Veneros (Caso)

Textos:
-Carta de Jovellanos a su hermano Pachín.
-Carta de Jovellanos desde el castillo de Bellver a su hermana.
-Carta de Jovellanos a su hermano Pachín.
-Carta de Jovellanos a Mazarredo.

Veneros es un bonito pueblo del concejo de Caso, situado a 620 m de altitud, en las estribaciones de la sierra de Cárdenas, y cercano a la carretera AS-1 Conserva buenos ejemplos de arquitectura tradicional, como una panera del siglo XVI, profusamente decorada, y una ermita. En un antiguo palacio barroco del siglo XVII está ubicado el Museo de la madera y la madreña.
Mi amado Pachín: Estoy cansadísimo de una larga junta de hospitales; sin embargo, no puedo dejar de decir algo de mi familia,  para satisfacer a la hablilla  de ese honrado paisano, que echó por allá la especie de las P…..  Regularmente la conducta de estos bichos  se modela sobre la de su amo; y yo,  aunque he tenido mis flaquezas, jamás he tratado con tales gentes, ni entrado en mi vida en casa alguna de ellas. Mis pasiones han sido nobles, hijas de la casualidad y del capricho, y jamás de la corrupción. Por otra parte, tú conoces a esta familia en la mayor parte. Santurio, o me engaño mucho, o vive exento de este contagio; Eugenio, casado y con hijos, es incapaz de estos desórdenes; Vicente, recibido por mi hermana, ha dado  muy buena cuenta de su persona,  y nada, nada sé contra su fidelidad. Cean vela mas de una vez sobre las cosas interiores; las cuentas se dan con exactitud, y en fin,  todo va con  el mayor orden  de parte de la familia. Si hay desorden, está de mi parte. Mi afición a los libros, a pinturas, me arruina, y apenas puedo irme a la mano. Por lo demás, lo que viene de fuera se daba hasta aquí con generosidad. Manzanas, quesos, salmones, cosas que todo el mundo aprecia, que en una mesa frugal se comen paulatinamente, y si se quieren guardar se corrompen, y en fin, cosas que se tiene gusto en celebrar y repartir, ve aquí mis delitos: lo más es una vil murmuración. Doy esta satisfacción  porque hablo contigo: ningún otro me haría bajarme a responder a tales imputaciones.  Alberto ha hablado a Apodada, y ofrecídome venir con él a una sesión larga en mi casa. Creo que este será el camino de evitar  lo que pueda maquinarse contra nosotros. Hoy comí con el Baylío, que está siempre sumamente agradable, y que no choca porque es su estado regular. Pero tú  debías haber venido, y este es mi clamor.  Nada hay de nuevo: cuídate y manda a tu afectísimo de corazón.  Jovellanos . Diarios. 
A sor Josefa de San Juan Y Jovellanos
Real Castillo de Bellver, a 28 de julio de 1804.
Mi muy amada hermana: Por no incomodarte con muchos encargos  a la vez y dar lugar a la reflexión y memoria para arreglar los de mi conciencia, no te haré en mi anterior  de dos que la turban  hace días y que te hablaré hoy.  El primero es acerca de la posesión de Las Figares, cuyo destino  es preciso fijar en mi testamento. A tu entrada en religión nos la cediste  a nuestro difunto hermano y a mí;  mas me parece  que por consejo mío añadiste  a esta cesión la cláusula  de que a la muerte de los dos hubiese  de ser destinada a algún objeto de pública utilidad  que señalase el que sobreviviese. Aunque recuerdo  esta especie, no tengo presentes los términos precisos  de aquella cláusula, y ya ves que debo tenerla a la vista  en mi última disposición  para arreglarme a ella.  Es, pues,  preciso que remitas copia de la escritura de cesión de Las Figares o, por lo menos, de la cláusula  referida, con extracto de lo demás.  