San Pedro y Villar de Salcedo (Concejo de Quirós)

Textos:
-Relato de la guerra de Asturias.
-Jovellanos a Azanza.
-Jovellanos carta 3ª.
-Jovellanos a Azanza.
-Conjuro del mal de  filo.
-Jovellanos a O´Fári.
-Jovellanos a Piniella.
-La hoguera.
-Muros de Noya 1º de abril de 1810.
-Al sr. Marqués de Campo Sagrado.




La parroquia de Salcedo. Situada al noreste de Bárzana, la parroquia está bajo la advocación de San Cristóbal y tiene una superficie de 24,48 km cuadrados. Comprende los lugares de Salcedo, San Pedro y Villar de Salcedo y ambarca una amplia zona montañosa  que va desde las cercanías del Tribuia hasta las cimas centrales del Aramo, divisoria  con Riosa, con picos destacados como El Gamoniteiru. Hay importantes zonas de pastos, lagunas, brañas y cuevas. El lugar de Salcedo está integrado por los barrios de La Villa, Las Vallinas y Eiros, Oriente Suroeste, sobre el valle del río Trubia. En los pueblos de esta parroquia  aún subsiste  algún artesano madreñero y se conservan algunos de los últimos telares  de un concejo donde el trabajo de la madera y la artesanía textil tuvieron importante trascendencia.  

Relatos de la guerra y posguerra en Asturias.

De rapacina fui  a la escuola  pero tuvieron que sacame anticipadamente porque murió mi tía, hermana de mi padre, y mi madre necesitóme  pa trabajar en casa.  Así que fue nada mas hasta los 14 años.  En la escuola  teníamos una pizarra y una enciclopedia  pa todu.  Y todu venia en la enciclopedia, nun ye comu ahora  que tienen un libru  pa cada cosa.  Entonces la escuola era mixta y era la misma enseñanza  pa todos, sólo que los mis hermanos  primeros fueron a Santeros porque en La Mortera no había escuola, y otros fueron a Prahúa. Luogu  ya pusieron la escuela en una casa y mandaron maestrus.  Pero al tiempo que iba a la escuola  yo tenía que hacer lo de por casas, lavar, amasar, todu.  Ibamos a lavar a un lavaderu  que llamaban la Fuente San Pedru,  que taba entre ´l Oteiru y la Mortera, y yo iba sola, cuandu sola, cuandu con otras vecinas; pero de casa yo sola.  Mi madre enfermó  de muy joven y  quedaba en casa, y mi padre igual. La mi hermana  fuera a aprender  a coser pero yo no porque nun me gustaba, y además necesitábamos mi madre.  Y tocoúme  coger el pan, sallalu, llevalu a moler y piñeralu.  Ponías comu dos palos en una masera y ,  con una piñera, pasabas la harina.  Luogu  calentabas el agua, echabas sal en el agua, removías l´harina y, a fuerza de puñu, hacías pan  y boroña de maíz pa una semana. El maíz había que ir a molelu  a Prahúa, y iban mi padre o los mis hermanos con un burru  y unos sacos. Luogu  el fornu, teníamoslo en casa. Pero la mi casa era bastante modesta. Yo dormía  en  el desván,  que era a tea vana, con la mi hermana  y mi madre.  Y comu  dormíamos a tea vana, en inviernu, si pedrascaba, caíate  en la cabeza la piedra.  Y la cocina taba tamién a tea  vana, sólo había un pedazo que non taba, que era ´l llar. Allí era donde cocinábamos y había lu que llamaban un ciegu pa colgar  el embutíu  pa curalu.  Y eso era lo únicu  que taba cubierto, lo demás todu  era a tea vana, y a lo mejor tábamos comiendo y, empezaba  a llover o a granizar, caíanos  el granizu  en platu.  Lugo, mi padre y los mis hermanos  dormían dos  en cada cama  y algunu también durmió  en el horru.  La leña íbamos a buscarla  por monte,  y yo tengo dío  bastantes veces.  Al mercáu  había que ir  caminando.  Vendíamos  huevos, manteca, patatas, lo que llevaras.  Por el tiempo  de las zreizas bajaba todos los días por la tarde a San Román con un goxu  de zreizas.  Los  dumingos  salíamos algo.  Había baile  en el salón  de Praha,  y  bajábamos andando.  Cuando íbamos  pa Santeros  en inviernu,  bajamos de madreñes hasta la carretera  y luogu allí calzábamos de  zapatos.  Los probes trabajaron pa criar seis fíos a la probe porque no había suoldos  comu hay ahora.  En mi casa tenían tres vacucas  y  éramus ochu, así es que sacaban un pocu  manteca  pa llevar al mercáu y comprar  cosas de necesidá, jabón, azúcar,  café y todu esu.  Luogu mataban un gochu  de  ochu o nueve arrobas  y los jamones eran pa vender. Cuando  la guerra yo tinía  seis años. Y acuórdome que de aquella llevaron a mi padre  presu con otros tres vecinos más. Lleváronlu  sin saber por qué  ni por qué no porque él era la persona mas infeliz  que se conocía,  y tuvo  en Tineo dos meses presu.  Y los otros vecinos, unu tuvo  tres años y  mediu  en Oviedu  y los otros dos, tíu  y sobrín,  dos años en Santiago de Compostela. Ye de lo que mas me acuordo de la guerra. Y de ver  a los soldaos  bajar con cuatru  xatos  de una casa que hay mas p´arriba que las otras.  Y porque  dábamos mirando, dijéramos: Si no se retiran de ahí los fusilamos.  Acuórdome tamién de cuandu vinían los aviones, que tiníamos  munchu  miedu y íbamos  a escondenos  debaju d´un pajar.  La mio vida ye una novela.   Paquita Suárez  Coalla.  
