta viudedad: 1º., como debida á la justicia y no a mi generosidad; 2º.,  aspirar á las doscientas fanegas  de pan en fruto, y como enteramente cobradas sin gasto ni riesgo, y rehusar su consignación en caserías determinadas; y 3º., alegar y reproducir ahora las mejoras que recibieron las fincas del mayorazgo  de los caudales de Trubia, cuando tú y yo sabemos lo bastante para que un tercero no debiese meterse á alegarlas ni exponerte al riesgo de la comparación con las indemnizaciones que disfrutaste. Por último, te hacen mirar mal la proposición de una rebaja que anuncian como necesaria las circunstancias del día, y que no se debe extender fuera de ellas, sin considerar que perdiendo yo la mitad o mas de mis sueldos, sería imposible  que contribuyese  con nueve mil reales, además de cinco mil con que está  grabada la casa, y me quedase lo necesario para vivir  con una mediana decencia.  ¡Qué bien cuadra este empleo que te inspiraron comparado con la situación de una viuda, mayorazga, rica, y con derecho á otra decente viudedad por el Gobierno! Ahora, respondiéndote á ti sola, tengo que decirte que pues te avienes á mi antigua proposición de recibir  las doscientas fanegas en dinero á razón de cuatro ducados, elijo este partido, ofreciéndote los ocho mil ochocientos reales que te ofrecí al principio, y solo rehuso los doscientos  que propones demás, porque la primera cantidad tiene una relación mas clara con el objeto que representa. Pero debes tener entendido que esta obligación ha de estar sujeta a la rebaja que la prudencia y circunstancias aconsejaren, porque yo jamás obligaré á lo que no pueda cumplir. Esta rebaja la haremos de buena fe, con la buena armonía que corresponde á dos hermanos, y que no te dejaron observar desde el principio.  Me es muy sensible poner esta cortapisa; pero ¿qué quieres que haga cuando me avisan este correo que los vales pierden el 46 por 100, y al paso que van pueden muy bien reducirse á cero? También debes estarlo de la otra condición en que convinimos aquí, y de que hablé en mis anteriores, por mas que este sea un punto que quieran también hacerte repugnar. Por mi dictámen no se necesita escritura para formalizar este convenio, porque  sobran mis cartas y mi palabra para que yo cumpla lo ofrecido, y  no hay necesidad alguna para que en la explicación de las condiciones pasen a un protocolo  nuestras miserias: con todo, si te lo hicieren exigir, responde de mi parte que tampoco me negaré a ello, etc. .-  Jovellanos - 
¡Gran Dios! á cuya voz se inclinan los ángeles del cielo, y obedecen los elementos de la tierra: tu santa ley es obedecida  por todas las criaturas que colocaste en ella, salvo  que siendo el hombre la mas favorecida, es la única que ingrata se rebele a ti, la desobedece y quebranta. Tú, Señor, que la estableciste  para su bien y su dicha, eres también el único que puede juzgar las culpas que contra ella se cometen. Ven, pues, Dios mio, y desde el trono de luz inmarcesible que tienes sobre el firmamento, vuelve hacia  mi tus ojos, mira el desamparo en que estoy, y la oscuridad y los horrores de que me han rodeado mis enemigos. Tú solo conoces, Señor, quiénes son, y cuanto son ensañados y poderosos , y cuánto soy yo débil y solo, y sin ánimo ni defensa  para evitar su cólera. ¿A quién, pues, acudiré sino á ti, y dónde buscaré apoyo sino en tí, Señor, que eres escudo y protección de los inocentes, y amparo y consuelo de los oprimidos? Bien conozco, Dios mío, que nada se hace sobre la tierra sin el concurso de tu adorable Providencia, y por eso rendido á tus santos decretos, sufro con resignación y paciencia  el peso de humillación y amargura que oprime mi alma. ¡A! ¡Cómo  