Las Vallinas de Salcedo (Quirós)

Textos:
-Dibujo de Alfonso Iglesias.
-Diarios-Jovellanos.
-Xunt´a la cuna.
-Carta de Jovellanos a su hermana.
-Pobreza y miseria formaban parte del campesino asturiano.
-El alma de Mariuca.


Dibujo de Alfonso Iglesias.

Salcedo o Salceo es un pueblo del concejo de Quirós que se encuentra dividido en tres barrios: Las Vallinas, La Villa y Heros. Fue citado por primera vez en el año 891. Dista 4.7 km de Bárzana y se encuentra a 770 m de altitud, en la Pandiecha, cruce para La Villa y Las Vallinas, estando Heros a 830 m de altitud. También da nombre a la parroquia, San Cristobal, que comprende, además de los lugares citados, el deVillar de Salcedo toda ella con una superficie de 14.14 km2. Se asienta sobre las laderas que descienden de la Peña de Alba, en la Sierra del Aramo. Su actividad está vinculada a la ganadería, y en menor medida a una agricultura de autoconsumo o familiar en la que la escanda, cereal de montaña, tiene su exponente más característico. En la actualidad su cultivo se encuentra en franco declive, por ella a través de una iniciativa vecinal, Amigos del Pan de Escanda, se celebra el 15 de agosto, coincidiendo con la Fiesta de Alba (de Interés Turístico Regional), el certamen o Muestra del Pan de Escanda, que pretende realzar las excelencias del producto y su cultivo. En recuerdo de esta actividad se conservan los restos de unos molinos de agua harineros que dan nombre al arroyo que delimita el barro de La Villa por el sur, Regueiru de los Molinos, situados en el camino a Muriellos y más abajo en los que van San Salvador y Bárzana. Por Salcedo pasa, proviniente de Bermiego la ruta G.R. 106 - Ruta de San Melchor, que une Oviedo con el pueblo natal del santo. Desde aquí continúa en dirección al Alto de La Cobertoria para, a través del pueblo de Las Llanas, llegar a Cortés. Poco antes de llegar a Salcedo encontramos a la derecha la Iglesia de San Cristobal de Salcedo de nave única y con un pórtico empedrado, formando dibujos geométricos. Hay una antigua e interesante pila de agua bendita labrada. Cuenta con dos retablos de madera que pueden ser de estilo barroco. En La Villa está la capilla de San Simón, de pequeñas dimensiones, con nave cubierta de madera. Se erige sobre una peña por lo que su lateral derecho presenta un fuerte desnivel sobre el camino. Tiene una pequeña espadaña.-
Domingo 12
En pie a las cuatro y media. No hubo fuerzas humanas  para sacar al otro coche de su atascadero y ya contamos con separarnos. A misa , que dijo el padre Galan en una capilla  vieja y renovada  con una imagen que decían de Santa María Magdalena y podía ser cualquiera cosa, y otra Santa gótica sin manos y sin figura humana.  A la vuelta a casa hallamos  el otro coche, que trataba de comprar dos ruedas de un carromato, para seguir  su viaje; pero el nuestro instaba; nos despedimos y con tiempo claro y Norte frío, nos santiguamos  y tomamos el nuestro. Por la cuenta, teníamos que bajar cuando habíamos subido ayer desde Hostales, y desde luego empezamos  a hacerlo con gran trabajo, dejando  por nuestra derecha abajo unas barrancas en lo alto y laderas un excelente monte de pinabetes, que ocupaban todo el terreno que no se pudo robar al cultivo, con algunos robles  cortos entre ellos y tal cual enebro.  El camino empeoraba  siempre y en verdad  que nada le faltaba para ser el peor de la carrera y aun del Reino. Las ruedas se hundían  en las hondas carrilludas abiertas por los carromatos, grandes piedras atravesadas  y todo cuanto pueda aumentar el riesgo y la fatiga del camino  se presentaba sucesivamente  en el nuestro. Por fin, a pesar del sumo cuidado del mayoral, que era superior  a toda comparación, de los aullidos  del zagal y del auxilio  de la tropa, en la cual se distinguió particularmente  el gracioso andaluz José González, dimos  con nosotros en tierra, y vaya  de primer vuelco. Por fortuna fué sin desgracia, y como sucede en tal caso  se convirtió en risa. Pasamos así por el lugar de Porquerizas y llegamos con los mismos afanes a Santa María del Camino, donde se paró a tomar un bocado yj herrar una mula.  