Fuimos ocho hermanos y a dos los mataron cuando  la guerra. Uno está enterrado en la fosa común en Oviedo, otro  está en una trinchera  por Pravia,  otro marchó a Francia  donde murió  a consecuencias de la guerra y otro hermano  que quedaba en Cuba  pudo venir después de 57 años, y tiene dos hijas viviendo en Madrid.  De la guerra  tengo que decir  que fue espantoso. Nosotros , como éramos gente pobre, teníamos los ideales  de la gente pobre  y no estábamos en el bando triunfador. Mi hermana Honorina   estuvo presa dos veces  con otra del pueblo.  Y a ella y a mi medre los colgaron de una cerezal  con las manos atadas atrás y les pegaron.  La represión fue terrible. Venía  la guardia civil y daba leña a diestro y siniestro. Y mataron mucha gente. Pero también las izquierdas mataron.  A dos sobrinas de mi padre las mataron ahí  en frente en Grullos,  en unas trincheras  que había en esas puertas de Cañedo.  En  mi casa vivimos siempre con los productos del campo. Nosotros teníamos molino,  y entre lo que sembrábamos  y lo que cobrábamos en especias, en trigo  y  en maíz, íbamos tirando.  Para comer  no teníamos pan  pero teníamos boroña, y para desayunar era o boroña o papas. Y había también leche,  y se mataba un cerdo,  y aunque se vivía  de una forma muy primitiva  nunca se pasó hambre.  Después cuando se casaron los mis hermanos, quedamos Norina y yo solas  con dos vacas y una burra.  Norina  hacía la comida y estábamos bien. Nosotras nos levantamos como a eso de las nueve.  Me aseo yo primero, hago el desayuno,  luego se asea ella,  tomamos el café y luego Norina frega los platos.  Nosotros íbamos a Grao al mercao , y pa salir  teníamos que ir al orden público  a que nos  dieran un pase  para salir.  Dábannos el pase, que te costaba un real,  y en Castañéu, al lado de la casa del Marqués de Vega de Anzo, taban los soldaos pa romperte el pase.  Y el que no tenía pase tenía que dar la vuelta.  La mió vida ye una novela. Paquita Suárez Coalla. - 

Jovellanos a Azanza
Mi muy estimado amigo: No puede V. figurarse la situación en que llegué a esta Villa. Lejos de hallar en ella alivio, mi mal se agrava mas y mas cada día, ya con las noticias que llegan de los violentos partidos que van tomando todas nuestras provincias, ya con el repetido empeño de arrancarme al descanso que mi curación requiere. Así es que mi espíritu se halla tan doliente como mi cuerpo, y que mi cabeza está tan débil, y mi pecho tan oprimido, que ni puedo leer una página ni escribir una carta. Nada, nada sé de la conmoción de Asturias; porque, o no dejan salir de allí los correos, o los interceptan en el interior; y desde que partí de Mallorca, no he visto carta alguna de mi casa. Oigo solamente contar al Principado entre las provincias disidentes; pero conozco bien a mis paisanos para esperar que pueda algo sobre ellos la persuasión. Aquel pueblo está disperso en los campos, y es demasiado numeroso y feroz para ser amansado con palabras. Agrégase a esto, que yo, como a otros sucede, no soy profeta en mi patria, y qué, aunque le hice mucho bien, cuento en ella con no pocos desafectos, y alguno que se unió a mis enemigos para perseguirme. Con todo, si me dejaren reparar mi salud, nada me detendrá en ir allá con mi persuasión y mis consejos: aunque estoy tal, que cuando los remedios alcancen a mi restablecimiento, tal vez no será a tiempo de que pueda cooperar a tan difícil empresa. De ministerio, o otras esperanzas no hablemos, porque, si vivo, ninguna consideración podrá empeñarme jamás en los negocios públicos a los 65 años de mi edad, y después de tan largos y amargos escarmientos. Yo conservaré siempre en mi corazón la alta confianza con que me honra el grande Emperador, a quien espero que V. elevará este puro sentimiento de mi gratitud, así como el dolor de no hallarme en situación de obrar conforme a el en beneficio de mi patria. Y V., viviendo muy seguro de mi antigua y fina amistad, mande cuanto quiera a su afectísimo. Jadraque, 12 de Junio de 1808. Gaspar de Jove Llanos.
Carta Tercera
Amigo y Señor:  cuanto mas veo y observo este país poco conocido, tanto  mas siento  que V.  haya defraudado  al público  de las observaciones que pudo hacer en él cuando le reconoció en 1772. Si el único  objeto de sus viajes y escritos fuesen  las bellas artes, tuviera alguna disculpa su silencio, porque  ciertamente no es Asturias el suelo donde mas han florecido. Pero después que la agricultura, la industria, los montes, los caminos, la población y todos los objetos de que pende la felicidad de una provincia, dan materia a sus observaciones, o yo me engaño mucho, o Asturias tiene mucha razón para quejarse de no haber hallado todavía en sus cartas el lugar que merece. Esta queja sería tanto  mas justa cuanto que Asturias puede fundarla, no ya en ser poco conocida, sino en ser siniestramente juzgada. Situada en el extremo septentrional del Reino y confinada  entre la mas brava y menos frecuentada de sus costas y una cordillera de montañas inaccesibles, sabe V. que los españoles nacidos de la otra banda, tienen de ella poco mas o menos la misma idea que de la Laconia o la Siberia, y que juzgándola por los miserables que la abundan, y que de ordinario no son otra cosa que la redundancia  de su población, la tienen  por una región miserable y estéril, o por una cruel madrastra  que no pudiendo  alimentar sus hijos, los emancipa  y hecha  de sí para que vayan a servir en los ruines  ministerios a los venturosos moradores de otras venturosas provincias.  Dejando  a parte que Asturias puede mirarse como la cuna de la libertad, de la nobleza y en cierto sentido de la religión de España, y que en ella existen  y en ella deben ser buscados los venerables monumentos de nuestra historia, bastarían para recomendarla los grandes objetos  que la naturaleza reunió en su suelo. ¿Pudo V.  observar  sin admiración en su viaje sus frondosos  bosques, sus valles amenísimos , sus montes levantados  hasta las nubes, sus ríos ya precipitados de lo alto de las cumbres por extrañas y vistosas cascadas, o ya brotando de repente al pie de su falda? ¿Pudo  V.  dejar de sorprenderse agradablemente  a la vista de tantas eminencias, precipicios, alturas, cañadas, grutas, fuentes minerales, lagos, rías, puertos, playas, y en fin cuanto produce de grande y singular naturaleza? Ni debe salvar a V.  la disculpa  de que deja este cuidado a otros, que por haber nacido en el país tendrán proporción de tratar mas exactamente de sus cosas. Fuera de esta razón es demasiado  general y aplicable a todas las provincias, sabe V.  que no son los naturales  de ellas los mas apropósito para describirlas, porque  familiarizados  con los objetos que están continuamente a su vista, los observan y juzgan  de ordinario con menos atención, o porque no los comparan o los comparan con espíritu parcial y preocupado, siempre expuesto a la inevitable alternativa de ser tenidos por parciales si hablan bien, y por preocupados y desafectos si mal.  Fuera de que si es dado a todos ver y observar; es dado a pocos  el calificar con juicio  y buena crítica, y dado a menos el definir con exactitud y gracia. Para uno y otro  se necesita talento, instrucción, gusto, y sobre todo  aquel tino que nace del hábito de observar y analizar, y aquella facilidad que solo puede deberse a la de definir y describir, en todo lo cual ninguno tendrá la vanidad de competir con V. Así que fuera melindres,  y váyase  ciñendo  para esta empresa. Y pues quiere  que yo ayude a ella dándole razón de lo que observare  en mi viaje, lo voy a hacer de mil amores, prometiéndole  en mi correspondencia  una pepitoria de observaciones naturales, económicas, históricas, artísticas, y si V.  quiere políticas y morales, de las cuales podrá  tomar y elegir  para su descripción lo que mas le pluguiere.