no le sufriré  cuando recuerdo tantas y tan graves  ofensas como he cometido contra tí, mi Criador, mi Redentor y Salvador misericordioso, las cuales, alejándome de ti, me hacen indigno de tu protección, y digno de mas acerbas y durables penas! Cómo no lo sufriré, en cuando en esta misma tribulación veo brillar tu misericordia , pues que me ofrece la dichosa ocasión de humillarme y padecer por ti, y de purgar alguna parte de mis culpas, y de purificar mi alma para que pueda un dia parecer menos manchada ante tu divina presencia, y ser menos indigna de tu misericordia! Pero ¡oh buen Dios! Tú sabes que no son las culpas contra tí cometidas, y de las cuales tú solo eres el juez supremo, las que pretenden los hombres castigar en mi, que ni de ellas hacen cuenta, ni por ellas fuera yo desagradable á sus ojos, antes bien  me persigue por culpas que ellos mismos han inventado, y que no he cometido ni conozco, y en que han buscado un pretexto  para saciar su cólera.  No pudiendo arrastrarme á sus consejos de iniquidad, han conspirado contra mi, y a falta de motivos, por oprimirme y perderme, su maldad los ha fraguado, buscando en la calumnia los que no hallaban en la verdad. Y en esta violación de todas las leyes divinas y humanas, ¿no podré yo, Dios mio, volverme a ti, Autor de toda ley, y fuente de toda justicia, y elegirte por Juez de mi causa? Ven, pues, Señor, y júzgala: y pues que nada se esconde a tu infinita sabiduría, cuya penetración conoce y ve hasta los mas ocultos escondrijos de los corazones; ven, Señor, y  registra y escudriña, así el mío como el de mis perseguidores, y júzgalos, y juzga esta causa con aquella imparcialidad con que has prometido juzgar a las justicias de la tierra. Pero entre tanto, Señor, apiádate de mi, y no permitas que yo viva entre unas gentes que ni obedecen tu ley ni respetan tu santo nombre. Sácame de sus manos, adonde pueda yo adorarte y servirte en compañía de los que te reconocen y adoran; y sobre todo, sácame de las garras del hombre falso y malvado, que sordo a la voz de la compasión y la humanidad, oye solo la de mis perseguidores, para agravar noche y dia la amargura de la situación en que me han puesto. Así lo harás, Señor, porque tú eres mi único apoyo. Tú lo eras aun cuando mi alma andaba extraviada de los senderos de la virtud. Entonces, aunque agobiada con el peso de tantas culpas como contra tí cometía, todavía acostumbraba a volverse a ti, y te miraba como a su Dios y misericordioso salvador. Tu lo eres ahora mas que nunca: ahora, que solo y abandonado  de toda la tierra, y cercado de horror y de tinieblas, me sostienes y me haces hallar consuelo y reposo en el seno de la tribulación. ¡Pero, Dios mío! yo veo que cuanto mas sufro, tanto mas crece la saña de mis perseguidores. Mi angustia se prolonga mas y mas cada día; y no viendo término ni salida a tanto padecer, mi alma desfallece, y está cerca de rendirse y ceder el peso de su tribulación. ¿Por qué, pues, Señor, me abandonas ? Por qué me has desechado y privado de tu santa protección? Por qué permites que yo esté triste y abatido, cuando mis enemigos se ensañan y esfuerzan mas y mas encabrite y afligirme? ¡Oh, Dios mio! acude á mi socorro. Ven, y envía sobre mí aquella santa luz que me alumbró y fortificó desde el principio de mi tribulación. Haz que yo no la pierda jamás de mi vista, ni olvide aquellas santas verdades que me han sostenido en ella, haciéndome conocer que no hay otro mal en la tierra que el de ser desagradable á tus ojos, y que aquel a quien tu defiendes y proteges, no debe temblar, y nada tiene que temblar sobre ella. Esta luz y esta verdad son las que siempre me han conducido a ti. Tú sabes, Señor, que