Oro negro (Comedia Asturiana)
Comedia Asturiana
ACTO PRIMERO
La cocina de una casa aldeana de los montes de Asturias. Al fondo la puerta de entrada, a la izquierda de la cual arranca una vieja escalera que conduce al interior y en el derecho arrinconada en el ángulo de las paredes ahumadas, la cocina de leña y sobre ella la ancha campana de la chimenea. En la repisa de ésta, limpia, pulida, despidiendo reflejos a cada llamarada del lar, la vajilla casera. Distribuidos por el aposento una masera, un arca, un platero, escaños, tayuelas, bancos y demás enseres propios de las casas aldeanas, todos ellos de tono oscuro por la patina de humo del hogar. Es una noche de Octubre. Mozos y mozas se hallan sentados por toda la estancia en bancos y “tayuelas”. Gruesos troncos chisporrotean en el lar y la trémula claridad de su llama se funde a la luz mortecina de un candil de saín que alumbra la “esfoyaza”, en la que los de casa y los vecinos descubren las mazorcas del maíz y las atan en ristras. Ellas tiran de las hojas, arrancando las que sobran y luego echan las mazorcas en el cesto del mozo que tienen a su lado quien las trenza en largas ristras para subirlas luego al desván. Cada mozo se sienta al lado de la rapaza que más le agrada requebrándola mientras enrristra las doradas panojas. Los viejos conversan entre sí y tienen sus palabras un deje de nostalgia en la añoranza de otras noches de esfoyaza de antaño. Al levantarse el telón uno de los mozos se prepara para cantar.
La cocina de una casa aldeana de los montes de Asturias. Al fondo la puerta de entrada, a la izquierda de la cual arranca una vieja escalera que conduce al interior y en el derecho arrinconada en el ángulo de las paredes ahumadas, la cocina de leña y sobre ella la ancha campana de la chimenea. En la repisa de ésta, limpia, pulida, despidiendo reflejos a cada llamarada del lar, la vajilla casera. Distribuidos por el aposento una masera, un arca, un platero, escaños, tayuelas, bancos y demás enseres propios de las casas aldeanas, todos ellos de tono oscuro por la patina de humo del hogar. Es una noche de Octubre. Mozos y mozas se hallan sentados por toda la estancia en bancos y “tayuelas”. Gruesos troncos chisporrotean en el lar y la trémula claridad de su llama se funde a la luz mortecina de un candil de saín que alumbra la “esfoyaza”, en la que los de casa y los vecinos descubren las mazorcas del maíz y las atan en ristras. Ellas tiran de las hojas, arrancando las que sobran y luego echan las mazorcas en el cesto del mozo que tienen a su lado quien las trenza en largas ristras para subirlas luego al desván. Cada mozo se sienta al lado de la rapaza que más le agrada requebrándola mientras enrristra las doradas panojas. Los viejos conversan entre sí y tienen sus palabras un deje de nostalgia en la añoranza de otras noches de esfoyaza de antaño. Al levantarse el telón uno de los mozos se prepara para cantar.
ESCENA PRIMERA
Mozo (Cantando)
Al pasar por el puertu,
puertu Payares,
me alcontré con un vieyu
llindando vaques.
Y como era tan vieyu
le pregunté
Si quier dormir la siesta
yo llindaré
Y el vieyu muy ufanu
me contestó:
Les vaques de mió casa
llindoles yó.
(Un bravío “ixuxú” corona la canción del mozo y seguidamente cantan todos):
Todos ¡Moli… moli…. molinera
que descolorida estás!
¡Desde el día de la boda
no has cesado de llorar!
¡No has cesado de llorar
ni tampoco de gemir!
¡Molinera, molinera,
de pena vas a morir!
(Hablado)
Andrés. Ahora que nos heche una Chema, que tien buena voz.
Chema. Lo que voy char ye una coz que voy mandate a la luna.
(Chema es un viejo paisano de aldea, socarrón y zalamero. Así que al ver su mal humor todos corean la proposición de Andresucu)
Todos. ¡Si, sí, que cante, que cante!
Chema. ¿Pero como voy cantar si no hay diañu que aguante cuando empiezo yo a glayar? Eso, vosotros los mozos, que pa nosotros los vieyos tan demás los alborozos y los cantarinos bellos.
(Dos o tres mozas que están sentadas al par de él, Delfa, Teresa y otra, le miran y acarician adulándole para que cante)
Delfa. ¡Con la buena voz que tien!
Teresa. Anda, que la xente enagua y tu cantes muncho bien.
Chema. Sí, sí, debaxo del agua.
(Está mirando receloso la actitud de Rosa, su mujer y al ver el ceño que ésta pone ante el asedio de las rapazas dice:)
¿Queréis rapaces dexame en paz y gracia de Dios….?
Delfa ¡Claro, hombre, sí! (Le sigue mirando)
Chema. Pues entós dexavos de masuñame. (A Rosa) Y alluego tú dices que ando tras les moces por ahí y son elles les que a mí siempre se están arrimando. (A ellas apartándolas) ¡Hala, quitaivos de aquí que voy seguir enrristrando! (Con aire de inocencia) ¡Son el diañu estes rapaces comprometiéndolu a uno!
Rosa. ¡Calla, grandisimu tuno que se yó bien lo que faces y lo moceru que yes. (A Florenta) Fegurate, Florentina, ahí en onde tú lu ves, ¡piropeó a la madrina, el día que nos casemos a la puerta de la ilesia!
Teresa. ¡Ah, sí! ¿Conque eses tenemos?
Delfa. ¿Y entodavía se quexa de que lu comprometemos? (Iniciando la retirada al ver que va a salir mal parado)
Chema. ¡Bueno, ya basta, neñines; voy a cuntavos un cuentu a ver si por un momentu sois a tavos calladines.
(Palmoteando jubilosos y preparándose para escuchar)
Todos. Sí, sí….!
Chema. Pues oídu atentu. ¿Vosotros sabéis quién fué el famosu “Panerona”?
Colás. Sí, home, sí; yo lu traté: más borrachu que Noé pero mu güena persona.
Chema. Borrachu a carta cabal anque to eso no i quitaba pa ser un sastre formal que, ¡vaya bien que cortaba! Ciertu día Manolón el xenru de Pín Calzada llevoi un corte de pana pá facer un pantalón. Y diz que dixo “Panera”: ¡Ah Nolón! ¿de que manera quies que i faiga la pernera? ¿De chanchullu o de calzón? - La pernera, verás, hom…..
tá non sé como la quiera. De chanchullu tá muy bien y, ¡qué coime! de calzón gústame muncho tamién. “Tá bien, ta bien Manolón ya sé lo que te convien” En efeutu, a la semana pol rapazacu de Anxelu mandó el pantalón de pana. -Pero ¡Ay manín! al ponelu dióse cuenta Manolón de que ´l brutu de “Panera”, fizoi nel su pantalón de chanchullu una pernera y la otra de calzón. (Una carcajada general remata el chiste de Chema)
¿Qué gustovos?
Delfa. Sí.
Teresa. Bastante, y en gracia a lo que contó ya no i mandamos que cante.
Chema. ¡Como iba a cantar yo tando vosotros delante! (Dirigiéndose a los demás) A ver quien ye ´l que nos cuenta otru cuentu por ahí.
Delfa. Tú, María.
Todos. ¡Sí, sí, sí!
María. Non; mi madre.
Ramón. ¿Usté, Florenta?
Florenta. Si quereis oyeme a mí…. Lo que voy a relatar ye un cuentu de amores, tiernu, que a veces al mor del llar en ´es noches del inviernu mió má solía contar.
(Se hace un silencio en toda la concurrencia; sólo se escucha el crujir de las hojas que las rapazas “esfueyan”. So-bre este rumor quedo, va la vieja desgranando con voz temblorosa, la leyenda de la xana enamorada)
Al pié de la fonte
moraba la xana.
Vivía e´na su cueviquina
oculta debaxo del agua.
La fonte reía
la xana filaba
Tenía una rueca de oro,
tenía una rueca encantada
y el filu que d´ella saía
brillaba cual filu de plata.
¡Ay, cuantes madexes tenía
del filu que nunca se acaba!
¡Ay cuánto y qué dello tenía!
¡Ay, cuánto y qué dello filaba!
Y diz que la xana melguera
taba enamorada
de un mozu casín que vivía
allá en ´a florida quintana.
Y aquel mociquín gayasperu
llevaba la vaca galana
a aquel manantial escondidu
e´nonde la xana filaba.
Y un día, a la aurora, el mozacu
roboi la madexa encantada
y dioila a la moza
que lu enamoraba.
La moza texó con el filu
refaxos bordaos de pllata,
un traxe de boda
y dengues de seda encantada.
¡Ay, cómo reía la fonte!
¡Ay, cómo lloraba la xana!
Y en una mañana lluciente
vió como a lo lexos, pasaba
la boda del mozu
que ´l filu i robara.
Y diz que los novios reíen,
y diz que reía la gaita…..
y diz que la xente reía
y solo lloraba la xana.
¡Quedeme solina
na fonte de plata!
¡Robáronme el filu de amores
texidu na rueca del alma.
La fonte reía,
la xana filaba…
y aquí se acabó la leyenda
de la probe xana.
(Hay un silencio en que todos parecen saborear la leyenda. De pronto Chema, que está muy metido por Delfa, recibe una sonora bofetada de ésta)
Delfa. ¡Toma por entromeditu, ansina escarmentarás! (Con fingida inocencia)
Chema. Pero neña, ¿yo que fice pa apurrime esa guantá?
Delfa. ¿Que qué ficiste, berriacu? Lo que la fía é mió má no i consiente a dengún vieyu; pellizcame y algo más.
Chema. Si yo creí que tocaba esi sacu…..
Delfa. Só manguán. Esi sacu tá delante y tú pizcásteme atrás.
Chema. Ye que soy cortu de vista.
(Yendo hacia él y dándoi otra bofetada)
Rosa. ¿Conque de vista, verdá? Cortu, pero de vergüenza, so pedazu de animal.
Chema. Pues tú, lo que ye de mano non yes corta, ¡que caray!
(Se enzarzan los dos con gran algarabía de mozos y mozas que azuzándoles, les arrojan mazorcas de maíz)
(Interponiéndose)
Colás. Vaya, dexabos de riñes, tengamos la fiesta en paz.
Chema. Y que sin dir a la gueta nin demer la castañal me den castañes baldunes aquí por menos de ná.
Rosa. Pos como eses, si te agarro un copín te tengo dar.
Ramón. Ná, Chema, lo que tú dices; que, dientro poco, serás la corra de les castañes que se pierden n´el llugar.
(En son de burla y entre la risa de todos, canta uno de los mozos)
Mozo.
No hay carretera sin barro
nin prau que non tenga hierba.
“No hay muyer que non dé palos
sobre tó si va pá vieya”. (Todos corean)
Todos. ¡Adiós rosina! ¡Adiós clavel!
Te vengo a ver de mañana y tarde;
de nonche non puede ser
que me rinde el amor
que me pega tó padre….
Ramón. ¡Que poco aguantáis, rapaces; a mi non me dais abastu!
Delfa. Porque tú en les esfoyaces tan bien trabayaes, que faces les riestres a todu pastu. Pero mira estos porcaces como tienen el canastu. Si hasta yos caen afuera les panoyes.
Chema. ¡A mí plín! (Coge una panoya y alir a enriestrarla ve que solo tiene las hojas. Enseñándolas a la rapaza que tiene al lado)
de pinín!
Chema. ¡Ansí ye pinín cualquiera! (Levantándose con una o varias ristras de panoyas) ( Miirando a Xuanón que conversa con Chema)
María. ¿Quién ye el mozu que me ayuda a subir esto al desván?
(Levantándose del lado de Teresa donde estaba amartelado)
Cefero. Dir contigo, nadie duda de que todos lo quedrán.
María. ¿Vamos?
Cefero. Vamos.
María. Echa aquí una mano.
Cefero. Sí, rapaza; tó lo que quieras de mí y de toa la mió raza.
(Hacen mutis con las ristras por la izquierda. En el corro de la esfoyaza Colás lleva la voz cantante)
ESCENA SEGUNDA
Colás. Lo que digo: los rapazos de hoy día, non valeis ná.
Andrés. ¿Qué quier, Colás? Son los tiempos los que nos facen cambiar.
Colás. ¡Cuanto mejores los tiempos de la mioya mocedá! Los tiempos del calzón cortu y la montera ladeá de los garrotes de ñudos cortaos nel robledal que los mozos empuñaben al salir de cortexar pa zurrayos a los mozos que lu quisieren torgar. ¡Qué tiempos, manín, aquellos, tiempos que non volverán! Ya non lleva en lo cimero de la montera el galán los cordones del justiellu de la rapaza adorá: ¡Prenda de amor que les moces teníen a gala dar cuando a uno lu queríen con todu el alma y afán! Ya non encienden los mozos la foguera de San Juan con lleña de la montaña y árgoma del matorral… y dimpués que ya se apaga marchen cantando, a plantar el ramu que la mocina al despertar, verá delante de so ventana cuando va el sol a riscar.Ya no hay xanes en´a fonte y la güestia ya non sal en ´es noches de defuntos a rondar por el llugar. Les moces non gasten dengues nin collares de coral…. De aquellos tiempos de antaño tan solo nos queda ya la gaita, que por los valles y montes llorando vá……
ESCENA TERCERA
Dichos y María y Cefero que vuelven por izquierda.
Cefero. Non tengas prisa, muyer, non tengas prisa y espera pa escuchame tansiquiera lo que te quiero decir.Yo non creo merecer tanto despreciu de tí.
María. ¿Qué quiés, Cefero, de mí?
Cefero. Algo que quiero saber. ¿Tú, quiés a Xuanón, María? (Sorprendida)
María. Pero…..
Cefero. Contesta primero.
María. Eso ye una cosa mía y muncho me extraña, Fero, que te pueda interesar si lu quiero o non lu quiero. De todos modos prefiero hablate claro a callar. T´ol mundo lo sabe y tú tamién lo debes saber, qu´él ye ´l únicu querer de la mioya juventú. Y extráñame que lo ignores pues un añu o quizá más fai que andamos en amores…. ¡Qué pocu enteradu estás! Día que nun vién Xuanón a veme, muero de pena. Solo su presencia, enllena de gozu el mi corazón.
Cefero. ¿Y querer tan hondu ye pa siempre, María?
María Sí. Siempre…. siempre lu querré como lu quise hast´aquí (Esto lo dice María marchando hacia Xuanón con la sonrisa en los labios) (Cefero triste viéndola marchar)
Cefero. Ye imposible que yo tuerza les ansies de la só vida. ¡Quierlu con toda la fuerza que ´n só corazón anida! (Va a sentarse en una tayuela, lejos del bullicio de la esfoyaza, esconde la cara entre las manos.De su asiento se ha levantado Teresa, que para disimular va primero a donde está un recipiente de agua y bebe. Luego va cariñosa hacia Cefero llevándole al afligido el consuelo de su amorosa sonrisa)
Teresa. ¡Ceferino! ¡Probetón! ¿Tás atristayadu?¿Llores? ¿Qué clase de sinsabores te amarguen el corazón? (Silencio) ¿Qué te pasa, Ceferino? (Con aspereza)
Cefero. ¡Vete, non me desesperes! (Enternecida)
Teresa. Voyme, sí, pero adivino qué ye lo que tú prefieres; lo que te pasa.
Cefero. A mí nada; que siento melancolía en sin saber el porqué.
Teresa. Si yo ya toy enterada: ye que tú quiés a María.
Cefero. Non ye verdá.