Después de caminar  otro rato, ya más recelosos, y bajando  el camino al río Copona para seguir por su orilla, echamos pie a tierra y atravesándole tres o cuatro veces por pasaras de piedra, dejando muy atrás  el coche y a la izquierda  el lugar de Jorba, volvimos a bajar al río,  nos reunimos con nuestro  coche y le seguimos en él.  Aquí es preciso volver a ponderar el cultivo de Cataluña, cuya actividad y esmero resplandecen tanto más en esta parte, cuanto es más ingrato el terreno. Cumbres, laderas, faldas, barrancas, hondanadas y pequeñas llanuras, en fin, doquiera que se ponga la vista todo está roto y perfectamente cultivado; todo cortado en bancales, sostenidos con paredones  sembrados de centeno, guisa o habas, guarnecido  de vides y olivos,  que aquí  se salvaron del hielo;  y sólo las ásperas cumbres y pendientes inaccesibles  están sin cultivo, aunque enteramente cubiertas de arbolado.  Al fin dejamos el río ( desde el cual habíamos  descubierto en lo alto el lugar de Jorba con su castillo en la eminencia) Y emprendimos  la subida  a Igualada por un terreno  de marga bastante pendiente. Es lugar grande,  de mucha población y con muchas señales de riqueza. Aquí hicimos  mediodía, nos dieron  un cuarto limpio; la gente es notablemente servicial  y nos asistieron  con mucho celo  y bastante limpieza. La comida, como hecha de pronto y para quien había llegado a las dos y media. Fueron notables en ella una sopa de aceite con huevos batidos, bien polvoreada de canela; una polla y un conejo rellenos con pasas de uva y ciruela, piñones  y no sé qué mas, y otros guisotes y con su no sé que de trasnochados.  Instaba el tiempo, asustaba el camino, dímonos prisa y nos pusimos en él a las cuatro.. Por fortuna no había llovido  ayer por aquí o muy poco  y el N. frío de hoy, que aún duraba, había endurecido el terreno. Fuera de esto el camino pésimo  y debemos confesar que tan repetidos  sustos y afanes, si primero disgustan y después impacientan, al cabo llenan de indignación a viajantes y carruajeros.  Gracias a la moderación de nuestro mayoral y al miedo que el renegado del zagal le tiene, que no se oyeron las blasfemias acostumbradas, que si pudieran disculparse, alguna vez, aquí lo serían; y gracias también  al saladísimo andaluz, que sazonaba con sus chistes las amarguras del viaje; y vaya un ejemplo. Cuando ayer se volvió el coche que llevábamos  por la proa, después de haber acudido  al socorro y trabajado cual ninguno, volvió a tomar  su caballo y dijo: Bendita sea la misericordia de Dio que me ha jecho zoldado de a caballo zin merecello, y que me ha dado un coche que nunca za atumba. Hoy decía:  ¡Vaya,  que zi Dios, no lo remedia, hoy tenemos que jasé penitencia, llevando el coche a cueztaz al lugar, en pedazitoz” Y casi adivinaba, por lo que verá el curioso lector. Volvimos a bajar al río; ya esta mañana habíamos advertido en él  algunas presas para dar agua a unos  molinos de papel y a una fábrica  de lienzos de algodón. Esta tarde  vimos otras varias y toda su orilla llena de fábrica de lienzos  de algodón. Esta tarde vimos  otras varias y toda su orilla llena de fábricas y poblaciones  con mucho y buen cultivo en torno de unas y otras. Villanueva del Camino, Puebla de Claramunt, Capellanes, en lo alto, a la derecha,  y Puebla de Reina, tiene mucho de esta industria y según  el aire de los edificios  la más preferida es la de la papel.  