en medio de los errores y devaneos que me rodearon en mi juventud, y de la ciega docilidad con que los seguí en los senderos del placer y la disipación, ellos me guiaban continuamente hacia ti; me hacían acudir  a tu santo templo a lavar mis culpas en las santas aguas de la penitencia, y acercarme, aunque indigno, a aquella  mesa inefable, donde tu bondad divina distribuye el pan purísimo de los hombres frágiles y pecadores. Ahora, pues, Señor, que mi alma está necesitada de este pan celestial para fortificarse y unirse a ti, yo me acercaré, Dios mio, con mas frecuencia á tu altar para recibir en él  tan soberano alimento. ¡Oh Señor!  y cuánta es tu bondad, pues que en medio de la tribulación me has dejado tan inefable consuelo. ! Tú no has permitido que mis enemigos me lo robasen. Ellos me han separado de la compañía de los  hombres, porque  solo a los hombres temen; pero no se han atrevido a privarme, Dios mio, de la tuya. Entrando en tu santuario, allí te adoraré como á Dios de bondad y justicia; allí imploraré tu misericordia, y te pediré arrepentido y humillado el perdón de mis culpas; allí desnudaré el hombre viejo, afeado con las manchas del vicio, y adornado con las vestiduras de tu santa gracia; allí ¡oh mi dios! rejuveneceré, y alegre y tranquilo emplearé el resto de mis días en bendecirte y adorarte.  Entonces, ¡oh Dios bueno! cantando tus misericordias, entonaré dia y noche tus alabanzas, y en frecuentes himnos de gratitud y adoración, ensalzaré tu nombre santísimo, y recordaré tantos y tan grandes beneficios como he recibido de tu mano. ¡Oh alma mía! hé aquí la dicha que no pueden robarte los hombres. ¿Por qué, pues, te entristecen sus persecuciones ? Por qué te turba y aflige la cólera que desahogan sobre ti, cuando sabes que Dios  es tu salvador, y que contra los que cubre el manto de su divina protección nada pueden los grandes y poderosos de la tierra? Espera, pues, alma mía, y confía en tu Dios, que se dolerá de tu aflicción, y te librará de las garras de tus enemigos. Espera en tu Dios, que el te dará tiempo para que reconozcas y experimentes sus misericordias, y para que le confieses, y adores su santo nombre; y restituyendo á tu corazon la paz, y la alegría a tu semblante, creas que el será siempre para tí, como  hasta ahora, tu dios bueno y misericordioso. Jovellanos. 

A UN AMIGO PROPONIÉNDOLE UN RÉGIMEN DE VIDA
Muy señor mío y de mi mayor estimación: Los vahídos  de que usted me habla en su favorecida de 11 del pasado, empiezan á alterar la indiferencia con que antes miré esta novedad y á darme algún cuidado, no por su naturaleza, que la experiencia acredita ser inocente, sino por su frecuente repetición. Pero como yo conozco su casa, y estoy persuadido á que usted tiene en su mano, cuando me removerla del todo, aminorarla  y templarla mucho, quiero destinar esta carta á hablar  solamente de un asunto que es tan importante para usted, y que interesa tan tiernamente á sus amigos. Bien creo que en este accidente tenga alguna parte la complexión de usted.  Yo la conozco como la mía, y se que es ardiente una libranza de larga vida, si en vez de exaltar aquellas calidades, las templa, las modera y aplaca. ¿Hálo hecho usted alguna vez?  No por cierto. Por lo menos no lo ha hecho en el tiempo que yo he podido ser testigo. Acuérdese usted de los afanes que sufrió en la última época de sus amores, de los que le costó su maldito y desgraciado pleito, de las pendencias que riñó  después con los ruines del ayuntamiento, de la pena con que vio  la muerte de algunos amigos, los males y desgracias de otros,  de sus tristes consecuencias, y  sobre todo de los afanes de ese maldito empleo, que tomado con templanza  hubiera presentado á usted un decoroso  remedio contra el fastidio de la ociosidad; pero que su actividad ha convertido en continua zozobra y tormento. Y bien: ¿puede usted dudar  que estas son las primeras causas de sus vahídos?  