El otro asunto  es de más oscura y difícil naturaleza. Un natural del Principado residente en Manila, cuyo  nombre no he podido  recordar, remitió  a mi consignación  años ha 200 pesos fuertes por el maestre de una fragata de la Compañía de Filipinas, cuyo recibo  y conocimiento me envió  para que yo solicitase  su cobranza y distribuyese  la cantidad entre sus parientes del concejo de Villaviciosa. En su carta, cuya fecha  no tengo presente,  me explicó la forma de la distribución y los nombres de los parientes que debían participar de ella y de que  tampoco me acuerdo. Deseoso de cumplir este encargo, aunque de un hombre desconocido, hice a mi condiscípulo D.  Ramón Carlos de Miera, empleado en la Aduana de Cádiz, el de que recogiese esta cantidad  del maestre y la remitiese  a mi mano. Hizo Miera con mucha fineza  y exactitud esta diligencia, pero me respondió que,  aunque el Maestre había llegado a Cádiz y contestado la certeza del conocimiento,  decía no poder entregar tal cantidad porque  la fragata, a causa de la guerra,  se había quedado en Canarias; que probablemente no volvería  de allí hasta la paz, y que entonces  hecho su registro cumpliría aquella obligación  como las demás de su cargo.  La paz tardó en venir  y cuando vino ya estaba  yo en esta isla.  Supongo  que la fragata habrá vuelto  y también que el dinero estará cobrado, pero no lo sé  ni de ello he tenido  noticia alguna por habérseme negado toda especie de correspondencia y comunicación. La carta del sujeto de Manila y las de D. Ramón Carlos de Miera deben existir  entre mis papeles,  y las copias de las mías relativas a este asunto en mi libro copiador.  Sobre el único  medio que m ocurre  de desembrollar  este y otros asuntos  te hablé ya en mi anterior y no es para repetido. Si devolviesen a casa estos papeles, ellos dirán lo que resta que hacer. Si no, es preciso saber  si los 200 pesos  están cobradas, hacer que se pongan  en depósito en el mismo D. Ramón Carlos o a otra persona segura, escribir a Manila para  que el donante repita cual es su voluntad  en la distribución y hacerla según  ella. Miera, que es hombre de bien a las derechas, dará todas las noticias  que se le pidan.  Aunque encargado por mí  de este particular asunto,  no me atrevo a escribirle porque no sé  hasta dónde  puedo extender  el permiso  que la bondad del rey  nuestro señor no quisiera errar. Si, pues,  no resolvieses suplicar  por la vuelta de los papeles, o bien no se lograse,  podrás tú, o bien alguno de los sobrinos, escribir a Miera, poner este asunto en claridad y seguridad y avisarme  para que yo  lo exponga en mi testamento  y libre a quien me sucediere de toda responsabilidad. Prevéngote que,  aunque bien  lo quisiera,  no te escribiré  de mi puño, así porque mi letra, que siempre fue mala, es ahora malísima, como por cuidar mis ojos, cuyas manchas crecen y con ellas mi temor de perder del todo la vista. Tú debes hacer lo mismo, no solo, en contemplación de tu débil salud, sino porque  ¿cuál será  ahora tu letra que cuatro años ha no podía yo leer sin trabajo?  Entre tanto, sigo  lentamente con mis baños de mar, porque ni permite otra cosa mi debilidad  ni tampoco el tiempo, que ha sido tormentoso y de lluvia por tres días y en los  siguientes ha soplado el maestral bastante frío, y como tengo que andar  y desandar  cada día el camino  hasta la marina, que aunque  no largo es bastante penoso, no siempre se halla esta pobre barquilla en estado de echarse al agua. Sin embargo,  puedo decirte que sea por efecto  de los baños, sea por el ejercicio o por  el aire libre del campo,  que no había respirado  tanto tiempo ha,  mi salud se va reparando  algún tanto, y aunque el alivio no se extiende a la vista, por lo menos tengo  y te puedo dar este otro consuelo. Yo pido a Dios el que te conserve en buena salud, y deseádotela  muy cumplida, me repito  con el mayor cariño tu más tierno hermano. Gaspar Melchor. 