Teresa. Sí lo ye (Muy triste) Y mira lo que te digo; fuiste el mi mozu hasta hoy pero, si tú quiés, estoy dispuesta a romper contigo. (Levantándose decidido)
Cefero. Non Teresa, ya no existe un desvaríu que estaba separándome de tí. Ya non quiero tar más triste.Desde hoy la pena acaba. ¿Quiés que nos casemos?
(Ruborosa y con la voz apagada viendo realizadas sus esperanzas)
Teresa. ¡Sí!
(Se estrechan las manos en silencio)
Cefero. ¿Llores?
Teresa. Lloro de alegría.
Cefero. Pues non debes de llorar; tú sonríe, vida mía, mientres te voy a entonar un cantar; que n´esti día ni en denguno yo podría estar alegre sin cantar.
(Y mirándola a los ojos canta la canción asturiana)
Eres alta y gallarda
como tu madre;
¡Morena y salada!
como tu madre.
Bendita sea la rama
que al tronco sale.
¡Morena salada!
que al tronco sale.
Toda la noche estoy
neña, pensando en tí;
yo me muero de amores
desde que te ví……
¡Morena salada!
desde que te ví.
(Dirigiéndose a Teresa y a Cefero)
Colás. Bueno, bueno, tá muy bien que cantando os divertais pero ansí non enristrais y eso a mí non me convién.
Teresa. Sí, Cefero, a trabayar.
Cefero. Habrá que se conformar si tú me lo mandes, neña.
(Se sientan a enristrar)
Florenta. Anda, María, echai lleña pa que non se apague, al llar.
(María obedece, Xuanón aprovecha la ocasión para, alejados del grupo, hablar con María)
Xuanón. Ya fai una temporada que te veo pesarosa….¿Que i sucede a la mi rosa que la tien atristayada?
María. Tengo miedu de perdete; hay algo en mi corazón que me diz que a tí, Xuanón, yo non debía querete.
Xuanón. ¿Pero que tienes, muyer, contra mí?
María. Suposiciones; que dudo del tu querer y que temo me abandones ahora que voy a ser madre…..
Xuanón. ¿Pero entoavía sigues pensando, María, que te voy a abandonar, cuando empieza a palpitar en la tuya, carne mía?
María. Por eso lo temo yó; porque non supe guardame, porque voy ser madre yo y tú non quies amparame.
Xuanón. Yo non soy como tú crés capaz de esa cobardía.
María. Non sé, Xuanón, si lo yes, pero si tanto me quiés….
Xuanón. Quierote más cada día.
María. Si eso ye sincero, entós, ¿cómo non quies que casemos y que santifique Dios esti amor que nos tenemos? Entonces sí que seremos más que felices los dos.
(Xuanón se muerde los labios y calla, ella sigue apremiante)
¿Por qué non lo hiciste ya? ¿Por qué, Xuanón? ¿A qué esperes?
Xuanón. Vaya, non te desesperes, con el tiempu tó vendrá. Antes de dar esi pasu hay que mirase muy bien, sobre tó, neña, el que tien como yo, un jornal escasu. Espera.
María ¡Esperar! ¿A qué? ¿A ser la madre, Xuanón, de un fíu sin padre…? Ye muy duro pa ´l corazón. ¡Esperar a que la xente al veme madre soltera me mire como si fuera barro amasao en ´a fuente!¡Esperar a que mi frente levantase non pudiera! ¿A que el mundo me escupiera su despreciu diariamente? Non, Xuanón, eso jamás, ¡tú non lo puedes facer!
(Bajando la cabeza y ocultando su cara con las manos) ( Xuanón le retira las manos de la cara y al verla bañada en lágrimas)
Xuanón. Cálmate ya. ¿Pero estás lloriqueando, mujer?
(En este momento Cefero entona la sifuiente canción asturiana que es coreada por todos)
Cefero.
Pincheme con una espina
por coger pa tí una flor
destrozástime el amor.
Todos Al chenguere chengue
al chenguere che
amores tenía
y amores tendré
amores tendré
amores tendré.
Al chenguere chengue
al chenguere chengueré.
(Mientras el coro va entonando suavemente este estribillo, María va recitando sobre la canción):
María Cogí la flor del amor
en el jardín de la vida
y hoy ya me despierto herida
por la espina del dolor.
¿Por qué non dexé la flor
e´onde taba prendida?
(Callan los dos; ella, apesadumbrada; él, indeciso, queriendo decir algo, pero no atreviéndose)
(Al que cantó)
Ramón. ¡Cantes, chachu, que lo enciendes!
Chema. ¿Y que vos parecería si jugamos a les prendes?
Todos. ¡Sí, sí!
Teresa. ¡Lo que yo quería!
Chema. ¿Quien fai de madre?
Ramón Tú, Chema.
Delfa. Non, Chema non; no está bien.
Chema. Esta fuxe de la quema.
Ramón. Entonces, rapaza, ¿quién?
Delfa. Cualquiera de los demás.
Teresa. Andresucu el de Socorro.
Delfa Esi ya non me da más.
Chema. Pues, xuntémonos en corro.
(Se colocan bien y en el centro se sienta Andresucu con una cesta al lado)
Andrés. ¡Pues ya que nadie protesta ye la madre un servidor!
(Imitando la voz de un niño)
Ramón. ¡Mama, yo quiero pamesta!
Andrés. ¡Que te den un ruxidor!¡A ver, dir chando na cesta les prendes de más valor!
(Todos, menos María y Xuanón, que están alejados del bullicio, van arrojando un objeto en la cesta mientras Andresucu pregona)
Andrés. ¡A ver los mozos mineros, les rapaces con fachenda, los vieyos xirigateros, echai todos una plrenda! (Pausa) ¿Tan todes? Pues al avíu. Sacaremos la primera. (Sacando un reloj grande) Un relojacu.
Ramón. Ye míu.
Andrés. Pues vaya chocolatera, mete esti reló más ruíu que si una fábrica fuera (Risas)
Ramón. Aver, a ver, Andresucu, que ye lo que vas mandame. (Después de pensar)
Andrés. Que dés un picu rabucu.
Ramón. ¡Home, hom! Voy esnucame.
Andrés. En eso consiste el trucu.
Ramón. ¡Mecachis la mar de Uviedo!
(Conformándose y colocando la cabeza en el suelo para dar la voltereta, con gran algazara de los mozos)
Chema. ¡Aupa!
Ramón. Si non puede ser ¡si ya lo veis que non puedo! (Esforzándose)
Andrés. Si non pués, fai un poder.
(Nuevo intento de Ramón y por fin se logra sostener un momento verticalmente sobre la cabeza: entonces Anndre-sucu lo empuja y cae hacia el otro lado recibiendo un gran golpazo)
Chema. ¡Ahora!
Andrés. ¿Véslo? Ya está. Si ye muy fácil.
Ramón. (Dolorido) ¡Pa tí!, que yo ¡menuda llombá contra la madera dí!
Andrés. Toma el reló…. sigue el juegu. Saco la prenda siguiente. ¡Aquí está!
Teresa. ¿Que ye?
Andrés. Un pendiente, más de los que dan el pegu. (Enseñándolo) ¿De quien?
Delfa. De una servidora.
Andrés. Arrímate acá. Delfina.
Delfa. A ver que mandes ahora (Arrimándose)
Andrés. Una cosa facilina.
(Se queda un momento pensativo y le dice unas palabras al oído señalando a Chema que está distraído)
Delfa. Home, Andresucu, eso non.
Andrés. Si, neña.
Delfa. Eso non se val; siguiera fuese un chaval,pero a un vieyu cincuentón no i lo digo, que está mal.
Andrés. Anda, rapaza, total por una declaración…!
(Delfa se decide y arrodillándose, roja de vergüenza, delante de Chema que no está atento al juego dice:)
Delfa. Chema, quiérote.
Chema. (Sorprendido) ¿De qué?
Delfa. ¡Que te quiero con to ´l alma, que me arrobaste la calma!
Chema. ¿Pero qué me dices, né?
Delfa. La verdá , que lo que digo dígolo de corazón: o tú te cases conmigo o muérome de un torzón. (Huye ruborosa a ocultarse detrás de sus amigas)
(Todos ríen)
Colás. ¡Probe de la mociquina que i sacaron los colores!
Andrés. ¡Y sigue el juegu, señores! Otra prenda: una boína.
Ramón. ¡Ya respiren les neñines!
Andrés. ¿De quién ye?
Mozo. Mía
Andrés. Pues vas a llevar a recostines hasta la fuente, a Tomás
Mozo. Pero, Andresucu, suponte…. No hay pero que valga aquí, o lu lleves a la fonte o la boína pa mí.
Mozo. Tá bien, habrá que llevalu, pero si veo que pesa soy muy capaz de aventalu según vamos, a la presa.
(El Mozo carga con Tomás sobre sus espaldas y sale con él entre las risas de todos. Las risas duran un rato;los únicos que no participan de ellas son Xuanón y María, apartados del jolgorio y silenciosos. Les habla Florenta)
Florenta. Vosotros. María, ya podeis dexalo que por hoy, bastante cortejasteis ya.
Chema. Déxelos, Florenta, no hacan nada malo: son les diversiones de la mocedá. Déxelos que falen de los sós amores, que a usté, cuando moza, tamién i gustaba tar de parpayuela hores y más hores con el rapazucu que la cortexaba. A más pué que sea la noche postrera que, por munchu tiempu, él la venga a ver, pues si Xuanón marcha, como me dixera n´unos cuantos meses non podrá volver.
(Chema y Florenta se acercan a los mozos que siguen con el juego de prendas) (María al oir a Xuanónse marcha exclama interrogándole con la mirada)
María. ¡Xuanón!
Xuanón. Sí, María, tengo que dexate; voy con el hermanu que tengo en León. Non lo dije anantes por non disgustate; pero si me marcho ye por amparate a tí, y a esi fíu del mió corazón.
(Implorante y a punto de estallar en lágrimas)
María. Pero, tú, rapazu, non puedes marchate dejándome sola; ¡non puedes Xuanón!
Xuanón. Pero tú, María non me comprendiste; aunque ahora marche, pronto he de volver a llenar de besos esa cara triste y sabrás entonces lo que ye el querer.
María. Xuanón, por tu madre, no sigas mintiendo. ¡Nunca me quisiste!¡Vete enhoramala! Pa tí solo fuí , ahora lo comprendo, rosa que se tira después de tronchala; arroyín de amores en el que apagaste la sed de quereres escondida en tí. ¿Por qué yes tan malu?¿Por qué me engañaste? ¡Con el amor tuyu todo lo perdí!
(Hace unos momentos que ha terminado la esfoyaza. Los mozos se cogen de la mano para danzar. A María, transida de dolor, también la cogen de la mano y tiene que danzar con los demás)
Teresa. ¡A danzar, María!
María. Yo no danzo.
Teresa. Sí. ¡Vivan los amores!¡Viva la alegría! ¡que voy a casame para el mes de Abril!
(Danzan todos)
Cefero
La molinera trai corbata
y el molineru corbatín.
Todos. La molinera trai corbata
y el molineru corbatín.
Cefero. ¿De dónde sale tantu lujo?
Todos. ¡La molinera trillará!
Cefero. Si no sale del molín….
Todos. ¡Qué bien trilladito está!
Moza. Un mozu va pa ´l molino lleva la chocolatera.
Todos. Un mozu va pa ´l molino lleva la chocolatera.
Moza. Pa facei el chocolate
Todos. ¡La molinera trillará!
Moza. A la probe molinera….
Todos. ¡Qué bien trilladito está!
(Colás da unas palmadas diciendo)
Colás. ¡Hala, que ya ye la hora! ¡Dexavos ya de danzar! que si empieza trasnochar la xente madrugadora mal se podrá levantar mañana, al llucir la aurora; y xente trabayadora ye amiga de madrugar.
(Se deshace el corro)
Chema. Vamos, que dizlo Colás y en la casa manda el amu.
Colás. Hoy basta, mañana más que será el día del ramu. Pero a ver si vais faltar.
Ramón. Descuide, que non faltamos.
Chema. ¿Qué, rapacines, marchamos? (Todos van saliendo)
Adiós pues.
Colás. Y descansar.
Cefero. ¿Que vos parez si cantamos? (Ya en la puerta)
Chema. A ver si así despertamos a la xente del llugar.
(Se elejan cantando el viejo romance de la danza prima)
(Se elejan cantando el viejo romance de la danza prima)
Todos:
¡Ay! un galán de esta villa
¡ay! un galán de esta casa
¡ay! él que por aquí venía
¡ay! él que por aquí llegaba.
¡Ay! diga lo que él quería
¡ay! diga lo que él buscaba
¡ay! busco la blanca niña
¡ay! busco la niña blanca.
(Se apaga la canción. En la vieja cocina hay un silencio saturado de emociones. Colás y Florenta después de recoger unos sacos llenos de hojas de maíz, entran por la puerta de la izquierda. Quedan solos María y Xuanón; la primera , abstraída; Xuanón, indeciso, duda un momento y luego decidiéndose va hacia la puerta del foro)
Xuanón. Que tengais muy buenas noches.
(Como despertando de la dura realidad y yendo hacia él)
María. ¿Ye cierto, entós que te vas?
Xuanón. Sí, non puedo aguantar más que todo me lo reproches (Resistiéndose a creerlo)
María. Pero eso non puede ser, ¿Vas dexame abandonada? Tú nonlo puedes facer; ¡sería una canallada!
Xuanón. ¡Pues que sea lo que sea! pero, mañana, me voy; por tí, solamente, estoy desde haz tiempu n´esta aldea. Mas ya non puedo seguir quiero marchandome, huir d´esta vida abrumadora; canseme ya de vivir bajo la tierra traidora. Odio a la mina, María, y por non volver allá todo lo abandonaría.
María. ¡Todo, a tí que más te da! Non yes tú quien va a sufrir. Seré la que sufra yo, viendo el mió fíu gemir por el padre que perdió. (Acusándole) ¿Y lo que a mí me juraste? ¿Y el amor que me teníes? ¡Todo, todo lo olvidaste, y eso ye porque mentíes cuando amorosu llegaste diciendo que me queríes! Conseguiste emborrachame con tós palabres de amor; y ahora vas abandoname tronchando mió vida en flor. ¡Todes les mis ilusiones les estás pisoteando! ¡Pasaste por mi sembrando grana de tribulaciones! Pero esto ye lo de menos: la vida que me envenenes, los años de gozu enllenos que pa mi serán penes. A mí lo que me entristez non ye la mió lozanía tronchá; lo que me estremez ye ´l fíu que me parez sentir en ´ a entraña mía llamándote a tí, Xuanón, diciendo que non te marches si yes de buen corazón.
(Estos últimos versos los dice con acento suplicante y arrojándose a los pies de Xuanón, este, viéndola a sus pies, parece luchar contra sí mismo. Se escucha lejana, como un sollozo de añejos tiempos, la voz de los mozos que cantan, camino de sus hogares)
Coro. ¡Ay! su bien amor venía
¡ay! su buen amor llegaba
¡Ay! lo que allí le decía
¡ay! lo que allí le falaba
¡Ay! bien qu´ ora la castiga
¡ay! bien que la castigaba
¡Ay1 con varas las de oliva,
¡ay! con varas las de malva!
(Se apaga la canción y María sigue implorante, acongojada)
María. Por él ye por quien te pido non lu abandones, Xuanón. ¡destrózame el corazón!¡di que nunca me has querido! ¡Lléname de maldiciones! ¡Fai de mí lo que te plazca! ¡pero non me lu abandones ya desde antes de que nazca!
(Inciando la salida no queriendo escuchar para que no le conmueva la súplica)
Xuanón. Ya toy hartu de sermones.
María. Quédate y nunca diré, aunque tú me insultes, nada; quédate y siempre estaré ante tí muda y callada ¡aunque por adientro esté con el alma desgarrada!