En las laderas del río, habíamos notado tongadas de marga, de 60 a 80 pies de altura. Pasado el último pueblo citado vemos na montaña toda de toba. Por fin, al pasar por última vez  el industrioso río Capons, descubrimos por primera vez  en nuestro largo viaje la piedra berroqueña, para nosotros aciaga, pues subiendo la cuesta  que va al lugar de Valbuena que es toda de esta piedra,  aunque deleznable y tierna, entró el coche por el estrecho carril abierto en ella; la clavija del juego delantero se había doblado un poco  con los esfuerzos del día; al vencer un repecho se salió de su encaje y nuestro  coche, ya desnivelado, dió otra vez consigo y con nosotros  en tierra. No hubo tampoco desgracia, aunque el pobre mayoral, cayendo del pescante, dió un buen porrazo. Acudió gente, reparo el daño, chiste el andaluz, reímos un poco y, haciendo ánimo de continuar la jornada a pie,  nos reunimos  a dos vecinos de Piera, anduvimos sin fatiga  una buena legua y llegamos a la posada después de las ocho, que es decir muy de noche, aunque noche clarísima , cuanto  puede ser sin luna. Poco después, el coche sin desgracia. La posada  promete parece limpia  y se sirve  con celo. Pero estas catalanas de mis pecados, siempre zafias, siempre pequeñas y rechonchudas, siempre llanas de ayas y con la ropa a la rodilla, siempre remendadas y no limpias y con un guirigay  que el diablo  que las entienda, agradan siempre muy poco; por más que hacia  aquí, el interés  y el trato las haga serviciales. De los hombre nada diremos ¡Qué figuras las de los labradores  con su capa parda  y el gorro colorado! Este es aquí el cubierto varonil; hasta clérigos  hemos visto llevarle  dentro de la casa . La posada  es una gran sala, con mesa de tiento para los que quieran comer  en común. Cuartos a una y otra banda; camas medianas y con poca cena  y buen sueño nos fuimos a la cama. Biblioteca de Autores Españoles. Don Gaspar Melchor de Jovellanos.  Diarios. 

Xunt´ á la cuna
Calla, ninín, calla, que to madre ahora te aña y acollora, durmi, pequeñín. Durmi, mió críu, durmi sin nengún recelu,  carina de cielo,  grayíu d´anxelín.  Durmi que la noche tranquila y serena, las sombras esmena  y dexa caer;  Que á cudiate vienen roxos anxelinos,  y aquí están quietinos  hasta amanecer.  Apretau ensambre  de mariposinas,  pardas arandinas,  palombas sin fin,  Hadas, silfos, xanas, vení con empeñu y arrullade el sueñu del mió querubín.  Fresquín de los valles cuayadín de olores,  pesca de las flores la esencia meyor,  Y traila suavina  al mió críu  del alma, que desfruta en calma de dulce sopor.
Estrellinas de oru,  nacarada lluna, baxade á la cuna  güestra claridá. Nocturnos acordes, canciones arpadas, tiernas tonadas 
acudide acá.  Más quedu  aneade,  menos movimientu, baxade  el acentu,  despaciu alendá;  Que ya el mió  lluceru, en sueños divinos,  co´los anxelinos  debe de xugar.  Que ya una risina
que me güelve lloca,  enancha  la boca del mió rapacín.  ¿Sueña con so madre?¿Cuenta que lu beso?¿ Entiende algo  de eso esti picarín?  Pero tembla y grita al llucir la aurora,  inóxase y llora, ya hambre tendrá.  O visión acasu de  enxendru medrosu, que tou sudorosu  el probín está.  Acudi al mió senu  pa que te amamante, ven que te acallante, güenu……. toma….. así. Ya ti pasó el miedu,  to boquina pura sonríe y murmura:
“¡ah!……¡ah gue!…… ¡ah gui!…….” To garlla tiernina  que así me atochece, meyor mi paece, 
dame más placer,  Que la dulce cántiga que dend´ el alloru  da el malvís  sonoru  al amanecer. 
Jueyines del mió güertín.  Amable González Abín.  -1911.-
A Sor Josefa de San Juan y jovellanos
Real Castillo de Bellver, 19 de noviembre de 1804.