Si, pues, añade á ellas  poco cuidado  en la comida y régimen, y un furor y exceso irracional en el trabajo, no tendrá que ir á buscar á otra parte las demás. Vamos, pues, al remedio. Usted le conoce; él está en su mano; su conservación le requiera; su familia y sus amigos le ansían, y si usted los ama, debe hacer a lo menos por ellos lo que nunca ha hecho, ni acaso haría por sí solo. Sé muy bien que usted estima en poco la autoridad tan contradicha y el interés tan cercano de su empleo. ¿Por qué, pues, le sacrificará su conservación? Una de dos: ó hacer suave y compatible con ella el trabajo, ó abandonarle del todo. Lo primero fuera fácil en otro; en usted que no sosiega si no lo hace todo por sí y con ímpetu, muy difícil. Pero pues es necesario, ¿por qué  no vencerá su natural actividad? ¿ Son acaso tan difíciles los negocios que ofrece, que no se pueden desempeñar por otro? ¿No palpa usted que en ello el óptimo desempeño cuesta mucho y nada vale, y que el salir adelante á la ordinaria cuesta menos y vale todo? Sea, pues, primera regla que usted elija una persona en quien  descargue el trabajo. ¡Ojalá que estuviera ahí, quien de buena  gana se le reduciría á una simple firma, sin dejarle leer siquiera el texto! Aligerado el trabajo y separada la imaginación de los negocios, resta establecer un buen régimen. Su principio de dieta. Dieta, amigo mío, dieta  si es preciso hasta el punto de desear echar el diente á una esquina.  Dieta, no sólo de comida, sino de bebida. Bien sé que no hay exceso en ella, y con todo, si es posible, quisiera que me dejase el vino, y si no, que bebiese poquísimo y flojo á aguado, y nunca, nunca, nunca licores. ¿ Y ese maldito tabaco, cuyo  aroma ataca continuamente los órganos del cerebro? ¿ Por qué no se dejará del todo, y si no es posible, no se reducirá al mínimum? Por último,  largo ejercicio diario á pié, pero despacio y sin romperse las espinillas como de costumbre, y sobre todo frecuente ejercicio á caballo, con un buen criado á la pierna,  por si algo ocurre. ¿No se podría pedir una licencia y hacer un viajecito á León á reconocer aquellas obras, informarnos de ellas  y ver aquellos amigos? La estación va siendo mala: no importa, pues que importa el objeto. Si no, ir y venir á Oviedo, á Avilés, á cualquiera parte y á cualquiera cosa, la costa, Somió, Porceyo, Carrio, etc., etc.  Yo bien creo que estaremos de acuerdo en que esto y no otra cosa es lo que á usted conviene. ¿A qué pues, consultar? ¿A qué exponerse á que los médicos  le alejen de tan buen y tan bien conocido enero?  Si estuviésemos en otra estación, yo consejería á usted mas bien lo baños en el mar; pero allá volverá, y  convendrá probarlos, aunque sin zambullir  ni mojar la cabeza. Acaso equivaldrán baños tibios de tina; pero ni tengo igual confianza en ellos, ni los creo necesarios, ni se establece el régimen en los demás. Animo, pues, amigo mío; fuera de las dietas y sus tres artículos, nada en él hay de duro ni difícil. ¿No hará usted este sacrificio á su propia conservación?¿No le hará á la tierna inquietud de su buena madre y hermanos y sobrinos?  ¿No lo hará á la zozobra de sus amigos y al ruego ardiente del primero de todos, á quien  solo la esperanza de abrazarle le es de tan dulce consuelo? Creo que sí, y que ambos tendrán este gusto y no tarde. Consérvese usted, pues, para él, para sí, para todos, y mándeme á mí sus mas apasionado servidor que besa su mano. Jovellanos. 