Xuanón. Tengo ansies de respirar a plenu pulmón, María; quiero dir lejos, marchar d´esta mina tan sombría
(Sarcástica, decidida)
María. ¿Pa que te quies disculpar? Lo que yes sélo muy bien: yes un hombre que non tién arrestos pa luchar por un rapacín que vién a esti mundu a sollozar. Pero aquí en su madre hay quien luchando lu ha de criar…. ¡Si tengo que trabayar pues trabayaré también! Todo con tal que al mió fíu consiga facelu un hombre; (Con orgullo maternal)
¡Y entós sólo será míu! ¡De tí no sabrá ni el nombre!¡Ni el nombre sabrá de tí!
Xuanón. ¿Y eso que me importa a mí? Yo desde ahora a gozar (Con la alegría del que rompe unas cadenas que le atan) Lo que no gocé hasta aquí.
María. ¡Y yo, Xuanón a llorar!
Xuanón. ¡Adiós! (Va a salir)
María. (Deteniéndole) ¡Xuanón! ¡No te irás! Que si tienes corazón sé yo que te quedarás como ye tu obligación.
Xuanón. ¡Adiós! Yo a vivir……
María. Advierte que lo que dejes aquí ye la tu vida.
Xuanón. Pa mí no hay más vida que la suerte
(Vencida desalentada, con infinita melancolía)
(Vencida desalentada, con infinita melancolía)
María. Entonces……
Xuanón. Si me esperases júrote que volveré (Va a salir) (María cortándole el paso y sujetándole)
María. ¡Tú de aquí non pases! ¡Tú non te irás! (Xuanón desasiéndose violentamente)
Xuanón. ¡Sí, me iré!
(Sale, María desgarrada llama)
María. Non marches……. ¡Xuanón! ¡Xuanón…! (La voz se le quiebra en un sollozo) ¡Non vuelve! ¡madre querida! ¡destrozóme la mió vida! ¡destrozóme el corazón!
(Suenan en el silencio de la noche, acrecentando la emoción del momento, las últimas estrofas que los mozos cantan, apagadas por la lejanía)
Coro. ¡Ay! que su amante la espera
¡ay! que su amante la aguarda
al pié de la fuente fría,
al pié de la fuente clara.
María ¡Non me espera, que marchó dejándome abandonada!
ESCENA QUINTA
María, Florenta y Colás.
Florenta (Saliendo por la izquierda)
¡María! (Al verla arrodillada y llorosa) ¡Si tá llorando!
María. (Arrojándose en brazos de su madre) ¡Ay, madre!
Florenta. (Acogiéndola) ¡Fía del alma! ¿Por qué llores? ¿Por qué ximes? ¿Por qué tás desconsolada?
María. ¡Xuanón que marchó pá siempre! ¡Que me dejó abandonada! Por eso lloraba, madre, por eso en la mi garganta siento una mano de fierro que me troncha la palabra. ¡Por eso lloro de pena! ¡Por eso lloro de rabia! ¡Xuánón que marchó pa siempre! ¡Persígueme la destracia!
Florenta. (Estrechándola contra su pecho) Llora, llora y desahoga la pena que te ataraza. ¡Probe fiyina querida! ¡Probe fiyina cuitada!
Colás. ¿Dices que marchó pa siempre?
María. Pa siempre, padre, se marcha; non fizo casu ninguno de lo que yo i suplicara.
Colás. ¿Y por eso estás llorando? ¡Dexa a Xuanón que se vaya! por esos mundos de Dios, lejos de la só comarca. Que se marche a donde quiera y tú olvídalu y llevanta la cara; quiero que rías con la tú risa de plata que ya fai tiempu non se oye resonar en esta casa.
María. Si non puedo, aunque quisiera.
Colás. Sí, fiyina, ríe y canta. Y olvídate del mozacu que non te quier y se marcha. Tu la alaxina preciosa, el xazmín de la quintana, la que los páxaros vienen a la aurora a requebrarla, ¿Vas a llorar porque un mozu te desprecie? non, rapaza. Márchate un pozu, pues otru que per toda la comarca sé que hay munchos que te quieren con el buen querer del alma, non con el querer de esi que non merez ni una lágrima.
Florenta. ¿Cómo non van querete a tí, rosina del alba?
María. Naide volverá a mirame, siempre seré despreciada por todos!
Colás. Nunca, María, porque to padre te ampara; a la rosiquina mía, a la palombina blanca ¿como non van a querela? ¿como non van a adorala?
María. ¡Por que la rosa perdió el aroma que guardaba y la palomba la probe el barro manchoi las alas! (Con infinito dolor para confesar su desgracia)
¡Non me llame rosiquina, ¡tampoco palomba blanca, llámeme mala fía y escúpamelo a la cara!
Colás. (Receloso ya, sorpendido)
¿Por qué María?
María. ¡Non puedo! ¡Non puedo decilo…!
Colás. (Cogiéndola por un brazo y zarandeándola) ¡Habla!
María. (Confesando roja de vergüenza, trémula de dolor) ¡Todo lo olvidé un mal día! (Bajando la cabeza; con la voz apagada por la congoja indecible) ¡Voy a ser madre!
Colás. ¡Desdichada!
(Florenta se derrumba en una silla y solloza)
María. ¿Quién va a mirar pa María sin honra y abandonada?
Colás. (Resistiéndose a creerlo, rebosándole la hiel del desengaño) ¿Tú madre? ¡No, no! repítelo, repíteme esa palabra ¡esa palabra bendita que ahora me suena a infamia!
María (En súplica desfalleciente y arrojándose a sus pies)
¡Voy a ser madre! Perdóneme diba ciega, alucinada, por el amor de aquel mozu.
Colás. ¡Malhaya tú y la tú casta! ¡Quisiera tener valor pa arrojate d´esta casa!
(Pero el ademán maldiciente se lo trunca el dolor, la ternura paternal le brota a su pesar al ver a su hija tendida a sus pies y sollozante. Colás, en la transición, húmedos los ojos y tierna la voz, acaricia los cabellos de María)
¡Pero tú, probe fiyina, non tienes culpa de nada! ¡Rosa que está en el rosal y que la corta el que pasa!
(Cerrando sus puños con ademán de amenaza y la voz tremante de emoción)
(Cerrando sus puños con ademán de amenaza y la voz tremante de emoción)
¡Ay, Xuanón el de Severo ladrón que entraba en mio casa a robame la alegría y a traeme una desgracia! ¡Marchitasti la rosina que n´el mió xardín cuidaba! ¡Echisti berro en ´ es ales de la palombina blanca, y marchasti por el mundo como si nada dexaras! ¡Pero yo te obligaré a cumplir la to palabra! ¡ladrón que en mió casa entrabes a robame lo que amaba! ¡La mió fiyina melguera! ¡La mió palombina blanca!
(Con decisión violenta, sin freno, entra por la izquierda)
María. (Abrazándose a su madre) Madre: ¿Usté non me desprecia?
Florenta. ¡Que voy despreciate, Mialma! Si tú non yes la culpable, ¡probe fiyina cuitada!
(Sale Colás por donde entró, enarbolando una vieja escopeta de cazador. La viene cargando, tembloroso, colérico)
Colás. ¡Ay Xuanón!
María. (Con espanto) ¡Padre! (Tratando de detenerle)
Florenta. (Id) ¡Colás!
Colás. Apártate, fía, aparta; voy a traete la honra que esi mozu te robara. ¡A que se case contigo, o a matalu por canalla!
Florenta. ¡Colás, mira lo que faces!
María. ¡Non vaya, por Dios, non vaya!
Colás. (decidido) Si voy; sí; voy a obligalu a que cumpla la palabra y si non quier…. si se niega…. (Apretando la escopeta) ¡Que la Santina lu valga!¡matarelu como un llobu que nel palombar entrara!
María. Non, padre ¡por Dios benditu! déjelu a ´él que se vaya; pa castigar la su culpa co ´l remordimientu basta.
Colás. Pero llleva la tu honra y dexate abandonada. (Apartándolas violentamente)
¡Apartaibos!
María. ¡No, por Dios! ¿que va a facer?
Colás. Yo, nada. Reclamai lo que ye mío: La honra que te llevara. ¡A que cumpla como un hombre o a matalu por canalla!
(Sale por el foro, Florenta, viéndole salir, se junta las manos con desesperación. María cae de rodillas y eleva un brazo al cielo en plegaria inefable y desesperada)
TELÓN
ACTO SEGUNDO
Exterior de la casa del primer acto. Sólo se ve de ella a la derecha una ventana y una puerta bajo el viejo corredor de madera. Sobre la puerta una jaula con un pajarillo y en el corredor macetas de flores. Esta casa está situada en el fondo y dando frente al público. En el mismo lateral y en primer término la casa de Cefero, formando ángulo recto con la casa de María, pero sin quedar contigua.
A la izquierda hórreo con varias ristras de panoyas colgadas. Bajo éste, un carro del país. Fondo izquierda, paisaje asturiano.
ESCENA PRIMERA
Sentados a la puerta de la casa, Florenta y Teresina que están consiendo.
ESCENA PRIMERA
Florenta. Sí fillina, has de sabar que en les coses del querer los hombres muncho fingir pero non saben cumplir lo que saben prometer. Primero , muncho calor, muncho hablar de casamientu, pero, lluego, aquel amor ye fumu que lleva el vientu. Y a la hora de probar les palabres que te dieron allí ye ´l embaruyar que lo que te prometieron non se puede realizar. Ansina i pasó a María con Xuanón el de Severo: munchu cariñu primero y muncha palabrería de que siempre la quedría y dimpues que por entero entregosei la mió fía, cuando ella i suplicó que se casase con ella como un día prometió, marchó per esa caleya diciendo que volvería a casase…….
Teresina. ¿Y non volvió?
Florenta. Quince años d´esto fará fía del alma, y ye hoy el día que Xuanón no apareció.
Teresina. ¡Afállase por allá!
Florenta. (Emocionada recordando) ¡Qué noche más triste aquella! Aún se oíen cantar baxando per la caleya los rapazos del llugar que acababen de marchar de mi casa de la esfueya; Xuanón ya había marchao y, atristayada, María, habíanos confesao la desdicha que sufría. Al saber el mió Colás la conducta de Xuanón que se diba pa León marchó furioso, detrás blandiendo un escopetón. Con tanta rabia marchaba que non pudimos tornalu. ¡Diba dispuestu a matalu
si pe ´l camín lu atopaba! A la mañana siguiente nos lu vien a traer con una herida en ´a frente que se ficiera al caer, baxando per la pendiente.
(Se enjuga unas lágrimas que le brotan de los ojos humedecidos por el recuerdo)
De resultes de la herida y del desgustu, además, fué, poco a poco, a Colás apagándosei la vida. ¡Qué bien lo diz el refrán! “Cuanto más flaco y´el cán más pulgues lu comerán”. (Pausa) ¡Qué de angusties y dolores sufrimos; el mesmu día en que por los sinsabores el mió hombre Colás moría, daba a lluz mió probe fía el frutu de sos amores. ¡Quedemos soles les dos sin dengún apoyu de hombres, a la ventura de Dios! Y ella, pa poder criar aquel retoñu melgueru que la facía penar, entró un día a trabayar arriba n´ el cargaderu, a cargar y descargar el carbón; y el sol ardiente del verano, y el sudor marchitaron en só frente les azucenes en flor. Desde entoncies to la xente solo la sabe llamar María la Carbonera y ella, atenta a su bregar, nin los escucha siquiera. Si tú la vieres llegar al escurecer del día fatigada que estaría por el rudu trabayar, coger al su Colasín y poniéndolu n´el pechu dai de mamar al probín hasta velu satisfechu…. ¡Aquello yera querer!¡Non hay cariñu mayor que ´l que tien una muyer por el fíu de su amor! Quería la probe madre suplir con el su querer aquel cariñu del padre que non podía tener. Y ella sola, noche y día, a fuerza de ser constante logró sacalu adelante rebosando lozanía. Hoy la madre tá orgullosa d´esi fíu que crió como el rosal de la rosa que con su savia nutrió. (Siguen cosiendo, Pausa, y suspirando dice:)
Bueno, basta de charlar; tú cuese hasta que termines que yo voy a preparar el maíz pa les gallines. (Mutis casa de María)
ESCENA SEGUNDA
Teresina cosiendo y Colasín que entra por el foro izquierdo. Llega receloso. Más tarde, Florenta
Colasín. ¿Tás sola neña……?
Teresina. Solina
Colasín. ¿Y güela?
Teresina. Acaba de entrar a preparar la comida pa les pites del corral.
Colasín. ¿Saldrá pronto?
Teresina. Dentro un poco.
Colasín. (Decidiéndose a entrar) Bueno sería esclucar por la puerta. (Lo hace)
Teresina. Pero, neñu, ¿qué te sucede que tás temblando de arriba abajo como vara de ablanal? Barrunto que algo faríes. ¿Qué te pasa?
Colasín. Agora ná; pasarame dentro un cachu; en cuantes vea mió má esti par de desgarrones que me ficieron atrás.
(Da la vuelta y en efecto, le enseña dos rotos que tiene; uno en la blusa y otro en el pantalón)
Teresina. (Santiguándose) ¡Del reniegu del pecao…..? ¿Tú que ficisti rapaz?
Colasín. Pos yo, nada; a mí ficieronmelo, neñina, que non ye igual.
Teresina. Y agora ¿que cuentes t´eches?
Colasín. ¿Que cuentes? Les de sumar: un siete debajo de otru pues son catorce en total.
Teresina. Sí, catorce cibiellaes que te van a solmenar.
Colasín. ¡Ay, neña! si ti quisieres remendalo….
Teresina. ¿Yo, rapaz?
Colasín. Quedábate agradecíu pa toa la eternidá.
Teresina Está muy bien, coserételu; pero, ¿non lo charrarás?
Colasín. Por la cuenta que me tién descuida, que he de callar; ¡ay molinera del alma, la vida me vas a dar!
Teresina (Enhebrando la aguja)
Anda, pónte curiosu que ya voy a empecipiar. (Ensayando posturas para poder cosérselo) Ansí quítesme la lluz y non veo la puntá.
Colasín. ¿Y ansí?
Teresina. Tampoco.
Colasín. ¿Y ansina? (Extendiéndose sobre el regazo de ella a manera de puente)
Teresina. Ansina non está mal. (Poniéndose a coser) Y sin movese, rapazu, por que te puedo pinchar. Pero, bueno, esti desastre ¿quién te lu fizo?
Colasín. El “Sultán”
Teresina. ¿El perru de Blas de Pina?
Colasín. Sí, Teresa, esi animal.
Teresina. ¿Qué animal? ¿el perru ó el amu?
Colasín. El amu, no, neña, el can.
Teresina. ¿Cómo fué?
Colasín. Abriendo la boca y volviéndola a cierrar fincándome los carrilles….
Teresina. Eso suponse, Colás.
Colasín. Pos mira, né; fué, la cosa que yo anantes…. pos verás, pero por lo que más quieras no ´i lo digas a mió má.
Teresina. Descuida.
Colasín. Pos, bien, anantes diba yo per acullá y por atayar un cachu metime en ´ a pumará que Blas tien en lo cimero del monte del Rebollal; metime, pues, allá dientro, y ¿qué quiés? al veme allá y mirar pa les manzanes que puestes nel manzanal, lo mesmo les de raneta que les de piru mengán taben diciendo ¡cómeme! yo por no haceme rogar esguilé pel troncu arriba, y entoncies, né, pos, verás; pasaba per la caleya Reneiro, que ye un charrán, y al veme n´el picalín encomencipió a glayar: ¡A manzanes!¡A manzanes! ¡Qué tán en ´ a pumará! Y claro con tantes voces salió el “Sultán” …. y verás…….