Por ahora contentese V. con la relación del viaje que acabamos de hacer desde León a esta Ciudad, porque no hay tiempo para otra cosa, no habiendo descansado  aun de las fatigas del camino, y mucho menos de la causa a un recién llegado la lluvia de abrazos y preguntas de visitas y ceremonias  que caen encima antes de sentarse  ni quitarse las botas.  La mitad de la primera jornada saliendo de León se hace por una vastísima llanura,  llamada vulgarmente la hoja acaso por la igualdad con que se tiende a una y otra parte.  Colocada en la altura que media entre  las vegas del Torio y el Bernesga, se sube a ella por una cuesta larga y tendida y se desciende  por otra grande, breve y tan penosa por su pendiente como por los enormes morrillos de que está sembrada. Es la tal hoja  un inculto despoblado, donde V. desearía ver a lo menos multiplicados los plantíos para que no faltase alguna especie de vivientes en tan vasto terreno; y a buena fé que es capaz de dar no solo   excelentes árboles sino también  muchos frutos, una vez poblado y reducido a cultivo. Su terreno aunque flojo  y guijos  puede todavía producir mucho pasto, aumentar muchos ganados, proporcionar  abundantes abonos y criar buenas cosechas de centeno  y  batatas, y finalmente dar establecimiento a algunos centenares de colonos que convertirían este desierto en un país  de vida, de producción, de abundancia y alegría. Hacia la mitad de este páramo  edificó la necesidad un ventorrillo que probablemente fue antes  barraca, pues conserva  este nombre, y apenas merece otro.  Es el único abrigo que V. halla entre León y la Robla, distantes cuatro leguas. A este lugar situado en terreno llano y bien regado  a orilla del Bernesga, se baja por la áspera y pedragosa cuesta  de que hablé a V. y que parece destinada por la naturaleza  para dividir  unos países tan diferentes en clima, aspecto y producciones.  En efecto  en el acaba la jurisdicción eclesiástica de León y empieza la de Oviedo, y es la primera población del obispado de Oviedo.  Antes de bajar la cuesta y desde lo mas alto, se presenta una escena que empieza a recrear  por su gran diferencia de las que dejamos a la espalda.  Es inexplicable  cuan grata  sensación causa su amenidad en el ánimo  de los que le ven viniendo  desde los áridos y desnudos campos de Castilla Un estrecho y fresco valle que el río Bernesga atraviesa y fertiliza corriendo N. S. un montezuelo  que le ciñe  y estrecha por el poniente cubierto de altos y frondosos  árboles. Los lugares de Llanos y Sorribas situados a la falda a la otra parte del río, varias caserías salpicadas acá y allá  muy cuidadosamente cultivadas,  y divididas en prados llenos de muchedumbre  de ganados, en sembrados de lino de maíz y centeno, en huertos de fruta y hortaliza; algunas fuentes, arroyuelos  cuyas cristalinas aguas corren y serpentean  por todos los lados hasta perderse en el río; y sobre todo,  cierta frescura  y fragancia  que de todos estos objetos  participa el ambiente, hieren de tal manera los sentidos  del caminante  que excitan en su alma agradables sensaciones, y la llenan sin arbitrio  de paz y  de alegría. Añada V.  a esto la ilusión con que debía recibir semejantes impresiones quien se acercaba a su patria, restituido a ella después de larga ausencia, y hallará que no en vano le recuerdo  este instante como uno de los mas dulces de mi vida.  Pero cuanto agradan las inmediaciones de la Robla, desagrada y fatiga la mansión que se hace en él. No es fácil expresar a V. cuando mala, cuan sucia y cuan incómoda es la posada. Lejos de ofrecer al pasajero un asilo contra las molestias del camino, hace desear con ansia  volver al camino para huir  de un albergue tan molesto y desamparado.  De la Robla, siguiendo la orilla del río que baja por la izquierda, se va a Puente de Alba, Perediella y a Pola de Gordon, en cuyo trecho  unos enormes peñascos  estrechan  considerablemente el paso; pero sería muy fácil franquearle  dando en las peñas algunos barrenos  y sin otra diligencia quedaría abierto un camino eterno. En esta villa capital de su concejo, se paga un fuerte portazo al conde de Luna si no me engaño.  Este portazo es mas notable por sus excepciones que por su gravámen. Nada  paga el ganado lanar, privilegiado por do quiera que vaya; nada el de paso y  montura; el ganado mula y el de cuerno para solo en tiempo de ferias; pero las caballerías de carta pagan 12 mrs, con ella y 6 de vacío. Vea V. pues que buenos principios  está calculado este impuesto. V. querría , y con razón, ver desterrados todos los portazgos,  y principalmente aquellos cuyo  producto  no se invierten  en beneficio de los contribuyentes ni del público.  ¿Pero qué diría V.  de los que siendo dudosos en su origen, son opresivos  por su forma  y por el enorme embarazo  que presentan al tráfico  interior? Pásase luego  el puente del Tornero, y se sigue por la orilla izquierda del rio, al cual  se juntan algunos riachuelos  que vienen   por una y otra mano.  Aquí ya no se conoce al Bernesga  por su nombre, pues los naturales como  sucede en otras partes, dan a los ríos el de los pueblos por donde pasa, como río de Gordon, de Buiza, de Pajares.  A tres leguas de la Robla  se tropieza  con Uniza, lugar mayor que la Robla, pero  de malísima posada y malísima asistencia. Con  esto  digo a V.  que aquí pasé yo y pasarán otros muchos de los que van y vienen de Asturias malísima noche. Este mal solo tiene un remedio: haga V. que nos den buen camino, y lo verá poblarse de muy buenas posadas.  En la media legua de distancia que hay desde Buiza a Villasempiz, está la famosa cuesta conocida por la collada de Buiza,  que es de lo peor que hay que esta travesía. Es peligrosa  en los inviernos por las nieves; pero no sería difícil  abrir en ella un buen camino, porque el terreno es firme, y aunque  grande su altura, puede faldearse  suavente al favor de dos tornos  que están bien indicados a la simple vista.  La cuesta de Villamil  que se encuentra después, conduce a mayor altura. Antes  de subirla  se entra a su falda por una estrechísima garganta  abierta en peña viva,  que forma el célebre  paso de Puente Tuero. ¡Si viera V. que sublimes  son por su forma  y su altura las dos enormes  rocas de cuarzo, escarpadas perpendicularmente, camino   nunca pasado sin angustia por la gente medrosa  e inexperta, pues la altísima cumbre que se ve de una parte y el profundo despeñadero  hasta el río que va lo mas hondo de la otra, llenan de horror y susto a las personas  poco acostumbradas a verse en tales situaciones! ¡Pero cuan  al contrario al curioso contemplador de la naturaleza! Aquellas elevadísimas rocas, monumentos venerables del tiempo que recuerdan las primeras edades del mundo, al paso  que ofrecen a la vista un espectáculo grande, raro y en cierto modo magnífico,  llenan  el espíritu  de ideas sublimes y profundas, le ensanchan, le  engrandecen y lo arrebatan a la contemplación de las maravillas de la creación.  Sin este antemural, decía  yo alguna vez dentro de mi mismo  ¿Qué sería de la libertad de España? Aunque olvidando  los inútiles esfuerzos que costó a Roma reducirlo a su dominio, el solo detuvo el número y la fuerza de un enemigo poderoso a que en nada se había resistido  desde Tarifa:  él solo sirvió  de escudo  a la santa religión de nuestros padres; y él solo ofreció un asilo a las reliquias  del imperio Godo, refugiadas a lo interior de Asturias:  aquellos esforzados  varones,  que no contentos con negarse al yugo infame  del berberisco, combatiendo gloriosamente  por la patria, le fueron arredrando  hasta arrojarle del todo de sus conquistas.  Pasado  Villamanin  se hallan ya en el mismo camino y a sus lados las poblaciones de Ventosilla, Villanueva, Camponglo, Busdongo,  Vegalamos y Arbas.En este último, situado en el monte de Valgrande, vertientes a León  y separado del camino real, está la antiquísima  colegiata de Santa María de Arbas del Puerto, que otro tiempo fue monasterio de canónigos reglares.  Por un privilegio  del señor D. Alfonso  el IX de León,  de que poseo copia  fecha en la era 1254, esto es,  año 1216, consta que ya existía este monasterio desde el tiempo del Sr.  D. Alonso  el VII, llamado el emperador, cuyas donaciones confirma;  y pues el privilegio  no da a este soberano el título de fundador, es visto a la mitad del siglo 12 había ya monjes  y monasterio en el mismo sitio  en que hoy existe la colegiata.  El abad  y canónigos, únicos moradores  de aquel yermo, viven solos sin mas trato  que el de sus amas  -Jovellanos. Diarios. 