El caballo 

Señor don Pedro Solís,  
El que tien é nes corades
Un macón de sacaberes
Y un camberu d' allacranes ; 
El del Mayuelo con zunes 
Si non quier que i lo llame ,
Pieza de Baldeburón , 
Que sal bien , pero ye tarde ;
Alferi mayor d' Uviedo 
Q' anque pese á quien pesare , 
Puede metese á conceyu
Sin quitar les sos polaines . 
Sepia so mercé q' agora 
Que han de fer en todes partes 
Al mayorazu d' Asturies
Xuramentos prencipales ,
Se m' ofrez el proponei 
Un truecu para que saque
Un bon rocín ne los díes
Que ñarbole l' estandarte . 
Yo tengo un caballu oberu , 
(Ne la color arrepare) ; 
Q' inda no lu vió ente todes
Cuantes tierres tien andades .
Ye un potru de munchu rumbu ,
Y anque non lleva fisgades 
Les oreyes ya se tien
Afayado nes batalles .

El Caballo
Daré por fé y testimonia 
Para que les Buelgues Plasmen
Que lu truxo so les piernes
Un Comandante de husáres ,
Home que co los vigotes
Escobía los gabanes ,
Y con sangre de cristianos
Suel esproñase les barbes .
Trai cochellón retorcidu ,
Que con esmanganiase ,
EL diablu más llime vides
Que si Ilimiera castañes .
Si lu vicra don Toribu .
Non tien duda habia ablucase .
Cochellada q' cl reflundia 
No hay alma que se i ampare ; 
Nin da más na usarería
La xente y los animales .
Resalviando á vuesasté
Que lo había dicer antes :
D' isti climen ye el caballu 
(Que San Antón me lu guarde).
Per sobre los corbiones
Tien tosquilades les marques
Ye rocín fechu y derechu ,
Y dempués metidu en carnes .
¡ A depuxa ! ¡ Qué animal 
Aparenta para padre !
La edá ¿ quier que i la diga ?
En estes yerbes segades 
El usu de la razón 
Se i acomenzó a pesllase .
Tien la concencia muy donda ;
Non tien de qué recelase ,
Q' una y bona sobre illi
S' arrebalgue , non lu baste ,
Inda que ye mansolín 
Tamien tien sos ramascades ,
Que cuando tria , asemeya 
Que magüesta pedernales . 

El caballo
Cuando fai el galantín ,
No hay regodón que non fraye 
Y de les llábanes mesmes 
Quier arrincar les entrañes . 
Si pasa en vera d' arquetes 
Yos desflundia los canales
Y al destruír los conductos
Fai arreventar les agües . 
Fobetones da á les piedres
Que les estriza en migayes , 
No hay cai que non esñice , 
Nin campera que non salle ,
Nin portiella que no brinque , 
Trabancu que non algame . 
Sucu que non apechugue .
Fondigón que non reblague . 
Si las ixargues i aguíen . 
Parez que debana el aire 
En un veloz fenetible 
Duviellu cuadrupedante . 
En cuantu al arretorcelles 
Son todes les cuatro pates 
Civielles con ferradures ; 
Centelles con calcañales ,
Nunca amoria nel torneu
Anque bote de riscante
Q' á les pures remolines
Encañuda  vendabales
Anda marches y andadures ,
Y en entrambes facultades 
Ha llevar á recostines
Los frisones y alazanes :
Con un rabellín de gochu

El caballo
Puede bien desafialles
Que yos fará estremecese
Al primeru tripi-trape .
 Trota seli seliquín
Y enarruga les ixades ,
Que de so les mismes botes
Fai cuenta que va esguilase .
Al galopio y la carrera
Non ye como les cardanes
De don Benito Moñiz
Y don Matíes de Faes .
Argayu ye de los  vientos ,
Que si va a los arenales .
Botambriós ! no haber rocín
Que i arrecienda les ñalgues .
Cuando apara , fan les piernes
Dos esñidiadures llargues ,
Como cuando angunes veces
Por un picu se resvalen .
Pegara cien carrenderes
Sin que nunca se i embace
El fuelgu de la ferviella 
Nin los barquines vitales .