Teresina (Interrumpiendo la narración que Colás ameniza con muchos movimientos) Y verás como te pincho. ¡Non dexes de espatuxar!
Colasín. Salió Blas detrás del perru remangando la cayá y al veme emgarabitau, diz al perru: ¡Isa, “Sultán”… Yo que lo oigo, non te digo…. tirome del manzanal y empobino para abaxo curri que te correrás; y el perru detrás de min en sin dexame alendar. Yo saltan pe los sucos non vía sebes ni ná: lo mismo saltaba un charcu que saltaba un maturrial; ¡El casu yera librame de los dientes del “Sultán”! Llego a la allambre de pinchos que cierra la pumará y escurriéndome per baxo por si consigo escapar, engánchenseme per la culera, yo al sentilu, tiro, y ¡trás! el pantalón con un siete y la blusa otru que tal; ¡y mió má que va rompeme la colunia vertebral!
Teresina ¿Como no i pegaste al perru? Con soltai una patá quitabeslu de delantre……
Colasín. ¿Como lu diba a quitar de delantre, Teresina, si lu tenía detrás?
Teresina. Bueno, non te mordió a tí, asina menos mal.
Colasín. Porque como toy tan flacu no hay per onde me garrar, que intenciones no i faltaben de sacame una tayá.
Teresina. En medio de tó estúvote bien empleao, rapaz, ¿quién mil diaños te mandaba subite al manzanal?
Colasín. Si callesen elles soles ¡buena gana de esguilar! pero cuando elles no caen tién un que subir allá. Y mil gracies que al baxame non me disloqué el renaz.
Florenta. (Desde dentro) ¡Teresa!
Teresina. Ahora si que te lu van dislocar.
Florenta. ¿Non vien Colás tovía?
Teresina. (Levantándose apresuradamente y haciendo caer a Colasín) ¡Que vien tó güela, rapaz!
Florenta. (Saliendo) ¡Home……! ¿Ya llegó el perdíu? ¿Quien te tiró en suelu….?
Colasín. (Al caer se ha clavado la aguja que le cuelga del pantalón y se levanta frotando la parte dolorida) ¡¡Ay!!¡ ¡Clavé…. clavé…!
Florenta. (Sorprendida) ¿Qué clavaste?
Colasín. (Dirigiéndose a Teresina para disimular) ¡Clavelín de la alborá!
Florenta. Oyes, Colasín, ¿y cuándo vas dir al prau a llindar?
Colasín. Ahora mesmo.
Florenta. Pero pronto (Hace mutis casa)
Colasín. (Se acerca a Teresina rápidamente) Non te muevas, un istante. Ansina, ¡quietu!…. ya estás. Quedó nuevino flamante.
Colasín. Hasta que vuelva a riesgar. Y ahora pa festejalo, si quies, vamos a danzar.
(Se cogen de la mano y danzan al estilo de la danza prima)
(Se cogen de la mano y danzan al estilo de la danza prima)
Colasín.
¡La molinera cose, cose!
Teresina. ¡La molinera coserá!
Colasín. ¡Aquel siete que tenía!
Teresina. ¡Qué bien cosidito está!
Colasín. ¡Si lo llega a ver mi güela!
Teresina. ¡Discolocábate el renaz!
Los dos. ¡La molinera cose, cose
los calzones de Colás.
ESCENA TERCERA
Teresina, Colasín y Don Miguel.
(Don Miguel es un viejo maestro de eldea; posadero en casa de María; acento de apostol y figura quijotesca)
(Don Miguel es un viejo maestro de eldea; posadero en casa de María; acento de apostol y figura quijotesca)
(Miguel. ¿Divirtiéndose verdad?
Colasín. Si quier bailar a la danza….
Miguel. No muchachos, a mi edad falta al cuerpo la pujanza que le da fogosidad. Y a mis años no se anhela más que tener un rincón donde rumiar con fruición esa dulzura que vuela sobre toda evocación.
Teresina. (A Colasín) ¡Vaya si tien parpayuela!
Colasín. (A Teresina) ¿Y tú entiéndeslo?
Teresina. Yo non; pero habla bien.
Miguel. (A Colasín) ¿Y tú abuela?
Colasín. Metía en el fogón.
Miguel. Está bien; conque, hasta luego. Podeis seguir vuestro juego; yo entraré hasta la cocina a sentarme al par del fuego mientras el día declina.
(Inicia el mutis hacia la puerta de María. Cuando está en ella se detiene como recordando y vuelve) Y a propósito, Colás; hace dos días o más que non vas a la escuela…
Colasín. Non.
Miguel. ¿Y por qué razón no vas siendo esa tu obligación? (Pausa en la que se manifiesta el embarazo de Colás que no atina a contestar)
Yo no sé dónde te escondes que no te he visto la cara hace días. (Pausa) ¿No respondes?
(Cariñoso) Ven acá; deja que lea en esa mirada clara y el alma en su fondo vea.
(Le ha puesto las manos sobre los hombros mirándole a los ojos profundamente) Y es que me cuesta creer que tú te portes así: tan poco dispuesto a hacer por la que te ha dado el ser, lo que ella ha hecho por tí.
Colasín. (Disculpándose) Yo, Don Miguel… verá usté….
Miguel. Calla; no te escucharé. Porque leo en tú mirada como en un libro, rapaz, y sé que no eres capaz de dejarla abandonada sin el calor de tu ayuda, a mitad de la jornada, cuando la ves agobiada por la labor terca y ruda. Hora es que tú brazo acuda al tajo. Y en lucha honrada trabaja con alma…. y ¡suda! que no es hombre aquel que duda llevar la carga pesada que una madre fatigada lleva, sin quejarse…. ¡muda! Y ya no te digo más porque con lo dicho basta; tú ya eres hombre, Colás, y con lo dicho sabrás no renegar de tú casta. Esta casta del minero que entra cantando en la mina con un girón de neblina prendido allá en lo cimero de la terciada boína. Esta casta labora sin ver la luz de los días en las negras galerías que no conocen la aurora. Ese plantel vigoroso de topos y de titanes que sin tregua ni reposo en una lucha de afanes rompe el seno misterioso de la tierra; y allí araña los veneros del carbón y aún cuando el sudor le baña, pica y pica con tesón…..
ESCENA CUARTA
Dichos y Florenta que sale con un paquete.
Florenta. (Saliendo) ¡Hala! Colasín, a echar el maíz a les gallines que ya tarán les probines fartuquines de ayunar. (Fijándose en Don Miguel) ¡Home! ¿usté por aquí?
Miguel Antes que el sol se haya ido vuelve el pájaro a su nido y eso me sucede a mí.
Florenta. ¿Cerró ya la escuela?….
Miguel. Sí; y por la senda he venido tranquilamente, sin prisas; me agrada ver el paisaje y oir el son que las brisas murmuran en el follaje.
Florenta. A mí agrádame también la primavera que vién abriendo n´esos rosales los brotes de les rosines, mientres en ´es cerezales ya van faciendo sos ñales les alegres paxarines…. (Transición) Oyes Colás……
Colasín. ¿Qué me diz?
Florenta. (Dándole el paquete) Anda, y a ver si camines.
Colasín. (Tomándolo) ¿Qué me dá güela….?
Florenta. El maíz pa que coman les gallines. Y nada más que termines lleves la vaca a pacer.
Colasín. ¿Vienes Teresa?
Teresina. ¡Por mi……!
Colasín. Entonces vamos, muyer (Saliendo y llamando a las gallinas) ¡Pi, pi, pi, pi, pi………
ESCENA QUINTA
Florenta y Don Miguel
Florenta. (Mirándolos salir orgullosa) ¡Está espigau el rapaz…..!
Miguel. Bien se le nota en la faz la caricia de los vientos; y aunque rudo y montaraz,l tiene buenos movimientos; pero los tiene en argaz.
Florenta. Ye algo traviesu……
Miguel. Lo justo en un chico de sus años; ya vendrán los desengaños a hacerlo seco y adusto.
Florenta. Ye un desatu; tó lo rompe; nunca tá quietu…..
Miguel. Mujer, déjale al chico correr que agua inmóvil se corrompe. Y el aire quieto, no mueve las aspas de los molinos…..
Florenta Bueno, que el diañu me lleve si a vusté los rapacinos non lu facen antroxar.
Miguel Pues mira, precisamente, acabo de amonestar a Colás severamente. Su madre no lo consiente pero la debe ayudar. Y ya que hablo de María ¿aun no ha llegado?
Florenta. No. Agora que ya saldrá porque el pitu ya sonó.
Miguel. ¡Qué mujer! ¡tiene coraje! No desmaya en la labor….
Florenta. Pa poder criar el guaje ¿va recatiar el sudor? Non tien padre, Don Miguel y ha ser siempre la madre la que trabaye pa él como lo faría el padre si i hubiese sido fiel.
Miguel. Pues ahora ya ha logrado todo lo que más quería: aquel hijo abandonado ya es un hombre hecho y derecho.
Florenta. Y eso….. gracies a María y a usté que nos ha ayudado.
Miguel. Yo, mujer, bien poco he hecho todo lo más he pagado el compartir este techo. Lo que no puedo pagar es que en vez de una posada encontré calor de hogar en esta familia honrada.
ESCENA SEXTA
Dichos y María Ya no es la Maria del primer acto fresca y lozana como el tomillo del monte. Es otra mujer encorvada por el trabajo y los disgustos, de faz curtida pero en la que aún queda algo de la antigua belleza. Entra por el foro de la izquierda.
Florenta. (Al ver a María) ¡María!
María. (Adelantándose a ella) Ya estoy aquí.
Miguel. Felices tardes, María.
María. Sí. Presentóse mal el díal Muncho vagón vacío, muncho carbón apilado y para velo cargao tiense que espabilar con brío. (Pausa, María se sienta) ¿Y Colás?
Florenta. Mandélu hacer unes cuantes cosiquines: char maíz a les gallines, llevar la vaca a pacer…..
Miguel. ¿Qué tal de ánimos, mujer?
María. Como siempre, en ´a tarea hay veces que se flaquea pero non tarda en volver la resignación al ser. Son flaqueces de un momentu.
Florenta. Sospiros que lleva el vientu o xarabatos de Abril.
María. Mas pronto vuelve el contentu.
Miguel. Y el cielo gris es de añil. Bien, mujer, el optimismo debe alegrar tus congojas que tambien en el abismo abren las flores sus hojas.
María. Para mí, ya poca alegría pué guardame el porvenir.
Miguel. No debes nunca decir eso que dices, María. No es todo llanto en tu vida y aún en tu misma herida te guarda miel celestial como la guarda un clavel en su cáliz virginal: ¡La miel, la bendita miel de tu orgullo maternal! Y si no basta con eso a tus ansias de mujer, hay quien por tú no querer vive en sus afanes preso. Y tú sabes quién es.
María. Sí, Ceferino; Cefero, el padre de Teresina.
Miguel. Que él te quiere, bien lo ves, y su cariño es sincero aunque no se determina.
ESCENA SÉPTIMA
Dichos y Cefero que viene en traje de mina y se dirige a su casa.
Florenta. Si primero te acuerdes del Rey de Roma primero asoma.
Cefero. ¿Qué se fai, buena xente?
Miguel. ¿No lo adivinas? Hablando de esperanzas y de temores; de unas manos cansadas y mortecinas y de una frente ajada por los sudores. De las ansias amargas de una mujer: arbusto deshojado por el invierno que desconfía y teme reverdecer en una primavera de otro querer que se presenta a ella sincero y tierno.
María. Don Miguel, ya ye tarde; pasó la hora. Les alondres non canten más que a la aurora y el pradu non da flores en invierno.
(Va marchase, Cefero la detiene)
Cefero. Non te vayas, María, tan pronto. Espera. Quiero hablate un instante.
María. ¿De qué, Cefero?
Cefero. de lo que munches veces ya te dijera: d´esti cariñu tiernu con que te quiero.
Miguel. (A Florenta)
¿No creé usté acertado que nos vayamos?
Florenta. Sí, porque me parece que aquí estorbamos. (Mutis de Florenta y Don Miguela la casa)
ESCENA OCTAVA
María y Cefero. Luego Teresina y Dina, esta última trae un caldero a la cabeza.
María. Cefero, ¿por qué vuelves a tu porfía?
Cefero Porque quiero que vuelvas, María, a ser aquella mociquina que yo quería cuando a los quince años yeres tovía rosina que empezaba a florecer. Porque quiero que olvides lo que sufriste y lo que tantos años te hizo penar, que güelva a tar alegre tu cara triste formando los dos juntos un solu hogar.
María Pides un imposible…. ¿Crees, Cefero? que los años de penes pasen en vano?
Cefero. ¿Y que importa que pasen si yo te quiero y solo el tu cariñu ye lo que afano? Tú non sabes lo muncho que te quería cuando Xuanón empezaba a cortejate; vi que tú lu queríes y entós, María, caseme con Teresa pa olvidate.
Teresina. (Entrando con Dina) Adiós, llegó mi padre.
Dina. (pasa sin detenerse) Adiós guapina.
Cefero. ¿Donde fuiste?
Teresina. A la fuente; cogí unes roses en ´a güerta de Firma; clavé una espina duelme pero no importa…. ¡Son precioses!
Cefero. Prepárame la ropa.
Teresina. (Entrando en casa) ¡Deseguidina! (Pausa en que los dos miran por donde ha marchado la niña)
Cefero. Si, María, caséme pa olvidate; fuí feliz con Teresa tuve esa fía, pero enviudé muy pronto… Quedó la casa sin la luz de la muerta, triste y sombría; fué creciendo la fía y el tiempu pasa y aún sigue la casa sin alegría. ¡Des que murió Teresa quedó vacía!¿Por qué tú non la enllenes con tu ternura? Volvería la casa a estar sonriente; vendríen les calandries de la espesura a esnalar por enriba de nuestra frente…..
María. Eso son ilusiones… y fantasía.
Cefero. Fantasía y verdades. ¿No ves María, que Colás necesita tener un padre y yo busco una madre pa la mió fía? ¿ Y non te agradaría ser tú la madre?
María. Tienes razón, Cefero, me agradaría. Ye guapina y humilde, ye cariñosa; tien un reir sonoru que al alma llega y una carina dulce color de rosa, que paez amasada con mantega. Y la guapura n´ella ye lo de menos; lo que de la tu fía más me enamora ye que se asoma su alma, como una aurora, al balcón de los claros güeyos serenos.
Cefero. Pues, entonces, María, ¿por qué esa duda y esi negame siempre lo que te imploro?
María. Perdóname, Cefero, yo lo deploro, pero lo que se fizo nadie lo muda, y Colás ye el mió fíu ¡y soy soltera! y por eso non puedo casar contigo por más que lo anhelara y lo quisiera: Non puede dar una espiga dos veces trigo.
(Pausa en que se hace ostensible el desaliento de él. Ella prosigue vacilante)
Y sin embargo dudo, porque presiento que seríes un buen padre pa Colasín; munchu mejor acasu qu´el padre ruin, aquel de les palabres que llevó el viento.
Cefero D´eso puedes, María tar bien segura; pero aquí n´el mió pechu queda entavía para tí y pa ´l tu fíu, muncha ternura. Lo mesmo que la fuente de agua clara y que, de noche y día, jamás apara de echar agua al arroyu frescu y serenu.
María. Gracies, Cefero, quisiera no acordame de quien soy; que ´l ayer non existiera y ser los dos juntos hoy lo que non pudimos ser; y delante de un altar date mi fé de mujer…. ¡Vivir tranquila y cantar!
Cefero. Entonces, ¿a qué esperar?