Jovellanos a Azanza
Exmo Sr.  
Apenas llegué a esta Villa, cuando me hallé con orden del Sermo.  Sr.  Gran Duque Regente  para pasar a Madrid, y presentarme  a S.A. I y R. El estado en que esta orden me halló le dará V.  por mi respuesta, de  que es copia el número 1º. No bien pasaron ocho días, cuando  otro correo me trajo dos cartas confidenciales de los amigos O´Fárril y Mazarredo, instándome  a que acelerase mi partida a Madrid cuanto fuese posible  para ayudarlos en el grande objeto en que trabajaban: y el nº 2º. es copia de la respuesta que les di ayer. V. E. que me conoce y sabe cuanto sería mi placer en cooperar con mis buenos amigos a hacer el bien de mi patria,  se convencerá de que solo la absoluta imposibilidad en que me hallo de serle útil, me puede quitar la gloria de hacerle  el sacrificio  de mi vida.  El encargo de ir a pacificar a Asturias, con que me honra  la alta confianza de S. M. I  y R. fuera para mi  tanto mas lisonjero, cuanto  saliendo  de la larga tormenta  que he corrido  por espacio de siete años, mi único deseo era retirarme  a morir en aquel país.  El ansia de lograrlo, me arrancó de Mallorca enfermo y débil: pero el peligro  de ser detenido en Barcelona, Zaragoza y Tarazona,  donde quisieron retenerme, hizo mas y más penoso mi viaje, y acabó del todo con mi salud:  y ahora veo que mi vida  consumiéndose lentamente, corre a su término, si ya no es que el descanso y los remedios  logran alejarle. Si esto sucediere, no me detendré un momento en partir para Asturias a trabajar en su sosiego.  Pero entretanto, ruego a V. E. tenga la bondad de exponer a S. M. I y R. la absoluta imposibilidad en que  me hallo de emprender ahora este viaje, y desempeñar  la honrosa comisión que se sirve  poner a mi cuidado. Jadraque 12 de junio de 1808. Gaspar de Jove Llanos. 
Conjuro del conocido Mal del filo 
San Antonio de Padua,         en Padua naciste,
en él te criaste,                    dulcísimo cordón tendiste, 
Al Monte Calvario subiste.    ¿Dónde vas, San Antonio?
A buscar mi Calvario,             que lo he perdido.
Tres pasos atrás,                   con el nombre de Jesús te encontrarás
que lo has perdido.               Tres pasos adelante
donde tu ser llamado             no caiga piedra ni rayos
ni de lobos es furado              ni de raposas sangrado.
Si buscas milagros, mira…
Oraciones al levantarse: 
Bena es la luz del día                y el Rey del cielo que la envió. 
que la llevó a Belén                 la trajo a Jerusalén, 
la cercó del sol,                        la rodeó de la luna.
Por aquellas peñas                  flores y rosales, 
madre mía,                               dame las llaves 
que voy al coro                         a sacar las almas
del Purgatorio.                          Hijo mío, 
déjalas penar                            domingos y fiestas 
no saben guardar.                     Hoy es el día, 
hoy es la hora                          en que Jesucristo 
dijo misa,                                  lo adoran. 
En aquel altar bendito               hay rico presente:
sangre de Cristo                        divinamente. 
Quien esta oración dijera          un año continuamente
verá la Virgen María                  tres días antes de su muerte, 
de noche o de día                     se le aparecería 
rezando un Padrenuestro          y un Avemaría. 

Tengo yo un escapulario           de la Virgen del Rosario,
cada vez que lo pongo              me acuerdo de San Antonio, 
cada vez que lo quito                 me acuerdo de Jesucristo.
Jesucristo es mi padre,             Santa María mi madre, 
mis hermanitos                          me cogieron de la mano
me llevaron a Belén,                  de Belén a una fuente, 
allí estaba San Vicente              con una cruz en la frente
pa que el diablo no nos tiente       ni de día ni de noche
ni a la hora de nuestra muerte. 

Jesusito de mi vida,                      dueño de mi corazón
perdóname mis pecados,              Tú bien sabes que lo son, 
si me muero este día                     sírvame de confesión, 
para en este mundo paz                y en el otro salvación. 

A las doce de la noche                  bajó Cristo a la ronda
vestido de armiños blancas          y paños de muchos colores. 
Llamó a la puerta del alma            y el alma no le responde
“Respóndeme, alma mía               alma de mis pasiones
que por tí bajé a la tierra     
Jovellanos a O´Fárri
Mi muy estimado amigo y Señor: el nombre que V. invoca  para moverme a ir a esa, bastaría para que hiciese el sacrificio  de mi vida si ella pudiese ser de algún provecho: pero aseguro a V.  y si es necesario le juro, que estoy inútil para toda especie de trabajo. Seis días ha que estoy a leche de burra de mañana, para templar mi sangre; píldoras de ópio a la noche para calmar la tos y conciliar el sueño;y  pediluvios y un parche en la nuca para descargar mi cabeza destemplada en sumo grado. Solo  este método, ayudado de una gran dieta en comida y meditación, me podrán salvar de la tísis  a que iba corriendo, y ponerme  en estado de tomar los baños de Trillo, que el sistema de mis nervios, tambien irritado, requiere. Déjenme Vms, pues, recobrar mi salud,  y me verán consagrarla  toda en bien de mi patria, a una con sus buenos amigos.  Entretanto, viva V. seguro de la profunda estimación que le profeso, de mi muy sincero  deseo de ser útil al público, y de la inclinación personal con que soy de V. muy af. y apasionado servidor.  Jadraque, 11 junio de  1808.  Gaspar de Jove Llanos. 