Para acompañar marqueses
Y para dir una tarde
Nel a publicar les bules
No hay dineru que lu pague
Si Mateo el gordoneru
Va en él con sos alamares
A ganar la indulugencia
De les bules y los gaxes ,
Ganará munchos amigos ,
Si ne les festividades
Que cuerren toros lu presta
A los q' atiren les llaves . 

El caballo 
Para aquestes averíes
Verá como lu afalaguen 
Ycomo i facen les mueques 
Munchos monxures galanes .
El rabu y la clin parecen
Madexes abogadades :
Sin zaramicar los güeyos
Non puede en tientes mirase .
La parecencia he una cosa
Muy galana y muy vultable ,
Cuspida al de Palomino 
La persona y les señales .
Arreguila unos güeyones, 
Argutos, que se i salen 
Como los de Teresina 
Cuando cmpastia los candiales .
( Non me descubria Vusté 
Que podrá reborvogame . 
De q' estoy ficndo a les besties 
Comparancia de rapaces) .
Ticn como yo les ñarices , 
A lo menos ne lo anches 
Que no demás non sería 
Potru , si non elefante . 
Cuando espirria los bufidos
Dan fumarades de sangre
Polvorines de rcllumbres 
Uorronades d' alquitranes . 
Tien les piernes como fusos
Y unes corneves tan llargues , 
Que si se ximielga fila 
Escadiornes de sedales .
Son los pies como tizones
Que de les bruques que salten , 
Si non pueden escondese 
Debieren de chamuscase . 
Ya saben vusté y P'iqueru
Que les otres xirigates 
De calzar blancu ye usu
Y costumbre de xitanes .
Tien cl picu de compás
Q' anque non sé aqucses fales
Les oí al señor Antón
Par' un casu semeyable . 
De la inxarga par' atrás
Alcanza un protofin d' ancles ,
Y eso andando el probequín               
Destapinando xuncales .               
  Metaniques del testuz 
Dos pintes blanques resplandien

El caballo 
Si non dos yemes d' estrelles ,
Son dos clares estrellades . 
Una sola ya la usen 
Mil marniegos rocinantes ;
Mas , amigu , esto de dos , 
Ye prodigiu diversablc . 
Ciertu astrólogu me dixo
Quc yera bon indicante . 
Una para el que lu viende 
Y otra para el que lu pague .
El pechu á pechu y repechu
Y antepechu i sobresalen ,
Tantu que de puro mostru
Y fai el pechu sobarvies .
Lo tocante á la barriga ,
Non ye flundón , mas nostante 
Par' ocho forcos de trincha
Non falten tres polgarades .
Si ye q' asocede oir
Restallar pistoletazos ,
Se carcome del foroñu
Empezando á esbavayase .
Ya vuesausté lo verá
Cuand' ante so puerta pase
Para hácia la Belasquida
E na fiesta de los xastres . 
 Cada bramidu q' escucha ,
Pega un bufidu espantable :
No hay tíru que no interprete ,
No hay truenu que non sonsañe ,
Todo lo fai por despeyu ;
Non tema , non , que s' espante ,
Anque una vez s' aparezca
Toda la güestia delantre.
Una migaína enrisca
El rabu sin resmocase ,
Q' el dir col rabu ente piernes
Ye consiña de cobardes .
Tien la boca inda más dulce
Que el zumu de pasionaries ,
Y conoz les calentures
Por el pulso de les cambes .
Ye entendidu á les espueles
Non fai com' otros cutrales
Que son canes mayadizos
AL cabruñar les inxargues .
El caballo
Al ponei los apareyos
Ye un mármole , y al ferrase 
Ñunca fixo una anguiñola
Anque el cascu i ataracen . 
Tien canil sin paraxismos :
El muerga yerbes y payes ,
Non ye rocín cancalleru
Anque la cebera i falte . 
Lleva la cabeza fita
Les corviones non altes :
En calcaños nin moñeques
Ñunca supo resfregase. 