ESCENA NOVENA
Dichos, Colasín y Chema; Colasín trae una guijada en la mano y viene llorando. Más tarde Florenta y Don Miguel que salen de casa al oir los llantos de Colasín.
Chema. (Entrando con Colasín) ¡Ah, Colás, parez mentira llorar por tan poca cosa!
María. ¿Qué i sucedió que suspira y trai la cara llorosa?
Colasín. (Desconsolado) ¡La vaca; la mió vaquina; la mió vaquina “Melguera”!¡Aquella vaca ratina que triscaba na pradera!
(Han salido Don Miguel y Florenta)
Florenta ¡Colasín…..!
María ¿Y qué i pasó?
Chema Que al cruzase, la pilló la maquinilla en la vía, y allí la vaca quedó, sobre un raíl espurría.
María. Pero, tú, Colás, ¿por qué tanto allí non la tornaste y en la vía la dexaste metese….?
Colás. Que non llegué a tiempu….. Taba llindando en lo fondero del prau, la vaca andaba triscando de un llau pa ´l otru llau, y dimpués cuando me dí cuenta de que se alejaba ya, xunto a la vía estaba la vaca, lejos de mí. Ví entós el tren que pasaba, la vaca que se´ spantaba y por muncho que corrí, cuando a la vía llegaba ya la “Melguera” acababa de quedar tumbada allí, con el fociquín sangrando y los güeyos cariñosos quel al mirarlos temblorosos, parecíen tar llorando.
Chema. Y allí me lu topé yo, llorando al par della, igual que si en vez d´un animal, fuese lo que se mató una persona formal. (A Colás) ¡Vamos Colás! ¿Qué hombre yes que llores por una vaca….? A mí el llanto no me ataca ni aunque se muerran seis gües. ¡Morriose y sanseacabó! ¿Entoncies, si fuese mía, tú crees que lloraría ……?
Colasín. Porque uste non la crió; porque usté non la quería como la quería yo.
(Los versos siguientes los recita con acento elegiaco en el que se desborda el sentimiento que le causa la muerte de la compañera de su infancia)
Aquella vaca galana,
aquella vaquina mía;
la que conmigo salía
a pacer per la quintana;
la del focicu de grana
y la esquila cantarina;
la vaca más saltarina
que hubo na comarca entera….
¡Murió la vaca “Melguera”….
¡Murióme la mió vaquina!
Ya non saldrá, a la mañana,
retozando por el monte
a beber agua na fonte
donde vieron a la xana;
ya non irá güela ufana
a enllenar la xarriquina
que la mió vaquina diera…
¡Murió la vaca “Melguera”!
¡Murióme la mió vaquina!
¡La que triscó la colina!
¡La que bebió na ribera! (Rompe en sollozos)
Chema. (Acercándose a él para consolarle) Vamos, non llores así, que ´l casu nun ye pa tantu. ( Límpiase unas lágrimas que sin querer le salieron a los ojos)
¡Y pensar que col su llantu fízome llorar a mí!
Cefero. ¡Ea!; basta de llorar; yo tengo bastantes vaques y te voy a regalar un xatín pa que lu saques a la praera a pastiar. ¿Acétaslu?
Colasín. ¡Home, yo…..! Pero si mi madre non quier….. (Señalando a María. Cefero clava los ojos en ella)
María. (Después de dudar un momento) Sí, Colasín.
Colasín. (Lleno de gozo, sin atraverse a creerlo) ¿Que lu acete….?
María. Y tó lo que venga de él; porque lo de él será mío, porque tu padre va a ser.
Cefero. ¿Qué dices, María?
María. Nada que no te parezca bien: que quiero ser la tu esposa, demasiado lo dudé.
Cefero. (Resistiéndose a creer tanta dicha)
¿Ye cierto lo que me dices? Repítemelo otra vez.
(Apremiante; cogiéndola por las manos y mirándola a los ojos) ¡Dímelo otra vez, María, que non lo soy a creer!
María. Sí, ye cierto, Cefero; quiero olvidar el ayer; que pruebe, al fin, la mió boca algo que non sepa a hiel; les ternures de un cariñu que hasta agora no alcontré. Conque si tú quies, Cefero, contigo me casaré.
Cefero. ¿Cómo non voy a querelo si ye lo que siempre ansié? Casémonos lo más pronto pla que tú seas después, madre de la fía mía, ñeru de la mió vejez. Golverá la mió casina a ser un panal de miel, enllenu de floriquines y de rises de muyer.
(Se quedan un momento silenciosos con la sonrisa a flor de labio. Rompe el silencio Cefero que se dirige a Don Miguel, Florenta y Chema, discretamente, hablan formando grupo aparte)
Venga usté, Florentina; y Chema, y usté también, Don Miguel; quiero decibos a todos lo feliz que voy a ser: decidióse, al fin, María, y va a ser la mió muyer.
Florenta. ¡María…!
María .Madre, ¿no i gusta?
Florenta. Si, fía, siempre lo ansié.
Chema. ¡Que sea de buena mano!
Miguel. ¡Dios te haga feliz con él! ¡y a usted con ella, Cefero!
Cefero. Muches gracies, Don Miguel.
Miguel. Ya ves; tú dsesperabas alcanzarlo; yo te hablé, te dije: Espera, Cefero, deja el grano florecer… Esperaste; de la tierra brotó la espiga y después surge, cual diadema de oro, sobre la espiga, la miés. Ahora ya no te queda más labor que recoger gavillas de trigo rubio en oros de madurez: ¡el que cuida en sus trigales un corazón de mujer! ¡Que no lo mate el gorgojo de un desengaño cruel!
Cefero. Non siga, sé demasiao que ella todo lo merez. Sé el calvariu de su vida doliente, y porque lu sé quiero quitai de la boca el mal sabor del ayer.
(Dirigiéndose a Colasín.)
Y tú Colás…..
Colasín. Yo, Cefero Ya sé lo que debo hacer; ya soy grande y a la mina a trabayar me diré…. Hasta hoy solo fuí un guaje, guaje quiero ser también pero un guaje que en la mina bañe en sudores la piel, arrancando a fuerza de uñes el pan que vaya a comer. Non quiero que madre siga en esi trabayu cruel; y usté, non gana bastante pa los cuatro… ¡conque a ver!
Miguel. Así me gustan los hombres y así es como deben ser. Espiga pronta a dar fruto en cualquier amanecer. Flecha de hierro, forjada en yunques de intrepidez, que dispara hacia el mañana el arco de la niñez. Espolón duro y tajante que en la proa del bajel abre surcos de esperanza, en mares de vida cruel. ¡Así me gustan los hombres y así es como deben ser!
Colasín Conque usté que tien confianza co ´l capataz, Don Miguel, pidai modo para mí en el “Pullu”….
Miguel. Así lo haré.
María. (Atribulada) ¡Dir a la mina a metete debajo tierra…..
Colasín. ¿Qué quier? Ya dexé de ser un guaje y agora trabayaré. Onde hay hombres que lo sean non trabaya la muyer.
María. ¿Pero a la mina, Dios mío? ¿ Por qué a la mina? ¿Por qué?
Miguel. Eso mismo se debían preguntar madres que ven a sus hijos enterrase a cincuenta metros, cien, doscientos, bajo la tierra, llenos de fango los pies, con pulmones que se asfixian y pupilas que no ven. Y esas madres no protestan ni preguntan el por qué.
María. ¡Pero el mió fíu…..!
Miguel. Tu hijo será minero también. Naciera hace muchos años y, joven, cruzara el mar yendo a América a buscar el oro o los desengaños. Naciera allá en las Castillas, tierras de pan y de fuego, y habría de ser labriego que arrojando las semillas, pidiese a Dios un buen riego. Naciera en Andalucía y habrá de ser gañán de esos que, en una alquería, bregan todo el santo día por un pedazo de pan. En Extremadura, y fuera de algún rebaño, pastor, y en Galicia pescador en cualquier barca velera. Pero nació en estos montes coronados de neblina, y ese nacer le destina a encerrar sus horizontes entre negruras de mina.
María. Pero, tú , ¿quies ser mineru?
Colás. Mineru, sí, y non me aflijo ¡Viva la xente minera! ¿Que más diba a ser el hijo de María la Carbonera?
Miguel. Tu padre te ha abandonado, y de él solo has heredado un pico y una boína; recoge pues su legado y encamínate a la mina.Y ya que arrulló el Nalón los sueños de tu niñez con elegías mineras, ¡sigue con abnegación la tenebrosa aridez de las rutas carboneras! El pitar de la sirena que al nacer de la alborada, sobre los valles resuena, será el clarín de llamada que te lleve a la faena. Tu guerra será el trabajo, tu arma, el pico que hulla abate, y tu lugar el combate, fango y tinieblas. el tajo. Es duro allí el trabajar, y a veces, la lucha espanta, pero en vez de blafemar, tú no te arredres, y canta, canta, si, a pleno pulmón, que cuando canta el minero se perfuma el tajo entero con aromas de oración.
María. (Con lágrimas en los ojos) Pero, ¿por qué Don Miguel, ha de iir a enterrase allí?
Miguel. Es su destino; es cruel, Tú, madre, reza por él, y que recen con afan las madres de los mineros, que si las madres no rezan, los hijos blasfemarán allá en los tajos hulleros.
(María doblega la cabeza y llorosa acaricia a su hijo)
Cefero. Dejémonos de eso ya, que hoy ye día de alegría y adientro en la casa está sin sabelo, la mió fía. Voy casame con María y eso hay que lo celebrar. ¡Entrar en la casa mía, que vos quiero convidar! D´esta fecha va quedar la mió despensa vacía.
(Los va empujando a todos hacia la casa menos a María que se queda rezagada limpiándose unas lágrimas. Ya en la puerta se encuentran con Teresina que sale al oír las voces de su padre)
(Los va empujando a todos hacia la casa menos a María que se queda rezagada limpiándose unas lágrimas. Ya en la puerta se encuentran con Teresina que sale al oír las voces de su padre)
Teresina, atiza el llar; saca sidra del llagar, baja el quesu Villalón y descuélgame el jamón! ¡Hoy, fiyina, voy echar la casa por el balcón. (Desapareciendo él con todos)
¡Entrar, amigos, entrar!
ESCENA DÉCIMA
(María y Rosa que entra en escena en el momento en que María va a hacer mutis)
Rosa. ¡María!
María. ¿Qué pasa, Rosa?
Rosa. ¿No sabes nada?
María. ¿de qué?
Rosa. Si, non se habla de otra cosa n´el llugar….
María. (Recelando algo malo. Apremiante)
Pues nada sé. Pero acaba, dí que ye, non te hagas la misteriosa.
Rosa. Pues ye que vino Xuanón.
(María desploma la cabeza sobre el pecho aturdida por la noticia. Reacciona y para disimular pregunta:)
María. ¿Que Xuanón?
Rosa. (Extrañada) ¡El de Severo! ¿Pues cual diba ser sinón?
María. (Titubeando, con la voz temblorosa)
Xuanón… ! ¡Ahora me ´ntero!… ¿En ´onde estaba?
Rosa (Oficiosa) En León. Allegó hoy per la mañana; y desmpués de quince años ¡malhaya lo que medró! Según me dixo la hermana fartóse de desengaños nesti tiempu que pasó lejos de la su quintana. Vien……
Maria. (Reaccionado) ¡Que venga a lo que quiera! Pero engáñase si espera que vuelva a querelu yo. Aquella moza melguera que lu quería ¡murió! y en el su lugar quedó María la Carbonera.
Rosa. (Desoyéndola) Güeno, yo en los vuestros líos non me quiero inmiscuir; ya me sobren con los míos pa complicáme el vivir. Conque, voyme . ¡Adiós, María! (Mutis)
María (Sola, rompe en sollozos con la cara entre las manos)
¡Xuanón que volvió al llugar! ¡Xuanón, el que yo quería!¡Xuanón, el que me decía que nunca me iba a olvidar!¡Dios mío, no sé que hacer! (pausa) Voy casame con Cefero y a Xuanón aún lu quiero, y anque grande esti querer, perdonalu non pué ser... ¿por qué non volvió primero si tenía que volver......?
¡Xuanón que volvió al llugar! ¡Xuanón, el que yo quería!¡Xuanón, el que me decía que nunca me iba a olvidar!¡Dios mío, no sé que hacer! (pausa) Voy casame con Cefero y a Xuanón aún lu quiero, y anque grande esti querer, perdonalu non pué ser... ¿por qué non volvió primero si tenía que volver......?
ESCENA ÚLTIMA
María y Cefero que sale de la casa.
Cefero. María, ¿qué haces ahí? ¿Non vienes pa dentro?
María. (Enjugando el llanto) Sí.
Cefero. (Notándole la cara triste y llorosa) Pero, ríete, María, que hoy ye día de alegría pa los dos (Haciéndola levantar la cara) Ríe y pon la cara ufana.
María. (Tristemente) Sonreir hoy…. y mañana…. y mañana…¡sabe Dios!
y (Suena dentro la voz recia de un mozo que va por el camino cantando)
Mozo. ¡Morenita quita el luto
que me da pena el verte!
¡Quítalu para la vida,
déxalu para la muerte!
(Cogiéndola por las manos y mirándola a los ojos como queriendo arrancar de ellos la pesadilla de los recuerdos)
Cefero. ¿Oyes el cantar? Olvida, quita el luto, quiero verte sonriente y decidida… ¡Quítalu para la vida!… Déxalu para la muerte!
(María se cobija en los brazos de Cefero. Como un eco de la voz de este, suena la del mozo que repite cantando)
(María se cobija en los brazos de Cefero. Como un eco de la voz de este, suena la del mozo que repite cantando)
(Mozo. ¡Quítalu para la vida!
¡Déxalu para la muerte!
TELÓN.
ACTO TERCERO
La misma decoración del acto anterior. Sentado a la puerta de su casa, Cefero, cabruñando una guadaña y charlando con Chema que está liando un cigarrillo con toda la santa cachaza de los paisanos de aldea.
ESCENA PRIMERA
Cefero y Chema
Cefero. La hierba está crecida como moza espigada y dá gloria el mirarla jugosa y en sazón. Dientro de cuatro días tendrela y segada curándose en los praos al sol de la estación. Lluego sólo nos resta metela en ´a tenada pa que tengan les vaques tó ´l invierno ración.
Chema. Pues ya sabes, Cefero, aunque non valga nada cuenta con la mi ayuda para tal ocasión. Agrádame el xaleu que entamen con les neñes los rapazos, blincando pente los balagares; el golor de la hierba y les voces risueñes de les moces que canten melodiosos cantares. Soy ya vieyu y ¡que coime! gústame entodavía requebrar a les moces de la cara lozana; les que tienen los papos de color de manzana y los güeyos melgueros como la lluz del día.¡Pero en sin que se ´entere d´esto la mió paisana porque si se enterase buena me la armaría! ¡Con lo que a ella i gusta zurrame la badana!
Cefero. Tú, Chema, no i gurgutes….
Chema. Home, yo…. sin non puedo; cuando s ´emperra en algo y ve que yo non cedo ya tá garrando un bárganu la condenada d´ella y pegándome como si moliera centenu, enriba les espaldes.
Cefero. Eso ye denigrante.
Chema. ¡que va ser denigrante! ¡Eso ye de arrascar! ¡Pero el día que yo me canse de ser buenu…..! ¡El día que me plante…!
Cefero. Non seas burru, Chema, ¡igual la vas a matar!
Chema Matala, non ¡recoime! que a tanto non me atrevo pero, mira, esi día, anque el mundo s´espante… pues seguiré llevándoles como ahora les llevo.
Cefero. Bien nos diz el refrán lo que te pasa: “Al que se fai de miel, mosques lu comen”. Asina que al cuitadu que desde que se casa agacha les oreyes, enseguida lu tomen por el pitu el sereno…..