Excmo Señor:
Dirigiendo por mano de V.E.  las adjuntas cartas, me es preciso poner en su alta consideración que la tutela de Doña Manual Blanco Inguanzo,  es uno de los asuntos mas recomendables  que estaban a mi cargo. Esta señorita quedó huérfana en la edad de cinco años, en un pueblo donde no tenia parientes, y en una constitución tan débil  y enfermiza, que se contaba poro por su existencia. Su madre, que preveía el peligro  y temía el desamparo a que por su falta quedaría reducida, nos rogó en su última enfermedad, a mi difunto hermano, y a mí,  que nos encargásemos de la tutela y educación de su hija. Asentir a este ruego, era un oficio debido  a la ternura de una madre moribunda, al desamparo de una huérfana, y a los sentimientos naturales de caridad y compasión. Ofrecímosle desempeñarle, exigiendo sólo, que nombrase con nosotros  alguna otra persona de autoridad que participase de este cuidado; y  así lo hizo, nombrando también al licenciado D. Pedro Inguanzo de Ribero, canónigo doctoral de Oviedo, su primo, y al párroco de Gijón, que por tiempo fuese.  Muerta la madre, mi hermano se encargó particularmente del cuidado de la niña, y a su celo y vigilancia  se debió, no solo que se reparase de sus males, sino que poco a poco se fuese criando robusta, y al mismo tiempo, recibiendo aquella educación que a su bien nacimiento  y decente fortuna convenía. La muerte de mi hermano echó este cuidado sobre mi,  y mi ausencia el hizo recaer en el párroco de Gijón; pues que el otro contutor  atado a la residencia  de su iglesia, no pudo tomar en el otra parte que la de examinar anualmente las cuentas de administración. Mientras el doctor Sama, párroco de Gijón, la desempeñó,  viví yo sin inquietud; pero su salida de la villa, me la da no pequeña, al mismo tiempo que hace necesario  para mí el nombramiento  de otro apoderado  que me represente, así en el ajuste de cuentas como en la administración y en el cuidado de la niña, que ahora es tanto mayor, cuanto mas se vá acercando a la edad nubil.  Mas como este caso, y otros de igual naturaleza que pueden ocurrir, no estén comprendidos en la letra de la R. O. que V. E. se sirvió comunicar a este señor Capitán general acerca de mi testamento y correspondencias, no  me atrevo a pasar al otorgamiento de nuevo poder, ni a la nueva correspondencia  que éste exige, hasta que V. E  como enterado de la real voluntad, se sirva declarar si lo  puedo hacer; o bien proponerlo a S. M. para la resolución que fuere de su real agrado.  Con este motivo, me atrevo también a rogar a V. E. tenga la bondad de tomar en consideración la triste situación en que me hallo: que mañana cumplen cuatro años que arribé a esta isla: que en ella cumplí ya el 61 de mi edad:  que esta edad, la estrecha reclusión  en que he vivido aquí, y los achaques que por efecto de ella he padecido, han quebrantado considerablemente mi salud: que á este quebranto  sobrevino, de ocho meses a esta parte, el mal estado de mi vista, que me aflige  con el vehemente  temor de perderla; y, en fin, que según  opinan los facultativos y consta también a V. E.,  un régimen mas abierto y ejercitado, y el uso de algunas aguas ferruginosas, han venido a ser necesarios, no solo a la reparación de mi salud, sino aún a la conservación de mi vida.  Yo no puedo persuadirme,  Señor Excmo.., a  que el justo y piadoso corazón de S. M. me abandone a morir  en tan triste situación; ni tampoco a que esta no merezca la compasión de V. E. Por lo mismo le ruego con todo el encarecimiento  de que soy capaz, y con toda la confianza  que su justificación y  generosidad me inspiran, se digne  elevar mi aflicción a la suprema atención de los Reyes, mis piadosos soberanos, implorando  a mi nombre  su real clemencia y  obteniendo  de su notoria piedad que me permitan volver a Asturias, para tomar allí las aguas marciales de Priorio, o las Caldas,  y establecerme después en mi casa y al lado de mis pobres hermanas, o bien en el pueblo de aquel Principado, o otro del Continente, y  en la forma que mas fuere de su real agrado. Por último, Señor Excmo. espero  que V. E. no tendrá a mal  que me haya atrevido a darle esta molestia, que mi situación y la generosidad de V. E.pueden disculpar. Y entre tanto, ruego a Nuestro Señor guarde la vida de V. E. muchos años. 
Real Castillo de Bellver, a 17 de Abril de 1805
Gaspar Melchor de Jove Llanos. 

Jovellanos a Piñuela
Exmo. S.
Después de doce  días de navegación y viaje, tan penosos y llenos de zozobra, que agravaron mas y mas el mal estado de salud con que salí de Mallorca, con una tos tenacísima que apenas me deja reposar dia ni noche, llegué  aquí ayer tarde, ansiodo  de tomar algun descanso, para pasar después a beber las aguas de Trillo, o buscar por otros medios mi restablecimiento. En este estado, me halló esta madrugada la orden de Sermo. Sr.Gran Dique de Berg, Lugar  Teniente Gral, del Reino  que V. E. me comunica con fecha de ayer  para que pase inmediatamente  a presentarme a S. A.  I y R.;  a la cual no he respondido al punto, porque trayendo el Posta otro pliego para mi buen amigo Don Juan Arias de Saavedra, ausente en Cifuentes y a quien esperábamos en el día, me pareció conveniente detener el Posta, para que  recibido que hubiese Arias su pliego, pudiese llevar la respuesta de entrambos como hace ahora. En cuanto a mí,  hallándome en tan débil estado de salud, que no puedo continuar mi viaje, ni ser útil para ninguna especie de servicio, mientras no la repare; y persuadido  además, a que después de los siete años de horrible opresión y sufrimiento que la han menoscabado, no se me negará  el alivio de cuidarla  y restablecerla para consagrarla al servicio del Público, lo expongo a V. E. lleno de confianza, a fin de que me ayude a conseguirlo. En consecuencia,  ruego encarecidamente a V. E. que haciendo  presente a S. A. I y R., el débil estado de mi salud, obtenga de su bondad el permiso  de pasar a las aguas de Trillo, y cuidar allí y aquí de mi restablecimiento por el tiempo que S. A. I y R.  estimare necesario a este fin; pues cuando le haya conseguido, yo me apresuraré a ejecutar  sus respetables órdenes. Jadraque, 2 de Junio de 1808.- Gaspar Melchor de Jove Llanos. 