Non toparán siquier una 
Burbuya en todes sos carnes , 
Q' anque tuvo unes vexigues 
Ya son vexigues pasades . 
Denyure rincha con yegües ,
Y anque sos cuchos afaye, 
Non s' apara á recendellos
Como fan otros porcaces . 
No hé rocín de mala enguin
Ni amigu d' espicotase:
Cualesquier besties de bien 
Pueden ser sos camarades . 
Solo d' un almoazamiento 
Queda llimpín com'el xaspe :
Eche so mercé de ver
Si será de bon pelamen .
 Como tevo munchu enseñu 
Tien braves habilidades
Tañe á la puerte y s'  afinca
De xinoyos á les dames . 
Oya : y la mió Sabelona 
Si va montadu una tarde
Y ve que i fai les mueques , 
Acaba de rematase . 
Vusté ansí como l' atisve
Piéguei dos verdascades ,
Verá lluego que les sienta
Como empieza á fer mogangues .
Y entoncies anque i apúrria
Más medides colorades ,
Ha embiar á Antón de la Llera
El caballo 
Sinón porque estoi toídu ; 
Y rocinos folganzanes
Son para caballerices ,
Pero non para hespitales .
Si ye q' allá se concierten
Non faltarán dos tunantes
Que lu lleven y me trayan 
Aquello en que s' axustasen . 
Abonda xente navega 
De soldados y ordenantes , 
Que tamién facen reclutes
Los vicarios xenerales .
Esto ye lo que yo pido :
Y á Dios que voi á curame ,
Que dexo les catacumbes
Por dir á les cataplasmes .
Las Foces de Aller
Cuando sin otros alicientes que los del entrañable amor a mi pueblo, ni otras pretensiones que las del sencillo relato  que la gallarda y  sorprendente naturaleza de las montañas, buscaba yo en el partido judicial de Laviana, monumentos y lugares  que recordasen una tradición o una leyenda, un hecho histórico o un venero de riqueza, restos de una civilización olvidada ó añoranzas  de un pasado poético  y conmovedor, vino con insistencia a mi mente el nombre de Las Foces.
Y allá fui. Me interné en el concejo de Aller, que se halla poblado  de alegres caseríos y de severas casas solariegas donde aún se conservan  con pureza las costumbres patriarcales, y después de atravesar valles de variada floresta y cumbres de atrevida crestería, llega al pueblo de Casomera con dirección á Río-Aller.  La lozanía y la frescura, la grandeza y la severidad, la tierra asturiana, en fin, muestrase  allí viril y soberana; pero no sé que tienen estos sitios fronterizos a otra provincia, que en su modo de ser no revelan la clásica  vida del interior;  bajo el mismo cielo, a la tenue y limpia luz del horizonte de la tierruca, en el santo suelo de nuestros mayores, vense edificios, descanse  trajes y asoman costumbres, como los del más allá de los bosques y de los puertos  que nos separan  de Castilla. Después de Cazolera la naturaleza adquiere un aspecto salvaje, imponente dantesco.  Se estrecha el valle, disminuye el cielo, acobarda la vegetación; sólo es grande el peñascal  y atrevido horizonte. Llegamos a Las Foces.  No es tan triste el sitio  como parece a primera vista. A la entrada del pétreo desfiladero  que sólo da paso  al camino  angosto y al impaciente riachuelo, presta solaz al ánimo una cristalina fuente que invita al descanso. Son Las Foces dos moles de piedra soberbias, colosales, algo así como las osamentas de dos mundos desconocidos  arrastrados  allí por las aguas del Diluvio y puestas al descubierto  por el incesante trabajo de aquel diablillo  de abroquelo,  que como tortuoso  hilo  de diamantina sierra,  viene tal vez  desde los primeros siglos,  escarbando sus concavidades y escondrijos.  