Chema. No, home, non, lo peor ye que tomen a uno por la alfombra de casa y sacúdente el bálago que aquello ye un primor. Y la mió muyer, Rosa, pá eso ye de pana. Val Dios que esta semana como vieno el sobrín está muy mansulina.
Cefero .¿Qué sobrín ye el que vino?
Chema. El de la mió paisana. Xuanón el de Severo, el de la Texerina. ¿Tú ya lu conocíes…?
Cefero. Sí que lu conocía. Yéramos muy amigos fará unos quince años. Trabayábamos xuntos los dos, hasta que un día él fue por esos mundos a buscar desengaos dexando sin amparu a quien bien lu quería. Cansóse de la mina y abandonó el llugar y aquí quedó esperando por su vuelta, María. Fué cobarde y non tuvo arrestos pa luchar por un críu inocente que del Cielo i venía.
Chema. Tienes razón, Cefero, que fué una cobardía. Pero aquí vien la moza más gallarda del llugar; guapa y fresca como un ramu de flores.
ESCENA SEGUNDA
Dichos y Dina que llega con un caldero y un barril o botijo. Después Teresina.
Dina. (Acercándose a la puerta de Cefero) ¡Teresa!
Teresina. (Después de un momento, asomándose) ¿Qué?
Dina. ¿Non vienes a la fuente?
Teresina. Si, aguarda. (Teresina vuelve a entrar en casa y Chema se acerca muy zalamero a Dina)
Chema. Oye né ¿quién te pinta tan hermosos colores?
Dina El que pinta les roses que tán en los rosales y los cielos azules y el arroyín de plata. ¡Non fai falta pintalos, son ellos naturales!
Chema. Si, ya, como el tomate d´eso que vien en lata.
Dina Amire, Chema, cuide de non meter la pata nin de tomame el pelo, que a mí por la de males enseguidina descalzo la alpargata.
Teresina. (Saliendo con un caldero colgado del brazo) Bueno, vámonos, Dina.
Chema. Voy con vosotres.
Teresina. Bueno.
Dina. Pero átese la lengua que la tien de veneno.
Chema Hasta luego, Cefero. ¿Qué, nos vamos?
Dina. Andando.
Teresina. (A su padre) Queda sola la casa; volveré enseguidina.
Cefero. Entornaré la puerta, porque yo en terminando tengo que ir a la güerta.
Teresina. (A Dina , que habla con Chema)
Anda, vámonos, Dina.
(Mutis de los tres que salen con gran algarabía)
Cefero. ¡Xuanón el de Severo que regresa al llugar! Parezme que al sabelo siento un escalofrío; porque vendrá a quitame lo que diba alcanzar, lo que yera el mi anhelu y tenía por mío. ¡Si así fuera…. non sé lo que diba pasar!
(Entra en su casa)
ESCENA TERCERA
Rosa. Téngolu en la mi casa, sigue tan gayasperu. Diz que vien decidíu a quedase en llugar; que i fue mal por el mundo, que vuelve a ser mineru. Y que si vino al pueblu, elló fué por amparar una cosa muy suya que abandonó al marchar.
María. ¡Ahora se da cuenta después de tantos años!… Pues él que no espere que lu perdone yo. Fueron muches les penes; fueron muchos los daños que con el su abandonu a todos nos causó
Rosa. Pué ser que hoy venga o non venga, que no espere de mí olvidu a lo pasao que ´l rosal de los nuestros amores se han secao y non soy la que fuí.
(Estas últimas frases las dice ya en la puerta de su casa por donde hacen mutis los dos)
(Cefero sale de su casa con una azada al hombro y atraviesa la escena alejándose pensativo)
ESCENA CUARTA
Dina y Chema. Dina trae el caldero de agua en la cabeza y el barril o botijo en una mano. Mas tarde, Rosa, que aparece en la puerta de María.
Dina. Amira con que salta esti Matusalén. ¡Requebrante de amores con los años que tién!…
Chema. ¿Qué más dá que sea vieyu? Lo vieyo ye lo fino….
Cuanto más tiempu tién, más emborracha el vino.
Dina. ¡Gracies, non soy borracha!
Chema. La manzana maúra ye la que mejor sae, y la muyer procura coger hombres maduros…..
Dina. Estás fechu buen truchu. ¡Qué vas tar tú maduru! Lo que tás ye pachuchu.Ya quisiera que fueses un vieyu fachendosu…. pero con esi tipo y esi pelu canosu, y esa cara arrugada igual que un figu pasu… ¿Cuála va a ser la moza que te va a facer casu?
Chema. Porque non sea guapu non tengo muncho afán, ya que diz el refrán: ¡El hombre como el osu, cuanto más feu ye, ye más hermosu”
Dina. Anda, vete pa casa, que estará la tu Rosa esperándote ya con la cibiella; y como esté furiosa ye capaz de rompete una costiella.
Chema. Eso, né, si me dexo, que a mí….
Dina. Calla paisano. Si tú nunca llevantes la voz delante d´ella.
Chema ( Eso ye porque estimo la pelleya... Si llevanto la voz llevanta ella la mano) (A ella)
Eso son les calunies de la xente que diz que ´n la mió casa manda la mió muyer….
Dina. Pero usté lo consiente….
Chema. Porque non tengo ganes de reñer. (Sale Rosa) (Voces estentóreas de farfarronada) Ya l´ aguanté bastante, ¡Pero quisiera ahora tenela aquí delante! Ya te demostraría que todo ye un engañu. Garraba esti barril….
(Efectivamente. Lo coge de las manos de Dina y lo enarbola fieramente en ademán de pegarle a un ser imaginario; pero en ese crítico instante encara con él, brazos en jarras y voz iracunda, Rosa, que le grita)
Rosa. Y lluego ¿qué?, mangante.
Chema. (Después de la indecisión primera, disimuladamente) Pues… ná…. que chaba un tragu pa quitar el secañu.
(Empina el barril y echa un buen trago pero sin quitarle ojo a Rosa por si lo agrede)(Rosa le quita el barril y enarbolándolo le dice:)
(Empina el barril y echa un buen trago pero sin quitarle ojo a Rosa por si lo agrede)(Rosa le quita el barril y enarbolándolo le dice:)
Rosa. ¡Hala, vete pa casa, grandísimu pazguatu; voy a date yo el tar de parpayuela con les moces del pueblu, ¡mentecatu!¡Ya tás picando espuela!
Chema. (Iniciando, prudente, la retirada) Sí, sí, vome, non quiero tener complicaciones que estes muyeres gasten poques contemplaciones.
Rosa. (Viéndole que marcha despacio y mirando hacia atrás) ¡Mirai que Tenoriu! Voy tener que amarrate a la masera pa que non te la dés de pollu pera nn tengas con les moces plátiques nin jolgoriu.
(Le amenaza. Chema sale de estampía. Ella se vuelve a Dina, que se ríe, amenazante) ¿Y tú de que te ríes? ¡rabanera! Mejor tabes en casa fregando la cacía que pelando la pava con un hombre casau. (Volviéndose hacia donde salió Chema)
Y tú como te pesque vas quedar arreglau. ¡Zampatortes! ¡Mazcayu! ¡Picardiosu!
Dina. (Escapando por el otro lateral) ¡Qué tía!….
Rosa ¡Que bien se te conoz que tás folgau! (Vase trás de Chema)
ESCENA QUINTA
Teresina y Xuanón. Este con traza de hombre de ciudad. Ella con el caldero a la cabeza. Han encontrado a Chema y Rosa y lo vienen comentando. Mas tarde, María, que sale de su casa a la llamada de Xuanón, Luego Colasin.
Teresina. Siempre los alcuentro así; porque ella ye muy celosa y él nunca fai otra cosa que requebrar por ahí. Ansina que tos los díes tienen algún arrebatu, llévense, sin fantasíes, igual que el perru y el gatu. ¿Y dis usté que venía a visitar a María?
Xuanón. A eso vengo
Teresina. ¿Y ella a usté conozlu?
Xuanón. Me conocía; si me olvidó no lo sé. (Nostálgico mirando la casa) En esta casa vivía el año que me marché.
Teresina. Y en ella vive entavía
Xuanón. ¿Y aquellas zarzas hermosas que estaban en la solana todas cuajadas de rosas?
Teresina. ¡Quién sabe! Les secaría dalguna brisa temprana. (Vivaz) ¿Qué? ¿Quier que llame a María?
Xuanón. (Deteniéndola) No, rapaza, se agradece.
Xuanón. ¡Adiós! (Va a entrar en casa de María pero vacila) ¡No puedo! ¡Quiero entrar y me da miedo! Hasta la tierra parece señalarme con el dedo. Me dá vergüenza volver a mirarla cara a cara; ¡si ella me lo perdonara… ! pero eso no puede ser.Hay entre los dos plantada una promesa incumplida, una juventud tronchada y la vida e un hijo…. ¡desamparada! ¡Que pocas veces olvida una madre abandonada! (Vacilante) ¿Marcharé?… No, debo entrar. Es preciso… Sí, entraré, por si puedo reparar todo el daño que causé.
(Se acerca a la casa de María y desde el umbral, llama)
(Se acerca a la casa de María y desde el umbral, llama)
¡María!
María. (Saliendo y sorprendiéndose al verlo) ¿Quién ye? ¡Xuanón!. ¿Tú aquí?
Xuanón. Sí, aquí estoy, María. ¿No te dijo el corazón que al fin y al cabo vendría?
María. (Respuesta) De tí ya non me decia más que yes un cobardón ¡Un descastau!
Xuanón. Si, Maria, tienes toda la razón.
María. ¿Y a qué vienes?
Xuanón. Pues venía a recabar tu perdón.
María. (Con la herida de su corazón en los labios; mordiente)
¿Perdón? No hay perdón pa tí. Fué muncho lo que me hiciste, fue muncho lo que sufrí desde aquella noche triste que te marchaste de aquí. Lo que entós me prometiste ¿por qué lo ´lvidaste?, ¡dí! Conmigo non fuiste fiel y al fíu lu abandonaste. ¿Por qué, Xuanón, te portaste de una manera tan cruel?
Xuanón. Tu acento rebosa hiel.
Maria. La hiel que n´el corazón pusiste tú; el fíu aquel que abandonaste, Xuanón; yo sola luché por él, y eso non se olvida, non.
Xuanón. Mira mi arrepentimiento; si lo olvidases, María, podríamos todavía hacer nuestro casamiento. Y nuestro hijo estaría de vernos juntos, contento.
María. Vete, Xuanón, vete ya y non vuelvas por aquí.
Xuanón. ¿Y mi hijo?
María. ¿Tu hijo?
Xuanón. ¡Sí!
María. ¿Tuyu?— ¡Tuyu non ye ná! (Con todo orgullo maternal) Ye míu; ye de la madre que sangre y sudor i dió; ye míu, non ye del padre que un día lu abandonó. ¡Ye míu, ye solo míu! ¿Tú crees que puedo olvidar les veces que al regresar del trabayu, fatigada, tan solo i podía dar una leche avinagrada por les rabies del penar?
Xuanón. Pero, María, repara lo muncho que nos quisimos, elamor que nos tuvimos y lo dichosos que fuimos antes de que yo marchara.
María. Por tí tuvieron mal fin los nuestros tiernos amores: abandonaste el jardín y secáronse les flores.
Xuanón. (Apasionado) Esas manos amorosas que entre las mías guardabas; las mejillas ruborosas que acariciarte dejabas; y esa boca hecha de rosas que a mi beso abandonabas. ¿Has perdido ya el calor amoroso de los besos que ahí dejaron impresos mis labios llenos de amor?
María. (Algo amansada, pero queriendo rechazar la tentación del amor, que vuelve) Sí, borráronse con tantu sudor que bañó mi cara; borráronse con el llantu que de mis ojos brotara. Les manos encallecieron, les roses se marchitaron y cuando tu infamia vieron, tu recuerdo maldijeron los labios que te besaron.
Xuanón. Más, no es tarde todavía para enderezar la senda; deja que en tu sangre prenda este fervor de la mía. No desoigas el pregón que a mi regreso se eleva en tu triste corazón. ¿No lo oyes? Es la canción del amor que se renueva. (Desalentado al verla callada) Pero….. tú….. no; para mí la misma de entonces eres, y tú….. y tú ya no me quieres.
María. (Estallándo en lágrimas; fluyéndole del alma por las palabras)
¿non querete? Eso creí cuando fai un poco aquí veníes pol mi perdón; pero hablásteme de amores y sentí en el corazón nacer de nuevo las flores y retoñar la ilusión.
Xuanón. (con el gozo del triunfo, abriéndole los brazos)
Ven a mis brazos, mujer; fué mucho lo que has sufrido pero hoy, al fin, vuelve a ser lo que antes debió haber sido. ¡Ven a mis brazos, mujer, y naufrague el ayer en los mares del olvido!
(Se van a abrazar, pero se interrumpen al oír, cercana, la voz de un mozo que canta)
(Se van a abrazar, pero se interrumpen al oír, cercana, la voz de un mozo que canta)
Mozo.
De Laviana al Carbayín
De Laviana al Carbayín
¡viva la xente minera!
Pumarabule y Candín,
Saús y la Mosquitera.
(Suena coreando la canción el "ixuxú" de Colasín, que luego dice:)
Colasín. Ansí se canta, manín. ¡Viva la xente minera!
(Transición de María que rechaza a Xuanón a quien iba a abrazar)
María. ¡Vete! que aquello se acabó. Lo que un momentu olvidara, la voz me lo recordó: ¡esi fíu nos sepera! Fué muncho lo que sufrió, y anque ´l te lo perdonara non lo olvidaría yo.
Colasím. (Dentro) ¡Madre!
Xuanón. ¡Pero oye, María !
María. ¡Calla! qu´él non sepa nada pues quiciás te insultaría por dejame abandonada; y yes su padre……
Colasín . (Dentro) Adiós, Firmo. (Saliendo. Viene de regreso de la mina con ropas de faena y el rostro tiznado)
¡Madre! Ya me tien de vuelta. Mineru de picu y pala y de boína en ´a testa. Un mineru de quince años que gana cinco cincuenta.
Xuanón. Y que, ¿te gusta la mina?
Colasín. Lo peor que ye muy negra y hay que tar como los topos furando bajo la tierra, y pasar to ´l santu día en sin ver la lluz de afura; el ciscu que se nos mete por los güeyos y nos ciega; el grisú que hay e´nos tayos y el peligro de una quiebra que si te cai un costeru enriba de la cabeza ¡Requiescatimpace amén! ¡non dices! ¡ay! nin siquiera. Pero gánase bastante y eso ye lo que cuenta….. lo demás… ¡que va facese! bregar col alma y paciencia, qu´el probe tien que afanase pa ganar pa la pancheta.
Xuanón. Es verdad, la del minero es una vida muy negra.
Colasín. Pero eso a mí no me importa, a mí lo que me interesa ye ganar un jornalín pa que mió madre non tenga que trabayar a la pala pa cuidar la casa nuestra. (Con entusiasmo) ¡Ya tién un fíu mineru María la Carbonera! Abráceme, madre y diga: ¡Viva la xente minera!
María. (Después de abrazarle) Anda pa dentro a lavate y a cambiar la ropa puerca.
(Entra Colasín canturreando y cuando no ha desaparecido aún, Xuanón con toda la ternura paternal, que hasta entonces no había sentido quiere abalanzarse sobre él para abrazarlo, pero le detiene María)
Xuanón. ¡Hijo mío….l!
María. ¡Quietu ahí!
Xuanón. (Queriendo desasirse) Quiero abrazarlo, María, que yo soy su padre y en su sangre hay sangre mía.