Gijón, 28 de mayo del 91.- Mi querido Magistral: Después de mi ultima he tenido muy malos días, porque  el resfriado  y destemplanza aun no han cedido del todo a la cama, a la dieta y a la abstinencia del trabajo. Ayer me di enteramente por bueno, y salí de casa a pié y en coche a ver mis árboles; pero a la noche  volvió la tos seca, que me ha incomodado mucho. En medio de esta incomodidad nos sobrevino la aflicción de la pérdida arrebatada del buen tío abad de Villoria, y todo ha contribuido  al disgusto. Dios querrá mejorar las horas, y que a estos días de tormenta sucedan otros de gusto y serenidad. En este lugar se han hecho extraordinarias demostraciones de alegría por el ascenso de nuestro auxiliar al obispado, habiendo puesto  luminarias muchos apasionados, con música y cohetes, y una misa solemne  de acción de gracias, dicha por don Toribio García, que es su favorecido. Su ilustrísima escapó a Tiroco a casa de su sobrina, y a la hora de esta estará en ejercicios  en Vsllaviciosa, de donde regularmente contestará a la Cámara. Esta elección ha tenido un aplauso general, y aunque  no será en todos igualmente sincero, porque usted conoce el país, sin embargo estoy seguro de que ninguna  otra habrá causado hasta ahora, ni puede causar en adelante, tan general contento.  Por mi parte puede usted creer que,  persuadido  a que hará mucho bien a la Iglesia y al país, hubiera sido el primero a celebrarla, aunque no profesase tan tierna afición a la persona del elegido. En el otro asunto, si escriben por usted el conde y don Felipe, esté usted seguro de lograr lo que quiere. Yo digo  con mi franqueza ordinaria que lo sentiré mucho, por lo mismo que quiero a usted, y a sufrir  mi carácter el resistir  tan abiertamente la voluntad ajena, haría de buena gana oficios  en contra; pero soy amigo de la libertad en mi, y no quiero  quitarla a ninguno; sin embargo, mientras estemos en tiempo, no dejaré de aconsejar lo mejor. Dejar una subsistencia segura, cómoda y decorosa, por una precaria, molesta y menos digna,  es seguramente un desacierto. Por poco que valga,  podré bastante cuando vuelva a Madrid para sacar a usted de Ultramar, y donde quiera  que se coloque  estará mejor que  aquí. Au   desde Ibiza, usted, que es parco y frugal, podrá  partir con su padre su pequeña fortuna, y satisfacer  todos los deberes, no solo de la naturaleza, sino tambien del amor y la ternura.  Sobre todo, la situación actual ofrece muchas esperanzas, y la que pretende ningunas. Piénselo usted bien, y no la yerre, porque ciertamente sería para mi de grandísima  mortificación, porque le amo, y deseo su bienestar y sus mejoras. Vea usted de mi parte a los señores duques   de Almodóvar, y ofreciéndoles mi amistad y buena memoria, dígales por qué yo no escribo. El señor duque  habrá recibido  una mía después que yo la última suya, en que me preguntó donde pondría  el tomo de su historia  que está en poder de usted. Sin embargo,  escribiré cuanto antes pueda, y lo mismo haré con el conde del Pinar, recomendándole eficazmente la pretensión sobre que usted escribe. Debe usted desconfiar mucho de lo que ahí se le dice. El señor Ribero  no tocó la causa de Manca, ni de los que le ofrecieron votar al señor auxiliar dejaron de hacerlo mas que el viejo Contreras. Usted me dijo que estaba ahí Mobavillon a desenvolverse de ciertos enredos, en el mismo tiempo  que le teníamos aquí.  Acaso será de esta laya la noticia  relativa a los dichos de Quiñones, salva siempre la fe de los testimonios en que se apoya.  Tampoco sé en que puede consistir la queja de Collar. Le escribí  con ocasión de la muerte de su mujer, y me ha contestado, aunque tarde. No hubo  después ocasión de repetirlo, ni estábamos  en el pié de escribir sin ella.  Aquí vamos saliendo de una invernada que nos incomodó bastante, pero todavía  no tenemos buen tiempo.  Se acerca la feria de San Fernando, que será muy sola, porque al paso que la nueva administración aumenta las precauciones para percibir la alcabala, se retrae n  de venir los fervores, que han despedido todos los pastos que tenían apalabrados  en estas inmediaciones; con lo cual  y con la nueva orden de exigir  el 5 por 100,  negados los justos recursos del Principado, están las gentes en un puño.  No se quejará  usted de que soy breve; ya que no puedo escribir de mi puño, me desquito  dictando largo. Aproveche usted el tiempo, y mande a su fino y afecto amigo. Gaspar Melchor. 

La Hoguera 

Anímese el pueblo entero anímese la bolera
que solteros y casados ya van a plantar la hoguera 
Esta hoguera fue cortada en una hermosa laguna 
de día le daba el sol de noche la hermosa luna. 
Arriba la hoguera arriba arriba el hermoso leño 
ayúdenles los casados si no pueden los solteros. 
Tiren bien de los cordeles arrimen las escaleras 
si no pueden los solteros vengan los casados vengan. 
Ya está la hoguera plantada anímense sumideros 
para la bajar la bandera sin estropear las flores- 
Si no pueden los solteros ayúdenles los casados 
para no perder el uso de nuestros antepasados.
Con las flores voy a hacer una alfombra por tu calle,
alfombrita que tú pises, y luego la rompa el aire. 
Aire y más aire, por donde tú pisaste no pise nadie.
Una mañana de Mayo, del mismo mes de San Juan
va Gerineldo a dar agua a las orillas del mar.
Mientras que el caballo bebe Gerineldo echó a cantar.
La princesa a su balcón no paraba de mirar.
Ya viene la Cruz de Mayo, que las mozas no son ciegas.
Madre, cómprame un vestído, de ese color que se lleva.
No te vayas a enfadar, mira que con el que tengo, no 
voy a poder bailar.