Dos mundos rígidos  y fríos  que se retuercen  sin tocarse,  y a trechos dejan  ver un pedazo  de cielo allá en la inmensidad , y a trechos parece  que se confunden y encierran al espectador  en un círculo  de roca cenicienta, escarpada, amenazadora….. El riachuelo es lo único que alienta; es la guía de la vida en aquel encuentro con la muerte.  Cuando a la salida del desfiladero, por esa mágica variedad  de los panoramas de Asturias, se ensancha el horizonte en una selva de árboles centenarios, y desde aquellos pedazos de granito desprendidos  de la careada osamenta y bordeados  de musgo y ramaje, se contemplan con asombro  aquellas alturas, que bañadas de luz proyectan  extraños reflejos al fondo del riachuelo, y vénse, en fantástica  perspectiva,  las crestas careadas  que parecen filigranas, los arcos deformes  que dan paso a torrentes de luz, las concavidades  que guarecen  amontonadas sombras,   las costras de tierra que alimentan tilos y castaños y las ruinas olvidadas  por la historia,  todo hace pensar al hombre  en el titán de la leyenda  que pudo abrir aquella sima, o en el movimiento geológico  que puso al descubierto  aquella grieta en un planeta tan hermoso.  Me lo decían mis acompañantes, los ilustrados médicos  de aquel concejo; aquí  hallará algo  el filósofo, pero muy poco el historiador y menos el poeta. Y avanzando un poco más, sobre lo escarpado y atrevido, en la alta peña,  es donde se comprende  la imponente grandeza del paisaje.  Parece que sobre nuestras cabezas pesan las nubes, el mundo desaparece  bajo nuestros pies, horizonte y firmamento todo está impasible,  todo tiene un tinte marmóreo, todo es roca,  sólo se columbra  la negrura de lo  insondable, el abismo abierto  entre Las Foces que produce los escalofríos del vértigo. Todo allí es símbolo de fuerza , desde el águila audaz que salva lo inmenso, hasta el hercúleo alelaron que,con la hoz al hombro, cruza el fondo  del abismo cantando La Soberana y trepa con  valentía las breñas  en que sestean sus robustos ganados. Eladio García Jove.  El Carbayón. 1896.- 

Deprenda isi siñor con el xilgueru, q´al miráse ´na xaula, recelósu, d´un palitroque al otru va lixeru la llibertá y el sol buscando ansiosu;  ya non barrunta ´l alba  gayasperu y en so gorgolitar ye tan doliósu,
q´ apena á quien lu escucha  y enamora  y ye que ´l  probitin, cantando llora. Ponga presa  ´l rabion, que fervollando gomita la montaña y libre  cuerre;  tórnela con peñascos…. y fumando  verálu  sin descansu erre que erre: el progresu, siñor,  podrá callando  más ó menos sofrir, pero  non muerre, pos fái  lo que ´l rabion, fura y al cabu  mírase  vencedor quien yera esclavu.
Hévia paz ´n  isti  valle d´amargura, nel que ´l home saborga  tantes penes;  non suave quien s´afaye ´n  grande altura que los pueblos hoy sufren les cadenes: Dios bondósu ´n en so amor pe la cretura  a la tierra baxó y ent´utros bienes diómos la llibertá; ¿quién ye ´l ciruelu  que la plana emborrona á Dios del cielu? Isti añu  ye la Lluna soberana, mas como fema, guapa y fachendosa, non fará náa  que preste, y con galbana firmará lo que i mande alguna diosa:
Feliz vos lu de Dios; y ´na quintana mireis la vostra xente tan dichosa que pudáis con razon  decir “ ´n un suañu  piquiñin…. piquiñín…coló ´l añu.” 
Teodoro Cuesta. 




































































































































































































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