María ¡Calla! ¡Non digas engaños! ¡Vas a decir que lu quiés cuando estuviste quince años sin poner aquí los pies. Abandonástelu un día, ya non ye tuyu, Xuanón; ye de la madre ná más; de la madre que sentía un puñal nel corazón cada vez que lu veía faltu de padre a Colás (Furiosa) Vete de aquí; demostraste tener entrañes de fiera.
Xuanón. (Ciego, desesperado; viendo que no le sirve el arrepentimiento, no sabe lo que dice:)
Y tú, ¿cómo te portaste? Lo mismo que una cualquiera….
ESCENA SEXTA
Dichos y Cefero y Don Miguel que llegan a tiempo de oir las últimas palabras de Xuanón. Más tarde Colasín.
(Cefero arroja la fesoria que trae al hombro y se encara con Xuanón)
Cefero. Non la insultes, Xuanón, non la insultes que hoy ya tien quien defienda su causa.
Xuanón. ¡Ceferino! (Sorprendido)
Ceferino. Sí, yo, Ceferino, que te llama cobarde a la cara pues to ´l mal que i ficiste a María yo lo tengo clavao n´el alma. Y eso de que ahora vengas a insultala a decir que ella ye una cualquiera cuando, entiéndelo bien, ye una santa non te lo consiento ¡porque ye una infamia!
María. (interponiéndose) ¡Ceferino por Dios! (A Xuanón) Y tú vete y non vuelvas jamás a esta casa, que cuando tú vienes traes la desgracia.
Xuanón. ¿Quién te mete, Cefero en mis cosas?
Cefero. Métome yo solu; y con eso basta.
Xuanón. No es razón que convenza, la suya.
Miguel. (Hasta entonces silencioso) ¡Otras hay mejores y que del cielo claman…. ! Esta madre fue un día una moza más gentil que una rosa del alba: diez y nueve años saturados de miel de esperanza.Era el sueño de sus viejos padres, el compendio de todas sus ansias, verla siempre alegre, verla bien casada. Tú la enamoraste y voló de su pecho la calma como el pajarillo huye de la jaula; ella te quería, tú decías tambien que la amabas y la abandonaste como se abandona una rosa después de troncharla. Tú arrojaste el lodo en la fuente clara, te marchaste por otro sendero sin cuidarte de lo que dejabas; un hijo sin padre, y una madre transida de lágrimas. Y hoy que estaba el remanso tranquilo vienes a insultarla, a saciar, acaso, tu sed renovada, en el limpio caudal de esta arroyo que un mal día cobarde, enfangaras.
Xuanón. ¿Y quién es el que así la defiende?
Miguel. Nadie; un viejo maestro que estaba aguardando a verte para hablarte todo esto a la cara, y decirte que tú eres indigno de besar sus plantas.
Xuanón. Todos, todos están contra mí; todos me desprecian y todos me ultrajan.
Cefero. (Enardecido, fiero) Porque lo mereces, porque yes un cobarde….
María. (Interponiéndose) ¡Ya basta!
Cefero. Porque la insultaste a pesar de ser tuya la infamia.
Xuanón. Vine aquí a pedirle que me perdonara; a enmendar todo el mal que la hice…..
Cefero. Non prosigas, calla ¿Qué perdón ye Xuanón el que i pides si i soltaste un insultu a la cara?
(A tiempo de oir estos últimos versos ha salido Colasín, limpiandose con una toalla que arroja al oir las últimas palabras de Cefero. Detrás de él sale su abuela Florenta)
Colasín . ¿Ye verdá esto que oí? ¿Que están insultando aquí a mi madre?
María. (Queriendo evitar el choque entre el padre y el hijo)
¡No!
Colasín. (Dirigiéndose a Xuanón) ¡Esti fué! ¿Y ella que te fizo a tí pa insultala?
Xuanón. (Suavemente) Mira… es que….
Colasín. ¡Calla! que pa lo que vas a decir, non digas nada; que lo que tú nos dirás ya lo diz la tu mirada (como escupiéndose las palabras) ¡Yes un canalla!
María. ¡Colás!
Colasín. ¡Un canalla! Y vas a ver lo que soy capaz de hacer con el que insulta a mi madre. (Colasín se abalanza sobre la fesoria de Cefero. María al ver la actitud violenta de su hijo, lanza un grito:)
María. ¡¡Colasín, que ye tu padre!! (Colasín queda petrificado. Hay un momento de silencio emocionante en que mira a Xuanón, a su madre y a los demás como interrogándoles)
Colasín. ¿Mi padre….? ¡Non puede ser!
Xuanón. (Con ternura) Sí, soy tu padre.¿No sientes que se despiertan en tí unas ansias vehementes de abrazarte contra mí?
Colasín. (Sin creerlo todavía) ¡Mi padre…..!
Xuanón. Ven a mis brazos; desecha tu indecisión y que encajen los pedazos de mi roto corazón
(Silencio, María, medio abrazada a Florenta, parece que solloza)
¿No me abrazas? ¡Soy tu padre!
Colasín. (Rotundo) No, no; que non lo pué ser aquel que insulta a mi madre que ye una santa muyer. Mi padre yera un mineru de la vega del Nalón; mineru de corazón, no un cobarde forasteru que se las da de matón. ¡Si non lo puedes ser tú! Mi padre ya se murió antes que naciera yo; fue una exploxión de grisú la que un día lu mató.
Xuanón. Es incierto.
Colasín. (Rápido) Asegurar lo contrario, ye insultalu; ye tanto como juzgalu muy capaz de abandonar al fíu a quien dió la vida y a esa muyer dolorida, que lu quería a rabiar. Y eso, cobarde, eso non; mi padre yera un mineru de la Vega del Nalón, del corazón muy enteeru incapaz de esa traición. Si nos hubiese tenido tantos años en olvido, ¡non sé! pero, ¡oyélo bien! ya lu hubiese maldecido mil veces, y más también. (Señalándole el camino) ¡Vete! mi padre, murió. Y decir que vive aún ye acusalu de ser un cobarde que abandonó a los suyos. ¡Vete ya! Que si primero insultaste a mi madre, y acabaste por insultar a mi pá…. ya perdí to la paciencia… (Colérico amenazador)¡Vete de aquí!
María. Sí, Xuanón, márchate.
Xuanón. (Desalentado) Es mi penitencia Ya es tarde para el perdón.
María. ¡Tarde, muy tarde…..!
Xuanón. (triste) Me echais de vuestro lado los dos. Puesto que no perdonais no volveré nunca… ¡Adiós! Iré por el mundo en pos de lo que aquí me negáis. (Despidiéndose) ¡Que seais siempre felices, María…!
María Lo mismo digo
Xuanón. (Muy triste y con amargura) Yo… no podré; es mi castigo. ¡Hasta el hijo me maldice! Pero de lo que hoy padezco y lo padeceré, no me quejo porque sé, que es muy justo, y lo merezco.
(Sale con la cabeza doblegada en medio del silencio de los demás. María va a detenerlo, pero se contiene)
(Sale con la cabeza doblegada en medio del silencio de los demás. María va a detenerlo, pero se contiene)
María. Y tú también, Ceferino, todo acabó entre tú y yo.
Cefero. ¡Pero…! (Sorprendido dolorosamente)
María .Mándalo el destino que siempre me persiguió.
Cefero. Pero, ¿por qué ye, María?
María. Porque se volvió a enconar una herida que tenía n´el alma a medio cerrar y non me puedo casar contigo como quería; porque casanos sería tanto como encadenar tu dicha a la pena mía… ¡Por que tú quies que me ría y yo solo sé llorar!
Cefero. ¿Solo por eso, muyer?
María. Háblote de corazón.
Cefero. ¡Y lo sé! Ye que a Xuanón aún le debes de querer. (Ella baja la cabeza) ¡Veslo, non sabes negar! ¡Malhaya esi cobardón que aquí me vieno a quitar lo que con más ilusión anhelaba yo alcanzar! (con rabia sangrienta) ¡Entrenme ansies de alcanzalu y, matalu…. en el camín…!
María. (Horrorizada) Non, Ceferino, aunque malu ye el padre de Colasín.
(Cefero entra en su casa desesperado. María se queda un momento suspensa mirando por donde se marchó. Luego con el llanto en los ojos y la voz quebrada por el dolor se dirige a Colasín.)
(Cefero entra en su casa desesperado. María se queda un momento suspensa mirando por donde se marchó. Luego con el llanto en los ojos y la voz quebrada por el dolor se dirige a Colasín.)
¡Todo, todo lo perdí! Solo me quedes tú en la vida; pero, aunque triste y dolorida nadie te alejará de mí, porque el cariñu te cuida.
Miguel ¡Ay, mujer, es un loco afán! ¿Contra el destino podrás tú? Mira que te lo llevarán o los amores o el grisú! (María estrecha a Colasín contra su pecho como queriendo defenderle, con los ojos en el infinito)
María. ¡No, no podrá ser así! ¡Prenda del alma querida! ¡Todo, todo lo perdí! Si ahora te pierdo a tí, ¿qué será de la mió vida?
Florenta. solloza en un rincón. Don Miguel emocionado a su pesar; tiene la vista fija en el suelo, y Colasín se estecha más y más a su madre, que se queda estática y atribulada mirando al cielo.
TELÓN.
ACTO TERCERO
Cuadro segundo
La misma cocina del acto primero. Los años transcurridos le dan un tinte de pobreza que se manifiesta en los muebles viejos no renovados. El llar está apagado y una luz mortecina de tarde gris, tiene la cocina sumida en una penumbra triste.
ESCENA PRIMERA
Florenta y Chema
(Florenta desde la puerta habla con Chema que está fuera)
Florenta. ¿Quiér beber un traguiquin? El agua non cuesta nada.
Chema. (Entrando sudoroso y con la chaqueta colgada al hombro y apoyando la fesoria sobre ella) Si, beberé un pocoñín, que subiendo pel camín cogí una buena sudada.
(Florenta coge el barril de un rincón y busca un banco para llenárselo de agua)
(Florenta coge el barril de un rincón y busca un banco para llenárselo de agua)
Traiga el barril; bebo a chorru. Non me empapizo muyer. Gústame moyame el morru. (Empina el barril y echa un buen trago. Después de beber se limpia el hocico con la bocamanga) Ye muy anchu esti pitorru pero el casu ye beber.
Florenta.¿Non bebes más, Chema?
Chema. Non; co ´l agua críanse ranes.
(Dejando el barril en un rincón y dando un fuerte suspiro)
Florenta. Ah, bribón, entós tendríes más ganes
Chema. ¿Y que tal y vá Florenta?
Florenta. Como siempre; en sin salir de casa…. ¿Y usté que cuenta?
Chema. Yo, né ¿que i voy a decir? ¡Si fuese la mió parienta que en cuanto se pon a hablar de cualquier murmuración non la fai aparar ni un camión que la venga a atropellar! Pero yo…. soy más toscón.
Florenta. ¿Y Xuanón?
Chema. Xuanón metióse en el “Puyu” a trabayar. Se conoz que arrepintiose de tantu y tantu rodar. Pero dase a la bebida y eso yte de lamentar; Diz él que ye pa olvidar los desgustos de la vida.
Florenta .¿Pos menuda olvidadera!
Chema. ¡Si ye muy bueno el beber!
Florenta. ¿Bueno? Pa la borrachera.
Chema. Y pá ´l chigreru, muyer.¡Coses del negociu! En fín, voy a marchame, que Rosa como tarde un pocoñín enseguida piensa mal.
Florenta. Pero ¿sigue tan celosa?
Chema. Si, home, sí! Siempre ta igual ¡Como siga tan rabiosa tendré que ponei bozal!¡Malhaya sea el rosal que me dió tan mala rosa! Más que rosa ye un zarzal. ¡Topé n´ella más espines que les que suelen topase en un paxiu de sardines. Mas ¡qué coime! hay que aguantase Y voyme porque sii non como goler guela ella que toi de conversación con cualquier rapaza o vieya ya prepara un buen bastón pa dame en ´a rabadiella.
ESCENA SEGUNDA
Dichos y don Miguel (Florenta sonriéndose se pone a traginar por la cocina. Chema inicia el mutis y ya en la puerta da de manos a boca con Don Miguel que llega en este momento)
Chema. ¡Hola, Don Miguel, muy buenes! ¿Ya cerró por hoy la escuela?
Miguel. Si, ya se fueron los chicos no bien les abrí la puerta, como si fuesen gorriones saltando por las caleyas.
Chema. Y el mió guaje, Don Miguel, ¿Ye muy duru de mollera?
Miguel. Como todos, algo rudo… Granito de las canteras que hay que labrar golpe a golpe con cinceles de paciencia.
Chema. (Con eses explicatives el demoniu que lu entienda) ¿Conque, diz que ye algo brutu? Miguel, Si, pero, descuida, Chema; yo haré a fuerza de constancia despertar su inteligencia.
Chema. Usté zurrei la badana pues ya sabe que la lletra mejor que con cien descursos entre con una cibiella.
Miguel. Pedagogía aldeana que yo nunca tuve en cuenta. Bien sé yo lo que he de hacer.
Chema. El casu ye que deprienda que pa burru, con el padre basta y sobra. Non quisiera yo que ´l día de mañana siga como una maniega.
Miguel. Descuida, Chema, descuida; ya se hará lo que se pueda que en estas cosas de chicos el alma pongo yo entera.
Chema. Munches gracies, Don Miguel; como diz la mió parienta: “El que a güen árbol se arrima non necesita sombriella” Conque, non molesto más…
Miguel No, hombre, non; si no es molestia si tien ganas de charlera.
Chema Pues, vaya; hasta otru ratín (Mutis)
Miguel Adiós, hasta cuando quieras.
(Entra en la cocina y saluda a Florenta) ¡Buen día (Se sienta)
Florenta. ¿Ya por aquí de vuelta?
Miguel. De vuelta sí. Dieron las cuatro y sin prisas,como siempre, despedí a los chicos con sus risas y me vine por ahí escuchando entre las brisas el piar de los jilgueros y el cantar de los mineros que regresan de la mina llena de polvos hulleros.
Florenta. Usté non se como ye que el su caracter me admira; y agradai tó lo que mira.
Miguel. Y eso es vivir: con los ojos llenos de luz, de optimismo sin hacer caso de abrojos ni de negruras de abismo. Ese es el único anhelo en que mi vida se encierra: ¡Sacar sonrisas del cielo de los llantos de la tierra! Y en fin;no haga mucho caso de estas fantasías mías que yo a veces, también paso por negras melancolías. Sobre todo en estos días grises, sin alba ni ocaso. (Pausa, transición)
¿Y qué tal está María? ¿Sigue con fiebre?
Florenta. No; Tuvo un poco de mejoría y hoy ya se levantó
Miguel. ¡Con tal que no vaya a más!
Florenta. ¡Ay, por ella hubiese ido na más de levantase al rio con la ropa de Colás. Non la dexé yo.
Miguel Bien hecho. Yo no la hubiese dejao ni aún salirse del lecho.
Florenta. Teniendo un poco cuidao… Pero, mírela, aquí vién.
ESCENA TERCERA
Dichos y María que sale del interior de la casa. Viene lentamente, abrigada con una manta y con el rostro pálido. Se sienta fatigada.
Miguel. ¿Qué tal te encuentras, María?
María. Ahora bastante bien. Ya non siento aquí en la sien el dolor que antes sentía (A su madre) ¿Y Colás, non vieno ya ?
Florenta. Non, non vien entodavía. Pero ya non tardará.
María. Esi fíu, Don Miguel, tiénme con el alma en vilo; siempre estoy pensando en él, que en esa mina cruel tien la existencia en un hilo.¡ Y pensar que la mió vida, todo lo que trabayé fué solo por él y que una piedra desprendida una quiebra, una explosión, pueden matámelu allí, matándome la ilusión única que queda en mí…! ¡Non lo quiero nin pensar!