Muros de Noya 1º de abril de 1810

Mi querido amigo:  Extrañará  V. mucho  ver esta fecha, pero más todavía el contenido de la carta.  De nuestros sucesos, seguidos a la renuncia del mando, habrá sabido V. por mis cartas a Ayamans y Carvajal, enviadas por la fragata Paz; yn si acaso no llegaron, por la fama de ellos. Sepa ahora de los que  siguieron y de los que nos vimos  envueltos  nuestro amado Pachín y yo. Un barco saldrá mañana  para Alicante ofrece esta proporción  y no ofreciéndola igual en Asturias, para donde saldremos al primer viento, quiero  cogerla por el cabello. Resuelto yo a buscar  mi suspirado rincón, instalada que fué la Regencia, pedí mi retiro  y en su defecto  una licencia temporal para volver a él  a descansar y reparar  esta última.  Me concedieron  ésta con un oficio  muy honroso: a Pachín, su agregración  al ejército, y para entrambos, orden de que se nos admitiese  en la fragata Cornelia, destinada a buscar al obispo  de Orense.  Esta fué una llamada para otros e hizo que Castanedo, Quintanilla, Jocano,  Bonafaz, Garcia Torre y el gran Gimonde  solicitasen y consiguiesen igual orden. Trajeron consigo hijos, mujeres, sobrinos, suegros y cuñados, con la larga procesión de criados, de forma  que componíamos  unas 60 personas y sobre muy penosa e indecente, se hizo más indecorosa nuestra existencia allí. Aumentaban  esta circunstancia  las calumnias  circuladas en Cádiz,  abrigadas por aquella Junta  y apoyadas  ya con los arrestos decretados  contra Calvo y  Tilly. Hartos de sufrir tal desdoro,  enviamos un público  desafío contra todo calumniador, firmado por los dos al diarista de Cádiz, con oficio  a Venegas para que lo hiciese publicar, cosa que la Junta nos remitió (¿?), y  entre tanto,  sabiendo que el bergantín Covadonga iba a partir a Gijón,  resolvimos pasar  a él, lo avisamos y dimos la vela  el 26 de febrero. Montamos feliz el cabo  de San Vicente, pero la luna equinoccial  envió sobre nosotros  tres días de tan horrible temporal, que los corrimos en gran peligro, de naufragar  y  estuvimos  ya a dos líneas de esta desgracia en la noche del 5 de marzo, porque  el primer rayo  del día nos halló sobre las islas de Ons.  Salvónos la Providencia,  pero nos salvó  para nuevos trabajos,  porque arribando a esta hermosa ría en la mañana del 6, supimos que  Asturias estaba ocupada  por el enemigo, y sobre pobres y desnudos, nos hallamos sin casa ni hogar ni donde reclinar la cabeza.  Fuimos bien acogidos  en este pueblo, pero luego advertimos  síntomas de  alguna maquinación  en La Coruña, más y más confirmadas  con la noticia de que nuestros  compañeros arribado  a Ferrol  habían sido arrestados  en el Castillo de San Felipe ( aunque  después fueron libres). En efecto , el 25 de marzo nos hallamos  con un comisionado  de la Junta, que venía encargado  no sólo de recoger  nuestros pasaportes, sino también de reconocer y recoger nuestros papeles; opusimos  la más vigorosas  protestas; no se atrevió a  proceder: consultó ; la Junta mandó sobreseer  con una orden  tan ridícula  como indecorosa, a que contestamos con decoro, pero con acrimonia, y así acabó  este fastidioso  acaecimiento.  Mientras esto pasaba, una carta de Castanedo nos hizo  saber que al día después de nuestro  transbordo  y a consecuencia  de cierta delación maliciosa, Paez había venido a la Cornelia  y reconocido todos los equipajes  de nuestros compañeros en busca  de más de cien  cofres cargados de dinero que decían ir entre ellos. La diligencia  no halló mas que pobreza  y moderación.  Nos buscaron también a nosotros,  pero navegábamos ya.  Este suceso,  junto con ciertos  pasos oficiosos que habían precedido  de la Junta de Cádiz con la Regencia y cierta consulta del Consejo en que  se proponían a la misma ciertas precauciones que se debían tomar con nosotros, nos llenó de tal manera las  narices que  resolvimos hacer una representación tan vehemente como puede usted imaginar  la indignación  que la dictó.  Aunque a nuestro nombre, es la apología de todos,  y vaya andando.  Y aunque  creo que la Regencia  nada resolverá  sobre ella porque teme a la Junta, día vendrá en que vuelva  como las de marras. No es ahora el de enviar copia,  porque no hay tiempo  ni manos para ella y otros papeles, pero va entre tanto la adjunta muestra.  Otra es ya nuestra situación. Asturias ya está libre. Los franceses  batidos sobre la orilla derecha del Nalón, arrojados de Oviedo, de Avilés, de Gijón, iban perseguidos  de los nuestros  a salir por Colombres.  Con esto hemos resuelto salir al primer viento, y nada esperamos para volver al Covadonga. Cuénteme usted,  pues, en Gijón  si es que la Providencia no me tiene reservado  para nuevas tribulaciones  y trabajos.  Cuento con hallar mi casa  desnuda y tal vez quemada; temo hallarme sin pinturas y sin libros,  mi amada compañía; pero hallaré  las paredes que me vieron nacer  y que deseo que me vean morir. Si los bárbaros  me arrojaron de ellas  buscaré  un asilo más distante. Mallorca será pues,  el primero que se presente a mi idea. Humillara buscado, desde luego,  si no me propusiese  no abandonar a mi amado Pachín; después no sé lo que será.  Entre tantas razones como  me llaman ahí, hay alguna que me aleja y no es para dicha ahora. Vamos a otra cosa.  Hame entrado un vivísimo  deseo de  recobrar  mi librería mallorquina. Perdí la de Madrid, perdí la que empecé a formar  en Sevilla,  doy por perdida la que tenía en Gijón, y si el recobro de alguna es posible,  sin duda el de esa.  Los enemigos serán tan venales bajo  Augereau como bajo  Duhesme; Figueroa, tan hombre de bien  ahora como siempre; si pues a costa de algún  sacrificio, no grande ( porque estoy reducido a la más estrecha situación), pudiera redimirse,  hágalo usted. Logrado, recójala en Mallorca; diríjala a D. Domingo  García de la Fuente, mi fiel familiar, que queda empleado  en la Isla y cuidará de encaminármela a Gijón.  Si mis cartas citadas han llegado tendrá usted por ellas  y ésta la completa historia  de los acaecimientos  en que no puede dejar de tomar parte, aunque la ausencia  le salvó de su  desdoro. Si no,  diga usted a Ayamans  y Carvajal que me reciban el buen deseo. Supongo  en ésa a Riquelme y Amatoria y les envidio la seguridad  y la compañía.  Salúdeles usted a todos y a Heredia, a mi padre D. Bruno y sobre los Rosselló  con fina expresión.  Sobre todo, haga usted presente mi memoria, mi gratitud y mi buen afecto al Sr.  D.  Antonio Salas, all señor brigadier y a todas las señoras  de esa santa familia, mientras en la amable compañía de Barbariza desea a usted  salud y felicidad su afectísimo  amigo. Gaspar.  
Al Señor Marqués de Campo-Sagrado.
