A sor Josefa de San Juan Y Jovellanos
Real Castillo de Bellver, a 28 de julio de 1804.
Mi muy amada hermana: Por no incomodarte con muchos encargos a la vez y dar lugar a la reflexión y memoria para arreglar los de mi conciencia, no te haré en mi anterior de dos que la turban hace días y que te hablaré hoy. El primero es acerca de la posesión de Las Figares, cuyo destino es preciso fijar en mi testamento. A tu entrada en religión nos la cediste a nuestro difunto hermano y a mí; mas me parece que por consejo mío añadiste a esta cesión la cláusula de que a la muerte de los dos hubiese de ser destinada a algún objeto de pública utilidad que señalase el que sobreviviese. Aunque recuerdo esta especie, no tengo presentes los términos precisos de aquella cláusula, y ya ves que debo tenerla a la vista en mi última disposición para arreglarme a ella. Es, pues, preciso que remitas copia de la escritura de cesión de Las Figares o, por lo menos, de la cláusula referida, con extracto de lo demás. El otro asunto es de más oscura y difícil naturaleza. Un natural del Principado residente en Manila, cuyo nombre no he podido recordar, remitió a mi consignación años ha 200 pesos fuertes por el maestre de una fragata de la Compañía de Filipinas, cuyo recibo y conocimiento me envió para que yo solicitase su cobranza y distribuyese la cantidad entre sus parientes del concejo de Villaviciosa. En su carta, cuya fecha no tengo presente, me explicó la forma de la distribución y los nombres de los parientes que debían participar de ella y de que tampoco me acuerdo. Deseoso de cumplir este encargo, aunque de un hombre desconocido, hice a mi condiscípulo D. Ramón Carlos de Miera, empleado en la Aduana de Cádiz, el de que recogiese esta cantidad del maestre y la remitiese a mi mano. Hizo Miera con mucha fineza y exactitud esta diligencia, pero me respondió que, aunque el Maestre había llegado a Cádiz y contestado la certeza del conocimiento, decía no poder entregar tal cantidad porque la fragata, a causa de la guerra, se había quedado en Canarias; que probablemente no volvería de allí hasta la paz, y que entonces hecho su registro cumpliría aquella obligación como las demás de su cargo. La paz tardó en venir y cuando vino ya estaba yo en esta isla. Supongo que la fragata habrá vuelto y también que el dinero estará cobrado, pero no lo sé ni de ello he tenido noticia alguna por habérseme negado toda especie de correspondencia y comunicación. La carta del sujeto de Manila y las de D. Ramón Carlos de Miera deben existir entre mis papeles, y las copias de las mías relativas a este asunto en mi libro copiador. Sobre el único medio que m ocurre de desembrollar este y otros asuntos te hablé ya en mi anterior y no es para repetido. Si devolviesen a casa estos papeles, ellos dirán lo que resta que hacer. Si no, es preciso saber si los 200 pesos están cobradas, hacer que se pongan en depósito en el mismo D. Ramón Carlos o a otra persona segura, escribir a Manila para que el donante repita cual es su voluntad en la distribución y hacerla según ella. Miera, que es hombre de bien a las derechas, dará todas las noticias que se le pidan. Aunque encargado por mí de este particular asunto, no me atrevo a escribirle porque no sé hasta dónde puedo extender el permiso que la bondad del rey nuestro señor no quisiera errar. Si, pues, no resolvieses suplicar por la vuelta de los papeles, o bien no se lograse, podrás tú, o bien alguno de los sobrinos, escribir a Miera, poner este asunto en claridad y seguridad y avisarme para que yo lo exponga en mi testamento y libre a quien me sucediere de toda responsabilidad. Prevéngote que, aunque bien lo quisiera, no te escribiré de mi puño, así porque mi letra, que siempre fue mala, es ahora malísima, como por cuidar mis ojos, cuyas manchas crecen y con ellas mi temor de perder del todo la vista. Tú debes hacer lo mismo, no solo, en contemplación de tu débil salud, sino porque ¿cuál será ahora tu letra que cuatro años ha no podía yo leer sin trabajo? Entre tanto, sigo lentamente con mis baños de mar, porque ni permite otra cosa mi debilidad ni tampoco el tiempo, que ha sido tormentoso y de lluvia por tres días y en los siguientes ha soplado el maestral bastante frío, y como tengo que andar y desandar cada día el camino hasta la marina, que aunque no largo es bastante penoso, no siempre se halla esta pobre barquilla en estado de echarse al agua. Sin embargo, puedo decirte que sea por efecto de los baños, sea por el ejercicio o por el aire libre del campo, que no había respirado tanto tiempo ha, mi salud se va reparando algún tanto, y aunque el alivio no se extiende a la vista, por lo menos tengo y te puedo dar este otro consuelo. Yo pido a Dios el que te conserve en buena salud, y deseádotela muy cumplida, me repito con el mayor cariño tu más tierno hermano. Gaspar Melchor.
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