(Se tapa la cara con las manos. Hay un silencio doloroso que nadie se atreve a romper)
(Se tapa la cara con las manos. Hay un silencio doloroso que nadie se atreve a romper)
ESCENA CUARTA
Dichos y Teresina que entra apresuradamente.
Teresina. María, ¿Sabes que pasa?
Florenta . A neña, ¿qué va a pasar?
Teresina. Sí, que oí desde mi casa a la xente alborotar baxando por el camín y algo malo debe ser…
Florenta. (Temerosa ya) Pues ¿qué podrá suceder? (Sale con Teresina a la puerta)
Allí vien Xuaca de Pín; Preguntaremos i a ver (Hablan con alguien de afuera)
Teresina. ¿Qué ye que corre la xente?
Florenta. ¿Y diz que pita el “turullu”?
(Al oír estas palabras María que seguía con la cabeza entre las manos, se levanta presurosa, como presintiendo una desgracia y se abalanza sobre ellos)
(Al oír estas palabras María que seguía con la cabeza entre las manos, se levanta presurosa, como presintiendo una desgracia y se abalanza sobre ellos)
María. ¿Qué pasa?
Florenta. (Cerrando la puerta y queriendo templar la noticia)
Diz que el “Dullu” Debió haber un accidente.
María (Con grito que sale de las entrañas) "Y tengo allí el mi Colás"
María (Con grito que sale de las entrañas) "Y tengo allí el mi Colás"
(Juntando las manos en súplica desgarradora) ¡Santina de Covadonga! ¡Has de cuidámelu tú! ¡Que non lu mate el grisú! ¡Mira que non tengo más consuelu que él en la vida! ¡Guarda esa prenda querida que está en peligru quizá!
(Queda sollozando con la mirada en lo alto)
ESCENA QUINTA
Rosa. ¡Probinos de los mineros!
María. ¿Qué ocurrió? Tú lo sabrás.
Rosa. Según dicen los treneros una inflamación del gás.
Florenta. (Esptantada) ¡El grisú!
Rosa. Fué haz una hora y hay un mineru muy grave.
María. (Cada vez más alarmada) ¡Y quién yé?
Rosa. Ta non se sabe; están sacándolu ahora.
(Al oír estas palabras Teresina sale presurosa sin decir nada)
María. (Cruzándo las manos sumamente atribulada) ¡Ay, Dios! Y esi fíu miu que trabaya n´esa mina!
Rosa. Hay un inmensu gentíu arrodiau na boca minal.
Miguel. (desde la puerta)
Las madres acongojadas y las esposas gimientes descienden desmelenadas por las ásperas pendientes. Da pena verlas correr, trémulas por los senderos ¡Toas vuelan a saber la suerte de los mineros!
Florenta. ¿Y Colás?
María. (Volviéndose hacia su madre) ¡Si fuese él! (Yendo hacia la puerta) ¡No, non puedo esperar más!
Miguel. (deteniéndola) Tú, María ¿adónde vas?
María. (decidida) A la mina Don Miguel
Miguel. (persuasivo) No vayas, mira que estás enferma y no te va bien.
María. Enferma, pero también, puede estar muertu Colàs. (Sollozando)
¡Y eso… y eso importa más! Non puedo esperar…. ¡Non quiero!
Miguel. Mujer, tú te quedarás. Iré yo a ver si me entero del accidente ocurrido y de quien es el minero que en él ha quedado herido.
María. (Suplicante) Vaya y por lo que mas quiera vuelva pronto, Don Miguel si non quier que aquí me muera en esta zozobra cruel
Miguel. Me voy, y tú mientras tanto rézale a Aquel de allá arriba para que tu hijo viva y pueda enjugar tu llanto (Vase Don Miguel apresurado. María se derrumba sobre una silla, abatida)
Rosa. (Apresurándose a tranquilizarla) Vamos, muyer, tranquilízate.
María. Non puedo.
Rosa. Pero, muyer. ¿Tú cómo se te imagina que Colasín diba a ser el que se mancó en la mina?
María ¡Ay, non sé! el corazón, Rosa me lo diz, y el corazón de cualquier madre amorosa cuando quier con ilusión non se equivoca jamás.
Rosa. Tó ye una feguración que te entró a tí y nada más.
(Entra Teresina temblorosa y pálida, casi sin atreverse a hablar)
(Entra Teresina temblorosa y pálida, casi sin atreverse a hablar)
María. ¡Qué Dios lo quiera!
Teresa. (Entrando) ¡María ! (Luego titubea, vacila… María se levanta y va hacia ella)
¡Ven pronto que Colasín… !(Se interrumpe. María la apremia con la mirada)
¡Está heridu el probitín!
María. (Desgarrada con dolor maternal)
¡Colás! ¡Ya lo presentía! ¡Heridu y acasu muertu!(Como enloquecida) Venir; vamos sin tardar pa, si ye preciso dar calor a su cuerpu yertu.
ESCENA SEXTA
(Van a salir pero en la puerta se hallan con Don Miguel y Cefero. Este con la ropa minera, que llegan serios y demudados)
Miguel. ¿A dónde vas?
María. Voy a velu
Miguel. Entonces ¿sabes María?
María. Si, que ´l mió fíu está heridu, que quizá té en la agonía, y voy a velu.
Miguel. (Deteniéndola pero sin atreverse a dar explicaciones) ¡No vayas!
María. (Clavada en la tierra a su pesar; desconfiando ya)
¿Por qué?
(Silencio, entonces ella al no obtener respuesta, desesperada, llorosa, le zarandea apremiándole.)
(Silencio, entonces ella al no obtener respuesta, desesperada, llorosa, le zarandea apremiándole.)
¿Por qué?¿Por qué ? Diga.
Miguel. (Queriendo templar la crueldad de la noticia; preparándola)
(Calma mujer) ( En el colmo del dolor; prefiriendo la crudeza de la realidad a los tormentos de la incertidumbre)
María. Hable ya, y clave la cruel noticia en este pechu de madre que de angustia non palpita.
Miguel.Pues bien, tu hijo……
(Aquí se detiene, las palabras se le atenazan en la garganta)
(Aquí se detiene, las palabras se le atenazan en la garganta)
María. (Acabe)
Miguel. ¡Ya duerme en paz!
María. (Arrojándose en los brazos de su madre) ¡Madre mía!
(Gimen las dos; Teresina llorando en silencio se refugia en los brazos de su padre tiznado)
Miguel. (Con voz emocionada , elegiaco) ¡Aquellos labios risueños que trenzaron tantes risas se han cerrado para siempre en un rictus de agonía!¡Aquella voz que llenaba con sus cantos la casina enmudeció para siempre en un rincón de la mina! ¡Aquella frente lozana que dejaste florecida con tus besos maternales y tus pródigas caricias perdió el calor que le diste ! ¡Y yestá yerta… y está fria ¡Y aquel cuerpo floreciente el que tú diste la vida lo traen cuatro mineros tendido en una camilla!
María. (Hondamente conmovida) ¡Colasín! ¡Fíu del alma! ¿Por qué me dexes solina?
Miguel. ¡María la Carbonera! El hijo que tú querías, el hijo que tú adorabas te lo arrebató la mina.
María. (Como despertando al odio) ¡La mina! ¡Maldita seas! ¡Maldita seas! ¡Maldita! ¡Maldita tú que lo único que en este mundo tenía en tus entrañas lo pierdo! ¡Maldita!
Miguel. Calla, María. Llora tu angustia de madre; llora, pero no maldigas. Lo que al minero da muerte a Asturias le da la vida y el llanto de algunas madres es pan de muchas familias. Si no entierras la simiente nunca brotará la espiga; si no laboran y mueren no bramarán en las fábricas las calderas encendidas, ni irán las locomotoras domeñando lejanías ni los vapores soberbios abritán, abajo sus quillas, rumbos en todos los mares, venciendo todas las brisas. ¡El carbón es oro negro que a veces cuesta la vida!
Teresina. ¡Ya lu suben los mineros tendidu en una camilla!
Florenta. ¡Qué tristes vienen con él subiendo caleya arriba!
(Saliendo al encuentro del cadáver de su hijo, desbordada la ternura de su corazón por el dolor que la tiene atarazada)
María. ¡Fillín de les mis entrañes! ¿Por qué me dejes solina?
(Teresina sale detrás de María y Florenta sentada en una silla queda lamentándose)
Florenta. ¡Probe Colás!
Miguel. ¿Y su madre?
Florenta. Si, también, ¡probe María! Tantos años de trabayu, tantos años de fatiga pa poder sacar alante el retoñu de su vida y cuando ya lo lograba y fechu un hombre lu vía, ¡probe fiyina del alma! arrebatoilu la mina.
Miguel. (Desde la puerta)
¡A buscar el hijo muerto va la madre dolorida! Llora y llora el cielo gris con lágrimas de llovizna.
Florenta ¡Ya non oiremos el guaje en ´a casina vacía!
Cefero. Les moces de la quintana lloren a lágrima viva.
Miguel. Los mineros ya no cantan al regreso de la mina;ya no pían los gorriones que en el derezal anidan, ni retozan los corderos, ni la vaca rubia trisca y hasta los árboles gimen llantos que mueve la brisa. El Nalón lleva en sus aguas como una lira dormida que al despertarse en las breñas llora una triste elegía: ¡La elegía del minero que halló la muerte en la mina!
Florenta. ¡A buscar el fíu muertu va la madre dolorida!
Cefero. ¡Mirai como vien la madre abrazada a la camilla!
Miguel. Los gritos de su garganta se clavan en la neblina y hasta las piedras roqueras se estremecen al oírla. El eco de sus lamentos se adentra en las bocaminas y como dardo inflamado cruza por las galerías y va a dormir su congoja en las entrañas sombrías del tajo donde el minero perdió hace poco la vida. (Pausa) El Nalón lleva en sus aguas ennegrecidas de mina una mezcla de sudores y de rosas encendidas: rosas de sangre minera y azucenas mortecinas de los llantos que las madres derraman por las pupilas.
ESCENA ÚLTIMA
Mientras dice los últimos versos entran silenciosamente, primero María, sollozante, apoyada en Teresina y detrás de ellas la camilla que traen cuatro mineros de trajes ennegrecidos y rostro tiznado; uno de ellos es Xuanón, tiznado también y con la frente vendada. María en silencio se abraza a su madre, Cefero le da la mano a Xuanón.
¡María la Carbonera!
Perdiste el hijo en la mina.
¡Que lo lloren las rapazas
de la quintana florida!
¡Que el Nalón llore en su cauce
y que lo llore la mina
con gemidos de grisú
y llantos de dinamita!
¡Y que vengan los mineros
de toda la minería
a custodiar el cadáver
con la lámpara encendida!
¡María la Carbonera
El grisú tronchó tu vida.
María (Haciendo un esfuerzo)
Madre, vaya a preparar
la cama donde dormía.
¡La cama donde soñaba
ser picador de la mina;
tener un xatín melgueru,
casase con Teresina….
Ponga veles encendíes
enriba de la mesita,
y pa amortayar su cuerpu
preparei la ropa limpia:
¡aquel traje domingueru
que ´l mió fíu se ponía
pa mocear con les neñes
los díes de romería!
Florenta (Yendo a cumplir el encargo)
¡Fue saltando saltarín
y vuelve en una camilla!
(Se escucha emocionada la voz de Xuanón que refiere a Cefero los detalles del accidente)
Xuanón No puede; estaba en el tajo
rematando mis faenas,
atento más que al trabajo
a la rumia de mis penas.
Colás trabajaba abajo
en la misma explotación;
de pronto, se oyó cercana
una terrible explosión;
a su fuerza sobrehumana
que hizo crujir la madera,
vaciló la estribación
y tembló la mina entera.
Yo sentí un presentimiento
nacer en mi corazón.
Oyóse en aquel momento
un grito, cerca; su acento;
la voz del hijo que estaba
en trance de sucumbir;
el hijo que me llamaba
y que yo debía oír.
Y no podía cuidarme
de mi vida amenazada;
¡era preciso lavarme
de la conducta pasada,
trayendole el hijo ileso
a la madre dolorida!
¡Ver mi falta redimida,
lograr de él un solo beso,
aún a costa de mi vida!
Y mientras que los demás
pugnan por salir de allí,
yo con desprecio de mí
voy a salvar a Colás.
Escarbo entre los escombros
y consigo abrirme paso
a fuerza de puños y hombros;
el aire falta, me abraso,
pero es preciso salvar
su vida y sigo adelante….
No podía desmayar;
pensaba en la madre amante
y ese recuerdo es bastante
para hacerme no cejar.
(Con el dolor de lo que no puede ser)
¡Pero no lo quiso el cielo!
y cuando llegué a su lado
rastreando por el sluelo
ví a Colás ensangrentado.
Me arrojé a él con anhelo…
¡pero estaba inanimado!…
Y lo cargué sobre mí
por ver de sacarlo así
de aquel infierno cruel;
diez veces y más caí
y otras tantas que volví
a levantarme con él.
Una losa desprendida
de los escombros, me hiere,
vacilo, pero él se muere
y hay que salvarle la vida.
¡Pero no lo quiso Dios!
Llegué hasta la galería
y allí, enfangados los dos
en mis brazos se moría.
¡Quise salvarlo, Maria,
pero no lo quiso Dios!
María (Acercándose a él)
Yo te estoy agradecida. Eres un hombre Xuanón.
Xuanón Quise que fuera su vida
la prenda de mi perdón;
y solo logré esta herida
al buscar su salvación.
En mis brazos expiró
y lo que me apena más
su muerte, es que murió
sin perdonarme, Colás.
Ese es el remordimiento
que amargará mi existencia:
¡su maldición, que aúin la siento
pesar sobre mi conciencia!
(Con inmensa desesperación, arrodillándose junto al cadáver)
¿Me perdonas hijo mío? (Desalentado)
Pero no contesta, no,
¡Está yerto…. está frío… !
María (Súbitamente decidida)
Pero contéstote yo.
Xuanón. (Dirigiendo a ella su mirada sorprendida)
¿Tú, María?
María Y en su nombre
yo todo te lo perdono:
tus engaños y abandono
¡que hoy volviste a ser un hombre!
Xuanón ¡No puede ser!
María Sí lo yé,
que delante de la muerte
non puede haber odiu que
tanto me ciegue que al vete
arrepentidu y llorando
non te dea el mi perdón.
¡Si hasta me lo tá mandando
el su cadáver, Xuanón!
Que Colás, toy convencida
perdonariate al verte
en la frente esa herida.
¡Separonos la su vida
pero nos une su muerte!
(Ella se refugia en los brazos de Xuanón)
Xuanón Y ahora…. ahora a llorar,
a llorar por él, mujer.
Juntos lo hemos de velar
hasta el nuevo amanecer.
Yo, María, a serte fiel,
desde ahora, y a quererte.
Y eso lo digo ante él
que parece sonrreírnos
desde su lecho de muerte.
(Se quedan los dos abrazados mirando hacia el cadáver)
Cefero ¡Oro negro! Solamente
sabeslo que cuesta tú,
la madre tierna y doliente
que perdió el fíu sonriente
bajo el golpe del grisú.
Miguel Lo va diciendo el Nalón
por los valles carboneros:
¡Oro negro es el carbón
y oro negro el corazón
callado de los mineros!
¡Oro negro del alma recia!
¡Oro de vida sencilla!
¡Nadie en su valor lo aprecia
porque es oro que no brilla!
María ¡Quedó sola la casina!
¡Perdí pa siempre la calma!
¡Colasín fíu del alma!
¿Por qué te fuiste a la mina?
TELÓN.
José León Delestal. (1921-1989).-
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