Mi amado Pachin: poco rato ha que salieron de aquí Vargas  y Espinosa después de haber comido conmigo en buena y agradable compañía y pasado la tarde en mi chimenea, oyendo el elogio de don Ventura Rodriguez que me hicieron leer, y entreteniendo el tiempo en alegre y sazonada conversación. Espinosa  trajo el borrador de la carta de Gijón, cuya  costa desde el cabo  de Torres hasta el Cervigon va en un pliego separado, fondeada la concha, la barra y todas las cercanías. Parecióme que daba al Musel y a la barra mucho menos fondo del que creíamos y del que les dió don Diego Guiral y algún otro fondeado, singularmente  a la ultima, a la cual le da solo braza y media de baja mar. Cree que el martillo sacado, no en el Musel, sino mucho mas hacia el cabo, formaría allí un excelente abrigo, no solo para uno, sino para muchos navíos gruesos, pues su fondo está sobre cuatro y media a nueve y media brazas; pero cree que esta obra sería costosísima. No le parece bien el pensamiento de sacar obra desde la casa de las piezas, ni halla las ventajas que se prometen por otros , aunque  con su modestia ordinaria dice que no se atreve a juzgarlos sin oírlos. En fin Gijón se llevó una parte de la conversación, y esto basta para que yo hubiese tenido un buen rato. Ellos al parecer fueron contentos, y es regular que Espinosa te lo diga en respuesta a carta que me dijo haber tenido tuya.  El tiempo sigue claro y frió, y yo  aunque estoy bueno, sufro un poco por un sabañón que tengo en el talón derecho, achaque que me persigue todos los inviernos desde Sevilla, y ya pudiera dejarme, pues empiezo a ser viejo. Traigo el zapato medio en chancleta, y así voy tirando. No hay novedad pública.  Voy un poco al baile del conde de Aranda. Da mis memorias a Basaniana y madre y manda a tu afectísimo de corazón. Gaspar. Melchor. Madrid 23 de enero. 
Jovellanos a Mazarredo
Jadraque, 21 de junio de 1808.
Mi querido amigo: A lo que digo al Sr O´Farril  debo añadir que no conozco al Marqués de Santa Cruz, ni sé que sea de mis aficionados. Los que conocen mi vida privada saben que en los nueve años que precedieron a mi persecución estuvo en continua lucha mi celo por el bien del país en que nací, con la envidia  de mis paisanos a mi persona, a mis designios y al bien mismo que les hacía. Ni debe  V. ignorar  que de entre ellos salió el primer calumniador  que empezó  a fraguar los pretextos con que fui  tan horriblemente oprimido por espacio de siete años. Es, pues, claro que ninguna persona sería menos a propósito  que yo para reducir aquellos ánimos feroces.  ¿Pero cree V.  que nos hallamos en estado de adelantar cosa alguna con exhortaciones? No, amigo mío: es menester desengañarse. La Nación se ha declarado generalmente y se ha declarado con una energía igual al horror  que concibió al verse tan cruelmente  engañada y escarnecida. El desorden mismo que reina  en sus primeros pasos,  es la mejor prueba del furor que los incita. Hacerla  retroceder  ya no es posible; ni lo consentirían los que saliendo  al frente han autorizado los primeros movimientos  de las provincias. Dirá V.  que corren a su ruina, y así lo creo; pero esta consideración ¿de qué vale cuando no es la luz de la reflexión  la que guía, sino el ímpetu  del sentimiento, el que mueve y arrebata? Por eso dije a V.  y le repito, que la guerra  civil era inevitable.  Esto deben reflexionar Vms.  y todos los que en tiempos tan desdichados  tienen la desgracia de mandar, y pues que el gran problema de si convenía inclinar la cerviz o levantarla  está ya resuelto, resolver otro que aún queda en pie: ¿ Es por ventura mejor una división  que arma una parte de la nación contra el todo, para hacer su opresión más segura y sangrienta  o una reunión general y estrecha que hará el trance dudoso  y tal vez ofrecerá  alguna esperanza de salvación? Perdone Vm. a mi amistad la presente reflexión. No la haría si no le conociese. En cuanto a mí si algo  vale para con V. nuestra antigua buena amistad, le ruego  muy encarecidamente que me libre del actual empeño en que quieren ponerme y de cualquier otro de su especie. La causa de mi país, como la de otras provincias, puede ser temeraria; pero es a lo menos honrada, y nunca puede estar bien a un hombre que ha sufrido tanto  por conservar  su opinión, arriesgarla  tan abiertamente cuando se va acercando al término de su vida.  Entretanto, no dude Vm. de la fiel y constante amistad que le profesa  su más sincero apasionado. Jovellanos.  



















































































































































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