Mi muy amada hermana: Tu carta del 15 del pasado me ha servido  del mayor consuelo,  pues aunque me da muy viva idea del deplorable estado que redujo tu salud el último ataque  que la había puesto en tan extremo peligro  y del abatimiento de tu espíritu, en que tan fuertemente influyó, por fin me asegura de tu vida y me hace esperar  que a fuerza de quietud y cuidado podrás reparar uno y otro e irte conservando y conservándome  el mayor de los pocos consuelos que me han quedado  en mi desgracia. Por lo mismo, te repito con el mayor encarecimiento  el encargo hecho en mis antecedentes de que cuides sólo de tu salud y de ninguno otra cosa  con respecto a mi,  pues ella es la que me interesa,sobre todo,  y de lo demás que está pendiente  iremos saliendo como Dios nos ayude. Con la misma carta  he recibido  la copia que tenía perdida, y en otra del 19 del mismo mes la noticia de los precios de los granos en los últimos años,  que también deseaba. En esta me pides que no te hable ya de negocios e insinúas  el deseo de que nuestra correspondencia  se reduzca  a las noticias de salud que necesitamos para nuestro recíproco consuelo. Desde luego, te ofrezco  que así será,  porque vista la decadencia de la tuya, tal era también mi deseo,  como tengo indicado, y por lo mismo, mientras  nos sea permitido, este será el asunto de mis cartas.Confío también que ya no habrá necesidad de hablar  en ellas de intereses, puesto  que habiéndote resuelto  a suplicar humildemente a S. M. la restitución de mis papeles, si ésta se verificase,  como espero de su real piedad, ellos nos darán las luces y noticias que me faltan,  y si S. M.  no se dignare condescender a esta humilde y justa súplica,  dispondré mis cosas  y las demás que estaban a mi cargo como mejor pudiere y fiaré  las resultas a la providencia de Dios, pues  que en su santa voluntad y en la de mi buen rey  estoy perfectamente resignado. Por esto esperaré  algunos días antes de hacer mi disposición, y si en el asunto  me ocurriese  algo me entenderé con la otra hermana.  Ella se aconsejará  con nuestros sobrinos, y pues tendrá  el gusto de verte algunas veces  buscará también tu consejo, que no le negarás si tu salud te permitiese oír  de tales materias.  Cuida, pues, solamente de tu vida  y tus santas obligaciones, encomiéndame en la oración al Señor, en cuyas manos está la suerte de los infelices, como la de todos, y mira en qué puede complacerte este tu más amante hermano. P.D.- Esta servirá también para nuestra Catuja,  pues nada particular ocurre  que decir a su carta, que recibí con las suyas, ni, a la verdad , estoy y para ello, porque ando estos días no poco quebrantado de mis ya sabidos achaques y afligido  por la poca proporción de atender a la curación  de ellos. Salúdala, pues, y cree  que a entrambas ama de corazón.  Gaspar Melchor de Jovellanos. Diarios. 
Pobreza y miseria formaban parte del campesino asturiano del siglo XVIII

Feijóo advirtió en su tiempo cuando  escribía:  ¿Pero hay hoy gente mas infeliz que los pobres labradores?¿Que especie de calamidad hay que aquellos no padezcan? De las inclemencias del Cielo sólo toca a los demás hombres una pequeña parte;  pues exceptuando  los labradores, todos, por míseros que sean, se defienden  de ellas con algún humilde techo; so si algunos sufren a cielo descubierto, no es por mucho tiempo. Mas los labradores todo el año, y toda la vida están al ímpetu  de los vientos, al golpe de las aguas, a la molestia de los calores y al rigor de los hielos. Ya veo que este trabajo es inseparable del oficio; tolerable,empero, cuando la fatiga del cultivo les rinde frutos con que alimentarse, vestido con que cubrirse, habitación donde se abriguen, lecho en que descanse. Yo, a la verdad, Asturias y montañas de León. En estas tierras no hay antes más hambrienta, ni mas desabrigada que los labradores. Cuatro trapos cubren sus carnes, o mejor diré que por las muchas roturas que tiene, la descubren. La habitación está igualmente rota que el vestido, de modo que el viento y la lluvia  entran por ella como por su casa. Su alimento es un poco de pan negro, acompañado o de algún lacticineo o alguna legumbre vil, pero todo en tan escasa  cantidad que hay quienes apenas una vez en la vida se levantan saciados de la mesa. Agregado  a estas miserias un continuo trabajo corporal rudísimo, desde que raya el alba hasta que viene la noche; contemple cualquiera si no es vida mas penosa la de los mineros labradores que la de los delincuentes que la justicia pone en galeras.  Así, en 1713, según datos del censo, Asturias no tendría más de 20.524 vecinos.  A finales de los años 30, una nueva epidemia de hambre asolará el campo asturiano, prolongándose hasta 1742, agudizada por las epidemias de “fiebres ardientes” y viruelas.  Ellos siembran, ellos aran, ellos siegan trillan, y después de hechas todas las labores les viene otra fatiga nueva y la mas sensible de todas, que es conducir los frutos, o el valor de ellos a las casas de los poderosos, dejando en las propias la consorte y los hijos llenos de tristeza y bañados en lágrimas.  