Muy estimado amigo y señor: El deseo que usted me manifiesta de saber cuál sea el verdadero blasón que pinta nuestro Principado en sus armas, excita una duda nunca presentada a mi imaginación. Cuanto mas pienso en ella, mas me admira que en un punto que el hecho y el uso declaran en todas partes, se halle entre nosotros tal perplejidad. Bien sé la poca estimación en que está la ciencia heráldica, y que nada se aventuraría en abandonarla del todo. Pero si este estudio puede merecer algún aprecio, será sin duda con relación a los reinos y provincias, puesto que los blasones tienen siempre su orígen en hechos grandes y enlazados con la historia nacional, mientras los que las familias, ó se pierden en los tiempos fabulosos, ó se derivan de ficciones modernas, ó a lo menos se apoyan sobre acciones pequeñas o privadas.  Fuera de que el objeto de la pregunta de usted no solo hace justa esta discusión, sino también necesaria; pues tratándose de representar nuestros blasones en las banderas del nuevo regimiento de nobles asturianos, ya se ve que fuera tanta mengua ignorarlos, como no tenerlos. Vamos, pues, á determinarlos con la posible brevedad. El punto, como dije, es dudoso, y por tanto, primero referiré y examinaré por su orden de varias opiniones que hay acerca de él, y después deduciré y explicaré la que debe seguirse.  La mas antigua da por blasón al Principado de Asturias, o tres o cinco suelas de zapatos, ya negras, ya leonadas, ya en fondo de metal, y ya de color, que tanta es la variedad con que la exponen sus autores. Esta opinión era sostenida por algunos en tiempo de Carballo, el primero de nuestros cronistas, y por eso la llamo la mas antigua. Siguióla  después el canónigo Tirso de Avilés en su obra genealógica  de las casas de Asturias, escrita a principios del siglo pasado XVII, de la cual tengo una mala copia, aunque apreciable (si pueden serlo tales miserias) por las notas que puso en ella á principios de este siglo don Manuel Caballero Florez y Valdés, regidor del concejo de tino. Las palabras de Tirso de Avilés son como siguen: “Son las armas de Asturias tres suelas de zapato negras  en campo amarillo, y es que como aquellas antes anduvieron por aquellos montes, solo se prevenían de suelas de zapatos para el reparo de los piés”. El padre Carballo desecha esta opinión con desprecio, por absolutamente infundada; otro tanto hace Caballero, su escoliado, y sin tanta autoridad quedaría arruinada por sí misma; porque sobre ser enteramente voluntario  y aun ridículo el origen que da Tirso de Avilés al blasón de las escuelas, ¿cuál pudo ser la época, cuál la ocasión, y cuáles los autores a que se refiere? Por otra parte, ¿cuál es el monumento público en que se halle representado? Lo que yo creo, o a lo menos conjeturo, es que como la familia Alvarez de las Asturias pintaba  estas suelas en sus armas, según asegura el mismo Avilés, y de esta familia hubo en otro tiempo algunos adelantados ó merinos mayores en Asturias, pudo ser que se atribuyesen a las provincias los blasones que pintaban sus jefes. Sea lo que fuere de esto, en semejante materia me parece quesera mejor andar descalzos, que calzados con estas suelas.  El padre Carballo, que escribió a fines del siglo XVI y antes que Tirso de Avilés, pues es citado de él, establece otra opinión, señalando un blasón de mas noble y alto origen. Dice que el Principado de Asturias, así como la ciudad y santa iglesia de Oviedo, pintan por armas la famosa cruz llamada de los Angeles. Sus palabras al párrafo 24 de título XVII, parte segunda, son las siguientes:  El retrato de esta cruz de los Angeles ha tomado por insignia  la santa iglesia de Oviedo…. y asimismo  la ciudad la pone por timbre de las reales armas que pinta…. y la misma cruz pinta todo el principado de Asturias, y no las cinco suelas de zapatos curtidas que algunos le atribuyen sin fundamento alguno, pues no hay señal de tales armas en todo Asturias, ni jamás las ha habido, ni rastro de ellas. La primera y última opinión,y la que al parecer se acerca mas a la verdad, es la que el caballero Trelles expone al capítulo 36, parte primera de su Asturias ilustrada, por estas palabras: Esta santa iglesia y la ciudad de Oviedo tienen por particulares armas y divisa  suya esta cruz fabricada por los ángeles, poniéndolas en sus escudos en la figura misma que en ella se reconoce, y a los dos lados dos ángeles, como adornándolas. Pero el todo del Principado  usa por divisa  y armas suyas la cruz que llaman de las Victorias, que es a similitud de la de roble que traía por estandarte don Pelayo en las batallas. La cruz esculpida en varios antiguos edificios del Principado, no es la de los ángeles, como creyó equivocadamente Carballo, y aun tambien Ambrosio Mortales, sino la de la Victoria.  Así lo manifiestan las que están sobre la fortaleza y fuente de Foncalada, y las de la iglesia vieja de Valdedios,  fundación de don Alonso el Magno.  La forma de estas dos cruces  es tan diferente, que difícilmente puede equivocarse, por mas que la impericia de los antiguos grabadores y amanuenses las haya desfigurado. La de los Angeles se compone de cuatro triángulos de los que llaman los geómetras isósceles, unidos por los vértices en un punto; la de la Victoria es una cruz regular, floreada en los extremos de  cabeza y brazos, y con el alfa y omega  pendientes de ellos. Es fácil por lo mismo distinguirlas doqueira que se encuentren. Pero la forma del pié de la cruz de la Victoria ofrece una circunstancia mas digna de notarse, pues representa  el largo espigón que servía para ponerla en su astil y llevarla en las batallas, como señal o guión militar; lo que basta para distinguirla  de la cruz de los Angeles, y para darle el carácter de blasón propio de nuestros reyes, como efectivamente lo era.  Basta, pues, para fijar el blasón de Asturias, haber indicado  la insignia que nuestros reyes usaron como divisa propia, y aun para concluir que es el mas antiguo blasón de España y el único que puede presentar su tipo original. Fundado después del reino de León, esta divisa se hizo, si no mas propia, mas peculiar en Asturias, pues adoptados primero los leones y después los castillos, que al fin se reunieron para formar el blasón de Castilla y de España, la cruz de la Victoria, antiguo blasón de los reyes de Asturias, quedó adjudicada a esta provincia, sin que pudiesen privarle de él las mudanzas que acaecieron en su gobierno civil. Resta determinar la forma en que debe representar el que acabamos de establecer En mi dictamen deberá ser una cruz de plata exactamente copiada de la de la Victoria, que se halla en la santa iglesia de esta ciudad con el alfa griega pendiente de su brazo derecho y la omega del izquierdo, las cuales pueden ser de oro, y todo en campo azul, siguiendo en esto último la opinión de Trelles. bien que, pues el adorno de esta cruz será regularmente de oro, pudiera serlo también en representación, y colocarse en campo de gules o encarnado, según Diaz del Valle. El escudo deberá tener corona real, y en su contorno el lema que se halla en la inscripción de la misma cruz, y dice así: Hoc signo tutear pius: hoc signo vincitur inimicus. Esto es lo que puedo decir á usted en satisfacción de su deseo. Acompañaría a estas reflexiones un dibujo  del escudo  con este blasón, si tuviese a la vista el tipo de que debe copiarse; pero como este en esta santa iglesia, será mejor que alguno de los pintores de esa ciudad le copien de su original, añadiendo las letras mayúsculas del alfabeto griego.  Jovellanos 





























































































































































































































































































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