El alma de Mariuca
Fue una noche del mes de Diciembre. Los pocos  vecinos del caserío  del Cornayo dormían tranquilamente bajo la grave calma de los campos,  solo interrumpida por los rumores  de la cercana plaza del Recosto y el lejano y lúgubre aullido del can de Xuana de Mateo. Pero ¡ay! a eso de las doce, la familia del Peruyo  se despertó sobresaltada. Acababan de oír un ruido infernal y un estornudo extraño, nada menos que en la propia cocina. El viejo Peruyo, echando a un lado el grueso cobertor  que lo cubría, se sentó en la cama  con idea de levantarse  y saber la causa  de ese ruído en hora tan avanzada de la noche, mas pronto vino a su memoria el recuerdo de “Mariuca”, una vieja  bruja, mala lengua que, según el decir de los vecinos “tenía el demonio en el cuerpo”. Y como “Mariuca” estaba de cuerpo presente, juzgó que sería un alma luchando  con todos los diablos y temblando de miedo y volvió a acostarse, bien envuelto  con la ropa, sosteniendo la respiración, con el oído  atento en el extraño rumor y en espera de que, tal vez, su hermana, sus hijos o su cuñada se levantasen. Pero el rumor seguía y nadie se levantaba.  Su hermana Clara solo tuvo valor para sacar una mano de entre las ropas y alcanzar unas tijeras que había sobre una mesa por si se daba el caso de tener que defenderse. Benito, su hijo mayor, recién casado no creía, ni creyó nunca, en cosas supersticiosas, pero tampoco pudo levantarse,  porque su mujercita se abrazaba a el  como un náufrago a una tabla. Sus dos hijos menores, Pin y Colás, hechos un ovillo en medio del jergón, recordaban los cuentos dichos por su difunta abuela, sin respirar apenas.  Nadie se atrevía a hablar por temor a los ladrones o bandidos, en caso de que fueran; al verse descubiertos obraran de un modo trágico y sangriento. Y así pasaron el resto de la noche envueltos en ese profundo silencio, hasta que los primeros resplandores del alba penetraron a través de los húmedos cristales.  Entonces el viejo Peruyo, lanzó de la cama, púsose las maderas y en camiseta y calzoncillos, bajó la escalera poco a poco, dispuesto  a descifrar el misterio de aquel ruido  que hacía rato  había dejado de irse. Lo primero que vieron sus ojos fué una servilleta  tirada por el suelo, toda roída, que la noche antes dejara sobre el alféizar de la ventana, envolviendo  dos libras de pan blando, y de cuyo  pan solo quedaban unas migajas. Un poco más allá  junto a un escaño, el enorme pote de hacer el caldo destapado, cuya tapa  yacía boca arriba sobre el suelo. Y en medio de la cocina sobre su propia porquería durmiendo tranquilamente, nada menos que su propio burro.  Ver eso el tío Peruyo, y subírsele la sangre a la cabeza todo fue uno. Tomó en su mano el cabo de una azada, y enmpezó a descargar  golpes sobre el lomo del rocín, exclamando: -¡Toma, reconcho, toma! Que si conforme  eres burro fueras un hombre,  como te muelo a palos lo moliera! Revista Asturias. Habana, 30 de enero de 1916.- 

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